Capítulo 4

2289 Words
Me arreglo un poco más de lo habitual, ya que quiero lucir un poco más “madura”, para que el señor Singh, no me vea como a una niña.   —Me gusta… —Le digo a mi reflejo, mirándome en detalle.    El jeans n***o, entallado en la cintura y el body color nude, hacían resaltar todas las formas en mi cuerpo, y supongo que será tema de conversación en OfferMarket, ya que siempre me han visto con ropa más holgada, sin enseñar tanto.   —Oye, pero qué guapa —dice Stella, una vez que aparezco en la cocina para desayunar.   El olor a café inunda mis fosas nasales, abriéndome el apetito casi de forma instantánea.   —¿Con quién es la cita? —vuelve a preguntar Stella, mientras le robo una tostada con mantequilla y mermelada, de su plato. —Con nadie… —contesto con la boca llena—. Ya te había dicho, el señor Singh, pidió hablar conmigo y sólo quise verme un poco más “adulta” —agrego, haciendo las comillas imaginarias con los dedos. —Oh… ya veo… y quieres provocarle una buena impresión, ¿verdad? —bromea, alzándome las cejas de arriba abajo, por lo que le doy un empujón amistoso y le saco la lengua.   Conversamos por unos momentos más, en tanto terminamos de tomar desayuno. Le dejo un sonoro beso en la mejilla a mi amiga y voy al baño a lavarme los dientes, para partir rumbo al trabajo.   —¡Suerte con el señor misterio! —grita desde la puerta Stella, por lo que me asomo por la puerta del baño y le hago adiós con la mano.   La veo salir y me doy una mirada en el espejo una vez más, alborotándome el cabello y asintiendo en aprobación.   Camino a paso rápido, para llegar de una vez a OfferMarket. Nunca me había sentido tan “visible” en mi vida. Apenas puse un pie fuera del apartamento, me sentí acosada por los piropos y silbidos, lo que me hace sentir extraña e incómoda.   Entro a toda prisa a mi lugar de trabajo y la mirada atónita de Ben me hace ponerlos ojos en blanco.   —¿Tu también, Ben? —pregunto, un tanto cabreada. —No es normal ver OfferMarket convertido en una pasarela, de un día para otro, Zoe… disculpa —contesta avergonzado. —No te preocupes, Ben… —Le palmoteo el brazo, que debe ser tan ancho como una de mis piernas—. No es para tanto —sonrío—. Venía incómoda desde que salí del apartamento… —bufo—, parece que una no puede arreglarse un poco más, de vez en cuando —Ben sonríe. —No eres la única que pensó lo mismo —responde, con una amplia sonrisa, y no comprendo a lo que se refiere, pero le hago un asentimiento y termino de entrar hasta los vestidores, donde encuentro un revuelo, con todas las chicas súper arregladas, perfumadas y maquilladas.   «Ahora entiendo a lo que se refería Ben, con lo de la pasarela», suelto una carcajada, logrando llamar la atención de todas mis compañeras, lo que nos hace reír.   —¡Ay no…!, ¿tú también, Zoe? —bufa Donna, mientras termina de atarse el cabello, para luego ponerse la malla sobre éste—. Lo que hace una cara bonita con ustedes, niñas —Se burla y sale entre risas de los vestidores.    Dejo mis pertenencias en mi casillero. Guardo la llave en el bolsillo de mi pantalón, además de mi móvil.   —¿Tu no te pondrás el uniforme? —cuestiona Nikki y niego. —El señor Singh me citó para que hablara con él… quiero verme un poco más “formal” —contesto, logrando sacarle una risa a Nikki. —Pues haz fila… —Se ríe—. Llegó con otro hombre, con el que lleva encerrado en la oficina del señor Brown desde entonces —comenta. —¿Ya llegó? —cuestiono y asiente. —Creo que tuvo que esperar a que llegara Ben, con las llaves —dice, haciendo una mueca. —Bueno… creo que, será mejor que vaya a mi área —menciono, volviendo a abrir el casillero, tomando la camisa color rojo, con el logo de OfferMarket y poniéndola sobre el body.    Termino de abotonar la blusa, metiéndola dentro del pantalón y acomodándola para que no se vea tan grande, como realmente lo es. Me dejo los botines con taco, por si acaso y pincho el pin con mi nombre y cargo, en el bolsillo frontal de la camisa, justo sobre el logo.   —Bien… allá vamos —digo, al salir de los vestidores.   Mis tacones retumban en los pasillos del supermercado, logrando que algunos de mis compañeros volteen a mirar de dónde provienen. Algunos se me quedan mirando con cara rara, pero simplemente decido ignorarlos.   —Vaya… ¿compañera nueva? —Drew no podía faltar con el comentario insidioso. Se ríe con sorna, mirándome de arriba abajo, con una ceja alzada. —Una que te va a dar donde más te duele, si no la dejas en paz —respondo, poniéndome detrás de la balanza y sacando mis cosas, para comenzar mi jornada. —Mientras no seas una niñata, como la que estaba antes… —agrega, haciendo una mueca graciosa, por lo que muerdo el interior de mis mejillas para no reír. —Devuélvete a tu polo, osito —Le hago un ademán con la mano, para que de se la vuelta y me deje tranquila. —¿Esperas que el nuevo jefe te ascienda, si te acuestas con él? —pregunta con desdén, por lo que no sé cómo es que llego tan rápido a su lado y le doy una fuerte cachetada. —¡Pídeme una disculpa, Drew Sullivan! —exijo, alterada, lo que hace que mis otros compañeros se acerquen a mirar. —Pero si es obvio… —dice, con la mejilla roja, pero con tanto orgullo que no se soba ni nada—. O, me vas a decir que te arreglaste justo hoy, porque el día está bonito —Se mofa.    