DIECISIETE

2814 Words
Nuée se encontraba cara a cara con su Padre, Ambros, que solo lo veía con calma habiendo tenido ya una charla con Sova y Amaro, una bastante acalorada llena de demasiada información que debía ser procesada por el líder de Olevón con rapidez y que no había dejado en él más que inquietud y temor no solo por uno de sus hijos sino que también por hecho de que la entrada a su mundo estaba siendo expuesta, podría ser tomada en cualquier instante llevando a la existencia de los dioses a ser revelada en más de una manera e incluso a que peligrara, el mundo de los humanos no estaba listo para saber semejante hecho y menos cuando habían dejado de creer en ellos desde hacía años tomándolos por mitos o cuentos de los pueblos originarios —como ha sucedido con incontables deidades a lo largo del tiempo y los territorios—. Ambros suspiró palmeando el hombro de su hijo para que lo siguiera en su andar por el paraíso floral que rodeaba el gran templo donde solían tener las más importantes reuniones. Ambos comienzan con la parsimoniosa caminata, Nuée se limita simplemente a esperar que se le diga lo que sea que debe tener en cuenta que su hermano no quiso hacerle saber, de reojo ve a su progenitor nuevamente que con ceño fruncido parece no saber cómo comenzar con la tertulia y eso a Nuée le preocupa, su Padre nunca ha sido alguien que posea dificultades para expresar lo que piensa o siente. Jamás. —¿Puedes decirme de una buena vez qué es lo que te sucede? No me has citado aquí solo para que caminemos, hay algo que quieres decir pero que por alguna razón no lo haces —ladeó la cabeza deteniéndose, no era de las personas más pacientes, eso era seguro, pero si se tratara de su chica... Ah, seguro esperaría años. —Nuée, sabes que como el Dios Supremo debo encargarme de saber todo lo que sucede en los templos situados en la Tierra —comenzó—. Los conozco todos, los he cerrado a cada uno de ellos por el momento excepto al tuyo porque estás exiliado allí. —Lo sé —asintió. —Quiero que regreses a casa, ya es momento —conectaron miradas—. Has cambiado, madurado, a pesar de que te hice marchar siendo un joven inquieto y curioso pero has podido ir viendo la realidad de todo. Espero que hayas aprendido más de lo que aquí pude enseñarte. —Fue duro estar lejos de mis hermanos en un inicio, pero la humanidad me dio mucho con qué entretenerme y nutrirme —asintió sopesando un poco lo que diría a continuación pero él estaba decidido, no quería abandonar su idea—. No quiero volver, Padre, me gusta mi Santuario. —Nuée, necesito cerrar la puerta del puente, para ello tienes que volver a Olevón —lo observó serio no gustándole la respuesta—. Hay personas que han llegado a Eleonor solo para encontrarla, a lo largo de estos años las pérdidas que hemos tenido y las bajas de los Santuarios son provocadas por esos humanos, quieren algo de nosotros que no debemos darles, nunca. Es por eso que quiero que estés a salvo, aquí y cerrar la entrada que queda al mundo espiritual es lo más sensato que puedo hacer hasta que este revuelo pase. Más adelante, contemplaré la posibilidad de abrir todas, tal vez, no estoy seguro. —Si la cierras, ya no podré volver —soltó incrédulo retrocediendo unos pasos, la sola mención de un hecho tan agraviante para él lo ponía como loco. —Nuée, este es tu hogar, aquí es donde has nacido, te has criado, ¿Por qué tanta fascinación con la humanidad? —ladeó la cabeza tratando de dirigir la conversación hacia lo que le interesaba. —No soy el único Dios que se siente atraído por sus acciones e inventos —negó. —Pero eres el único que no quiere quedarse en su hogar —suspiró, llevó su mano a la cabeza del joven para dar una caricia—. ¿Quieres hablarme de Alina