Mi Virginidad al Mafioso.

POV de Carla. Me encontraba en una situación desesperada. Mi hermano pequeño había sido diagnosticado con una enfermedad de páncreas y necesitábamos dinero para operarlo de urgencia. Nuestro padre nos había abandonado y mi madre y yo habíamos luchado para mantener a nuestra familia unida. Un día, en medio de mi confusión y desesperación, entré en un prostíbulo para vender mi virginidad. Al llegar, me encontré con Alina, la dueña del burdel. Le expliqué mi situación y le supliqué que me ayudara. Alina, conmovida por mi historia, aceptó ayudarme y me prometió encontrar a un hombre rico y poderoso que estuviera dispuesto a pagar por ella. Pasaron unos días y Alina me llamó para decirme que había encontrado al hombre perfecto. Se trataba de Nicola Rossi, un mafioso italiano, temido y respetado por todos. Alina me dijo que Nicola estaba ansioso por conocerme y que estaba dispuesto a pagar una fortuna por mis servicios. Aunque me asustaba la idea de acostarme con un mafioso, sabía que era mi única opción. Acepté la oferta y Alina me preparó para la cita. Me puso un vestido n***o ceñido que resaltaba mis curvas y me hizo un maquillaje discreto pero elegante. Cuando llegué a la mansión de Nicola, me recibió con una amplia sonrisa y unos ojos llenos de deseo. Me guió hasta un amplio salón donde había una cama enorme y una botella de champán enfriándose en un cubo de hielo. Nicola me ofreció una copa y nos sentamos en un sofá para charlar. Nicola era encantador y me hizo sentir cómoda. Me contó historias divertidas y me hizo reír. A pesar de su mala fama, me pareció un hombre amable, generoso y, sobre todo, elegante. Sin embargo, sabía que detrás de esa fachada se escondía un hombre peligroso y despiadado. Tras un rato, Nicola se acercó a mí y me besó suavemente en los labios. Sus manos recorrieron mi cuerpo y sentí un calor intenso que me subió por la espalda. Me desnudó lentamente, mirándome a los ojos con una expresión de deseo y dominación. Cuando quedé desnuda, me llevó a la cama y se desnudó. Su cuerpo era impresionante, con músculos marcados y una piel suave como la seda. Me tendió en la cama y comenzó a besarme con pasión, explorando con sus manos cada rincón de mi cuerpo. Nicola era un amante experto y sabía cómo hacerme sentir deseada y excitada. Me mordisqueó el cuello y sus manos se deslizaron por mi cuerpo hasta llegar a mis pechos. Primero los acarició suavemente y luego los mordisqueó con suavidad, haciéndome gemir de placer. Luego, bajó su boca hacia mi vientre y comenzó a besar mi ombligo. Sus dedos se deslizaron hacia mi entrepierna y comenzó a acariciarme suavemente. Sentí un ardor intenso que me recorrió el cuerpo y me hizo gemir de deseo. Nicola se dio cuenta de mi excitación y sonrió. Se levantó y se colocó encima de mí, con su m*****o duro y erecto presionando contra mi entrepierna. Sentí miedo y excitación al mismo tiempo, pero sabía que no podía detenerme ahora. Nicola me penetró lentamente, dándome tiempo para adaptarme a su tamaño. Sentí un dolor intenso, pero también un placer indescriptible. Me mordí el labio para no gritar, pero Nicola me ordenó que lo hiciera. —Grita, Carla —musitó jadeando. Así que grité. Grité de dolor y placer mientras Nicola me poseía con fuerza. Me mordía el cuello y me agarraba con fuerza a las manos, como si quisiera marcarme como suya. Sentí que me perdía en él, que mi alma se fundía con la suya en un torbellino de pasión y deseo. Nicola me hizo llegar al clímax con una serie de movimientos rápidos y profundos. Sentí una ola de placer que me recorrió el cuerpo y me hizo gritar su nombre. Nicola también alcanzó el orgasmo y se derrumbó sobre mí, jadeando y sudando. Después de un rato, Nicola se levantó y se vistió. Me sonrió y me dio un sobre lleno de dinero. Luego me acompañó a la puerta y me despidió con un beso en la mejilla. Al salir de la mansión, me sentí aliviada de que todo hubiera terminado bien. Había sobrevivido a mi encuentro con el mafioso italiano y ahora tenía el dinero que necesitaba para salvar a mi hermanito. Aunque la experiencia había sido aterradora, también había sido emocionante y me había hecho sentir viva y deseada. Me había convertido en una mujer más independiente y segura. Aunque mi experiencia con Nicola había sido traumática, también me había enseñado a valorar mi cuerpo y mi sexualidad. Me di cuenta de que era una mujer deseable y poderosa, y de que podía usar mi belleza para conseguir lo que me propusiera. POV de Nicola. Mientras observaba cómo Carla se alejaba, sentí una mezcla de deseo y posesividad. «Es una diosa», pensé, pese a su inexperiencia, y noté cómo se me aceleraba el corazón. «Solo la quiero para mí. Carla es mía, solo mía». Llamé a mi mano derecha, Marco, y le dije: —Escucha, tenemos que asegurarnos de que el cargamento de armas llegue sin problemas. No podemos permitir que esta vez salga mal. Los rusos son impredecibles y no quiero que mis planes se echen a perder. Marco asintió con seriedad. —Entendido, Nicola. ¿Qué quieres que haga exactamente? —Quiero que refuercen la seguridad en el punto de entrega. Asegúrate de que no haya sorpresas. Y, por el amor de Dios, mantén a todos en línea. No quiero distracciones. Esta vez todo debe salir perfecto —respondí, mientras mis pensamientos seguían volviendo a la imagen de Carla, su sonrisa y la forma en que me miraba. «Quiero verla de nuevo», me dije a mí mismo. Sentí cómo mi cuerpo vibraba con una intensidad desconocida y noté que se me helaba la sangre al tener a Carla tan cerca. Su dulzura era un imán que atraía cada uno de mis sentidos y su belleza, con esos ojos que brillaban como estrellas, me cautivaba de forma irrefrenable. El roce de su piel encendía una chispa en mí y, en ese instante, me di cuenta de que cada dólar que pagué por su virginidad había merecido la pena. Soy Nicola Rossi, un hombre al que muchos consideran poderoso, un demonio disfrazado de querubín. Visto trajes elegantes que ocultan la oscuridad de mi alma, un alma que, según dicen, está podrida. He acumulado una inmensa fortuna gracias a negocios ilícitos y burlando a la justicia, que en mi caso está comprada. Los cuerpos de seguridad se rinden ante mí y he aprendido a manipular el miedo y el respeto en mi beneficio. Desde adolescente, he estado inmerso en el fatídico mundo de la mafia, donde el poder y el dinero son las únicas leyes que importan. Soy un adicto al sexo, incapaz de estar solo, convencido de que el amor no es para mí. Consigo todo lo que deseo con el dinero que tengo, porque en esta vida el dinero lo compra todo.