Nuevamente levanté la vista para ver la hora en el reloj de pared detrás de la pantalla del ordenador, solo había pasado un minuto desde la última vez que revisé la hora, pronto empezaría la última valoración programada del día, aunque amo mi trabajo, no veía la hora de terminar con ese día que me había parecido eterno.
De repente sonó el intercomunicador sacándome de me ensimismamiento. Presioné el botón correspondiente.
-Luciana, ya se encuentra aquí la última paciente del día, Ana Martínez.
Levanté la mirada para ver el reloj de nuevo; puntual, pienso, para tenerlo en cuenta en el reporte correspondiente.
-Hazla seguir- le dije a Amelia, mi asistente, mientras revisaba rápidamente la historia clínica de la paciente de nuevo.
Suspiré, esperaba que esa valoración terminara pronto, estaba ansiosa por mis vacaciones en Europa.
Tocaron la puerta suavemente.
-Adelante- dije lo suficientemente alto para que me escuchara, en cuanto entró empecé a evaluar su apariencia, porte y actitud, estreché su mano en forma de saludo y me presenté. – Buenas tardes, Ana, soy Luciana Lizcano, neuropsicóloga y el día de hoy estaré encargada de realizar la valoración de tu caso, para determinar inicialmente las afectaciones que puedes tener a raíz del trauma craneoencefálico que tuviste y, asimismo, poder ofrecerte las mejores opciones para que tengas la mejor calidad de vida posible ¿tienes alguna pregunta?
Todo el tiempo estuve en automático, es increíble cómo luego de realizar por mucho tiempo una tarea la puedes hacer de manera automática. Cuando cerré la puerta, luego de despedir a la paciente, sentí una alegría inmensa que no había sentido en mucho tiempo. Escribí el reporte correspondiente, lo envíe, organicé todo en la oficina, apagué el ordenador, tomé mi cartera, las llaves del automóvil y salí de la oficina.
Amelia todavía se encontraba en su lugar.
-Amelia, pensé que ya te habías ido. – dije señalando lo obvio.
-No Luciana, estoy organizando los últimos detalles para que cuando regreses de vacaciones encuentres todo en orden. – dijo dirigiéndome una leve sonrisa. Entendía que le preocupara que al estar ausente dos meses, todo se desorganizara.
-No te preocupes por eso ahora, recuerda que tú vas a estar al pendiente de todo el tiempo que yo este fuera, sin embargo, me puedes contactar siempre que lo necesites. - Amelia era mi mano derecha desde que yo había empezado a trabajar allí y le tenía un gran aprecio.
- Lo sé, de hecho, en el sistema ya está todo listo para hacerme cargo de tu agenda y de todo lo relacionado a tus pacientes desde casa.
Me alegraba saber eso, no solo porque podría estar más tranquila sabiendo que Amelia tenía todo en orden, sino porque estar en casa le permitiría a ella pasar más tiempo con su hija y su nieto.
-Bueno, con más razón ya deberías estar camino a tu casa, si ya está todo arreglado para que no tengas que venir más por el tiempo que yo esté de vacaciones. Es más, alista tus cosas y te llevo a tu casa. – Amelia sonrió.
Durante el camino, Amelia me estuvo hablando de su nieto, que apenas era un bebé y su hija que era un par de años menor que yo. Luego de dejar a Amelia en su casa, fui a comprar unas cosas que mi hermano quería que le llevara. Al llegar a casa esa sensación de extrema felicidad regresó, terminé de empacar mis maletas y me fui a dormir, o eso intenté, estaba tan ansiosa, no solo porque después de un largo tiempo volvería a ver a mi hermano y a compartir con él y con mis papas como la familia que éramos, había algo más que en ese momento no pude identificar.
