Nos fuimos a casa, y lo invité a tomar un té, mientras yo me cambiaba la ropa por una más cómoda, a lo que él accedió. No vi a Bárbara, ni a Damián por ningún lado. Cosa que me pareció extraño. Y les mandé un texto a cada uno preguntando dónde estaban. —Ten, este me encanta. Nos quedamos sentados viendo la nada. —Emma, puedes contar conmigo, para siempre. Incluso cuando envejezcamos. —¿Por qué dices eso tan de repente? —Quería que lo supieras. —Gracias. Y me levanté. No sé, solo sin pensarlo fui y lo abracé. El estaba sentado tomando su té. Y yo lo abracé por detrás, envolviendo mis brazos por su cuello. El sonrió inmediatamente. —Los hechos inesperados de cariño son lo mejor que pueda hacer el ser humano. —Si, es cierto. Se levantó yendo a la puerta de entrada. —Debo ir