CATORCE

1884 Words
Una nueva mañana ha llegado al pueblo de Eleonor, el ir venir de los pueblerinos no hace más que evidenciar el auge turístico que están teniendo, las casa de comida no dejan de preparar platillos, repartirlos a domicilio, en hoteles, los restaurantes se preparan para cuando la noche caiga y deleitar a los comensales, hay algunos parques de atracciones, ferias, juegos infantiles y eventos para la familia e incluso la casa hogar ha recibido una especial invitación para que todos los pequeñines puedan asistir a una función de títeres totalmente gratuita, sí, una experiencia invaluable para los menores y donde Alina no ha dejado de trabajar desde temprano para prepararlos a todos, que se vean bonitos y sobre todo, que ellos se sientan bien con el paseo. La rubia observa a las pequeñas que juegan encantadas con sus vestidos nuevos —cortesía de una de las encargadas que ha usado su máquina de coser para tener las prendas a tiempo—, ya ha peinado a todas y los niños están terminando de ser arreglados, bien, todo marcha perfecto. Suspira algo cansada regresando a su cuarto, aún debe esperar el cobro del primer mes de trabajo en la cafetería y no falta tanto como se ve, pensar que lleva más tiempo junto a Nuée que habiendo hallado empleo le da risa y esta queda en segundo plano cuando al abrir la puerta de la habitación se encuentra con el Dios sentado en su cama como indiecito ojeando los libros de su estantería. —¿¡Nuée!? —medio chilla, medio susurra apresurándose a cerrar la puerta detrás de sí para que ningún pequeño lo vea, o las encargadas, eso sería aún peor. —Hola, Ali —sonríe—. Estaba aburrido en el puente, muchas personas sacando fotografías, quise venir a verte pero no llegabas, ¿Por qué tienes tantos libros? —Nuée, debes ser cuidadoso, ¿Y si alguien que no era yo ingresaba? Aquí no tienes niebla para camuflarte y dudo que sea sensato llenar el cuarto de la misma si una de las encargadas te viera —elevó una ceja, suspiró al ver al contrario apretar los labios en una evidente mueca de que no pensó bien las cosas—. Tengo libros porque me gusta leer aventuras, no tiene nada de malo. —Pero, ¿No es mejor vivir las aventuras que solo leerlas? —frunció el ceño. —¿Tú crees? —tomó asiento frente a él. —No sé, tú dime, eres la humana aquí —rió—. Te extrañé. —Y yo a ti —entrelazaron sus manos—. Hoy estuve ocupada con los niños y seguiré así el resto del día, tengo que cuidar a uno de los bebés que no irá a la función, el pobrecito es demasiado pequeño para llevarlo. —¿No irás a verme? —entristeció desviando la mirada. —No, lo siento, pero tengo que ayudar aquí también y aprovecho que hoy es mi día libre en la cafetería —chasqueó la lengua. —¿Me puedo quedar contigo? ¿Sí? —parpadeó varias veces, Alina se lo quedó viendo asombrada, ¿Era ese alguna clase de super poder de un Dios o algo así? —Sabes que sí, no es problema, solo no dejes que te vean —la muchacha se puso de pie comenzando a ordenar los libros que habían sido regados sobre el lecho por el curioso pelinegro cuando la puerta fue tocada con suavidad, ambos jóvenes se observaron con los ojos abiertos a más no poder, mientras la rubia le hacía señas al Dios para que saliera por la ventana este reía y negaba adentrándose en el pequeño armario—. No. Nuée, ¡Nuée! —susurró despotricando por no haber sido escuchada, no quedaba más que abrir la puerta—. Hermana, ¿Qué necesitas? —Alina, traje a Susan, ya está cambiada pero necesita ropita limpia, ¿Crees poder terminar el trabajo? Los pequeños están muy impacientes por irse —la mujer le sonrió entregando a la bebé—. Gracias por todo, Alinita. —No es problema, en verdad, no tienes que agradecerme nada de esto, ahora mismo la terminaré de vestir, no te preocupes —con una sonrisa cerró la puerta dándole un empujón con la cadera y acercándose a la cama donde depositó a la niña entre mantitas—. Nuée, ya puedes salir. —¿Se fue ya? —asomó la cabeza con un gorro de lana puesto en la misma. —Sí, ya se fue —negó divertida quitándole el gorro y dejando un beso en los labios del pelinegro—. Ahora, ven acá, te presento a Susan. —Oh… ¡Un bebé! —el chico se acercó a ver a la niña que pestañeaba curiosa mientras comía su manito—. Es tan chiquito, ¿Tiene hambre? ¿Por qué se come la mano? ¿Tiene algún problema o algo así? —No, pero eso hacen los bebés, todo pasa por sus boquitas —comenzó a colocarle un pequeño pantaloncito rosa—. Aún falta un tiempo para que pueda gatear o sentarse sola, pasará uno más largo para que deje de llevarse todo objeto a la boca, pero seguro encontrará familia pronto, los bebés siempre son los más adoptados. —Ya veo —frunció el ceño, parecía una linda muñeca. —¿Ustedes no son bebés? Es decir, ¿Qué no se supone que has tenido padres? Si tuviste padres, fuiste un bebé, ¿O no? ¿Me explico? —preguntó. —Algo, eres un poco confusa —observó a la bebé terminar de ser vestida y arropada—. Nosotros no tenemos etapas de bebés, solo