-Lo siento, estaba distraída y no te he visto. – le dije a Alessandro en inglés soltándome de su agarre.
- No te preocupes – dijo al tiempo que se agachaba para recoger la carta que había caído al suelo cuando chocamos y me la extendía.
-Gracias – repliqué mirándolo directamente a los ojos, seguramente me sonrojé, era bastante guapo, tenía unos ojos azules como el océano y olía delicioso.
-No hay de qué -dijo mientras seguía su camino hacia el ascensor.
Entré rápidamente a mi habitación, el corazón se quería salir de mi pecho, no pude evitar recordar que la noche anterior casi lo había visto tener sexo con una mujer frente a mi puerta. Sacudí mi cabeza, para espantar esos recuerdos y concentrarme nuevamente en la carta que me había dejado Julián.
Abrí una de las gavetas en la mesita junto a la cama, y allí encontré otra nota: Tu regalo tiene muchas partes, querida hermanita, esta es solo la primera, ya te enterarás de las otras.
Bajo la nota, se encontraba una cajita de una joyería, dentro, un brazalete de oro, con las iniciales de mi familia, P y E, por las iniciales de mis papás, Pilar y Eduardo, J por Julián y L por Luciana. Era realmente preciosa.
Me estaba dirigiendo a la puerta para ir a buscar a mi hermano cuando tocaron, abrí y estaba mi familia allí. Los abracé a todos, agradeciéndoles mi regalo.
-Iremos a cenar a otro restaurante, Luci. – dijo mi hermano, cuando los solté. - ¿Estás lista?
Asentí, tomé mi cartera y apagué la luz de la habitación. Cenamos en un restaurante parecido al de la noche anterior, yo no tenía interés en beber de nuevo así que Julián ordenó para mí un té frio.
Durante la cena, hablamos respecto a la clasificación y los proyectos que tenía mi hermano para el futuro. Esa noche quería descansar un poco más, estaba agotada de haber estado todo el día en el circuito así que en cuanto terminamos de cenar, regresamos al hotel.
En cuanto me despedí de mis padres y de Juli, me dirigí a mi habitación. Me duché nuevamente y me vestí con un pijama de seda de pantalón corto. Entré en la cama y prendí el televisor, estaban dando alguna película romántica que ya no recuerdo y me quedé dormida.
Estaba en una playa, escuchaba las olas, me sentía feliz, un hombre me abrazó por la espalda, me sentía segura, puso sus manos en mis caderas y yo puse mis manos sobre las de él, me giré para verlo, era Sebastián, y todo se transformó.
Me desperté agitada, no me gustaba soñar con él, era parte de un pasado que quería olvidar, miré el reloj, eran las 2:30 de la mañana, intenté dormir de nuevo pero cada vez que cerraba los ojos, recordaba el sueño. Decidí salir al balcón, tal vez así me podría despejar y regresar a dormir.
Abrí la puerta y salí, vi a un hombre en la baranda del balcón de la habitación contigua, no pareció darse cuenta de que yo estaba allí, no pude evitar detallar su espalda desnuda, su musculatura; estaba apoyado en la baranda, mirando hacia abajo, parecía ido, como si estuviera pensando en dejarse caer.
-Dime por favor que no estás pensando en lanzarte. – dije en inglés. Luego, pensé que era una estupidez lo que había dicho, por supuesto si lo estaba pensando no me lo iba a decir. Aunque por lo menos logré que su atención se desviara, se giró hacia mí y me sonrió. Recorrí todo su cuerpo perfectamente esculpido rápidamente.
- No, no lo estaba pensando, pero si estaba teniendo ideas pesimistas – admitió, mientras me miraba.
Sonreí, quería hacerle saber que, si quería contármelo, podría escucharlo, iba a decirle algo, pero el habló primero.
-Por cierto, no sé tu nombre. – dijo acercándose a mi para brindarme su mano. – Alessandro Salvatore.
Volví a sonreír. – Luciana Lizcano – dije estrechando su mano.
- Un placer conocerte Luciana – dijo en español, con acento castellano cuando solté su mano - ¿Cómo está tu hombro? – preguntó señalándolo.
Dirigí la mano a mi hombro mientras recordaba el incidente de la tarde. – ¡Oh! Está en perfectas condiciones, como si nunca hubiera chocado con el tuyo. – dije riendo.
Él también río. – Me alegra saberlo.
Asentí, siempre había odiado el silencio, siempre había sido tímida también. No quería que lo atormentaran sus pensamientos pesimistas, después de todo lo más importante para mí era la salud mental de las personas, así que dije lo primero que se me vino a la mente, ni siquiera lo pensé mucho.
