TRECE

1462 Words
No es fácil a veces seguir las advertencias de la mente cuando el alborotado corazón nos nubla llenándonos de esperanza e ilusión, no podemos ser cautos cuando las sonrisas que recibimos nos quitan el aliento, nos llenan de suspiros, de sueños despiertos donde solo ver a quien nos ha robado el latir incesante del corazón nos regalan las más tiernas y hermosas sensaciones, las mariposas en el vientre, cosquillas en el pecho, nervios por doquier, la percepción de entorpecer con el paso de los días o cada vez que nos encontramos con el ser amado, los tartamudeos, los sonrojos a pesar de ya haber compartido un primer beso, las ganas de seguir avanzando, de salir del puente y mostrarle el mundo entero a pesar de que no sea el caso propio de conocerlo… Si, así se siente Alina, embebida en sus sentimientos, llena de ilusiones, deseando que ese enamoramiento tan cálido no termine jamás y a la vez terminar de mostrarle a Nuée todo eso que no puede conocer. Y allí se encuentra la rubia, tendida en el césped que rodea el lago mientras sus orbes se deleitan con la majestuosidad del cielo estrellado, el joven a su lado ríe observando a las hadas que bailotean a su alrededor como enamoradas, una de ellas, la más valiente, lo ha invitado a un baile donde apenas y el pelinegro se mueve pero le corresponde a la pequeña criaturita que emocionada ha colocado su diminuta mano en uno de los dedos del Dios y se mese con elegancia. —Son demasiado pequeñas —rió la joven apreciando el momento. —Lo son, pero no te confíes, pueden ser bastante fieras si se lo proponen —acotó el ojiazul viendo a otra de las hadas tomar asiento en su hombro—. Son criaturas muy protectoras con quienes se ganan su afecto, pero son vengativas si les haces daño, no te van a perdonar fácilmente. —Es increíble que siento tan pequeñas carguen con tanta intensidad —Ali suspiró detallando el perfil de Nuée—. ¿Qué haces cuando estás completamente solo aquí? La noche puede ser larga si no descansas o estás entretenido. —Es verdad, parece interminable, pero ellas me ayudan mucho, ¿Quieres oír una historia? —sonrió el joven viendo al humano—. Te contaré la historia de amor entre Venus y Marte, las hadas serán quienes ilustren todo, ¿Qué te parece? —Sí, claro —asintió. —Bien —terminó tendido a un lado de Alina y suspiró, sus compañeras mágicas chillaron emocionadas mientras sus alitas destilaban brillos de colores, algunas extendían sus prendas formando largos vestidos—. Hace mucho tiempo, cuando los Dioses apenas eran jóvenes y la Tierra era el campo de curiosidad más grande de todos, existieron dos seres que se encontraron por una casualidad nada más; Venus, la regente del planeta, era una mujer bellísima, de largos cabellos rizados y negros como ébano, de tez trigueña y suave, con los ojos verdosos más bellos que en tu vida podrías soñar siquiera ver. De fuerte carácter pero sonrisa amable, siempre velando por la seguridad de las mujeres humanas, siendo quien las guiaba en la travesía de encontrar el verdadero propósito que se les había dado y no la burda creencia de que servían a sus esposos, aunque no todos ellos pensaban así, la mayoría colectiva en esas épocas eran terca. —Me consta —asintió recordando mucha de la información que ha aprendido a lo largo de su vida. —Y Marte, era un hombre de tez blanca, cabellos rojizos y ojos oscuros que vivía de risa en risa, charlas por todos lados, alegre y lleno de algarabía —el Dios volteó a ver a la rubia—. Se encontraron por casualidad en un eclipse, cuando el planeta marte haría interacción con la luna y el sol, era un evento esperado por los Dioses para ser disfrutado, y ellos se vieron una sola vez, no hizo falta nada más para que se enamoraran… —Increíble —susurró la chica, un par de haditas juguetearon en sus dorados cabellos provocándole cosquillas, otras danzaban recreando el encuentro de la pareja mencionada en la