Capítulo 6

1866 Words
Alma se aguantó la risa que quiso escapar al escuchar aquel gruñido grave en cuanto Hernán le revisó la herida en su brazo izquierdo, misma que era medianamente profunda pero que a ella solo le llevaría un par de días curar. Bueno, la mirada cargada de enfado que el lobo le dedicó no hizo más que causarle gracias, por eso la risita se le escapó sin querer, casi como si fuese una niña traviesa que había sido descubierta por sus padres. —Lo siento —dijo sin dejar de reír suavecito—. No estaría terminando de entender tu enojo, digo, eres médico, curas a muchas personas y no creo que a todas les gruñas. Entiendo que soy una especie de Beta para tí, pero Luca se lastimó también y no le hiciste todo este berrinche —explicó divertida notando que el lobo no le dedicaba ni una sola mirada. —Ya están curadas —respondió Hernán girando en su silla para darle la espalda a la camilla donde aquella leona se mostraba muy divertida con la escenita que estaba montando—. Recuerden tomar antibióticos cada ocho horas para prevenir infecciones y si tienen dolor pueden agregar algún calmante —explicó sin mirarla, intentando contener sus deseos de ir a buscar venganza contra el infeliz que osó tocar a su leona. —Me gusta que el doctor me mire a la cara cuando me dá mis indicaciones médicas —dijo completamente encantada por toda la situación. —Si no necesitan nada más, Betas, pueden retirarse. —Sí necesito algo más —dijo levantándose de su lugar solo para acercarse a ese lobo tan enfadado y obligarlo a girarse para enfrentarla. —¿Qué necesitan? —indagó como pudo al verla tan cerquita, casi encima suyo, con esa sonrisa de lado que le prometía cosas exquisitas. —Me gustaría saber qué había en aquella camioneta que vigilabas tan celosamente esa noche en el hospital —dijo apoyándose en las rodillas del lobo, observando bien de cerca ese rostro que a ella solo le producía ganas de besar. —No vigilaba nada, solo observaba un vehículo alejándose —respondió el humano—. Necesitaba pensar en algo que no fuese el que acababa de perder a uno de mis hermanos en la sala de cirugía. —Sí, verás —susurró sentándose en las piernas del doctor, pasando sus brazos por encima de aquellos amplios hombros solo para alcanzar el corto cabello que crecía en la nuca de Hernán—, es raro que a un doctor le dejen atender a un pariente cercano, más teniendo en cuenta que es —dijo y sonrió de lado—, digo, era tu hermano —aseguró sin dejar de enredar sus dedos en aquel sedoso pelo. —No había otro cambiaformas que pudiese atenderlo —respondió con la voz ronca, impedido de desprender sus ojos de aquella boca tan apetitosa. —Sí, es cierto —dijo y acercó sus labios hasta la oreja de ese lobo que respiraba pesado, bien pesado—. Ahora sí ya no necesito más nada más —susurró con la voz bien profunda—, por ahora —agregó solo para dejarle un besito detrás de la oreja, sonriendo al notar aquellos dedos aferrarse con ganas a la zona de su cadera, como si deseara retenerla pero decidiera no hacerlo—. ¡Gracias por las curaciones! —exclamó repentinamente mientras se ponía de pie. —De nada, Beta —respondió intentando retomar el control de su cuerpo. —Y no te preocupes, con Luca cerca es difícil que algo demasiado malo suceda, ese lobo está bien demente —explicó y rió casi como desquiciada, recordándole al doctor esa forma de ser tan similar a la de Cló. Y así, sin más, la Beta salió de allí dejando detrás de sí una estela de aroma delicioso, mismo que volvía al lobo un poquito más loco con el pasar de los días y su constante negativa a avanzar sobre aquello que sentía. Bueno, lo que sí debía aceptar Hernan era que Luca y su extraño lobo podían con cualquier imbécil que los enfrentara, por eso Alma rara vez volvía muy lastimada y, si lo hacía, resultaba ser porque no había obedecido la simple orden de ir detrás de Luca. No, su leona siempre quería ir al mando, adelante de todos, enfrentando primera al peligro, de allí esas heridas que bien podrían haber sido evitadas, de allí el enojo de su lobo. —¿Faltarán muchos por vencer? Nuestros Betas son fuertes, pero si siguen enfrentando a tantos enemigos terminarán gravemente heridos —susurró el lobo aún navegando en la linda sensación de haber tenido a la leona sentada sobre sus piernas, acariciándole con cariño la nuca. —Sabes que es difícil de determinar, pero confiemos en que esto acabará pronto. —Y así nuestras leoncitas estarán fuera de peligro —aseguró el lobo. Bueno, en eso sí se equivocaba el animal, porque Alma era la Beta, figura importante de la manada, pero también una de las más atacadas por los enemigos que buscaban debilitar a otras manadas solo para hacerse con más poder y tierras. Rara vez los enemigos iban tras las Alfas, siempre buscaban a los Betas, para así dejar a los mandos sin su soporte principal, sin ese otro que ayudaba en la relación con el pueblo, volviendo a la manada entera en un blanco mucho más fácil a vencer. Mierda, mejor volver a entrenar porque pronto lo llamarían. —-------- —Necesito hablar un momento contigo —pidió sujetándola apenas por el