La Sonrisa en los labios de Alexei no se hizo esperar, le precia tan divertida la reacción del hombre, le quedaba claro que no veía a esa mujer con otros hombres que no fueran los de un padre. Toda esa situación era tan graciosa que lo único que pudo hacer mientras ella se levantaba fue quedarse sentado en el borde de la tina con sus pantalones empapados y su camisa abierta debido a que los botones para cerrarla ya no existían. Por otro lado, Montserrat estaba mirándolo con picardía, al reconocer que habían cometido una travesura, sabía que nadie estaba en la facultad de reprocharle nada, era la Regina y su voluntad siempre era respetada y entre ambas mafias no existían problemas más que los libidos calientes de ella y el actual capo ruso. Cuando estuvo presentable para que el guardaespa