Capítulo Tres

1769 Words
Me encontraba sentado observando como uno de los subordinados de Lucifer se apoderaban del cuerpo de un humano que había sido fácil tentar y por ende corromperlo, entrar en su vida no fue problema pues estaba muy solo en el mundo y se le ocurrió hacer invocaciones para pasar el tiempo o para encontrar lago que hacer en sus horas libres, vaya uno a saber... Mala idea la que tuvo. Su semblante había cambiado por completo, se retorcía de manera extraña y casi imposible para su cuerpo, en cualquier momento habría perdido la batalla y yo no podía hacer otra cosa que no fuera esperar, no era mi trabajo, yo solo debía conducir su alma o la del demonio, cualquiera de los dos debería seguir el camino dictado. Me limitaba a observar aburrido, siempre es lo mismo para ser sincero, los demonios jóvenes mueren por impresionar, por obtener poder y admiración y que les den aprobación; constantemente tengo quejas de que las posesiones se han vuelto difíciles de realizar, no es fácil obtener humanos que quieran seguir a las tinieblas y prácticamente no hay demonio que ponga un pie en las ciudades que no termine cazado por esos molestos nefilim, están aliados con los ángeles y decididos a acabar conmigo pero no van a conseguirlo tan fácilmente; voy a hacerlos llorar, sudar, sangrar y por último suplicar que los deje en paz, para luego acabar con sus patéticas vidas, no voy a dejarme capturar solo para que puedan ostentar sus trofeos y premios. Los recuerdos llegan a mi mente, en algún momento yo fui parte de esos molestos ángeles, fui amigo de ellos, fui alguien en quién se podía confiar, fui familia, fui hermano, fui hijo... Pero ya no más, lo que pasó esa noche triste para mí no se ha borrado de mi mente y no disipa el odio que siento por ellos ni el dolor que me causaron aquellos que creí jamás me traicionarían, yo era un ingenuo y crédulo, un tonto sin remedio.  De repente, entre todos los recuerdo desgarradores, entre los rostros de mis hermanos, los canticos que solía escuchar al alba, las palabras amorosas de quien a mi entender me dejó a la deriva, entre tanto horror apareció el rostro de la muchacha, Anael. No me había dado cuenta lo furioso que estaba hasta que mi semblante se relajó debido al recuerdo de su rostro. Tan bella. Tan inocente. Tan ingenua y tonta, como alguna vez lo fui yo, ¿Cómo podía ella provocar tanto en mí sí sólo la había visto un par de veces? ¿Por qué mi curiosidad por ella estaba desmedida? Y lo que más me intrigaba era su relación con los ángeles, al parece era nefilim, pero ella no tenía idea de nada según había podido notar y muchas preguntas surcaban mi mente,  ninguna tenía una respuesta clara… Para cuándo quise darme cuenta, el humano poseído había muerto ante mis ojos, no quedaba nada de nada, y su alma corrompida había sido enviada al mismísimo Infierno para que comience su castigo, algunos dicen que a ser torturada por Lucifer y su séquito, otros que vagará por siempre perdido y sin ayuda, yo... digo que en algún momento aprenderá, entonces, será mi turno de actuar. Seguro piensan que Lucifer, el poderoso y favorito hijo caído de Dios es el más único rey en las tinieblas, pues no, se equivocan. el que también reina en cierta forma, soy yo, o por lo menos el que soy ahora nació de la oscuridad tiempo después que el Rey del Infierno se proclamó dueño y señor del inframundo, mi ahora oscuro ser nació lentamente mientras las emociones desgarradoras y los sentimientos de profunda traición se apoderaban de mí y no fui capaz de darme cuenta hasta que ya era demasiado tarde… Mi corazón estaba muriendo en odio y venganza pero no toda mi vida he sido así, antes, mi propósito en el mundo era dentro de todo, noble y necesario. Una historia que por ahora no deseo recordar. —  Escucha Canon, eres un demonio joven, lo que acabas de hacer es algo que todos los tuyos  hacen y no me has impresionado en absoluto, no comprendo porque deseas ser mi mano derecha, no soy Lucifer — le dije al pequeño niño que se erguía frente a mí. —  Si señor, lamento no complacerlo — me dijo dando una reverencia. —  Pero hay algo que puedes hacer por mí, sí estas dispuesto claro — sonreí. —  Por supuesto, estoy a su disposición — me respondió con una sonrisa de satisfacción, supongo que estaba solo y sentirse útil era algo que lo reconfortaba, tal vez había oportunidad en él. Si fuera humano tendría unos doce años más o menos. —  Necesito que vigiles a los ángeles, ocultan algo. Quiero saber qué es con lujo de detalles — me puse de pie. —  No se preocupe, mi señor, tendré las noticias que usted busca —  dejando ver sus blancos dientes en una sonrisa macabra se marchó, me agradaba éste chico. Salí del recinto en el que me encontraba, la terraza daba una de las mejores vistas de la ciudad y allí, entre la brisa fresca y la protección de la noche desplegué mis alas sintiendo alivio pues no estaba muy acostumbrado a mantenerlas ocultas. La noche había caído de manera rápida, una tormenta se avecinaba, las nubes negras y pesadas volvían tenso el ambiente proyectando ya