etapas infantiles —se encogió de hombros—. SI mal no recuerdo, los Dioses crean a sus hijos uniendo sus manos e imaginando como serían, las habilidades de ambos convergen y de ellas, más el amor y deseo de ser padres, crean otro Dios pero con apariencia de niño y desde allí crecemos hasta la adultez. —Oh, eso… Eso es otro tipo de vida —abrió los ojos asombrada—. No puedo creerlo, es que se saltan la parte de los llantos, popó y demás cosas que a veces te hacen cuestionarte el hecho de tener hijos, pero la otra parte, la de su primer risa, la primera vez que te ven a los ojos con atención, la sonrisa, su primer comida, sus primeras reacciones y emociones, son las que valen la pena después de todo… O eso creo, no estoy en posición de tener hijos aun, pero, supongo que uno evalúa todo eso. —Veo que el nacimiento humano es bastante complejo —su cuerpo apenas y levitaba por la habitación pues había adquirido pose de indio mientras rascaba su mentón con concentración—. Suena muy lindo lo que dices, difícil, pero muy lindo. —Concuerdo —sonrió, acarició los cachetitos rosas de Susan que ya había caído dormida tras haber tomado su biberón antes de ser llevada con ella—. ¿Cómo eras de niño? —¿Quieres verlo? —preguntó emocionado. —¿Eh? ¿Tienes fotos o algo así? —ladeó la cabeza. —No, pero puedo regresar a mi apariencia infantil, no dura mucho tiempo, pero es algo que puedo hacer todavía —sonrió. —¿Todavía? —Sí, cuando llegue a cierta edad de mi adultez desaparecerá este cambio, ya sabes, algo así como la madurez —se encogió de hombros—. ¿Quieres o no? —De acuerdo, esto no me lo puedo perder —rió, observó a la pequeñita dormida, terminó de arroparla mejor y colocarle algunos almohadones a su alrededor pero lejos para que la pequeña no tuviera inconvenientes y tomó asiento en el suelo expectante. Nuée cerró los ojos dejando fluir su energía, la piel de su cuerpo brillando tenuemente, su ropa comenzando a distorsionarse para envolverlo por completo mientras su tamaño se iba reduciendo hasta dejar paso a una pequeña anatomía; un niño de no más de ocho años se dejó ver, con las mejillas abultadas, algo cachetón tal vez, con esos ojos azules grandes y llenos de brillo, un ligero flequillo en su frente y su ropa ahora era una túnica oscura que cubría todo hasta sus pies. Bajo un estado de sorpresa total, Alina se acercó al chiquillo para arrodillarse frente a él observando a detalle su rostro, realmente era un niño, un pequeño, el Dios había cambiado su apariencia de una manera tan sumamente fácil que parecía hasta descabellado, una cosa era escucharlo decir que podía realizar aquello y otra muy diferente era siquiera llegar a poder verlo con tus propios ojos. —Increíble —refregó sus ojos para volver a verlo—. Nuée, lo que has hecho es asombroso. —¿Verdad que sí? —rió divertido, con una voz infantil y dulce—. Así nací, desde esta edad comencé a crecer muy lentamente en el trascurso de la eternidad, ya no es tan divertido como antes porque ya no pienso como un niño, pero a veces le saco provecho. —Ojalá nos hubiéramos conocido antes, tal vez cuando yo era niño —sonrió con tristeza. —Cierto, yo habría tomado esta apariencia para jugar contigo hasta que crecieras, habría sido tu mejor amigo aunque vivieras en esta casa y yo en el puente —asintió—. No habrías estado solo, pero lo bueno es que nos hemos conocido de todas formas, ¿No? Aún queda mucho por vivir, estaremos juntos siempre. —¿Siempre? —frunció el ceño—. ¿No crees que es un poco mucho? No sabemos qué puede suceder, no pertenecemos al mismo mundo. —No, pero te seguiré, Ali, iré dónde tú vayas, aunque me cueste —sonrió—. No volverás a sentirte sola, no dejaré que sientas algo así, nunca más. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Alina porque se sentía feliz de tener a alguien que se preocupaba por ella, que quisiera hacerle sentir bien a pesar de las adversidades, alguien que la quería sin condiciones. Hubiera sido encantador haber conocido al Dios cuando era una niña, haber jugado ambos en los jardines de la casa o en el parque del pueblo, tal vez darle de comer a los patos en el lago, ver el puente con ojos de infante antes que de adulto, pero no se arrepentía de cómo se habían dado las cosas de igual manera, de todo lo que ha sucedido en su vida, conocer al Dios de las Nubes es la mejor de todas las casualidades. —Lo siento, lo siento, ¿Dije algo malo? Perdóname, Ali —los brazos de Nuée habían rodeado a la rubia atrayéndola a su pecho ya teniendo su apariencia adulta, asustado, preocupado por haber hecho sentir mal a la humana—. De verdad, lo lamento, siempre digo las cosas sin pensar que eres más sensible que yo o de lo que acostumbro y-… —los labios ajenos lo callaron. —Estoy feliz, gracias por todo, Nuée —lo estrechó aún más. —No me agradezcas —sonrió aliviado—. Yo te daría todo para que nunca estuvieras triste de nuevo…
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