DOCE

2303 Words
Alina observaba a los clientes ingresar en la cafetería, particularmente estaba siendo una de las mañanas más ajetreadas en el pueblo con la llegada de tantos turistas debido a que el clima parecía ser prometedor para hacer excursiones por los alrededores y para tomar las mejores fotografías del lago y por ende del puente que se llevaba todas las miradas. Suspiró, con tantas personas yendo y viniendo por allí sería bastante imposible poder tener un momento con el Dios pero no se desanimaba, de todas formas iría a verlo, aunque sea a hacerle saber que estaba presente aunque no pudieran charlar de manera amena. Y quería darle un beso, quería tanto, tanto, poder abrazarlo y besarlo de nuevo. Dio media vuelta dándole la espalda a los comensales mientras limpiaba el mostrador, cubrió su rostro con una de sus manos sin dejar de sonreír ya que le era inevitable emocionarse cada vez que recordaba su pequeño acto de valentía hacía tres noches, ¿De dónde obtuvo el coraje? ¿Cómo es que pasó? No sabe, pero no se lamenta de todas formas, no puede dejar de rememorar el momento exacto en que sus labios tocaron los contrarios, había encontrado su propia droga sin dudas. —Disculpa —un hombre se acercó tomando asiento en las butacas junto al mostrador y le sonrió—. Quisiera un café cargado, por favor. —Claro —asintió mientras rodeaba al sujeto comenzando a buscar lo que necesitaría para preparar lo pedido. —El pueblo parece estar muy animado —comentó de pronto. —Sí, así es, debido a la cantidad de turistas que han llegado por el buen clima el pueblo se ve bastante animado y listo para ofrecer sus mejores servicios —sonrió la rubia mientras hacía su tarea—. Tenemos muchas atracciones, desde artesanos reconocidos en otros lugares al lago donde los patos y los cisnes abundan. —Y el antiquísimo Puente de las Nubes, ¿No? —el hombre se la quedó viendo con una media sonrisa, la rubia solo asintió devolviéndole la mirada—. ¿Sabes? He escuchado rumores interesantes sobre ese lugar, muchos dirían que es un sitio místico donde solía habitar un Dios, ¿Crees que sea real? —La verdad no tengo idea, es un cuento popular aquí, una fábula para que los niños duerman —sonrió—. Si es real o no, no lo sé, pero lo que sí puedo asegurarle es que es un lugar amado por todos y sagrado, antes se dejaban plegarias creyendo que traería suerte al pueblo, no porque un ser mágico viviera allí. —Su leyenda es muy conocida en el mundo como para que solo sea un invento para los niños —rió, la muchachita solo podía idear más formas de evadir el tema—. Y si viviera alguien allí, alguien que nadie más puede ver, ¿No te causaría curiosidad ir a verlo? —No, la verdad que no, lo que sea que haya allí, incluyendo los patos, no deben ser molestados, no sería agradable que un idiota fuera a husmear —soltó algo molesta. —Ya, es verdad —asintió recibiendo el café—. Sin embargo, me tomaré mi tiempo con mi grupo de amigos para poder fotografiar el sitio como se debe, he venido desde muy lejos como para no pasear por ese puente, si llego a ver algo interesante te lo haré saber, chica, para que no te quedes con las dudas. —He vivido en este lugar desde que nací, nunca hubo nada especial en el Puente de las Nubes más que las neblinas de las temporadas y el lago rebosante de su fauna y flora, perderá su tiempo —se encogió de hombros disimulando los nervios que sentía por la insistencia de ese extraño hombre—. Le recomiendo conocer nuestros restaurantes, hay buena comida aquí en Eleonor. —Gracias, lo tendré en cuenta —asintió marchándose a una mesa donde un grupo de hombres charlaba entre ellos, intercambiaron palabras y disimuladamente observaron hacia Alina que parecía no saber que la veían pero era todo lo contrario. —Ese tipo… —susurró apretando los puños, ¿Podrían ser esas personas las que habían colocado las cámaras en el puente como dijo el pelinegro inmortal? Ali intentó alejarse de la mirada de esos hombres ingresando en la cocina donde algunos bocadillos se estaban preparando, sus compañeros solo la observaron unos minutos para seguir en lo suyo sin hacer muchas preguntas, el día ameritaba trabajar con suma diligencia y poder