DOS

2123 Words
Eleonor es un pueblo modesto y cálido del reino de Carelea, situado al suroeste del mismo, se caracteriza por su clima frio y lluvioso, uno de los mayores lugares turísticos debido a su fenomenal Puente de las Nubes, sus atractivas montañas y la mejor zona de caza de la región; el puente, llamado así por cruzar el lago principal y perderse entre las nubes y la neblina matutina, es conocido por ser también uno de los tantos enigmáticos lugares que muchos curiosos desean conocer pues ha sido creado sin saber por quién, ni cuándo, ni por qué… Cuando el pueblo se fundó ya estaba en pie, con el pasar de los años y la modernización este siguió siendo imponente, aun cuando quisieron remodelarlo, nunca pudieron siquiera tocarlo sin que cosas extrañas sucedieran. Definitivamente, el Puente de las Nubes tenía ese no sé qué, que volvía loco a todo el que iba allí por una historia fantasiosa o una fotografía. La noche pasó lenta para Alina, tal y como Nuée predijo la tormenta que llegó apenas entrada las diez de la noche fue realmente intensa, la lluvia golpeó las ventanas y los techos con fuerza, el viento se llevó más de un viejo árbol y el joven no dejó de ver hacia el exterior en todo momento; no podía dejar de pensar en aquella voz, aquel sujeto que sin dejarse ver le hizo hablar más que sus compañeros de clase y causó mucha curiosidad en su ser. Observó el reloj que colgaba frente a su cama, daba las cuatro de la mañana exactamente y aun no podía dormir, seguramente sus compañeros estaban desvelados en la fiesta, bebiendo y bailando hasta desfallecer y ella allí, pensando, cubriendo su cuerpo y su pijama con una vieja manta para entrar en calor y sosteniendo entre sus manos una taza de chocolate caliente, su fiel compañero en cada situación de su vida. Alina solía pasar mucho tiempo a solas pues era la mayor en el orfanato, si bien jugaba y cuidaba a los niños menores no tenía compañía de chicos de su edad, en el instituto siempre fue dejada de lado por ser huérfana y si alguien se le acercaba a hablar era por pena, por verla sola y decir un “pobrecita, nadie quiere estar con ella”; era por ello que siempre parecía tímida, reservada, no hablaba con nadie sobre sus cosas y si las encargadas de la casa hogar preguntaban obtenían una respuesta muy corta. Siempre había sido así, desde pequeña y más de una vez se preguntó si ese era el defecto que hacía que los papás no quisieran adoptarla cuando venían a las visitas cada mes. Se puso de pie abandonando la comodidad de su mullido sofá, tomó su abrigo y sus botas y salió de la casa hogar a hurtadillas, solía escabullirse para poder estar solo y tranquila, conocía de memoria todos los caminos, recovecos y escondites para cumplir sus objetivos y como no si de pequeña se escapaba para poder llorar solita cuando las familias se marchaban con sus amiguitos y ella seguía quedándose sin tener oportunidad. Una vez estuvo fuera del edificio corrió por las calles poco transitadas, las gotas de agua caían en los charcos de la acera y pareciera que cuanto más se alejaba del orfanato más agua caía del cielo: para su suerte la casa de Alexia, la más popular entre sus compañeros ―en la que están celebrando― queda cerca del Puente de las Nubes, se detiene en seco, observa la casa y luego el lago, ¿Estaría Nuée allí? ¿Bajo la lluvia? Imposible, aunque… Las ganas de ir a verlo la carcomen, aun cuando sabe que no conoce siquiera su rostro, apenas han entablado conversación alguna y no puede estar pensando en ir a buscarlo pero las cosas pasan por algo, las intuiciones no fallan y el destino es tan caprichoso que puede jugar de mil maneras para se cumplan sus planes. Ignorando la estrepitosa música, los gritos y bailes de la casa vecina ―donde podría estar divirtiéndose― subió los primeros