POV. DAMIAN.
—¿Qué significa esto? —pregunte molesto y cansado.
—Se-Señor, es que el Beta nos dijo que... — ni siquiera podía levantar la mirada y hablarme de frente.
Odio a la gente lenta, a los que titubean para hablar, a los que no me miran a los ojos, a los que les tiembla la voz cuando hablan, a los que agachan la cabeza, a los que caminan lento, a los que se demoran para pedir la comida, a los que...
Sí, básicamente odio a todo el mundo.
Solté el aire que estaba conteniendo en mi pecho, debido a la frustración y tome entre mis manos la carpeta donde estaban organizadas las mesas y ubicaciones. Revise rápidamente y volví a gruñí, apreté el puente de mi nariz y juro que casi sentí como crujía.
Moví un par de nombres y papeles y se a entregue a la omega frente a mi.
—Dile que no mueva una sola pieza.
—Pero señor...
—Ni una sola —le di la espalda y mire por la ventana.
Era un día precioso, perfecto, los cachorros del jardín corrían por el patio principal de la casa de la manada, al fondo podía ver entrenando a nuestros guerreros, en el edifico de oficinas entraban y salían personas vestidas como ejecutivos, mire en dirección a la biblioteca y los chicos de la secundaria entraban, seguramente listos para alguna lección y reí porque un pensamiento intrusivo llego a mi cabeza.
"¿Qué crees que haces?" —pregunto Ethan, mi beta por el enlace mental.
"¿De qué hablas?" —respondí haciéndome el desentendido.
"Moviste los lugares. Sabes que Nina me va a golpear en las bolas, estuvo toda la noche en esa organización"
"Eso no es mi problema. No pienso sentarme junto a la hija de ningún Alfa"
"Tienes que encontrar a tu pareja destinada o elegir una compañera"
"No, no tengo que hacerlo. Tu quieres que lo haga."
"Yo y los demás Alfas y también el consejo de ancianos y básicamente toda la comunidad de hombres lobo"
"Pero yo no. No la necesito y no la quiero"
"Damián, la necesitas, las habladurías están por aquí y por allá. Eso te hace débil antes tus enemigos, pero también antes los que desean tu lugar"
Reí con esas palabras.
Solo un tonto querría ser el Rey Alfa.
El peso de aquel cargo no era para cualquiera y el más débil podría volverse loco, si no es que yo ya lo estaba.
"Me sentaré solo en esa mesa, contigo y tu compañera a mi lado. Lo tomas o lo dejas"
"De acuerdo, pero tu lidias con Nina" —cortó la conexión refunfuñando y molesto.
Arrastre mis pasos hasta mi habitación, cambie mi ropa por una menos formal y salí cuidadosamente por el castillo de la manada.
Sí, nosotros teníamos la casa de la manada, que era donde vivían la mayoría de personas importantes o con cargos importantes para la manada y para la comunidad de lobos en general, pero estaba el castillo del Alfa, mi castillo, un lugar tan solo y tan frío que solo con ver la entrada querías irte. Allí vivíamos, el beta y su ahora compañera Nina, 3 omegas que servían y dos ancianos del consejo, además de mi.
Utilice los pasadizos secretos, empuje paredes y puertas hasta que llegue al borde de mi manada, quería cambiar a mi forma de lobo, pero no podía hacerlo porque era muy temprano y los guardias se darían cuenta, mientras que si salía caminando como si nada solo me saludarían y ya estaba. La verdad es que cada tanto iba a la frontera que colindaba con la pequeña comunidad de lobos renegados que eran pacíficos y entraba a esa pequeña posada que usaban los humanos y comía de ese delicioso pastel de zanahoria hasta saciarme.
Era como una manera de escapar de mis responsabilidades.
Una vez estuve allí, salude a Miri, la dueña de la posada, una loba a la que respetaba mucho, pues se quedo sin manada cuando su compañero fue asesinado por lobos renegados rebeldes, ella en su manera de vivir el duelo decidió mantenerse alejada de las manadas y vivir una vida solitaria, hasta que su hermana abandono a su pequeña sobrina, Amelia y ella se hizo cargo de la pequeña traviesa.
—¿Qué sucede? —pregunto mientras ponía frente a mi un pedazo enorme del pastel con frosting de yogurt.
—Nada —dije hundiendo el tenedor y tomando un enorme trozo.
—Mientes —rio y lanzo un vaso de leche.
—Miento —dije bebiendo y volviendo a tomar otro bocado de pastel en mi boca.
—Damián — gruñí cuando dijo mi nombre, sabía que odiaba que la gente me viera allí y por eso siempre tenía mi mesa en una esquina oscura y la entrada y salida por la cocina—. No se que sucede esta vez, pero...
—Nada — dije secamente.
—Necesita una novia — la pequeña Amelia salió de no se donde, porque ella siempre salía de algún lugar y empezaba a hablar como una lora.
—Y tu ir a la escuela.
—Soy una renegada, los renegados no vamos a la escuela.
—Ya te dije que puedes ir a la de la manada.
—¿para qué? No quiero ser rechazada solo por ser renegada y no tener manada.
—Eso no va a pasar.
La pequeña rio y se marcho dejándome solo con el pastel, la leche y su tía.
—Miri, todo esta bien, es la presión de la boda del beta, nada más.