Solo dormí algunas horas, no tuve que esperar a que sonara el despertador, me levanté justo antes de que lo hiciera y me dirigí al baño. El tiempo paso demasiado lento para mí, aunque todo se aligeró luego de pasar migración en el aeropuerto, tal vez porque sabía que cada vez estaba más cerca de ver a mi hermano.
El vuelo no me pareció tan largo como creía que lo iba a sentir, cuando por fin pase migración y busqué mis maletas, mi corazón empezó a latir más rápido de lo normal, sabía que ya vería a mi hermano, Julián, seis años mayor que yo, llevaba dos años viviendo en Inglaterra, como ingeniero mecánico trabajaba para el equipo inglés de Formula 1 McLaren. Desde que tengo memoria él siempre dijo que iba a trabajar para un equipo de Fórmula 1, aunque su sueño por supuesto era trabajar en Ferrari, como el mismo decía, McLaren no está mal para empezar, menos siendo el ingeniero de carrera de Noah Duncan, uno de los pilotos más jóvenes de la temporada.
Cuando lo vi, junto a mis papás, todo lo demás dejó de ser importante, me abalancé, lo abracé y me eché a llorar. Lloraba porque toda mi vida él había sido mi apoyo, mi confidente, mi mejor amigo y cuando me rompieron el corazón, no lo había tenido para llorar en su hombro. Él solo me consentía la cabeza y me mantenía abrazada.
-Llora todo lo que quieras hermanita- decía en voz baja.
Cuando me calmé, abracé a mis papás, solo llevaba un mes sin verlos, pero también me habían hecho mucha falta. Mi hermano tomó mi equipaje y fuimos al estacionamiento para dirigirnos a algún lugar donde pudiéramos cenar y charlar. Como era el viernes de un fin de semana de carrera, mi hermano había estado todo el día en el circuito.
Julián nos llevó a uno de los restaurantes más conocidos de Silverstone, que por fuera era una casa inglesa como cualquier otra, pero en el interior el ambiente era acogedor e incluso lujoso.
-Acá vienen a comer muchos pilotos- dijo de repente mirándome fijamente.
Rodé los ojos – Y ¿Qué con eso? - sabía por qué lo decía, él creía que, si yo veía a un piloto de Fórmula 1, caería rendida a sus pies, siempre decía que lo mejor que nos podía pasar era estar juntos en el mundo del automovilismo y que no le importaba como sucediera eso, aunque yo no quería saber nada al respecto, ya había sufrido por un hombre, no quería sufrir por otro, menos por uno que con solo chasquear los dedos podía tener a muchas mujeres rendidas a sus pies y dispuestas a lo que fuera.
-Nada, tal vez pueda presentarte a alguno, uno nunca sabe dónde se puede encontrar el amor. – sonrió pícaro.
Yo no respondí nada, él sabía de sobra que yo pensaba que el amor no era para mí y que jamás me volvería a enamorar. Durante la cena estuvimos en silencio, luego, Julián pidió una botella de vino para brindar. Cuando nos sirvieron, levantó su copa.
-Brindo por ustedes -dijo mirándonos a cada uno de nosotros – Porque están aquí conmigo, porque disfruten este fin de semana de carrera tanto como yo, porque estas hayan sido sus mejores vacaciones papás y porque estos dos meses que vas a estar en Europa hermanita, sean los mejores de tu vida.
-Salud- respondimos mis papás y yo al tiempo que chocábamos las copas.
El resto de la cena transcurrió con normalidad, mis papás me relataron todo lo que habían hecho durante sus vacaciones en Europa, ellos regresaban a casa el día siguiente a mi cumpleaños, que era el domingo, por supuesto, estaba muy feliz porque celebraríamos mi cumpleaños todos juntos como siempre lo habíamos hecho.
-Hijos, su papá y yo estamos cansados. – dijo mi mamá de repente.
Ya nos habíamos tomado dos botellas de vino, pero yo no quería irme aún, todavía tenía cosas por contarle a Julián y él lo sabía.