peldaños hacia el puente una vez acortó la suficiente distancia, con la vista clavada al frente y determinada a no dar marcha atrás. ― ¿Nuée? ―pone un pie tras otro en el puente mientras observa a su alrededor. La lluvia cae aún más intensamente, los relámpagos reclaman el cielo para dar paso a los escandalosos truenos que ponen sus nervios de punta, tanta es la cantidad de agua que cae del cielo que parece formar una cortina blancuzca que no permite que vea casi nada; su cabello está completamente empapado, la ropa gotea de sobremanera y ya comienza a sentir algo de frío mientras no da crédito a la forma en que la tormenta se ha desatado desde que salió del orfanato, no llovía tanto hasta hace unos segundos. Tal vez no fue buena idea salir con ese clima, pero, como siempre, no piensa bien las cosas antes de actuar. ―Rayos, aquí no hay nadie ―susurra chasqueando la lengua, ¿Qué pasa con ella? ¿Está loca acaso? ―, ¿Lo imaginé? ― ¿Imaginas que hablas con un hombre seguido? ―una voz susurra en su oído causándole escalofríos. ― ¡Dios! ―da un respingo hacia atrás―. Casi me matas del susto. ―Imposible ―sonríe amable―. Yo no acabo con la vida. ―Sabía que eras real, por un momento pensé que lo había imaginado todo pero no fue así ―sonríe asombrada mientras se incorpora con lentitud, la sonrisa leve del contrario le gusta. ―Bien, creo que puedes estar tranquilo con eso. ―asiente. ―No puedo creerlo ―susurra caminando a su alrededor, la caída del agua no ha cesado, Alina gotea agua casi de manera ridícula mientras que el muchacho frente a ella luce completamente seco, impecable―. Pero, ¿Cómo es posible que no te mojes? Yo parezco una catarata. ―Truquitos ―ríe. ―No, no, es imposible ―observa sobre la cabeza de Nuée, la lluvia ni siquiera lo toca, es como si cayera sobre él dibujando su silueta hasta dar con el suelo, como si fuera un pecado imperdonable tocar su figura. El Dios camina hasta el borde del puente, observa las ondas que las gotas provocan en el lago al caer y suspira satisfecho, la jovencita a su lado lo imita contemplando lo bonito que se ve el espectáculo de la lluvia chocando en el lago y su perfecta sinfonía, allí entre gota y gota pareciera como si pequeños piecitos caminaran sobre la superficie pero, es imposible, ¿No? Alina se esfuerza en poder ver de la misma manera que él lo hace, voltea a verlo y su acompañante luce bastante tranquilo. Vuelve los ojos nuevamente a la superficie del lago, sigue observando atenta y es cuando de pronto, las ve, allí están, saltando y danzando entre las gotas, con sus diminutos piecitos apenas rozando la superficie líquida y se detienen curiosas a verlo en lo que la humana talla sus ojos intentado averiguar si no son una especie de alucinación propia de su cerebro confundido; las pequeñas manitos de dichos seres se agitan a modo de saludo ante la rubia chica que abre la boca atónita para elevar su mano y saludar con lentitud bajo las sonrisas divertidas de las criaturitas, al parecer están acostumbrados a recibir ese tipo de reacción de parte de quién las ve por vez primera. ― ¿Qué son? ―pregunta Alina asombrada. ―Su nombre es Renies, pequeñas y diminutas ninfas acuáticas que salen durante las lluvias a jugar, son muy amigables y amorosas pero no las hagas enojar, son bastante despiadadas ―comenta Nuée dejando que una juegue en su dedo, tratando de escalarlo cual montaña. ―Es hermosa ―sonríe la rubia provocando que la pequeña criaturita se sonroje―. Nunca antes las había visto. ―No es común que las vean ―asiente pensativo desviando la mirada a la humana frente a sus ojos, Ali es peculiar. La diminuta ninfa bailotea en la mano de Nuée, pareciera llevar un pequeño vestido a juego con su piel ligeramente azulada, con sus manitos enfundadas en lo que parecieran ser escamas, al igual que sus pies