El Niño Vulgar

1722 Words
El día siguiente, para las 8 de la mañana ya esperaba por Fátima. El itinerario similar en horario, con diferencia de lugares, la hizo decidir usar un vestuario parecido. Un traje ejecutivo de falda tubular a la rodilla, en color blanco, zapatos negros de aguja. Sin maquillaje, solo brillo y delineador. La primera impresión de la ciudad, hizo que Aranza prestará minuciosa atención a los lugares el primer día; pero ese segundo día de presentaciones, le parecieron recintos nada fuera de lo común. Edificios de vitrales glamurosos, amplias salas, y lo obvio, muchos libros. Los eventos transcurrieron sin novedades, puntuales y previsibles. Para las 6 de la tarde fue a cenar con Fátima, un restaurante distinguido y reconocido por su ostentosidad y alta cocina típica de la ciudad. -Aranza el chico que está en la mesa de la derecha está constantemente mirando en ésta dirección –Fátima le comentó mientras esperaban el postre. Aranza trató de ver despistadamente; pero se cruzó con los ojos azules del chico, le sostuvo la mirada unos segundos y casi enseguida le sonrió. -Fátima, es un niño, ¿cuántos años le calculas? –Le preguntó Aranza ya después de verlo. -¿22? –Le respondió en forma de pregunta, por lo que ambas se rieron –Tengo mucho tiempo de conocerte y no te he sabido de un solo novio, ni siquiera que salgas a divertirte –Aranza rió burlonamente, Fátima no tenía la menor idea –No entiendo porque te estás riendo –Finalizó en un tono más serio. -Si salgo con él, ¿me dejarás en paz? –Le dijo Aranza aún con una sonrisa en su rostro. -¿Pues no qué es un niño? –Fátima estaba contrariada, pero divertida ante la situación. -Pues si le calculamos 22 le llevó 6 años; pero está bien, tiene más ventajas que desventajas –Aranza también se sintió divertida –Veamos si me sigue, voy al tocador –Se levantó y se dirigió a los baños. Fátima se percató que unos segundos después, él también se levantó para ir en la misma dirección que Aranza. Aranza entró, hizo sus necesidades y cuando salió, lo tenía frente a ella, no dudó en detallarlo: su rostro inmaduro, piel bronceada, 1.80, cabello castaño oscuro, vestía un traje n***o con camisa blanca y corbata azul con detalles en blanco. -Hola –Él le dijo un poco inseguro. -Hola –Aranza respondió sonriendo coquetamente y más segura. -¡Diablos! - Se pasó una mano por el cabello -Te ves más hermosa de cerca, y esos ojos son adictivos – Su expresión llena de lujuria hizo a Aranza mantener su sonrisa. -No soy de Ciudad Lambda, ¿me mostrarías cómo es la vida de noche? –Aranza se humedeció los labios y se mordió el labio inferior, haciendo que él fijara su mirada en el detalle, perdiéndose por unos segundos. Ella al darse cuenta sonrió aún más divertida. –¿Sí? –Preguntó sacándolo de su ensimismamiento. -Por supuesto –Le respondió –Pago la cuenta y nos vamos. ¿Irá tú amiga? – -No, voy a despedirme de ella y te veo en la puerta, ¿está bien? –Respondió Aranza, pero se alejó de él sin esperar respuesta. Él aprovechó para verle la parte posterior, perdiendo unos momentos observándola. Aranza volvió a su mesa con una sonrisa de victoria, ni siquiera se sentó, solo tomó el último trago de la copa de vino. -¿Qué pasó? –Fátima le preguntó, y aunque sospechaba la respuesta, era reacia a creerlo. -Te dejo, te veo mañana a las 8 para desayunar –Aranza tomó sus pertenencias y le guiñó un ojo, alejándose de ella hacia la puerta. El chico ya estaba esperándola, le abrió la puerta del restaurante para que pasara ella primero. El auto estaba justo en la entrada, ya listo para ellos. Le ayudó a entrar al vehículo y en pocos segundos, él ya estaba encendiendo el motor, e instantáneamente se escuchó música en el fondo. -Soy Esteban, ¿qué tipo de lugar quisieras conocer? –Finalmente se presentó, y puso en marcha el auto. -¿Es muy temprano para ir a bailar? –Aranza preguntó dudosa. -Conozco un lugar que ya está abierto a esta hora –Esteban le aseguró. Aranza iba viendo por la ventana las tenues luces que comenzaban a iluminar los edificios, por la pérdida de la luz natural. Esteban comenzó haciendo preguntas que para Aranza eran un poco personales, así que optó por no revelar mucho de sí misma y logró que él hablara más. Aunque el trayecto no fue particularmente largo, Aranza ya sabía que Esteban tenía 23 años, no tenía novia, había nacido y crecido en Ciudad Lambda, era Ingeniero Civil, a su familia le pertenecía una empresa constructora de renombre, que él en un futuro comenzaría a hacerse cargo. Llegaron al destino, un club nocturno que al parecer Esteban frecuentaba, porque la persona a cargo de estacionar los vehículos y el guardia de la entrada del lugar, los saludaron animadamente, y a él por nombre. Pasaron por un pasillo obscuro con luces neón, y al final