obtener algún dinero extra —nadie iba a desperdiciar esa oportunidad—. La muchacha acomodó sus cabellos una vez se dirigió al área de descanso y se quitó el delantal, observó por la pequeña ventana hacia afuera pudiendo ver parte del puente que se erguía a los lejos y tuvo la necesidad de saber si Nuée estaba bien. Su preocupación no era tan grande como la sonrisa que se plasmaba en su rostro cada que recordaba el haberse encontrado en el puente al día siguiente de su primer beso, tal y como acordaron. *Flashback* Corría por las calles del pueblo cargando consigo una caja de bocadillos que había obtenido de su jefa por su arduo trabajo, quería poder compartirlos con el muchacho de ojos azules que seguramente estaba ya esperándola, la llegada de los turistas ya se hacía notar y los pueblerinos se preparaban felices para una corta pero entretenida temporada de ajetreo. Sin dudas Eleonor se veía más colorido y vivo cuando los turistas llegaban, era la época favorita de la rubia. Alina llegó a la entrada del puente, observó su reloj de muñeca que marcaba el mediodía ya, sonrió, no habría gente allí por lo que comenzó a caminar hacia el interior viendo los patos nadar en el lago. Sus ojos enfocaron al frente la silueta de Nuée sentado como indiecito en medio de la estructura mientras observaba fijamente un raro artefacto n***o, parecía tener concentrado al pelinegro puesto que no había reparado en su presencia aún; el pelinegro acercó su rostro a dicha cosa desconocida para evaluarla mejor más no logró sacar nada con ello. —¿Qué tanto ves? —preguntó riendo la humana mientras terminaba de acortar la distancia entre ellos. —¡Ali, mira! Este es el aparatejo del que te hablé, no sé qué hace o para qué sierve, pero estropea la estética de mi hogar —farfulló entre pucheros y semblante fruncido, estaba molesto. —Oh, pero… Nuée, aquí no hay nada más que la estructura del puente, la estética es bastante rústica y natural, no creo que se arruine nada —comentó sin más dando una mirada a su alrededor. —Me gusta así, sin estas cosas raras —chasqueó la lengua tomando asiento en uno de los bordes del barandal, suspiró viendo con recelo aquel objeto tecnológico y finalmente posicionó su mano hacia él para destruirlo al apretar su puño. —¡Ey! —la chica lo observó atónita—. Sabrán que algo le sucedió, quien sea que lo haya puesto allí. —Es mi hogar, no pueden venir a profanarlo con sus mierdas futuristas —soltó volteando el rostro, el ojiazul temía que poco a poco quisieran remodelar o tirar abajo ese puente dejándolo sin su Santuario, sin hogar, sin nada. —Lo sé, lo entiendo —la joven humana se acercó a Nuée para abrazarlo quedando entre sus piernas, fue correspondido de inmediato por el Dios—. No te enfades, tranquilo, seguro es algún curioso. —Bueno —susurró suspirando al final, los ojos del ojiazul fueron a la caja que traía la humana—. ¿Qué tienes ahí? —Oh, sí, mi jefa me dio un obsequio por haber trabajado tanto y, ¿Qué crees? Voy a compartirlo contigo, son bombones de chocolate —sonrió. —¿¡Chocolate!? —el semblante de Nuée cambió rotundamente por uno de felicidad absoluta, la joven suprimió su carcajada y procedió a abrir el empaquetado dejando al mayor tomar primeramente un bocado y llevarlo a su boca—. Por todos mis hermanos y mi padre, esto es lo más delicioso que he probado en mi aburrida vida. —No digas eso, tu vida no puede ser aburrida —rió. —Bueno, a pesar de todo lo que veo y conozco, no salgo de aquí, Ali —sonrió de lado—. Sí es aburrido, pero el chocolate es mi segundo amor ahora. —¿Y el primero? —probó un bombón deleitándose con el sabor, eran caseros, especialidad de la tienda. —Tú —sonrió en grande y su acompañante tosió casi ahogándose por la repentina respuesta. —¿Yo? ¿Cómo que…? ¿Amor? —se observaron unos segundos, ella rojísima por la vergüenza que sentía y el Dios desvió la mirada sintiéndose de la misma forma. —B-Bueno… Dijiste que estamos enamorados, ¿No? Te quiero, asique, no me molestaría que tu fueras mi amor… Es decir, ya sabes… Umm… —rió bajo observando hacia el lago—. Lo siento, no soy bueno expresándome tan abiertamente como tú. —Me gusta que seas así, es tierno —entrelazó sus