POV de Carla.
A veces, la vida nos lleva por caminos inesperados. Tuve que dejar la universidad, un sueño que parecía estar tan cerca, pero las necesidades de mi familia eran más urgentes. Mi madre luchaba día a día para mantenernos a flote y yo era consciente de que tenía que hacer algo. Cuando mi hermanito enfermó, sentí que el mundo se me venía encima. Pero gracias a mi determinación, logré reunir el dinero para su operación. Verlo despertar de la anestesia, sonriendo y lleno de vida, fue el momento más gratificante de mi vida. Aunque mis sueños académicos quedaron en pausa, el amor por mi familia me ha enseñado que, a veces, el verdadero sacrificio vale más que cualquier título.
«Carla, respira hondo», me digo mientras miro a mi alrededor en la elegante oficina de Innovatech Solutions. Las paredes están adornadas con arte moderno y el ambiente es tan pulcro que me siento fuera de lugar.
«No te muerdas las uñas, no ayuda», me digo a mí misma para calmarme.
«Recuerda por qué estás aquí», me susurro. «Este es tu momento. Luis te recomendó porque confía en ti». La voz de mi amigo resuena en mi mente: «Tienes talento, solo tienes que confiar en ti misma».
«Diablos, no puedo echarlo a perder», repito como un mantra mientras me ajusto la blusa y trato de transmitir seguridad.
«Eres capaz, eres fuerte. Este es solo un paso más hacia tus sueños».
Miro por la ventana y el sol brilla, recordándome que, aunque el camino ha sido difícil, cada desafío me ha hecho más fuerte.
«Hoy es el día en que demostrarás de qué estás hecha». Con esa determinación, me preparo para entrar en la sala de entrevistas, decidida a dar lo mejor de mí.
Mientras rellenaba la solicitud, una mezcla de nervios y emoción me invadió. Sabía que en unos minutos llegaría la señorita Emily, la responsable de recursos humanos, para revisar mis datos. A medida que escribía, notaba un fuerte hormigueo recorrer todo mi cuerpo, como si cada letra que plasmaba en el papel despertara una energía desconocida en mí. Era una sensación extraña, casi electrizante, que me hacía sentir viva y ansiosa a la vez. ¿Sería el nerviosismo por la entrevista o la expectativa de un nuevo comienzo? No podía descifrarlo, pero estaba preparada para afrontar lo que viniera.
Más tarde…
¡No me lo puedo creer! Tras tantas emociones y nervios, por fin tengo el trabajo con el que siempre había soñado. Seré promotora e impulsadora de marca en una de las mayores empresas de publicidad del país. El ambiente es vibrante y creativo, y lo mejor de todo es que podré trabajar en campañas con famosos. Cada día será un lujo, rodeada de ideas innovadoras y personas apasionadas. Siento que estoy en el lugar adecuado, lista para dejar mi huella en el mundo de la publicidad y hacer que las marcas destaquen más que nunca.
Al salir de la entrevista, decidí dar un pequeño paseo por los pasillos, quizá para calmar los nervios o simplemente para disfrutar del momento. De repente, me encontré cara a cara con Nicola Rossi. Mi corazón se detuvo; era él, el hombre que había marcado un antes y un después en mi vida. No podía creer que lo estuviera viendo de nuevo. Su presencia era abrumadora, con ese aire de chico malo que lo hacía irresistible y aterrador a la vez. Comencé a temblar y se me atragantaron las palabras en la garganta.
—Carla —dijo con esa voz profunda que me hacía sentir como si el tiempo se detuviera. — ¿Cómo has estado?
—Nicola... No sabía que trabajabas aquí —logré balbucear, sintiendo cómo me subía el rubor a las mejillas. Intenté mantener la compostura, pero la verdad es que mi mente estaba en un torbellino. ¿Qué significaba este encuentro?
Me senté en la silla frente a su escritorio y noté cómo su mirada se posaba en mí con una intensidad que me sonrojó. Nicola, el director ejecutivo de esta imponente empresa, me miraba de una forma que me hacía sentir como si yo fuera el centro de su universo.
—Carla, es un placer tenerte finalmente en el equipo. Sé que te enfrentarás a nuevos desafíos, pero confío en tus habilidades.
—Gracias, señor. Tengo muchas ganas de empezar.
—Llámame Nicola, sino nos conocemos muy bien. Y no te preocupes, estaré aquí para guiarte en todo lo que necesites.
—De acuerdo, Nicola.
El silencio pesa en el aire y yo trato de disimular la agitación que me invade al recordar aquella noche con Nicola. Cada instante de esa velada se repite en mi mente como un eco que no puedo acallar. Me esfuerzo por mantener la calma y por no dejar que mis emociones se asomen a la superficie, pero es difícil. Puedo sentir su mirada, esa mezcla de confianza y poder que irradia, y eso solo aumenta mi nerviosismo. Mientras él parece disfrutar de su posición, yo me pregunto si realmente es consciente de lo que significó para mí. Es como si estuviéramos en dos mundos diferentes: él, seguro de sí mismo, y yo, atrapada en una maraña de sentimientos que no sé cómo manejar.
—¿Siempre has querido trabajar en este sector?
—Sí, la verdad es que siempre me ha interesado el mundo de los negocios. Creo que puedo aportar mucho aquí.
—Estoy seguro de que sí. Tienes una energía contagiosa.
Estaba en su oficina, aún tratando de asimilar la intensidad de su mirada, cuando Nicola rompió el silencio con una invitación que me tomó por sorpresa.
—¿Te gustaría almorzar conmigo? —preguntó, con esa sonrisa encantadora que me hacía sentir como si el tiempo se detuviera.
Me quedé paralizada por un momento, buscando las palabras adecuadas. No sabía cómo rechazar la invitación sin parecer demasiado ansiosa. Así que, tras titubear, respondí:
—Eh... Bueno, es que estoy en mi horario de trabajo y, además, hoy es mi primer día...
Se inclinó hacia adelante como si cada palabra que decía fuera un hechizo que me iba atrapando cada vez más.
—No te preocupes por eso —dijo con confianza. —Yo soy el mandamás aquí y puedo solucionar ese pequeño detalle.
Mis ojos se abrieron como platos y tragué saliva, sintiendo cómo aumentaba la tensión en el aire. Miré de un lado a otro, como si buscara una salida, pero, en el fondo, me intrigaba.
—¿Solucionar un pequeño detalle? —repliqué, intentando mantener la compostura. — ¿Y qué dirán los demás si me ven salir contigo?
—¿A quién le importa lo que digan? —respondió, con un guiño que me hizo sentir un escalofrío. —Lo que importa es que tú y yo lo pasemos bien.
No pude evitar sonreír, aunque mi mente estaba en otro sitio. La idea de pasar tiempo a solas con él era tentadora, pero también me ponía un poco nerviosa.
—Bueno, supongo que un almuerzo no matará a nadie... —dije, sintiendo que me dejaba llevar por la corriente.
—Perfecto —dijo, levantándose de su silla con una energía contagiosa. —Te prometo que será una experiencia inolvidable.
Mientras salíamos de la oficina, no podía evitar pensar en lo que significaba esa invitación: ¿se trataba solo de un almuerzo o había algo más en juego? La curiosidad y la emoción se entrelazaban en mi mente, y sabía que este día apenas había comenzado.