del mismo se abría el panorama al amplio lugar. Tenía una pista al centro, las mesas alrededor por niveles; la música a muy alto volumen y los cambios de luces los invitaban a la pista a bailar. No se sentía que hubiera mucha gente, sin embargo la pista se veía llena con personas bailando libremente. Un camarero se acercó a Esteban, saludándolo entusiasmado le señaló una área, haciendo que Esteban tomara de la mano a Aranza para ser guiados a la que sería su mesa. Esteban se acercó al oído de Aranza –¿Qué quieres beber? – -Cualquier bebida que sea dulce –Respondió Aranza igual que él, al oído. Mientras él ordenaba, ella paseó su vista por el lugar; y cuando regresó su mirada a Esteban, vio al camarero alejarse para traer las bebidas casi al instante. La invitó a bailar, casi a un lado de la mesa; ahí, bebida tras bebida ambos se deleitaron moviendo el cuerpo al ritmo de la música. Poco a poco fueron bailando de manera sensual y provocativa. Esteban tenía a Aranza frente a él, tomándola de su cadera; sus cuerpos estaban en total contacto, y Aranza podía sentir el m*****o erecto de Esteban cerca de sus nalgas. Él tenía su rostro cerca de uno de los oídos de Aranza. –Aranza, quiero cogerte –Le dijo totalmente deshinibido. Ella sintió un cosquilleo recorrerle el cuerpo –Quiero meter mi v***a en tu panocha húmeda –La frase le hizo soltar un gemido inaudible a Esteban. Se giró y frotó su cuerpo contra el de él –¡Vamos al baño, quiero comérmela toda ya! –A ella también le urgía sentirlo. La tomó de la mano, guiándola apresuradamente al baño de caballeros, donde entraron directamente a uno de los cubículos. Varios hombres los vieron, pero no dijeron nada. Esteban se bajó su pantalón y el bóxer, Aranza se levantó la falda para quitarse la ropa interior, pero antes de que él intentara penetrarla, ella lo detuvo. -El condón –Dijo casi desesperada. Esteban torpemente tomó de nuevo el pantalón para sacarlo, Aranza se lo quitó de las manos, abrió el sobre y se lo colocó sin más demoras. Con el cuerpo pegado contra la puerta, él le levantó una pierna y la penetró salvajemente. Aranza gimió al sentir el m*****o entrando y saliendo sin compasión. Esteban desabrochó su blusa lo suficiente para descubrir el brassier blanco que usaba, introdujo su mano para sacar uno de los senos y lo acarició ferozmente. -¿Te gusta puta? –Aranza se sorprendió, pero no pudo ofenderse, por algún motivo le pareció excitante. -Sí pendejo, dámela más duro –Esteban sonrió ante las palabras de Aranza, y de súbito cambió la posición, la giró y lo hizo tal como ella se lo solicitó, más duro. -Sí puta, voy a hacer que te corras, y tus contracciones ordeñaran mi v***a -Aranza estaba contra la puerta, se sostenía como podía, y la intensidad la estaba llevando lentamente a la cúspide del placer. Sólo unos momentos más la volvió a girar teniéndola de nuevo de frente, para deleitarse con el placer que mostraba la expresión de Aranza. -¿Qué? ¿Ya te vas a correr? – Le dijo con una sonrisa de satisfacción y un tono arrogante. -Sí pendejo, mírame y escúchame –Las palabras de Aranza le parecieron tan insolentes, que ella pudo ver el rostro de Esteban obscurecer libidinosamente, y aunque no respondió, supo que lo deseaba. Con la mezcla de circunstancias: el lugar donde lo estaban haciendo, la posición, la persona, y la sensación placentera que le daba el sexo en sí mismo, hizo que alcanzará el orgasmo. Cerró los ojos y los gemidos escaparon de su boca sin represión. Esteban al verla entregándose, se unió a ella arremetiendo con fuerza. Esteban la abrazó, le dio un beso en la mejilla –¡Esto estuvo grandioso! –Y ambos se sumergieron en una risa tonta, efectos tal vez del alcohol. Se vistieron y salieron del cubículo, bajo la mirada de varios hombres. La música volvió a llegar con intensidad a sus oídos, llegaron a la mesa y Aranza vio la hora, 1 de la madrugada. Trató de despedirse de Esteban, pero lo vio tomar su celular y mover los dedos enviando un mensaje. -Déjame llevarte a tu hotel –Él le ofreció, y la tomó de la mano para conducirla a la salida, pero Aranza no lo deseaba. -No puedes manejar en ese estado, será mejor que me vaya en un taxi –Ella buscaba zafarse. -No voy a manejar, ya viene mi chofer. Por favor, no quiero dejarte ir en un taxi –Esteban insistía y no la soltaba de la mano. Llegó su auto, él le abrió la puerta de la parte de atrás del vehículo, y entró detrás de ella. Aranza no tuvo más remedio que darles el nombre del hotel donde se estaba quedando. El trayecto de regreso fue corto, ya que iban entre risas y caricias. Cuando Aranza llegó a su habitación, se tiró en la cama sonriendo. Y pensando que de aquella experiencia saldría una gran historia, se quedó dormida.
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