brazo. —Arton, en serio creo que eres estúpido —respondió Cló observando aquella mano que envolvía parte de su tricep mientras que Bruno, a su lado, no paraba de gruñir. —Estoy pidiéndolo en serio —respondió el león ignorado al idiota compañero de Cló. —No la toquen —exigió Bruno. —Ya, lobito, nadie la va a dañar, solo necesito hablar con ella. Puedes escuchar si lo deseas, ya que es claro que tu confianza en Cló no es la mayor de todas, algo extraño cuando fuiste tú quien la engañó con aquella humana —dijo sonriendo de lado, con esos ojos azules brillando de maldad. —Este… —Calma —susurró la leona—. Hablo con él y luego vamos a nuestra habitación para calmar tu mal humor —propuso con picardía, misma que hizo bufar a Arton, la precisa para hacer sonreír con altanería al lobo. —Estoy por allí —respondió Bruno y le dejó un rápido beso en los labios. No, no estaba feliz con dejarla a solas con el imbécil pero debía aceptar que aquel comentario de Arton lo ayudó a decantarse por acceder a tal estúpida petición, porque él sí confiaba en Cló y nadie podía dudar de ello. —Dime —exigió la ejecutora cruzándose de brazos luego de asegurarse que Bruno aún se mantenía dentro de su campo visual, mirando bien directo a ese leon idiota, bien enfadada porque logró apartarla de su lobo. —Lamento todo lo que te hice, realmente lo hago —respondió con sinceridad—. Pensé que era mejor alejarte, despegarte de mi persona para que no te mancharas con mi mierda —aseguró. —Déjame decirte que todos estamos hasta arriba de porquería, pero no puedo culparte exclusivamente a tí, no después de saber que fue esa mierda del Consejo quien dió la orden de experimentar con los nuestros. —Yo podría haberme negado, haber enfrentado a ese par, pero decidí no hacerlo —respondió apenado por tanta estupidez cometida. —Era una orden de quien se supone vela por nosotros, Arton, no te castigues más de lo que ya lo has hecho —rebatió utilizando aquella dulzura que pocas veces dejaba salir pero que Arton conocía por completo, o eso pensaba él, ya que jamás podría imaginarse el nivel de cariño que la leona desplegaba para su lobito. —De todas formas lo lamento —susurró apenado—. Sé que te pusieron a hacer el trabajo sucio. —Sí, y gracias a eso no podré tener hijos, pero insisto —agregó rápidamente al ver aquellos ojitos llenos de dolor con los que Arton la contemplaba —no es tu culpa que esos viejos sean una basura. —¿Tú no… ¿Ellos te… —Sí, ellos me sacaron la oportunidad de poder quedar embarazada, pero no por eso renunciaré a ser madre, no te preocupes —dijo palmeando el antebrazo de aquel león que parecía en extremo impactado. Es que el lobo conocía por demás los deseos de Cló y esa ganas locas de ser madre, porque la leona amaba a los niños, adoraba rodearse de ellos y jugar hasta caer agotada por el cansancio, y ahora, ahora ese sueño se volvía imposible. —Cariño —susurró y se aguantó las ganas de abrazarla porque aquel gruñido grave lo supo ubicar en su lugar. —No te culpo por eso, es imposible que supieras que yo iba a ir hasta allá, que ellos me iban a imponer aquello. Tranquilo —repitió regalándole una amplia sonrisa. —En serio que mataré a todos y cada uno de ellos, amor —aseguró con esos ojos cambiando de color, pasando de ese azul profundo a un amarillo vibrante. —Mejor dejas de utilizar apodos cariñosos conmigo o Bruno te matará en cuanto pueda —susurró divertida, contemplando de reojo a su lobito acercarse a paso firme, porque sí, el cobrizo no iba a aguantar ni una sola cosa más por parte de aquel idiota, suficiente conque debían trabajar juntos. —Amores, debemos irnos a coger porque ciertos leones imbéciles les están pegando sus olores —exigió el lobo sujetando firmemente a Cló por la cintura, pegándola en el acto a su cuerpo. —Un segundo —pidió Cló apoyando sus manitos en el pecho de Bruno—. ¿Por qué era necesario despegarse de mí? —indagó observando a su ex Alfa. —Cló, linda, nadie iba a creer que la ejecutora principal no sabía nada sobre aquella cuestión. Ellos te iban a encerrar como lo hicieron conmigo. Por eso cuando surgió la idea de tu destierro pensé que estaba bien, que así quitaba todo manto de duda, pero en cuanto ellos exigieron acabar con todos los implicados me preocupé, por eso quería que regresaras a casa, conmigo. Además, debo admitir, que saber sobre la existencia de Bruno no me ponía de muy buen humor —aceptó notando cómo el lobo abrazaba posesivamente a Cló; como si los gruñidos, aquellos músculos listos para atacar y esos insultos bajos no fuesen señal suficiente de que debía apartarse de la leona. —Entiendo —respondió solo por decir algo, por no dejar la conversación a medias, pero realmente no lo entendía porque jamás sospechó de los verdaderos sentimientos que había despertado en Arton—. Vamos, amor —dijo dirigiéndose a Bruno, tomándolo con suavidad por las mejillas para dejarle un besito en los labios antes de caminar con él hacia la habitación, misma en donde se amarían dejando atrás, bien atrás, aquellas confesiones extrañas.
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