Prince? —¿Cómo…? —abrió los ojos sorprendido. —Digamos que Sova mencionó a la joven y para mí no fue difícil encontrarla entre tantas almas, solo debí buscar la que tuviera en ella parte de tu esencia —sonrió—. ¿Por qué te visita? ¿Qué ha sucedido y cómo es que has llegado al punto de visitarla tú en el lugar que reside? Nuée, sabes que no es parte de nuestro trato con la humanidad. —Lo sé, pero… —relamió sus labios, suspiró rendido, no tenía caso seguir negándolo—. Estoy enamorado de ella, la quiero para mí, para mi vida, quiero estar a su lado el tiempo que tenga él en la Tierra y no puedo dejar de pensarla, de sonreír cuando viene a verme, de sentirme… especial. —Ya veo —sonrió—. El amor es de las fuerzas más poderosas, crea y destruye de una manera tan rebuscada y única que termina siempre superando a quienes lo sienten, ¿No lo crees? —el pelinegro asintió con lentitud—. Hubiera preferido que te enamoraras de otro Dios para que no fuera doloroso para ti, pero ha sido de una humana, lo cual no comprendo pero no juzgo. —No cierres la puerta, no quiero dejarlo —pidió. —En algún momento morirá, lo sabes —intentó razonar. —Estaré allí para acompañarla, para cerrar sus ojos, para que no tema a ese evento —tragó duro. —¿Y luego? ¿Soledad? —frunció el ceño con tristeza pero queriendo comprender el sentir de su hijo. —No me importa, ya estuve solo miles de años y lo estaré miles de años más luego de que Alina deje la vida, pero habré compartido momentos con ella, la habré amado, Padre y ella a mí —susurró sintiendo los ojos picar, las posibilidades que ahora se presentaban ante él jamás fueron tenidas en cuenta antes, nunca se puso realmente a notar que su historia de amor no eran más que pequeños capítulos cortos. —Verte decidido a todo ello me hace notar que has madurado más de lo que imaginaba —sonrió con cariño—. Sin embargo, tengo que cerrar la puerta, podría ser peligroso no solo para ti sino para todos nosotros si esos humanos siguen indagando en el tema y no podemos intervenir entre ellos o contra ellos, sale de todo lo que hemos honrado nunca tocar. Su libertad de elección no puede ser quebrantada pero sí podemos quitarles lo que les interesa, nosotros. —Padre, por favor… —suplicó. —Nuée, no puedes quedarte más tiempo en la Tierra, tu exilio fue revocado y con felicidad queremos que regreses, tampoco me parece sano amar a alguien sin que lo dejes tomar sus propias decisiones —negó—. ¿Le has dicho que si se queda contigo deberá ser en ese puente para siempre? No podrá volver a su hogar, no tendrá amigos, no conocerá gente, no va a tener experiencias humanas, no va a poder hacer más que besarte y tú no vas a poder comprenderlo todo, eres un espíritu, ¿Cómo vas a sustentarla? ¿Cómo la alimentarás? Hijo, ¿Cómo le dirás que morirá sola en ese puente porque no podrá salir de él ya que estará unido a ti? ¿Mmm? No lo estás tomando desde el punto de vista de la mujercita que quieres. —No puedes alterar el curso de su vida porque ha venido al mundo para vivirla, con sus pros y sus contras, el hecho de que lo ancles a tu Santuario para estar con ella no es más que un acto de amor desesperado —Artemissa se acercó a su hermano viéndolo llorar en silencio—. Tú no puedes vagar por la Tierra a su lado, no puedes ir de su mano, los demás no pueden verte, ¿Cómo crees que eso la hará sentir en el hipotético caso que lograras acompañarla? Además, lejos de tu hogar, solo te vas a debilitar y a enfermar. —No es justo —susurró Nuée. —No elegimos cómo ni a quién amar, el amor duele de manera dulce —suspiró la diosa observando a su Padre que de acuerdo con ella asentía, él más que nadie podía asegurar dichas palabras puesto que perdió a su esposa y luego a Stjärna. —Tengo que volver, por