manos dejando un besito sobre la mejilla del ojiazul que volteó a verlo a gusto—. ¿Te puedo besar? —Acabas de hacerlo —rió. —Sabes a lo que me refiero, uno en tus labios —murmuró. —¿Será costumbre que nos besemos, entonces? —el Dios acercó su rostro al de Alina quien asintió lentamente y pronto estuvieron compartiendo un beso tímido, suave y casto. *Fin de Flashback* Y ahí estaba de nuevo sonriendo. Ali no estaba segura si lo suyo con el Dios de las Nubes era algo que podía llamar duradero, pero estaba encantada con su dulce enamoramiento, quería a Nuée mucho más de lo que le había hecho saber y amaba poder ser parte del día a día del joven de ojos azules, especialmente porque cuando lo tenía cerca se sentía única y especial, porque así la veía Nuée y se lo dejaba en claro cada vez que podía. Que no había nadie como Alina, nunca lo habría. En el salón, en la mesa escogida, el grupo de hombres que habían llegado al pueblo hace unos días intercambiaban entre ellos ideas sobre lo que podría estar pasando en el puente de las nubes de Eleonor, no cabía duda que desde que habían colocado los sensores en la entrada y salida del sitio los niveles energéticos registrados por los mismos se habían disparado con locura y podían estar más que seguros que había algo de índole mística sucediendo allí debido a que las lecturas de los dispositivos eran exactamente las mismas que recibieron cuando dieron con el paradero del Dios de Las Estrellas —quien con valentía acabó con su vida antes que dejarse aprehender—. —Esa chica que me atendió en el mostrador dice que no hay nada de místico por aquí —comenta bebiendo de su café aquel que increpó a la empleada con sus preguntas, mano derecha del jefe, de nombre Thomas—. Tal vez sea cierto, los pueblerinos se ven de lo más comunes y ninguno ha sabido siquiera terminar la fantasiosa historia que cobró vida aquí mismo. —¿Cómo explicarías las descargas de energía que tienen por los cielos a nuestros sensores? —preguntó el jefe del grupo, de nombre Ralph—. Además, a tan solo kilómetros fue que dimos con el ser que estuvimos a punto de capturar, ¿Coincidencia? Yo no creo en ellas. —De todas formas, lo mejor que podemos hacer es acercarnos y cerciorarnos de lo que estamos hablando, que no se nos escape nada —una mujer de cabellos largos y ondulados observó al grupo con semblante serio—. Estoy más que segura que allí puedo encontrar algo, no es casualidad que los picos de energía sobrepasen los límites durante la noche, además, todo el pueblo parece tener cierto magnetismo extraño y me atrevo a decir que hemos encontrado una de las Puertas a Olevón. —¿Olevón? —elevó una ceja el más joven del grupo, Jackson. —Sí, Olevón, el Edén de los Dioses —sonrió la fémina—. Cada Santuario de los Dioses es una entrada y salida del mundo espiritual, esta es la primera que he podido ver tan activa y llena de vida a su alrededor. Estoy ansiosa por recorrer el puente. —Nos vamos a preparar bien para este trabajo, haremos dos incursiones, una durante el día y otra por la noche —sentenció el líder y todos concordaron. La actividad energética en el puente del pueblo estuvo en la mira de la organización MKS desde hacía años atrás, siempre siendo monitoreada por los satélites pero solo en fechas eventuales donde se disparaba algún pico en particular más nunca de manera tan consecutiva y eso era lo que atrajo a los soldados hasta allí para estudiar a detalle el fenómeno —dejando de lado el hecho de que realmente fue una casualidad encontrar a Stjärna en los campos aledaños al pueblo—. Lo que nadie sabía era que el motivo de todas esas descargas de energías eran provocadas por los cambios de humor de Nuée, por ir y venir del mundo espiritual, por enseñarle a Alina sus poderes, las criaturas que se esconden al ojo humano, en definitiva, todo cobró más vida en aquel momento en que ambos se encontraron por primera vez, el instante justo en que Nuée creyó que la chica de hebras rubias quería acabar con su vida e intercedió haciéndose notar. Fue ese detalle, ese primer avistamiento, el que abrió la puerta a un cambio en el puente de las nubes.
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