-Bueno ma, ya llamamos un auto para que los lleve al hotel. – dijo Julián mientras escribía en su celular.
Luego de que el auto pasara por nuestros padres, Julián ordenó otra botella.
-Oye, ¿no deberías de estar durmiendo ya? – dije mirando la pantalla del teléfono, apenas eran las diez de la noche, pero sabía que al día siguiente él tendría que estar en el circuito para la tercera práctica libre y la clasificación.
-Relájate Luci, podemos quedarnos un rato más. – dijo mientras servía vino en mi copa. En realidad, él solo se había tomado una copa y no veía que fuera a beber más. – Cuéntame mejor, cómo ha estado todo últimamente.
-Todo normal Juli, sabes que después de enterarme que Sebastián estaba casado y su esposa embarazada, quise renunciar en la clínica, pero no me dejaron y a él lo trasladaron a otra sede. – respiré profundo y bebí un sorbo de vino, aún me dolía recordar que la única vez que había creído en el amor había sido engañada. – Hace poco intentó buscarme de nuevo, diciéndome que su bebé ya había nacido, que se había separado de su esposa, que no me olvidaba. – rodé los ojos, era el discurso de todos los hombres cuando llevaban una doble vida.
-Pero ya ha pasado casi un año desde que lo dejaste – señaló mi hermano, era más una pregunta.
-Si ya va a ser un año, pero aún duele un poco, sobre todo porque tú sabes lo difícil que ha sido para mí creer que puedo ser amada más allá de mi aspecto físico – dije bajando la mirada a la copa, no quería llorar. Julián tomó mis manos para que lo mirara.
-Luci, él no te amaba, quién ama no traiciona. -dijo apretando mis manos. – Además, él amor no se basa en el aspecto físico y tu debes saberlo mejor que yo.
Era cierto, yo como psicóloga sabía que el aspecto físico en el amor era meramente un filtro, no era precisamente fundamental, muchas veces las personas se enamoraban porque les gustaba estar con el otro, su inteligencia, sus ocurrencias, pero era el primer filtro, la primera impresión, si no se superaba no se pasaba a los siguientes.
-Pero todos se fijan en el aspecto físico primero. – dije en voz baja y terminé el contenido de mi copa.
Julián suspiró, era la misma conversación que teníamos siempre, él no podía debatir mis argumentos ni yo los de él así que lo dejábamos estar.
-En fin, lo que importa es que tú estés bien Luci. – dijo para cerrar el tema.
-Estoy bien. – afirmé en caso de que me estuviera preguntando y me serví otra copa. Probablemente, al día siguiente tendría un buen dolor de cabeza, pero el vino estaba simplemente exquisito. -Mejor cuéntame de ti, quiero saber todo lo que no me has contado. – dije levantando mis cejas como una caricatura.
Julián sonrió, sabía que no podía ocultarme nada. – Bueno, tú sabes que con este trabajo todo es un poco más complicado porque viajo muchísimo, ya ves, esta semana estamos acá en Inglaterra, la próxima en Austria, dos semanas después en otro lugar y así es casi todo el año, no tengo mucho tiempo para nada más. Aunque…- se detuvo como si estuviera buscando las palabras adecuadas. – creo que hay alguien.
Sonreí inmediatamente, lo conocía muy bien y sabía que si no decía nada más era porque todavía no tenía claro sus sentimientos, pero yo quería saberlo todo. - ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Cómo se conocieron? Quiero saberlo todo. – dije muy rápido.
Julián soltó una carcajada que solo escuchamos nosotros. - No cambias Luci, a ver, - suspiró- se llama Isabela Martín. – hizo una pausa para ver si reconocía su nombre, pero al ver que yo no decía nada continuó. -Es española y es periodista, así que la conocí en el Paddock, cuando le estaba haciendo una entrevista a Noah Duncan, ya sabes, mi piloto. – dijo mientras jugaba con sus manos.
