Gabriel no era tan estricto en su apartamento como ella creía que era, simplemente, como dijo él, no le gustaba las cosas en desorden. De hecho, no fue hasta después de cenar que lavó todo lo que ensució. —Así no debo estar lavando los platos varias veces —le explicó. Tenía costumbres de cualquier chico de su edad y era muy juguetón. Terminó llevándola al cuarto cargada en brazos. Solo la dejó tomar el celular para llamar a Teresa y avisarle que se iba a quedar a dormir donde Gabriel, poniendo de excusa la inclemente lluvia que estaba cayendo. —Sí, me quedaré aquí con él —le comentó a Teresa por llamada. —¡Se quedará con su novio! —gritó Gabriel al entrar a la habitación con un bol de vidrio lleno de palomitas de maíz. Corrió y le quitó el celular a la chica. —¡Gabriel! —chilló