Nate los había mandado a llamar nuevamente, así que, dejando su cómoda habitación se encaminaron por los interminables pasillos grises hasta la sala de reuniones. Bien, Cló no tenía ni idea por qué ese sujeto contaba con instalaciones de tan grandes dimensiones solo para jugar al gato y el ratón con, nadie más ni nadie menos, que el Consejo Supremo. Supuso, sin equivocarse, que esas instalaciones debían haber pertenecido a Lewis padre y su gigantesca empresa farmacéutica.
En ese momento la leona ignoraba por completo que, luego de la muerte de Lewis y el encierro de Anders, Nate estaba al mando de la imponente empresa que heredó de su bien detestado progenitor. Ahora el pobre humano no sólo repartía su tiempo entre las actividades que seguía cumpliendo con normalidad en el Consejo, sino que llevaba adelante el plan para desmembrar aquel ente obsesionado con el poder, al mismo tiempo que debía mantener a flote la empresa de su padre, porque no, no la dejaría caer, sino que la utilizaría para ayudar a quienes sufrían en un mundo cada vez más injusto, solo debía terminar de decidir cómo y a quién destinaría fondos mensuales, quiénes recibirían alguna colaboración extraordinaria y, finalmente, cómo cambiaría el rumbo de la empresa hacia lo que se proyectaban en su mente. Mierda, con tanto trabajo apenas si el pobre podía descansar un par de horas, pero, para su desgracia, en los diminutos momentos que tenía libre sólo un ser, sólo una persona surgía con necesidad en su mente. Y mierda que siempre anhelaba verlo, aunque primero moriría antes de aceptarlo en voz alta, no por nada luego de haber dejado el departamento de Marcel paso por su propio hogar, ese que apenas había pisado en el transcurso del último mes, solo para poder bañarse y quitarse de la piel el perfume de aquel hombre, perfume que lo hundía aún más en la desesperación de volver a sentir los brazos de ese lobo envolverlo, aquellos gemidos golpear su oído mientras las expertas manos lo recorrían por completo. Mierda, otra vez lo extrañaba.
Para suerte del pobre sujeto, Cló ingresó junto a Bruno e Ian, los tres conversando bien divertidos sobre una partida de ping pong que habían mantenido en la sala de descanso y, en la que al parecer, la leona logró vencer a su compañero, a ese lobo que se quejaba de trampas por parte de los felinos.
—Bueno, ya estamos aquí —exclamó Cló elevando la mano que tenía libre, ya que con la otra sujetaba firmemente a su lobo—. Comencemos —dijo dejándose caer en una de las sillas, arrastrando a su compañero a la que se encontraba al lado.
—Estos son los sietes integrantes del Consejo —explicó Nate extrañamente serio, dejando ver, en una pantalla ubicada a su espalda, la foto de sietes personas, entre ellas estaba su propia imagen—. A Martin tuvieron el gusto de conocerlo en el asalto al edificio de Lewis. Ese es el bastardo que se quedó con los avances que había dentro del lugar —explicó—. De derecha a izquierda encontramos a Gimenez, Cartello, Stallocca, Hammer y París —enumeró a los hombres y mujeres, todos arriba de los cuarenta y cinco años, que se mostraban en las imágenes. Debajo de cada imagen podían ver a qué manada pertenecían, sus ubicaciones actuales, toda información de contacto y algún detalle relevante, como por ejemplo habilidades especiales o empresas de las que eran dueños y señores. Por supuesto Nate estaba entre los siete integrantes en representación de los humanos.
—¡Vaya que los humanos no tienen de dónde elegir! Si tú fuiste su opción es porque realmente están perdidos —exclamó divertida Cló.
—No, querida Nioks, yo estoy allí porque, justamente, soy uno de los mejores de mi r**a —explicó con una sonrisa torcida e hizo click sobre su foto, dejando ver el extenso curriculum que lo acompañaba, demostrando que, no solo hablaba siete idiomas, sino que era experto en Biología y Química, que su coeficiente intelectual estaba por encima del normal para un humano y, sobre todo, que era increíblemente hábil en el manejo de armas y el desarrollo de tecnología.
—Vaya —silbó la leona leyendo aquello que parecía casi inverosímil para alguien de la edad de Nate, quien parecía alcanzar apenas los treinta y seis años.
—Lo importante —interrumpió Nate quitando su historial de vida de aquella enorme pantalla—, es que el Consejo aún no sospecha nada de esto, pero lo harán y seguramente será pronto, por lo tanto no tenemos tiempo que perder y debemos comenzar hoy mismo con la primera fase —aseguró.