Sonreí, sabía quién era Noah Duncan, sabía quién era cada uno de los pilotos, todos los fines de semana que había carrera sin importar la hora la veía, deseando siempre que ese piloto ganara y así subiera con mi hermano al podio, también lo veía porque era una forma para mí de sentir a mi hermano cerca, porque desde que tengo memoria, cada fin de semana que había un gran premio él encendía el televisor y veía toda la carrera, siempre haciéndole fuerza a su Cavallino Rampante.
Julián continuó- Y ya, la veo en todas las carreras, hablamos todos los días, hemos salido varias veces. Me gusta mucho ¿sabes? Siento que al hablar el mismo idioma y tener costumbres muy parecidas ha hecho que tengamos una muy buena relación, siento que con ella puedo ser yo mismo.
Mi hermano también había tenido relaciones tormentosas en el pasado, por alguna razón las mujeres siempre terminaban aprovechándose de él, de su nobleza, de su amor, por eso entendía que estuviera tan precavido.
-Bueno, acuérdate que el que no arriesga no gana. – era nuestro lema siempre nos lo decíamos cuando dudábamos mucho de hacer algo.
Julián sonrió y fijó un momento la mirada en alguien que estaba entrando en ese momento al lugar. -Justo acaba de entrar. – me dijo en un susurro.
En el momento que dirigí la mirada hacia la entrada, me encontré con unos ojos verdes que me miraban con sorpresa. Julián se levantó rápidamente para traerla a nuestra mesa, ella se resistió un poco, pero finalmente accedió.
-Isabela, te presentó a mi hermana Luciana. - dijo Julián en cuanto estuvo frente a mí.
La cara de Isabela con rapidez se transformó, seguramente había malinterpretado la situación al verme con Julián. Extendí mi mano para estrechar la de ella. -Mucho gusto – dijimos al tiempo y nos reímos.
-Julián me ha hablado muchísimo de ti – dijo Isabela luego de acomodarse.
Sonreí. - Espero que solo cosas buenas- dije para aligerar la situación y todos nos reímos al tiempo.
-Espero no incomodaros- dijo Isabela cuando dejamos de reírnos.
-Por supuesto que no nos incomodas – dije mientras le servía vino en una de las copas que había en la mesa.
-Propongo que hagamos un brindis- dijo Julián de repente sirviendo un poco de vino en su copa. – Por la casualidad de encontrarnos todos en este lugar. – sonrió y chocó su copa con las nuestras.
La siguiente media hora Isabela y yo estuvimos hablando de todo un poco, era apenas dos años mayor que yo y nos caímos muy bien.
-Bueno – dijo luego de terminar su copa. – Ya es hora de que me vaya.
Revisé la hora en el teléfono de nuevo, eran las 11 de la noche, así que asentí.
-Tienes razón, es hora de irnos. – puntualizó mi hermano, levantando la mano para llamar al camarero.
Julián se negó a dejarnos pagar, Isabela y yo rodamos los ojos al tiempo lo que le hizo mucha gracia. Justo cuando nos estábamos levantando, el móvil de ella sonó y tuvo que salir rápidamente para responder.
-Me ha caído muy bien – le dije a Julián mientras lo agarraba del brazo para no caerme, había bebido más de la cuenta y él lo notó.
-Me di cuenta Luci, me alegra que te haya agradado. A mis papás también les agradó. – soltó de repente. – La conocieron hoy, por casualidad también en el Paddock cuando fueron a buscarme yo estaba hablando con ella y la presenté. – dijo finalmente al ver mi reacción.
Sonreí y empecé a caminar hacía la salida. -Me alegra verte feliz… - iba a decirle algo más, pero fui interrumpida por una voz masculina.
-Julian! – dijo en inglés, la voz provenía de una mesa que acabábamos de pasar. Había un chico joven, tal vez un poco más joven que yo, a quién reconocí de inmediato.