y en su cuello puede verse lo que para los humanos serian branquias, orejitas levemente puntiagudas y ojos redondos y coloridos; cada ninfa porta un color diferente en sus irises, ninguna lo repite, maravilloso en verdad. Ali presta atención al hombre frente a él, lo observa detenidamente, lleva un traje largo y n***o con una inmensa capucha que cubre gran parte de su rostro, únicamente puede verse su boca y como esta dibuja sonrisas al ver bailar a las ninfas. ― ¿Quién eres, Nuée? ¿Cómo es que el agua no te toca? ¿Por qué ellas aparecen justo ahora? ¿Y cómo es esto posible? ―pregunta inquieta manteniendo la distancia entre ambos. ―Ellas han estado siempre como todas las criaturas que no ves por ser humano ―la observa de reojo―. El hecho de que ahora las veas no quita que el mundo sigue siendo igual, tú eres el diferente. ― ¿Humano? ―abre la boca confundida―, ¿Tú qué eres entonces? ―Tengo muchos nombres, pero el más adecuado es “Dios” ―responde viendo el cielo dejar de enviar su séquito de gotas. ― ¡¿Eres Dios?! ―por poco y grita cayendo hacia atrás. ―Pero no tu Dios, o al menos, no el que están acostumbrados a pensar ―se carcajea―. Alina, el mundo tiene tantos misterios que no conoces, entre todos ellos están los Dioses, uno por cada situación, circunstancia o elemento. ―Entonces, ¿Eres el Dios de la Lluvia? ―se pone de pie fascinada, igual que lo haría un infante escuchando la más grandiosa historia. ―No, soy el Dios de las Nubes y todo lo que está relacionado con ellas, como la lluvia por ejemplo ―toma la capucha para quitarla lentamente presentándose finalmente ante la jovencita. La apariencia de Nuée no es tan diferente a la de un muchacho común y corriente, cabello ébano, tez clara, labios rosados y una altura ligeramente alta pero lo que lo hace especial son sus ojos azules como el cielo, llamativos y fuera de lo común debido a su intensidad. ―Wow… ―susurra viéndolo―. Tus ojos… son… ―Extraños ―voltea a ver a otro lado―. Los demás Dioses suelen decir eso. No dirás nada que no sepa. ― ¿Qué? No, no lo son, creo que son los ojos más bellos que he visto en mi vida ―le sonríe―. Son únicos, no hay nadie que los tenga igual que tú. ―Bueno, te agradezco, eres el primero en decirlo. ―suspira al ver que las ninfas se marchan, no hay duda de que no lloverá más. ―Entonces, harás que todas estas nubes se vayan, ¿No? ―ladea la cabeza la humana, interesada en ver al Dios trabajar. ―Podría, pero, prefiero hacer enojar a la Diosa de la Tempestad ―ríe―. Muchos Dioses dependen de mí debido a que manipulo las nubes a mi antojo, necesitan de mí, pero a veces me divierto haciéndolos enojar. ― ¿No te traerá problemas luego? ―pregunta observando el cielo. ―Quién sabe… ―ríe divertido―. Bueno, será mejor que me vaya porque tus amigos planean salir ahora que la tormenta ha cesado. ―No son mis amigos ―rueda los ojos―. A nadie le caigo bien al parecer. ―A mí sí ―voltea a verla―. Tienes que confiar más en ti mismo, nadie ha nacido para estar completamente solo, Alina, estoy seguro de que muchos estarían gustosos de poder entablar una relación de amistad contigo. ―Gracias, parece que me diera un consejo mi padre ―ríe. ―Mi edad me ha dado esa forma de hablar, soy todo un señor. ―se carcajea. ―Pues yo te veo como un chico, el chico de las nubes. ―ambos se observan sonrientes. Nuée comienza a desvanecerse conforme se escucha el barullo de la fiesta, todos comienzan a gritar y reír mientras salen de la casa a tomar aire fresco. Para cuando los ojos de la joven de hebras rubias y sonrisa pequeña se posan dónde estaba su acompañante este ha desaparecido por completo mientras que la niebla característica que rodea al puente cuando Nuée está presente se disipa con lentitud como si jamás hubiese estado allí.
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