POV de Nicola.
Me deslizo entre las sábanas, sintiendo el calor de Marcela a mi lado. Su piel suave y tersa me atrae como un imán. Nuestros cuerpos desnudos se entrelazan en una danza erótica, mientras nuestros labios se buscan con ansia. El deseo arde en mis venas y mi respiración se vuelve agitada.
Marcela me mira con ojos llenos de pasión y sus dedos recorren mi pecho, despertando sensaciones intensas. Mi mano se posa en su cadera, acariciando su piel suave y tersa. Nuestros cuerpos se unen en un abrazo apasionado, y nuestras bocas se funden en un beso profundo y apasionado.
Sus caderas se mueven rítmicamente, y nuestros cuerpos se mimetizan en una coreografía sensual. Nuestras manos se entrelazan, y nuestras almas se funden en un momento de intimidad y pasión indescriptible.
El ritmo de nuestros cuerpos se acelera, y el placer inunda nuestros sentidos. Gritos de éxtasis resuenan en la habitación, mientras nuestros cuerpos se funden en una unión apasionada y salvaje.
*****
Tras un momento de silencio, respondo con desdén:
—Bueno, ya te has divertido bastante. Vístete y lárgate.
Marcela levanta una ceja y asiente con una sonrisa sarcástica.
—¿Así que eso es todo? ¿Un rápido encuentro y luego fuera?
—No tengo tiempo para sentimentalismos. Sabes que esto fue solo un juego para mí.
—Un juego, dices. Pero no olvides que yo también sé jugar, Nicola.
—Claro, pero fuiste tú quien rompió las reglas primero. Recuerda eso.
—Ah, sí... la traición. Siempre lo sacas a relucir. Pero dime, Nicola, ¿no te gusta un poco de picante en la vida?
—Picante o no, no me gusta que me engañen.
—Y aún así aquí estamos, ¿no te parece irónico?
—Tal vez, pero ya he obtenido lo que quería.
—Y yo también. Pero recuerda que esto no ha terminado.
—¿Qué quieres decir?
—Solo que, cuando necesites otra «dosis», posiblemente estaré ocupada...
—No creo que te llame de nuevo.
—Eso está por verse. Llámame cuando te pongas de nuevo erguido. Quizás entonces reconsideraré tu oferta.
Con esas palabras, Marcela salió de la habitación dejándome sumido en una mezcla de sueño y deseo latente mientras seguía cayendo lluvia afuera.
Tras un intenso momento con Marcela, sonó el teléfono y la voz de Marco me sacó de mi ensimismamiento. Su tono era grave y, en cuanto mencionó a los rusos, noté cómo se acumulaba la rabia en mi pecho.
—Nicola, tenemos un problema con los rusos. Se están pasando de listos en la negociación —me dijo.
Apreté el puño con fuerza, sintiendo cómo me invadía la ira.
—Marco, no voy a permitir que se salgan con la suya. Ahora mismo voy para allá con los demás. Nadie juega conmigo y sale ileso. Esos miserables van a conocer al demonio en persona —respondí con determinación. La situación se estaba volviendo peligrosa y estaba listo para afrontar lo que fuera necesario.
Al llegar al galpón, el ambiente era tenso y solo se oía el eco de mis pasos. El mafioso, con su mirada fría y desafiante, se erguía ante mí; la pistola temblaba ligeramente en mi mano, no por miedo, sino por la adrenalina que me recorría las venas. Sabía que ese era el momento de demostrar quién mandaba. Con voz firme, le dije:
—Escucha bien, esto no es un juego. Aquí las reglas las pongo yo. Si quieres salir de esta, te sugiero que empieces a colaborar.
Su expresión cambió y, en ese instante, supe que había entendido mi mensaje. Con Nicola Rossi no se juega y, una vez más, salí victorioso. Decidí perdonarle la vida, pero sé que no siempre será así; la próxima vez podría ser diferente. A veces me veo a mí mismo como alguien impetuoso y oscuro, como si no tuviera sangre en las venas. No me amilano ante nada ni ante nadie. Esa es mi naturaleza y, aunque pueda parecer temerario, es lo que me define. Cada desafío que enfrento me fortalece y, aunque el camino sea sombrío, siempre encuentro la manera de salir adelante.
Salí con Marco y decidimos tomar algo, especialmente después de lo mal que lo pasé por culpa de los rusos. Al llegar al bar, noté que Marco me miraba de manera distinta. Él me conoce bien y enseguida se dio cuenta de que Carla ocupaba más espacio del necesario en mis pensamientos.
—¿Te enamoraste a primera vista, Nicola? —me preguntó con una sonrisa burlona. No pude evitar soltar una risa.
—No seas imbécil, Marco. Tengo prohibido enamorarme. Solo me interesa su cuerpo, esa fruta fresca que son su juventud y serenidad. Eso es todo, nada más —le respondí, tratando de convencerme a mí mismo y a él. Pero en el fondo sabía que había algo más que deseo.
Desde que Laura se fue, mi corazón se convirtió en un desierto. Ella fue el amor de mi vida, la única que logró llegar a las fibras más profundas de mi ser y hacerme sentir que había algo más allá de la oscuridad que me rodeaba. Pero la vida, cruel y despiadada, se la llevó de un modo que jamás podré perdonar. Marco me miró con esa mezcla de preocupación y compasión que solo los amigos verdaderos saben mostrar. Sabía que, después de Laura, estaba prohibido amar para mí.
—Nicola, no puedes seguir así —me dijo, rompiendo el silencio. —La vida no se detiene por el dolor. Laura querría que fueras feliz.
—Pero ¿cómo podría encontrar la felicidad en un mundo donde el amor se siente como una traición a su memoria?
A lo largo de mi vida, he llegado a la conclusión de que el amor es algo que se me ha negado. Disfruto de la vida, pero nunca me he tomado en serio a ninguna mujer. Me casé con Marcela por un error que aún me pesa; la verdad es que nunca la amé. Aunque es increíblemente poderosa en la cama, no puedo evitar pensar que su forma de ser la convierte en alguien que se acuesta con cualquiera. Sin embargo, Carla es diferente. Con ella siento que hay algo más, algo que me hace cuestionar todo lo que creía saber sobre el amor y las relaciones de pareja.