—¿O es porque se acerca esa época del año? —lance el tenedor con fuerza y me levante.
Soy al menos 4 cabezas más grande que ella, pero aún así, ella me mira como si fuera 7 cabezas más grande que yo.
—Sí, definitivamente es por eso —dijo riendo y dándome la espalda—. Termina de comer y vete a tu castillo.
Gruñí y aunque intente tomar otro bocado, el apetito se había ido del todo y solo quería volver a mis tierras para correr en mi forma de lobo y pensar en otra cosa que no fuera el Beta y su ceremonia o en la manada, o en las manadas que yo debía proteger, o en mí, o sí... En él, no quería pensar en el y en la noche que se avecinaba, la noche en la que todo había empezado.
Salí molesto de la cocina y choque contra algo pequeño que apenas llegaba sobre mi pecho, pero el contacto, el olor de su cabeza pelirroja y...
¡Carajo!
Por un momento sentí que mi cabeza dio una vuelta, que mi estomago se retorció y que mi nariz recibió el olor más perfecto de todos, naranja, canela y algodón. Eran tan fresco, tan reconfortante, tan... Perfecto.
Mi lobo saltó en mi mente, se descontrolo, se empujo hacía el frente para salir y sentí como mis colmillos y garras se alargaban, así que me obligue a salir de la posada y correr, sí, corrí tan raído y fuerte como pude.
Empujando toda emoción, toda posibilidad y toda sensación en lo más profundo de mi ser.
Cuando estuve frente al lago, con la luna sobre mi cabeza, mi lobo me ataco.
"¿Qué hiciste? ¡Era ella!"
"¿Cómo lo sabes, Kian?"
"Lo sentí, era nuestra..."
"No, nosotros no tenemos compañera, ni destinada, ni elegida."
"¡Eso solo nos hace más débiles!"
"¡Entonces no somos dignos de ser el Rey Alfa de todas las manadas!"
"Es que no lo somos" —gruño y se fue, se alejo y me bloqueo después de aquello.
Sí, yo también lo había sentido, pero definitivamente no iba a ceder ni un poco, no si quería llevar a cabo mis planes.
POV. CHARLIE.
DOS DÍAS DESPUÉS.
No estaba bien, definitivamente no estaba bien.
Mis manos temblaban, parecía un ataque de ansiedad, pero no lo era, mi loba estaba gimoteando en mi cabeza, gruñía un poco y de vez en cuando mis garras se alargaban, ella quería salir.
Las noches habían sido un verdadero infierno, el calor llego a mi cuerpo cerca de la media noche, mis piernas dolían, mi garganta ardía, mis manos se sentían como si estuvieran clavadas por agujas, mi mente se quedaba en blanco por instantes y yo me sentía en fuego vivo. Tome varias duchas heladas, durante el trabajo bebí agua fría y coloque hielo en mi nuca, la señora Miri me dio varios te de una rara hierba morada y amarga, no pregunte que era, porque no tenía sentido y tampoco quería saber, solo quería que el dolor y el calor se fueran de mi cuerpo.
Y muy a mi pesar, estaba esperando a mi amada prima Lizeth para ir a la ceremonia del Beta del Rey Alfa.
Sí, le pedí y le rogué que me dejara en paz, que necesitaba descansar, le explique que estaba enferma y que necesitaba quedarme en casa, pero ella simplemente envío un video de mi mamá suplicando y llorando y yo me arme de valor, bebí un poco más de esa amarga infusión y deje que la linda Amelia me vistiera y me maquillara, además de un peinado que tardo horas en hacer.
—Pareces un sueño — dijo mientras yo intentaba mantenerme de pie frente al espejo, pero el calor era más grande.
—Gra-gracias —susurre.
—No vayas —dijo Amelia tomando mis manos y aplicando un poco más de brillo sobre mis labios, reí.
—No quieres que vaya, pero sigues aplicando brillo en mis labios.
—Tu prima es mala, deberías denunciarla.
—No, eso solo... Mi madre — sentí como mi labio temblaba y por un momento una sensación extraña me recorrió, como si escuchara una voz en mi cabeza, una voz de un hombre que gritaba y gruía a diestra y siniestra.
Sacudí mi cabeza y baje al primer piso.
Allí varios de mis compañeros me esperaban y oí algunos vítores y chiflidos.
Llevaba un vestido color plata, corto, con tirantes que atravesaban toda mi espalda que estaba desnuda, una coleta muy muy alta, ojos negros y ahumados y labios rojos, las sandalias eran del mismo color del vestido.
Lizeth me miro con más odios del que sabía que ya me tenía, ella llevaba un vestido rojo, con escote corazón que casi hacía que sus pechos se salieran de allí, largo hasta el suelo y con una abertura en la pierna que parecía eterna.
Tiro de mi brazo y la señora Miri me entrego un termo con un poco más de la bebida amarga.
—No dudes en llamarme si el calor aumenta y por favor, por nada del mundo te quedes sola —parecía preocupada, pero asentí con mi cabeza y me subí al auto de mi prima.
—No puedes arruinar mi noche, así que te sentaras como niña buena y si algún Alfa se quiere divertir contigo, debes avisarme, podremos irnos con algunos dólares esta noche, además del Rey en mi bolsillo.