favor, déjame ir a verla una última vez y explicarle, no merece que me marche para jamás volver sin haberle dicho los motivos —Ambros asintió y pronto el ojiazul se marchó regresando al interior del templo. —No pensé que realmente esto sucedería, ojalá pudiéramos hacer algo al respecto para que no sufra —Artemissa soltó cabizbaja, no quería imaginar a su hermano lamentarse toda la eternidad por un amor que no pudo ser y es que sabía que no amaría a nadie más, nunca. —Ojalá pudiera —suspiró Ambros. Nuée apresuró el paso para finalmente salir del templo y por ende de lo que era conocido como Olevón, una vez atravesó los portales necesarios encontrando la entrada al puente de Eleonor fue que se permitió sollozar de manera sonora. A sus espaldas la pequeña g****a de dimensiones se cerró con lentitud dejándolo finalmente solo en medio de la estructura que consideraba su Santuario, una de sus manos fue a su rostro tratando de deshacerse de las lágrimas empecinadas en caer pero no podía detener el llanto, simplemente fluía como un río expresando así su sentir. Las pequeñas gotitas brillantes que caían al suelo fueron objeto de su admiración, cómo desearía que fueran simplemente transparentes como las de cualquier humano, desearía ser uno, poder disfrutar de la compañía de Alina sin problemas, remordimientos o preocupaciones sobre estarle haciendo un mal a la fémina. Suspiró acercándose a la baranda para colocar sobre la misma sus manos perdiendo su azulada mirada en el lago, ¿Cómo pudo ser tan tonto? Seguramente Ali sufriría, a su lado o no, de igual manera la iba a herir, eso era lo que más lo atormentaba en esos momentos más la decisión había sido tomada. Solo tenía que cumplirla. La noche ya había caído en el mundo terrenal y es que las diferencias de tiempo entre Olevón y la Tierra eran enromes en verdad, sonrió, extrañaría ver los amaneceres y atardeceres, extrañaría darle de comer a los patos, verlos pasear por la superficie del lago, seguramente las ninfas acuáticas y las hadas lo seguirían al templo de Ambros para refugiarse y el famoso Puente de las Nubes no sería más otra vieja construcción del montón, perdería su brillo, aquello que lo hacía especial… —¿Nuée? —esa voz, el pelinegro cerró los ojos con pesar y volteó lentamente a ver a la dueña de aquel tono encantador que cargaba una pequeña bolsita de tela—. Qué bueno que te veo, creí que algo te había sucedido —la joven no dudó en lanzarse a estrecharlo con fuerza—. ¿Estás bien? —Sí —correspondió el abrazo, tragó duro, era hora. —Mira, te traje chocolate —sonrió separándose para rebuscar en la bolsita—. Me lo obsequiaron en la cafetería, ¿Y qué crees? Mañana me pagan, no puedo creerlo… —Eso es genial, me alegra que estés logrando lo que te has propuesto —ver la alegría en la muchachita por estar superándose a sí misma hizo que el Dios entendiera que no podría nunca, jamás, condenarla a no vivir como era debido—. Estoy seguro de que lograrás muchas más cosas, por lo que creo que ya no es necesario que nos veamos. —¿Qué? —frunció el ceño sin comprender. —Debido a la situación, la entrada del puente a mi mundo será cerrada aparentemente para siempre y me temo que ya no voy a regresar, mi exilio fue revocado también —anunció suspirando leve y observándola—. No puedo quedarme a tu lado, no es bueno que sigamos con esto. —¿Por qué dices esas cosas? Aun cuando la puerta se cerrara dijiste que me acompañarías —soltó aún confundida. —Alina, tú y yo no debimos conocernos nunca, jamás debí siquiera hablarte, lo siento tanto por todo lo que te he causado, pero esto es lo más sensato y lo mejor que puedo hacer por ti, es por tu bien —sonrió con dolor—. A mi lado no tendrás nada, renunciarás a demasiadas cosas. —Estoy