- ¿No deberías estar durmiendo? – solté, había hecho la pregunta incorrecta, tenía que arreglarlo rápido. – Perdón, no es mi asunto, solo que bueno, suponía que un piloto tenía que dormir bien, aún más antes de una carrera.
Alessandro suspiró y bajó su mirada.
- ¿Qué te sucede? – pregunté dándole la oportunidad de sentirse libre de contarme si quería, lo que le sucedía.
Levantó nuevamente la mirada.
-Mmm, no sé, me siento frustrado tal vez, puede que decepcionado. Siento que estoy decepcionando a otros y a mí mismo. – suspiró de nuevo – Llevo tres carreras desastrosas por diferentes razones y… - bajo nuevamente la mirada -Temo continuar así y que al final decidan darle mi asiento a alguien mejor. – levantó nuevamente la mirada y nuestros ojos se encontraron – Lo siento, no quería abrumarte con mis pesimismos.
Yo sonreí. – No me abrumas, soy psicóloga, así que básicamente estoy para escuchar a las personas. Entiendo, tus temores, aunque creo que son infundados. Todos los pilotos o por lo menos desde que yo veo la Fórmula 1 todos los pilotos en algún momento han tenido malas carreras, incluso malos campeonatos. No dejas de ser valioso para el equipo solo porque has tenido situaciones que se salen de tus manos y te impiden lograr tus objetivos. – tomé aire mientras organizaba mis ideas. – El pasado es solo una herramienta a la que puedes recurrir para mejorar en el presente, pero depende de ti, solo tú puedes hacer que el pasado sea solo eso, algo que ya pasó o que sea algo que te controlé siempre.
Él suspiró de nuevo, parecía estar pensando en lo que acababa de decirle.
-Piénsalo como si tu cerebro o tu mente que es la que controla todo en ti, fuera el volante del monoplaza que conduces, si le pones la configuración correcta va a ir mejor, si por el contrario no lo haces, va a fallar. Así mismo somos nosotros los seres humanos, si dejamos que nuestro miedo a fallar y el pasado nos controlen, eventualmente fallaremos, si, por el contrario, aprendemos del pasado y somos conscientes de nuestras capacidades vamos a ir bien. Por supuesto, es normal tener miedos y dudas.
Él sonrió. – Sabes de configuración de monoplazas. – señaló con lo que a mí me pareció admiración.
Sonreí. – Bueno, le aprendí a mi hermano, que es el mejor. – dije respondiendo a su comentario.
El pareció seguir pensando en todo lo que le había dicho.
- ¡Tienes razón! - dijo emocionado. – Nunca he sido de los que se dejan dominar por sus pensamientos, gracias por escucharme y por lo que me has dicho. – dijo acercándose más a la baranda que separaba su balcón del mío.
- No hay de que, me alegra haber ayudado en algo. – dije, tal vez me sonrojé, al tenerlo más cerca.
-Espero verte mañana en el circuito. – dijo.
-Claro, allí estaré, alentando al equipo naranja. – no sé porqué dije eso.
Aunque debió parecerle gracioso, porque se rio mientras meneaba la cabeza.
-Ya veremos – dijo finalmente. -Me ha encantado conocerte Luciana.
-A mi igual Alessandro, descansa. – dije mientras me dirigía de nuevo a mi habitación.
Revisé la hora en el móvil, eran las 3:30, habíamos estado hablando por una hora, aunque no me había parecido así. Me metí de nuevo en la cama y me dormí rápidamente, había olvidado por completo la pesadilla con Sebastián.
Me despertó el sonido de la puerta al ser golpeada, me levanté y me dirigí allí para abrirla. Cuando abrí la puerta, encontré un hermoso arreglo floral de rosas y lirios. Lo tomé y entré de nuevo en la habitación.
Dejé el arreglo en la cómoda y me fijé que había una tarjeta, pensé que era otra de las partes del regalo de mi hermano, pero me equivoqué, la tarjeta ponía:
Gracias nuevamente por escucharme. Me enteré de que hoy es tu cumpleaños y no quise ignorarlo. Disculpa mi atrevimiento, espero que no te moleste. A. S.
No puede evitar sonreír, era un gesto encantador, aunque no estaba segura de como se había enterado hasta que recordé, la carta que tal vez había alcanzado a leer cuando chocamos el día anterior en el pasillo.
Estaba por entrar al cuarto de baño para alistarme, cuando tocaron nuevamente a mi puerta, abrí y allí se encontraba una gran caja blanca con un lazo lila y una carta. Sonreí, seguramente ese si era de mi hermano. Tomé la caja y entré de nuevo en la habitación, le deposité en la cama y abrí la carta.
