CINCO

1872 Words
El hogar de Nuée suele ser bastante tranquilo, lleno de paz y quietud ya que nadie lo visita, pocas veces puede ver personas o parejas caminando por el puente del pueblo. Lleva mucho tiempo notando que su Santuario no es visitado, nadie viene a dejar ofrendas o a dejar una linda plagaría, nadie dice su nombre en pos de tener salud, bienestar o una buena lluvia para las cosechas, nadie… Está solo en ese lugar, solo puede abandonarlo cuando la noche cae y reunirse con otros Dioses que vagan por la ciudad curiosos, divirtiéndose un poco o dejando que sus dones hagan algún aporte al pueblo de Eleonor. Suspira, apoya su cuerpo contra la baranda de madera mientras observa el cielo despejado y sereno, ni una nube en él, así es como se representa su hogar, nadie en él… ¿Hasta cuándo será así? ¿Será que nadie más va a volver a repetir su nombre como es debido para un Dios? ¿Realmente sus dones son tan inservibles? Su padre ha sido cruel al dejarlo allí, lejos de sus hermanos, en cierta forma lo comprende ya que de esa manera no causa problemas con su curiosidad y juventud como años atrás. Chasquea la lengua, qué más da, las cosas son así y no se puede cambiar. ―Siempre que vengo a verte tienes el mismo semblante ―comenta una voz suave, la fémina camina de forma despreocupada por la superficie del puente. ―Siempre que vienes te respondo lo mismo, soy el más serio de la familia ―la observa con una leve sonrisa―. Hola, Artemissa. ―Nuée, podrías recibirme con más jolgorio, no seas irrespetuoso. ―Rueda los ojos sin comprender porque el menor de sus hermanos ni siquiera puede darle un abrazo o un beso en la mejilla como los demás. ―No es mi estilo ―niega―. Pero no creí que estuvieras tan desesperada por mi cariño, hermana querida, me halagas. ―Deberías regresar ―comenta de la nada, su semblante ha decaído―. Me gustaría verte en Olevón junto a los demás. ―No quiero ir, al menos no para quedarme, no entiendes. ―suspiró. ―En verdad no comprendo, hermano ―la mujer de larguísimos cabellos castaños se pasea por la extensión del puente con sumo aburrimiento. ― ¿Por qué no vienes a casa? Tan solo debes aceptar los términos de Padre y regresarías sin ningún problema, pero, te empeñas en mantenerte en este insulso mundo. ―Sigues sin comprender, parece que no escuchan, Artemissa ―sonrió con cariño mientras la observaba―. Me gusta este mundo, quiero conocer más de lo que las leyendas de nuestros mayores dicen, creo que hay mucho más. Tengo curiosidad. ―La curiosidad no es buena, Nuée, lo sabes ―suspiró―. Es una cualidad humana que no debes imitar, déjala de lado o te traerá muchos problemas. Te extraño, deberías considerar mi propuesta. ―Gracias, aprecio que te preocupes por mí, pero, no aceptaré ―negó suspirando. ―En verdad no sé qué es lo que buscas aquí, pero espero que lo encuentres pronto para que regreses y dejes de lado este absurdo capricho ―. Rodó los ojos desapareciendo con premura. El de azulados ojos suspiró pesadamente, era la tercera vez en el mes que su hermana iba a verlo para suplicarle que regresara a su hogar, sabía de antemano que eran todos pedidos de su Padre que por medio de sus hermanos pretendía poder llegar a él y es que de ser así debería aceptar sus términos y condiciones, no era algo que deseara por el momento. Aunque si lo pensaba más detenidamente y no desde el lado de su rebeldía se hallaba demasiado solo, tan solo que a veces consideraba regresar a Olevón, pero, había algo que lo retenía, quería ver todas aquellas maravillas que su madre había descripto alguna vez cuando apenas él tenía años de vida. Cansado de la misma rutina, se elevó en el aire llevando sus manos hacia su cabeza y levitando sobre la superficie del lago, acariciando de vez en cuando la misma, aprovechando que la neblina se hacía presente para él y lo escudaba de toda mirada fisgona. ―Bueno, cada vez me sorprendes más ―la voz suave lo distrajo de sus pensamientos monótonos. ―Buenos días, Ali, es agradable verte en esta mañana tan cálida ―sonrió dándole un asentimiento de cabeza a modo de saludo. ―Creo que te luce muy bien ese abrigo. ―Buenos días, y gracias ―sonrió― Cuando hablas de esa manera, tengo la sensación de que vienes de otro tiempo. ―Y no te equivocas, cuando nací, este mundo apenas y era alumbrado por velas, a veces olvido que las cosas han cambiado rotundamente, debo parecer un anciano de seguro ―se encogió de hombros. ―Oh, ya veo ―se acercó a la barandilla―. ¿Qué haces para divertirte? ― Observo, me gusta ver lo que ustedes los humanos hacen, cada día me sorprenden más ―sonrió― ¿Tú? ¿Qué haces para divertirte? ―Pues no mucho, últimamente no he tenido tiempo para diversión ya que estoy buscando trabajo y un lugar donde vivir ―dejo ver una mueca de desagrado. ―Veo que la vida humana es más monótona de lo que yo pensaba ―frunció el ceño. ―En realidad lo es para personas que tenemos que valernos por nosotros mismos sin ningún tipo de ayuda de nadie y desde muy jóvenes, parece que la vida no nos sonríe ―susurró. ―La vida no te sonríe porque tú no le sonríes a la