la magnitud del aguacero que caería, sonreí, desde que tengo memoria he amado ese clima, podría pasarme horas contemplando el cielo, escuchando las gotas que derrama a la tierra caer estrepitosas, en algún momento de mi juventud o niñez disfrute bailotear bajo el agua, volar empapado... de repente, los escuché, había ángeles pasando por allí a toda velocidad, me resguardé entre las sombras, no podía verlos claramente pero los sentía, sabía mejor que nadie que algo sucedía con los celestiales; esos pollos alados tramaban algo y yo lo sabría pronto. Cuando estaba de su lado aprendí mucho de ellos, lo que tienen prohibido y lo que no, el alcance de su poder y el grado de gravedad de sus acciones, me ayudaba mucho ese conocimiento, lo pondría en práctica ésta vez y averiguaría qué es lo que estaba sucediendo. Los rumores van y vienen en el Inframundo, los muertos hablan, lo demonios susurran cosas, y los espíritus llevan y traen información; había oído hablar sobre el elegido, un ser que era de ambos mundos, el que daría poder a los ángeles, que los ayudaría en su lucha contra la oscuridad. Ese elegido sería la ruina del príncipe oscuro. O sea, mi ruina. Por ello, me he mantenido alerta este último tiempo, averiguando y sacando conclusiones. Según el rumor, un ser de ambos mundos debía ser un nefilim, estaba seguro de ello. Pero no comprendía cómo un miserable nefilim podría acabar conmigo. Ellos eran hijos de humanos y ángeles, sus habilidades eran varias pero jamás ninguno había logrado causarme daño alguno. ¿Qué era diferente en éste? ¿De dónde venía? ¿Por qué no escuché de él antes? De haber sido así, lo hubiera exterminado apenas nació. Un problema menos para mí. Pov Anael Me encontraba en mi habitación ordenando las viejas cajas que guardaba, debía ordenarlas, deshacerme de lo que no sirviera y regalar lo que podría ser utilizado por alguien más, necesitaba espacio en el armario y ya estaba grande para guardar mis juguetes de pequeña; observé mi cama, en ella reposaban varias fotografías de mi niñez, de cuando fui bebé, y por supuesto de mi adolescencia. En todas estaba él. Mi mejor amigo, mi compañero de aventuras y travesuras, Merth. Él y yo nos conocimos a los tres años de edad en el jardín maternal, su madre trabajaba seguido y mi tía siempre tenía cosas que atender debido a Patrick por lo que regularmente estaba con toros niños…desde ese momento, Merth y yo jamás nos volvimos a separar. Dio la casualidad que fuimos a las mismas instituciones académicas y talleres recreativos, estaba encantada con la idea y me pareció que el universo me daba los mejores regalos cuando me permitía compartir más tiempo con mi mejor amigo, no me sentía tan sola…  En mi familia se volvió uno más, mi tía lo aceptó como si fuera otro hijo y Patrick aprendió a tolerarlo, mi primo podía ser muy celoso a veces y se aseguraba de nunca dejarnos solos pero lo más gracioso era que mi mejor amigo y yo nunca habíamos tenido “esas” intenciones. El sonido de la puerta principal siendo tocada me sacó de mis pensamientos, sonreí como hacía siempre que Merth llegaba, era algo automático, sabía cuándo estaba cerca, ¿por qué? No lo sé, pero había una extraña conexión entre ambos y francamente la adoraba, poder conectar con alguien de esa manera debería ser algo maravilloso para todas las personas pero no todas logran hacerlo, por ello estoy agradecida de poder tener la oportunidad. Bajé las escaleras a toda prisa, de pie dándome la espalda se encontraba observando un pequeño libro, parecía interesado en lo que leía y no dudé ni dos segundos en correr hasta él y lanzarme sobre su espalda. — ¡Buen día, Merth! — dije abrazándolo. —  Buenos días, Anael, vaya que tienes energías hoy — Rió. —  Pues sí, me levanté temprano, sabía que vendrías — caminé a la cocina. — ¿Sabías? — preguntó siguiéndome. —  Exacto, sé cuándo vas a venir, cuándo estás cerca, cuándo te sucede algo — saqué un jarrón de licuado de la nevera. —  Cada vez pareces ir mejor en eso de tu "intuición" — comentó algo incómodo. —  Eso parece... — bajé la voz. Recordé lo que me sucedió en el museo, ese chico, el que nadie veía pero yo sí, había tenido su imagen presente toda la semana, hasta en mis sueños, de alguna manera mi mente parecía haber quedado prendada de él y me era molesto, no podía sacarlo de mi cabeza; hablé con Lily para saber si ella lo había visto, no podía ser la única en darme en cuenta de us presencia pero mi sorpresa fue grande cuando dijo que no sabía de qué estaba hablando, reí nerviosa ante ella y le dije que lo olvidara, que no tenía sentido, que estaba algo confundida.  Suspiré, era extraño en verdad… Merth me observó serio y en silencio, traté de seguir haciendo los preparativos para nuestro desayuno, íbamos a salir esa mañana a pasar el tiempo juntos debido a la forma en la que me observa sé que mi esfuerzo ha sido en vano, él ya estaba a mi lado. — ¿Qué te sucedió Anael? — y con esa sencilla pregunta, tuve la sensación de que una cadena de problemas llegaría a mi vida.
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