Querida Luci, mis papás y yo decidimos regalarte esto, para que te sientas tan hermosa como eres y como nosotros te vemos.
Con cariño Julián y papás.
PD. Te vemos en la azotea para desayunar.
Abrí la caja y me encontré con dos vestidos preciosos. Uno era de color celeste con un estampado de flores en la zona del pecho y llegaba hasta antes de la rodilla. El otro, era de dos tonos, hasta la cintura era rojo y luego caía hasta los tobillos en tela negra, con una abertura lateral. Dentro de la caja venían unos zapatos rojos.
Debido a que estaríamos parte del día en el circuito, decidí utilizar el primer vestido. El segundo, seguramente sería para la noche. Apenas estuve lista, me dirigí a la azotea como me había dicho Julián.
Cuando llegué, mi hermano, mis papás e Isabela estaban allí.
- ¡Feliz Cumpleaños! – dijeron en cuanto me vieron y se acercaron a abrazarme cada uno.
El desayuno fue rápido puesto que Julián e Isabela tenían que ir pronto al circuito, yo no había reparado en la hora hasta ese momento, pero era cerca de las 11 y ellos debían estar en el circuito sobre el medio día.
Aunque la carrera empezaba a las tres, yo quería estar presente en los actos protocolarios y el desfile de pilotos, así que tomamos la decisión de llegar todos juntos al circuito.
Luego de pasar los filtros correspondientes, mis papás decidieron acomodarse en el mismo lugar del día anterior, yo decidí ver la carrera desde el box, aunque estuve la mayor parte del tiempo en el tráiler de McLaren, hasta que empezaron los actos protocolarios sobre la 1 de la tarde.
Pude estar en la grilla de partida y fue increíble, se sentía la presión, pero también era un ambiente diferente para mí, había muchos famosos, algunos equipos los invitaban y ellos también veían la carrera desde los boxes. Yo estaba concentrada en toda la organización y la dinámica del Gran Premio, así que no presté demasiada atención a los pilotos y sus entrenamientos de reflejos antes de subir a los autos.
Luego de los actos protocolarios, los pilotos se subieron a sus autos y yo regresé al box con Julián, me puse los audífonos para que el ruido no me lastimara y para poder escuchar la radio de los pilotos del equipo.
A las 3 empezó la vuelta de formación y cuando las luces rojas del semáforo se apagaron, la carrera inició. Fue una largada muy interesante porque Alessandro logró tomar la primera posición antes de la primera curva, de hecho, lideró gran parte de la carrera hasta que lo llamaron a boxes, la estrategia de Ferrari no salió como lo esperaban, aunque lograron las dos primeras posiciones, solo que Charlie fue el vencedor de ese gran premio y Noah, logró quedar en el tercer lugar, lo que le ayudó a McLaren a sumar algunos puntos.
En cuanto los pilotos que subirían al podio se bajaron de sus autos, se dirigieron al lugar donde se encontraban sus equipos, yo había terminado mezclada entre los hombres de Ferrari y McLaren. Noah abrazó a mi hermano y el resto del equipo. En Ferrari sucedió lo mismo, Charlie llegó primero y lo abrazaron, luego Alessandro se acercó y sucedió lo mismo. Cuando nuestras miradas se cruzaron, nos sonreímos.
Luego, se realizaron los actos protocolarios primero las entrevistas, luego el podio, los himnos y el champan.
Estaba muy feliz por mi hermano y por Noah, aunque también lo estaba por Ferrari y por Alessandro, de alguna forma estar nuevamente en el podio le haría ver que sus miedos eran infundados.
Sobre las 6 de la tarde, mis papás y yo regresamos al hotel. Fui a mi habitación, me duché y me vestí nuevamente, esta vez con el vestido de la abertura. Mi hermano había arreglado todo para llevarnos a cenar a un restaurante y celebrar mi cumpleaños.
En cuanto estuve lista, me dirigí a la recepción para encontrarme con mis papas y Julián. No dirigimos a un restaurante en Whittlebury. Cenamos y bebimos vino. Estábamos decidiendo si pediríamos postre cuando Julián habló.
-Luci, ¿te gustaría acompañarme luego de cenar?
- ¿A dónde? – pregunté más por curiosidad, puesto que tenía decidido que no quería irme aun al hotel, después de todo no se cumplían 25 años todos los años.
-A un bar. – no dijo nada más y yo asentí.
-Vayan y disfrutan – dijo mi mamá, por si teníamos dudas. – Nos dejan saber cuándo estén de regreso en el hotel.
Decidimos no comer postre, puesto que era tarde y nuestros padres estaban cansados. Un auto pasó por ellos para llevarlos al hotel. Luego, Julián y yo nos dirigimos al bar.