vida, ¿Qué puedes esperar obtener cuando tienes esa clase de pensamientos? ―elevó una ceja―. Creo que tus creencias son la base fundamental de una buena vida, me refiero a que, eres tú el que va a forjar su propio camino y su futuro, eres tú quien va a decidir qué hacer con tu tiempo, con tu mente y depende de ti que tengas un futuro próspero. ―Pero, ¿Qué tan próspero puede ser cuando he nacido en la completa nada? ―cuestiona. ―Tus inicios serán pobres pero tu futuro será grandioso, si sabes aprovechar lo que el universo te da, Ali ―sonrió acercándose a la joven con una sonrisa jovial―. No está escrito en ningún lado que tú no puedes lograr algo, tu vida no está ligada a dónde has nacido, cómo o en qué condiciones, no está ligada a la clase de padres que has tenido o a la enseñanza que te inculcaron, se trata de ver más allá de lo que tienes en frente, de poder ver el mundo con un tercer ojo, el ojo del alma. ―El ojo del alma ―susurró repitiéndose esa frase varias veces, le provocaba un ligero cosquilleo en el vientre de solo imaginar todo ello. ―Debes desaprender esas malas creencias que tienes sobre ti mismo, para aprender las nuevas ―ladeó la cabeza―. Te puedo asegurar que si despiertas mañana asegurándote a ti misma que será un día maravilloso y que todo en tu vida es perfecto, entonces, algo bueno sucederá que te dejará sin habla. ―Lo haré, lo pondré en práctica ―asintió segura―. Me gustaría que me enseñaras más. ―No sé si sea lo más conveniente ―apretó los labios. ―Seré buen estudiante ―sonrió―. Y te puedo enseñar cosas de mi mundo a cambio, he notado que no sales de este puente a menos que sea necesario. ―Me interesa esa propuesta ―asintió estando totalmente de acuerdo con ser una especie de instructor para la humana a cambio de curiosidades del pueblo, sí, era un gran plan sin dudas―. Bien, tenemos un trato entonces, Alina, espero puedas impresionarme porque lo que voy a enseñarte, te dejará con la mente hecha un caos. ―Bien, yo prometo divertirte con las ocurrencias humanas ―asintió entusiasmado. ― ¿Por qué piensas que necesito divertirme? ―ladeó la cabeza algo confundido, que niña más extraño. ―Porque tus ojos demuestran una profunda soledad, Nuée ―respondió con empatía―. Es por ello, que yo seré tu amiga. ―Una amiga ―sopesó―. No suena mal, supongo que podré ver de cerca el término “amistad” que tanto aman ustedes, siempre me ha parecido interesante de ver. ―Tal vez no deberías ver todo como la forma de estudiarnos sino de tener experiencias propias y ser feliz ―se encogió de hombros. ― ¿Y tú eres feliz? ―elevó una ceja. ― A pesar de todo, sí, lo soy ―asintió―. Soy feliz por despertar cada día, por ver a los niños de la casa hogar jugar, por verlos descansar tranquilos bajo un buen techo, por tener una amiga dentro de las encargadas del lugar, por caminar por los senderos del pueblo disfrutando de la tranquilidad, por poder compartir caricias con el gato de mi vecina, por la suerte que he tenido en mi vida, por conocerte a ti cuando menos lo esperé ―sonrió con sinceridad dejando ver su particular sonrisa con hoyuelos que llamó la atención del joven de ojos azules―. Soy feliz, de pequeñas cosas en mi vida a pesar de que no son tan significantes para ti. ―Cuanta complejidad ―susurró. Para el Dios era algo nuevo escuchar aquello, sabía que los seres humanos eran criaturas que siempre buscaban tener más, ser más o mejor que los demás, probar que podían tener el mundo a sus pies sin importar nada más. Eran personas que se caracterizaban por sobrepasar los límites, no aprendían nunca de sus errores ya que siglo tras siglo, generación tras generación, seguían cometiendo las mismas equivocaciones encontrando maneras diferentes de saldarlas en lugar de simplemente no cometerlas. Descarados, testarudos, insolentes, egoístas, avariciosos y doble cara a veces, sin moral o ética, rencorosos, malvados y desalmados al punto de no tener piedad absoluta… Pero… Había aprendido con el pasar del tiempo también, con el ver con cuidado en los pequeños recovecos de la humanidad que aún había almas caritativas, aún habían buenas personas, llenas de bondad, valentía, moral, llenos de sueños, amorosas, solidarias, empáticas, inteligentes, dedicadas a mejorar su sociedad y el mundo, venidas del mismo cielo para cumplir una misión en la Tierra y mostrarle a los demás que deben salir del rebaño de ovejas blancas para ser la oveja negra descarriada que marque la diferencia en el mundo y contribuya en este. Sí, los humanos eran tan complejos y delicados, tenía mucho que aprender aún de ellos. ―Seremos buenos compañeros, te lo aseguro, Ali ―sonrió finalmente el de cabellos negruzcos y su acción fue imitada de inmediato por la chica. Ni el Universo entero podría prevenir lo que esos dos seres que se habían encontrado vaya uno a saber por qué, harían en un futuro, tan sólo dos almas solitarias que querían saber más, conocer más, mejorar sus vidas e inconscientemente serían la salvación del otro. Serían salvados por la existencia contraria.
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