OCHO

2003 Words
― ¿Quieres que te lleve, cariño? ―la mujer acomoda sus maletas en el baúl del auto. ―No, puedo ir en mi bicicleta ―Alina le sonríe mientras trae consigo el vehículo, ha sido un regalo de parte de todas las encargadas que han cuidado de él estos años. ―Ven, dame un abrazo de despedida, Ali ―extiende sus brazos con mimo, aquella mujer adora a la joven. ―Marianne, ya tengo dieciocho años ―niega divertida pero se deja estrechar por los cálidos brazos de quien ha sido su tutora todos esos años en la casa hogar. ―No me gusta dejarte sola, pero la reunión salió de improviso y debo asistir ―suspira―. Espero no haya complicaciones aquí en tanto regreso. ―Claro, no hay problema, aquí estaré ―besa su mejilla―. Ya debo irme, tengo trabajo temprano y me interesa bastante, necesito dinero extra. ―Mucha suerte ―la mujer sube a su vehículo y viéndola partir la rubia se dispone a finalmente ponerse en camino a la cafetería donde su primer día dará inicio. Deteniéndose frente a un semáforo aprovecha el tiempo para acomodar su largo cabello rubio que cae elegante por su espalda y colocarse sus gafas de sol por el simple hecho de que demasiada luminosidad le causa molestia. En cuanto la luz verde le da paso se pone en marcha, recibiendo el aire fresco de lleno nota como en el ambiente se siente el claro aroma de la lluvia caída sobre el césped, un aroma realmente exquisito, embriagador para Ali que no puede evitar pensar en que suele olisquear esa esencia cuando pasa tiempo en el puente del pueblo, con Nuée. Se detiene, observa el cielo cubierto de tantas nubes cómo es posible, suele llevar sus gafas cuando la luz molesta su vista y no necesariamente porque haya sol o no, aprieta los labios recordando al Dios y su impaciencia para que se alejara de él y del puente. ¿Qué ha sucedido en el mundo espiritual? Hace más de dos días que no sabe del muchacho. Hace más de dos días que las esferas coloridas de Sova no aparecen en las noches para reclamar los inocentes sueños de los pequeños. Hace más de dos días que tiene una sensación de inseguridad clavada en su pecho y no sabe por qué o a causa de qué. Baja de su bicicleta dejando la misma en el estacionamiento y colocándole el candado correspondiente para su seguridad una vez ha llegado, a lo lejos puede verse aquel puente conocido por todos en el pueblo, algo que a Alina le causa curiosidad. Suspira, en cuanto voltea para adentrarse en la enorme institución se detiene en seco debido a la sorpresa, voltea hacia todos lados no comprendiendo del todo, eso que escucha tan cercano y profundo son… ¿Gruñidos? ¿Acaso se está volviendo loco? ¡No puede ser! Voltea buscando quizás un animal cerca o niños jugando, pero no hay nada parecido, tal vez haya sido su imaginación o bien, algo que pertenece al mundo de su nuevo amigo. Frunce el ceño, niega lentamente tomando su bolso y cruzando el umbral de la cafetería en la que trabaja ahora, doblando en la siguiente esquina y esperando encontrar su modesto casillero para dejar las pertenencia que no va a utilizar se lleva la gran sorpresa de que hay algunas bolitas destellantes flotando en el lugar, susurran cosas que no se entienden del todo; con la boca abierta a más no poder, intenta acercarse a una de ellas pero se lanzan en su contra apenas pueden haciendo que grite asustada y retroceda para golpear con algunos de los muebles más cercanos. ― ¡Alina! ¡Alina! ―su compañera de tareas la zarandea un poco luciendo muy preocupada por su estado― ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas así? ― ¿Qué? ―la muchacha observa a todos lados, no hay rastro de que haya habido algo flotando cerca, no puede creerlo, está segura de que lo que vio no es producto de su imaginación―. Pero… ― ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ―la muchacha lo ve extrañada. ―No, no… todo en orden ―susurra sin poder terminar de comprender qué es lo que pasó. Adentrándose en el baño de mujeres se observa en el espejo, aún está asombrada y boquiabierta por lo que ocurrió, está seguro de que no lo ha inventado y no sufre de ninguna enfermedad que altere su psiquis, entonces, ¿Qué sucedió? Suspira, lava su rostro con agua fresca y sale dispuesta a intentar retomar su día a día pero le es un poco difícil, necesita ver a Nuée cuanto antes y preguntarle qué es lo que está pasando, sabe que las cosas han dejado de llevar el curso de siempre debido a la forma en la que percibe el ambiente, tenso, cargado de algo negativo que no logra identificar del todo, sin mencionar que las noticias de la mañana relataban de extraños ataques en todo el mundo donde criaturas que aparentaban ser personas comunes y corrientes terminaban mostrando una anatomía difícil de tolerar a la vista y que cualquiera aborrecería, ¿Entonces? ¿Tiene que ver con el nerviosismo que presenció en su amigo hace unos días? Por quedarse sumida en sus tormentosos pensamientos choca de lleno con la encargada de la caja registradora cayendo ambos al suelo de manera bastante cómica. ―Perdona, estoy muy distraída ―se coloca el delantal con rapidez, la tienda abrirá sus puertas dentro de minutos. ―No te preocupes, no he mirado el camino tampoco ―ríe la joven. El resto de la jornada transcurrió de manera lenta y común, los pensamientos no la dejaron tranquila, la idea de que algo fuera de lo normal estaba ocurriendo no la abandonaba hasta se vio siendo regañada por uno de los encargados. Tras haber concluido el día de trabajo se encaminó de regreso a la casa hogar donde de seguro todos los pequeño ya estaban en plan de cenar para descansar. Apresurando el paso con la inquietante sensación de que es perseguida por algo o alguien logra llegar hasta el complejo de modestos apartamentos que se encuentra a unas dos cuadras del orfanato, corre sin importar que parezca un loco puesto que su mente grita escandalosamente que debe darse prisa o terminará lamentándolo; divisa la fachada del que aún es su hogar, abre la puerta una vez llega y ya estando dentro, cerrando con llave y pestillos suspira aliviado, su corazón parece loco, el vello de su nuca se erizó durante todo el trayecto de regreso y la palabra "corre" no abandonó en ningún momento su pensar. Lejos del mundo humano, en aquel plano donde las deidades convivían se encontraba el mayor de los revuelos antes presenciado, parecía que todos tenían pánico y las disputas y discusiones sobre lo que se debía realizar a continuación eran el mayor centro de preocupación. Nuée observó a su alrededor, no había nadie que tuviera un poco de calma o una visión clara en todo caso, su padre observaba a todos meticuloso, escuchaba atento pero no emitía sonido alguno. Su hermana ya había ideado algunos planes de contraataque aunque la idea de tener una guerra con la humanidad sonaba hasta descabellada, no podía ser cierto, se negaba a creerlo. ―Padre, tenemos que estar preparados para lo que sea que esté por acontecer y para ello necesitamos toda la información que puedas darnos, no nos ocultes nada, es en vano a estas alturas ―Sova habló seriamente. ―Me temo que estamos en una de las situaciones más contradictorias que la historia y el destino ha podido colocar en nuestros caminos ―suspiró―. El Dios de las Estrellas desapareció anoche de la faz del universo, el cielo se oscureció y las constelaciones lloran su pérdida. Nuestro adorado amigo, se confió demasiado de los humanos y fue el blanco perfecto para sus actos desalmados. ― ¿Cómo es que simples mortales pudieron conseguir eso? ―Amaro frunció el ceño. ―Eso es lo que no sabemos, es por ello por lo que todos tienen prohibido bajar al plano terrenal hasta que sepamos qué es lo que sucede, no los quiero cerca de los humanos y van a ignorar todas las plegarias que puedan llegar, ¿Entendido? ―todos asintieron obedientes, menos el Dios de las Nubes, él había sido desterrado hacía tiempo por lo que no podía deshacer ello sólo con la palabra de su padre. ― ¿Terminaste? ―preguntó el de hebras ébano mientras retomaba su postura―. Tengo que irme, antes de que el portal se cierre y mi castigo llegue ―habló tranquilo, todos viéndolo sorprendidos ya que habían olvidado ese pequeñísimo detalle. ―Sí, puedes retirarte ―asintió, en cuanto su hijo se dispuso a desaparecer de su campo de visión se dignó a hablar―. Ten mucho cuidado, Nuée ―el joven lo observó por sobre su hombro, sin decir nada, sin darle señal de que lo había oído o de que acataría su súplica. Simplemente se marchó y es que como podría siquiera asegurarle a su padre que estaba a salvo si un curioso muchachito lo visitaba con frecuencia y le llevaba bocadillos humanos, era ridículo. No podía pensar en otra cosa que no fuera retomar de nuevo las visitas de Alina, poder escucharlo hablar, que le llevara más comida o que le mostrara algún raro artefacto de los suyos, quería escucharlo reír, verlo gesticular y sonreír, deseaba fervientemente alargar todos y cada uno de sus bellos encuentros con el único fin de seguir sintiéndose importante para alguien. Esto era beneficiado por el hecho de haber sido desterrado, hasta que no aceptara las condiciones de su padre no sería revocado el embrujo que le dificultaba la estadía en Olevón y no podría quedarse de manera permanente. Por primera vez en su longeva existencia, adoraba ese maldito embrujo. ― ¡Espera! ―su hermano mayor, Sova, corre detrás de él antes de que atraviese los pasajes dimensionales―. Dime que vas a cuidar de ti, eso incluye dejar de ver a ese humano. ― ¿Qué? ―frunció el ceño volteando a verlo. ―Te he estado viendo, Nuée, sé que se reúnen cada vez que pueden en ese puente, lo dejas entrar a tu Santuario como si nada ―exclamó bajo. ―Es la única persona en años que se ha acercado a mí o a mi hogar, eso me hace feliz, no tiene nada de malo ―explicó. ― ¿Te hace feliz no ser olvidado como un Dios, o el hecho de que es ese joven en particular quien va a recordarte? ―preguntó serio―. Creo que estás peligrosamente cerca de cometer una locura, no te puedes enamorar. ―No me he enamorado de nadie, para ya ―negó molesto, de pronto querían decirle qué era lo adecuado sentir, pero nadie preguntaba qué quería él. ―Te estoy advirtiendo, hermano, vas a crear revuelo con papá ―suspiró―. Si quieres a ese chico, aléjate de él y no hagas que padre intervenga. ―Padre no se va a enterar y tú no vas a abrir la boca ―masculló. ― ¿Sucede algo? ―la voz de otro Dios hizo que ambos hermanos se separaran ya que habían terminado frente a frente. ―No, Liv, no sucede nada ―sonrió Sova dándole una última mirada a su menor―. ¿Me acompañas, Diosa de la Fertilidad? ―Claro ―asintió Liv, hizo una reverencia a Nuée y siguió tranquilamente su andar junto al más bajo. ―Par de tontos, solo viven cómodamente sin saber qué es la vida realmente ―espetó el Dios de las Nubes internándose en las grietas dimensionales esperando llegar a la Tierra sin saber que había sido visto y escuchado por alguien de los suyos que trabajaba de manera silenciosa.
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