historia. —El amor entre los Dioses se da de forma natural, lleno de fuego y pasión, solo con uno de ellos te sentirás así, nadie más el resto de tu vida —sonrió Nuée suspirando—. Solo amamos de una forma y a una persona, lo daríamos todo por nuestro ser amado, hasta la propia vida de ser necesario porque una eternidad de pie no es más que desolación si quien te ha encendido el corazón ya no puede dar un último respiro junto a ti… —¿Así aman ustedes? ¿Así amas tú? —se incorporó con lentitud para verlo a los ojos, el pelinegro le sostuvo la mirada con una sonrisa pequeña. —Sí, así amamos —asintió—. Creo que así amo yo… No estoy seguro aún… —Ya veo —Prince observó a su alrededor a las criaturitas del lago emerger atraídas por el brillo de las hadas perdiéndose la forma en que los orbes del Dios anhelaban cada parte del alma de Alina, no entendiendo que la respuesta del Dios solo fue una forma de no abrumar a la humana con todo lo que implicaba tener el amor de un ser superior a tu disposición. —Los humanos se enamoran y desenamoran durante toda su vida, a veces creo que tienen una ventaja que nosotros no —sonrió divertido el ojiazul captando la atención de su acompañante—. Al menos pueden olvidar, seguir adelante, pero un Dios no puede, simplemente es imposible y teniendo en cuenta que nuestras vidas son eternas, que tarde o temprano dejamos un poco el interés en el día a día, eso es una condena triste. —¿Te aburres en tu vida? —preguntó ella atrayendo al pelinegro hacia sí para acunarlo contra su cuerpo. —Sí, estoy algo aburrido y cansado de todo lo que hago desde hace tiempo, pero me gusta muchísimo el nuevo giro que ha cobrado —rió bajo—. Gracias por llegar a mi puente, Ali, no sé qué hubiera sido de mí si no lo hacías. —Gracias por hablarme cuando creí que nadie se fijaría en mí presencia —lo imitó, Nuée echó la cabeza hacia atrás para verla y la jovencita la bajó con la misma intención, se sonrieron cómplices terminando la rubia besando los labios del Dios con gusto para separarse con un suspiro—. No me dijiste como termina la historia de Venus y Marte. —Oh, sí cierto, ¿Dónde me quedé? ¡Ah, sí! —carraspeó preparándose para seguir bajo la mirada divertida de Alina—. Cuando el amor de la pareja floreció de gran manera, cuando no podían separarlos sin importar lo que hicieran, el Dios Sol tuvo celos de Marte pues deseaba a Venus desde hacía miles de siglos atrás pero ella siempre lo rechazaba de manera amable, fue entonces que, con ayuda de la Diosa Luna les tendieron una trampa. —¿La Diosa Luna era mala? —frunció el ceño. —No, pero estaba bajo el mando del Dios Sol quien conocía más de un secreto de ella, aunque nunca se supo qué era lo que la mantenía bajo las órdenes de este —se encogió de hombros—. No recuerdo bien toda la historia, pero hicieron creer a Venus que Marte la había usado, Luna besó al hombre siendo vistos por la morena, si mal no recuerdo mi papá me dijo que ella huyó lejos, entristecida, nunca más descendió al círculo de los Dioses del Cielo y Marte creyó que ella lo había abandonado. —Es tan triste —murmuró. —El amor de otros suele ser envidiado por quienes no pueden tenerlo, Ali —asintió—. Pero es una historia. —¿No es real? —abrió los ojos sorprendida. —Tal vez —rió—. Nunca sabremos a ciencia cierta. —Eres cruel, me has dejado con la intriga —rodó los ojos viendo hacia el puente, aún podía verse los aparatejos dejados por sabrán los Dioses quiénes, una cosa era segura, no eran cámaras fotográficas—. Me voy ya, esos artefactos me ponen nerviosa. —¿Tienes miedo, Alina? Porque no dejaré que nada te suceda, estás a salvo conmigo —Nuée la ayudó a ponerse de pie—. ¿Vendrás mañana? —Sí, vendré —dejó un beso sobre los labios del contrario y emprendió la marcha fuera del lugar siendo guiado por las hadas que jugueteaban con él. —Te estaré esperando, Ali —suspiró sonriendo.
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