dispuesto a dejarlas, no me importa en verdad —negó acunando las mejillas del Dios—. Estoy enamorada de ti, te quiero, Nuée. —Lo sé, sé que no te importan esas cosas que dejas, pero el problemas es que yo no puedo dejarte soltarlas solo por mí —llevó sus manos a las de la rubia para disfrutar de ese toque amargo—. Soy un espíritu, Alina, no tengo anda qué ofrecerte, no puedo darte más que esto y en algún momento vas a cansarte, te cuestionarás tanto y no tendré respuestas para darte, envejecerás a mi lado pero no podré entenderte, llegarás al momento de tu muerte viéndome con esta apariencia, sin haber dejado el puente porque yo no puedo mantenerme lejos de mi Santuario, sin conocer, sin vivir y experimentar nada… ¿Cómo crees que eso me hace sentir? —Sigue siendo mi decisión, ¡No quiero dejar de verte! —espetó. —Aun así, también tengo decisiones que tomar —asintió. —Entonces, ¿Así se termina? —sollozó alejándose unos pasos, ambos en la misma situación de tratar de sobrellevar el resquebraje de un corazón enamorado—. ¿Solo así? ¿Te irás y nunca nos volveremos a ver? —No tengo más qué hacer aquí, soy un Dios y un espíritu, pero no soy libre de ir por ahí, no puedo dejar mi hogar porque me debilito, no puedo amarte de otra forma que no sea esta, no soy humano —negó tragando duro, ya no importaba que alguien más lo viera llorar si era su amada—. Ve y vive por ambos, Ali, conoce lugares y personas, haz muchos amigos, enséñales a todos tu sonrisa, deja de ser tan tímida porque privas a otros de conocer lo maravillosa que eres, estudia o ten un mejor empleo —tomó las manos contrarias y sonrió embobado—. Enamórate de nuevo, ama mucho y piensa en mí como un recuerdo de alguien que no te va a dejar de adorar nunca, tu vida será recordada por mí, toda mi eternidad. —Nuée —se aferró al joven sintiendo que perdía todo lo que lo había hecho feliz el último tiempo—. No me dejes. —Lo siento, perdóname por no tener más para darte —se separó con dolor y reticencia—. Hasta siempre, Alina Prince, gracias por compartirme tu mundo y por hacerme sentir parte de él. Mi gratitud es tuya. —Por favor, no… —con una de sus manos aferró el colgante que llevaba, la piedra que le había regalado el pelinegro había sido engarzada lo mejor que se pudo al mismo. —Adiós —el Dios se desvaneció sin dejar de verlo a los ojos, tratando de que grabarse cada detalle de la muchacha, esperando que nunca se le olvidara nada. Desde la distancia, entre los árboles que rodeaban el lago, Sova observaba todo entristecido, derramando sus propias lágrimas por lo dicho por la pareja, sufriendo un amor que no era de él pero que lamentaba que se acabara, había sido injusto dejarlos con ese sentimientos creciendo de a poco, se cuestionaba el hecho de que debió estar más presente para su hermano, de esa manera habría notado todo esto mucho antes y se habría evitado el dolor para ambas partes. Amaro llegó a su lado igual de afectado, palmeó su espalda con sutileza y ambos hermanos se retiraron dándole una última mirada a la humana de cabello dorado que a paso desganado y envuelta en sollozos que no puede contener —y que realmente no quiere ocultar— se marchaba del puente hacia la salida, lleno de pensamientos tristes, de palabras injustas, de molestia, dolor, abandono. Tal vez debieron esperar un poco más para desaparecer y de esa manera haber presenciado el momento exacto en que dos hombres tomaban por sorpresa a Alina desde atrás, cubriendo su boca para que no gritara y arrastrándola a un coche siendo la noche la mejor de las testigos, la juerga del pueblo por los último días de esa temporada turística fructífera fueron el mejor camuflaje para la situación.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD