SIETE

1568 Words
―Esto es delicioso ―susurró el muchacho con las mejillas abultadas de tanto comer, saboreaba aquellos trocitos tan sabrosos como si fueran la creación más maravillosa―. No puedo creer que no había probado el chocolate antes, me he privado de semejante manjar tanto tiempo. ―Pues es bueno haberte enseñado esto ―rió Alina tomando otro trocito de chocolate y entregándoselo al Dios. ― ¿Algo que quieras comentar? ―el chico de grandes ojos lo observó atento. ―Ayer, pude obtener un empleo, como mesera, no es el mejor puesto del mundo, pero con algo se comienza ―se encoge de hombros. ―Claro, solo confía en lo que el universo tiene preparado para ti, pídele un mejor empleo, que te haga feliz y te dé las comodidades que buscas. ―sonrió. ―De acuerdo, lo haré ―asintió―. Dime, ¿Tus hermanos no vienen a este plano como lo haces tú? ―No, me temo que está prohibido que un Dios venga al plano mortal debido a sucesos del pasado ―explicó―. Yo… Yo fui desterrado por mi Padre, según él para que encuentre mi camino, pero, no pudo hacerme mejor favor. ― ¿Qué ocurrió en el pasado? ¿Por qué te exiliaron? ―frunció el ceño. ―Cuando era muy joven, hace siglos, la curiosidad me dominaba. Yo estaba enamorado de tu mundo, de los tuyos y de todo lo que aquí habita ya que en otro plano no tenemos nada igual ―se encogió de hombros―. Mi padre no deseaba que yo vagara por los pasadizos dimensionales y no obedecí, justo cuando la guerra más grande de todas se desató. Yo era un joven inexperto y pacífico, estuve a punto de morir. ―Eso es horrible ―susurró. ―Tras años de pecados, crímenes, atrocidades y un sinfín de males cometidos por la humanidad esta cayó en una incesante lucha contra los Dimostrazzjo y sus bestias luego de haber decepcionado a sus Ángeles guardianes quienes dejaron el mundo a su suerte en castigo contra tales ofensas, dejando a los humanos, inocentes o no, desprotegidos, a su buena suerte. ―suspiró, una historia que llevaba años sin contar. ― ¿Qué son los Dimostrazzjo? ―se acomodó frente a él con curiosidad, Nuée pudo ver en aquellos orbes el mismo brillo asombrado que poseía él tiempo atrás. ―Son criaturas del inframundo que se encargan de deshacerse de lo que no sirve, aunque a veces son peligrosas y se salen de control ―apretó los labios, recordando más de un suceso. ―No quiero ni imaginar cuántas criaturas así has visto a lo largo del tiempo ―tomó otro trocito de chocolate llevándolo a su boca. ―Una nueva r**a de demonios disfrazados de seres humanos logró salir a la luz desde el mismísimo averno y comenzó a hacer de las suyas en las calles de todo el mundo, ninguna ciudad fue la excepción, ningún pueblo o aldea, nadie salía vivo de sus ataques y no había religión, culto o creencia que pudiera con ellos. Fue una época difícil en la que los Dioses se vieron atacados por sus mismos discípulos, tal vez no físicamente, pero encontraron la manera de hacernos daño, de debilitarnos. Perdimos varios de los nuestros… ―se puso de pie observando el lago alrededor del puente, los patitos nadaban con gracia en grupos a un lado―. Mi Madre fue de una de las que desapareció, Padre enfureció y prohibió contacto con este plano. La lucha entre el bien y el mal se ha dado desde el inicio de todo, milenio tras milenio ambas fuerzas han tenido quienes las defiendan y crean en ellas de manera inimaginable y convincente, se han librado batallas monstruosas y aguerridas, una tras otra, sin parar, con bajas de ambos lados, pero jamás poniendo un alto y es que realmente no se puede, querer detener semejante guerra es como pedirle al sol que no vuelva a salir. Imposible. Antes de que el azabache pudiera continuar con su historia, el cielo se cubrió de grises nubes de manera repentina, parecía querer llover a cántaros de repente, algunos rayos surcaban las esponjosas y oscuras nubes. El muchacho se puso de pie frunciendo el ceño, no era algo que perteneciera a sus dominios, aquel escenario denotaba furia, molestia, como si algo realmente terrible hubiese ocurrido y eso le erizó la piel a Nuée quien apretó los labios; podía escuchar con claridad que entre el ruiderío que provocaban los truenos, las voces de sus hermanos Dioses clamaban justicia por algo a lo que él era ajeno. Su padre estaba furioso, no, iracundo, temió que cometieran una locura. ―Ali, tienes que regresar a casa, no es seguro ―tomó el brazo de la joven y la guió a la salida del puente. ― ¿Por qué? ¿Qué sucede? ―susurró observando el cielo. ―Algo malo ha sucedido, no tengo pleno conocimiento de ello, pero estoy seguro de que lo que he escuchado no es bueno ―negó. ― ¿Escuchar? Nuée, me estás asustando, dime que estarás bien ―se detuvo de golpe para tomar la mano del más pálido. ―Estaré bien, nada malo va a pasarme pero mi Padre clama iracundo una reunión con todos nosotros, no puedo faltar y tú debes resguardarte, las tormentas provocadas por él son violentas y tenebrosas ―explicó reanudando el andar con tanta premura que logró poner nerviosa a la joven. ― ¿Cómo sabré que estás bien? ―preguntó siguiéndole el paso con rapidez. ―Te buscaré, sólo espera ―le sonrió. ―Cuídate, eres mi amigo, no quiero que algo malo te pase ―le devolvió la sonrisa para pasar por su lado y encaminarse de regreso. ―También eres mi amiga, Alina ―susurró con sus orbes clavados en el cuerpo de la muchachita que parece calentar su pecho con sentires agradables. Nuée esperó a que la jovencita hubiera desaparecido de su vista para envolver su cuerpo en una neblina blancuzca y desaparecer del plano terrenal, llegar a su ex hogar repleto de Dioses no era algo que deseara en ese preciso instante, él era feliz en la Tierra, estaba tranquilo, conocía personas, amaba la naturaleza y se divertía con sus habilidades creando un sinfín de fenómenos naturales que maravillaban el inexperto y curioso ojo humano pero sobre todo, ahora estaba Ali en esa lista; definitivamente regresaría tan pronto terminara aquella reunión, no quería ni cruzar palabras con su Padre, mucho menos con sus hermanos que buscaban cada oportunidad que tenían para tratar de convencerlo de volver. Muchos lo observaron interesado o intrigados, verlo presente no era algo que habituaran pero era más que sabido que cuando el rey mandaba presentarse con tremendo anuncio todos debían acudir sin objetar, era de suma importancia, seguramente algo malo había sucedido; entre todos los presentes ya habían rumores de una caza indiscriminada en la Tierra para con sus pares. En cada parte del mundo había habido un suceso que dejaba bastante a pensar por parte de los seres inmortales, parecía que se estaban organizando para a****r, pero, ¿Qué? ¿Qué buscaban los humanos? Nadie entendía, nadie sabía… ―Me alegro tenerlos a todos aquí, lo que tengo que anunciar es algo terriblemente doloroso para todos nosotros ―habló el Dios del Sol y rey de todo, Ambros, quién caminaba por el centro del gran salón―. Nuestro amado Stjärna, ha muerto en manos de personas desalmadas. ― ¿¡Cómo!? ―Nuée dio un paso al frente con las lágrimas a punto de caer―. ¿Cómo es que Stjärna ha muerto? ―Fue emboscado por un grupo de humanos, al parecer con artefactos especializados para capturarlo, no estoy seguro, es lo poco que Artemissa ha podido descubrir ―suspiró bajando la cabeza, a Ambros le destrozaba el alma, primero su esposa, ahora su hermoso compañero―. Cuando fue atrapado dejó un mensaje en las estrellas para que supiéramos lo que estaba pasando, decidió sacrificarse antes de ser torturado o exponer nuestro mundo y nuestros secretos. ― ¿Sacrificarse? ―Sova susurró. ―Sí, desvaneció su cuerpo para unirse a sus constelaciones antes que ser rehén ―respondió. ― ¿Por qué? ¿Por qué los humanos harían algo así? ¿No les hemos dado suficiente para que nos traten con semejante odio? ―pregunta Artemissa acongojada. ―Porque son bárbaros, desalmados, no merecen nuestra compasión ni nuestras bendiciones ―exclamó Amaro―. Merecen quedar desamparados. ― ¡No! ―Nuée intervino en la tertulia―. Sé que se ve horrible este panorama que tenemos, pero ellos no merecen que los castiguen, no podemos culpar de semejante atrocidad a toda la humanidad, hay personas bondadosas y bellas en la Tierra; Padre, por favor, no hagas una locura. ―Veo que sigues con el mismo pensamientos, Nuée, la soledad en ese puente no te ha dado qué pensar al parecer ―rodó los ojos―. Quiero que investiguen, busquen en cada rincón, usen sus artimañas y habilidades para saber qué es lo que está pasando y a qué nos enfrentamos. Nadie tiene permitido acercarse a un humano de momento, eso va para ti, hijo mío. ―Bien ―. Sabía que eso no sería cumplido por él, pero nadie tenía por qué enterarse.
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