—Vaya, no llevo ni tres días de resucitada y ya debo trabajar —se quejó la leona realizando un extraño puchero.
—Lo sé, cariño, pero es momento de ponernos en acción —susurró el lobo sabiendo que a su minina le iba a encantar saberse entre armas y balas.
—Para esta fase hemos tenido que reclutar a alguien más —dijo Ian extrañamente inquieto.
Bruno entrecerró los ojos e intentó comprender a qué venía tan extraño comportamiento. Bueno, ese olor de mierda ya le anunciaba quién era el que estaba a punto de cruzar la puerta y, mierda, su lobo no se iba a controlar.
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Matt suspiró agotado y se acurrucó más contra el cuerpo de Summer. Es que la necesitaba a ella y a esa energía tan bonita que desprendía, porque después de todo ser el ejecutor principal de la enorme manada que componían no resultaba nada sencillo, por más que Cló lo hiciese ver como un juego de niños, en realidad las responsabilidades no lo dejaban en paz ni un segundo. Solo cuando su preciosa loba se montaba sobre él y lo llevaba al éxtasis su mente podía dejar de funcionar por unos minutos para entregarse a la rubia hermosa, misma que ahora se removía inquieta entre sus brazos hasta poder girarse para contemplarlo de frente, bien de frente, atontándolo al observarlo con esos ojitos tan brillantes de amor.
—¿Te desperté? —preguntó y le besó la puntita de la nariz.
—Hueles a preocupación —respondió la loba.
—Solo estoy agotado por el trabajo, nada realmente difícil de solucionar, pero sí es difícil dejar de pensar.
—¿Quieren volver a hacer el amor? —indagó la loba tomando posesión de la mente de aquella rubia tan bonita.
—No, amor, estoy bien. Además debes descansar que mañana te espera un día de trabajo muy largo —respondió enternecido por esa entrega total por parte de su compañera.
—Nosotras no podremos dormir si ustedes no lo hacen —declaró con sinceridad.
—Calma, yo ahora me duermo, tú descansa —susurró y la besó suavecito en los labios, bien despacito solo para que ella lograra calmarse por completo.
—Amor, sabes que cuentas conmigo para hablar de lo que necesites, ¿verdad?—preguntó la humana volviendo a estar al mando.
—Claro, linda, lo sé —respondió acariciándole con cariño la mejilla—. De todas formas no creas que con todo el trabajo me he olvidado de lo nuestro —dijo viendo cómo los ojitos de su loba brillaban con más ganas, enterneciéndolo al punto que debió besarla nuevamente.
—¿En serio quieres hacerlo? —indagó acomodándose mejor en los brazos del león.
—Por supuesto, cariño, no hay nada que quiera más que marcarnos —aseguró sonriéndole bien amplio.
—¡Dios! —exclamó la rubia y se aventó a los brazos de su león, de ese que comenzaría a portar una marca suya en el hombro, misma que portaría ella.
Bueno, era definitivo, ambos estaban felices con aquella idea que surgió luego del extraño suceso en el borde del abismo, momento en el que Matt supo que nadie, jamás, podría ocupar el lugar de Summer, que él deseaba la estabilidad que ella le ofrecía, que aquel lazo era de suma importancia para su preciosa loba y nada lo hacía más feliz que cumplir cada uno de los deseos de su compañera, verle ese brillo precioso en los ojitos cuando una situación la encantaba por completo, por eso, apretándola contra su pecho mientras estaban al borde del abismo, fue que le dijo que la marcaría, que deseaba hacerlo con todas sus fuerzas porque así nadie, ni en sus más locos sueños, volvería intentar una estupidez como la que acababa de sucederles, porque sí, no había ser vivo en el mundo que quisiera meterse con el ejecutor de una manada tan importante.
Lamentablemente el exceso de trabajo, tanto para la manada como para su vida en el mundo humano, le acaparaban tanto tiempo que no había logrado preparar nada especial para su loba hermosa. Pero ya no más, no pasaría de ese viernes, ya tenía todo listo y planeado, contaba con el día libre y una noche repleta de cosas cursis que Summer adoraba con todo su ser.
Sí, desde ese mismísimo viernes Matt supo lo que significaba entregarse por completo, ser parte de algo mucho más grande que su propia vida, saberse una extensión de otro ser y que esa persona llevase consigo una parte de su propia alma. Y, Dios, terminó realmente fascinado por todo, por ser él, por Summer, por el sentimiento que explotaba en su pecho, por su león que se regocijaba de placer. Adoraba todo y lo cuidaría con su vida, protegería a Summer tal y como lo hacía con Alma, poniéndolas a ambas por encima de su propia vida.