Aprieto los puños, a mis lados, contando hasta mil, para no tirarme encima y darle su merecido. La rabia y el coraje me tienen petrificada en el lugar, como un toro esperando correr a darle la cornada a su oponente.   —Cálmate, mi niña —dice María, tomándome por los hombros y alejándome un par de pasos. Mis ojos se cristalizan. —Y tú… —Nikki mira de arriba abajo a Drew, con el ceño fruncido—. No hables de lo que no sabes, ¡desubicado! —Le reclama Nikki—. Si ella quiere salir desnuda de su casa, uno de estos días, el problema es de ella, no tuyo —Le da una mirada asesina, mientras los demás asienten en su dirección. No sé en qué minuto, la mayoría de mis compañeros a nuestro alrededor, observando con desaprobación la escena que teníamos montada Drew y yo.   —¿Qué le hiciste esta vez, Drew? —pregunta Robert, acercándose a mi lado y abrazándome por los hombros. —Llegó el defensor de los desvalidos… —dice con sorna, Drew.   Creo que esto es demasiado show para mi gusto y estamos desatendiendo nuestras labores, además de que odio los chismes, por lo que me suelto del agarre de mi amigo.   —Creo que lo mejor es que dejemos este circo, para otro momento… ahora, deberíamos volver al trabajo, que para eso estamos aquí —digo, con voz de mando. Muchos asienten, mientras que Drew no mueve un pelo. —Tú no me vas a ordenar qué hacer, niñata —dice burlón. —Haz lo que quieras, Drew —contesto y me doy media vuelta, pero me detengo antes de avanzar—. Tal vez, te vaya bien moviéndole el rabo al nuevo jefe… —digo sarcástica y camino hacia mi puesto, escuchando las maldiciones que me tira Drew.   Sonrío triunfal hasta llegar a mi área, poniéndome a trabajar de inmediato.   (…)   El día se me ha hecho eterno, el señor Singh no se digna en aparecer, los pies me están matando con los tacones, y necesito comer algo, por lo que dejo mi puesto por un momento y voy al área del casino. Me encuentro con Robert, que está dejando unos croissants recién horneados, en uno de los canastos en el sector de panadería, ya que, para llegar al casino, debo pasar por ahí, abriéndome el apetito aún más. —Moriré de hambre si no como algo ahora —Me quejo, apoyando mi cabeza en su hombro. —¿Y por qué no has venido a almorzar, aún? —pregunta, curioso, mientras acomoda las canastas, con el pan que quedó de la mañana. —Se supone que me reuniría con el señor Singh, pero aún no aparece… —respondo, cabreada—. Me duelen los pies con estas cosas —Señalo mis botines y se ríe. —Otra más que se flechó con el nuevo… —Toma uno de los grandes canastos vacíos y se lo pone sobre el hombre, para comenzar a caminar hacia el interior de la panadería, por lo que lo sigo. —Nada que ver, sólo quería verme más profesional, más madura —comento y Robert suelta una gran risotada.  —Si, claro… si hasta Nikki, se ha maquillado más de lo normal —menciona, haciendo un puchero adorable—. No sé qué le vieron al nuevo jefe… además, es mayor que ustedes… —Se queja, dejando el canasto a un lado de las bandejas, donde dejan el pan recién salido del horno. —Ni siquiera me he fijado en eso, Rob… —digo, restándole importancia, por lo que mi amigo sonríe. —Ya… vamos a almorzar, yo tampoco he comido nada —Me ofrece su brazo, por lo que lo engancho y caminamos hacia el casino. (…) —Nos vemos, Zoe —Se despide Robert, mientras retoma sus labores y yo me dirijo a los vestidores, para ponerme las zapatillas, ya que mis pies lo agradecerán. No alcanzo a llegar a la puerta del vestidor, cuando veo a Nikki, corriendo hacia mi. —El nuevo jefe te andaba buscando, Zoe… —jadea—. Te busqué por todos lados... —dice, aún jadeando—. Que vayas a su oficina —agrega y mis alarmas se encienden de inmediato. —La oficina del señor Brown, será —contesto, frunciéndole el ceño—. Lo siento, piececitos, tendrán que esperar —digo en voz alta, mirándome los pies, lo que hace que Nikki se ría. —No es tan malo como lo quieres ver, Zoe —Lo defiende, por lo que revoleo los ojos y le saco la lengua, para caminar hacia la escalera y subir a la oficina. Siento mi corazón a mil, como si hubiese corrido una maratón y las manos, una vez más me sudan, por lo que las limpio en mis pantalones. Subo la escalera, sin despegar los ojos de la puerta de la oficina, que está cerrada.  Los tacones retumban con cada paso que doy, hasta que termino de subir la escalera metálica y llego frente a la puerta que, he abierto durante casi siete años. Vuelvo a limpiar mis manos en los pantalones y le doy dos toques a la puerta. Se escucha un ruido extraño y luego que se aclaran la voz, seguido de un “¡Adelante!” Tomo el pomo de la puerta y lo giro, abriendo con cautela. Muerdo mis mejillas, intentando de no reír, al ver a mi nuevo jefe, el señor Singh, con una mancha de salsa en su camisa y batallando por limpiarla con una servilleta. —¿Lo puedo ayudar, señor Singh? —El hombre alza la vista, y me vuelvo a perder en esos ojos, color misterio. Su cabello rebelde cae sobre su frente, lo que lo hace ver demasiado atractivo, para mi propio mal. —Discúlpame, Zoe… —Insiste en pasarle la servilleta a la mancha, empeorándola—. No había tenido tiempo de almorzar y cuando fui a comprar, recordé que quedamos de conversar los dos —Asiento y le tuerzo una sonrisa. —No se preocupe, señor Singh… Los accidentes pasan —Me encojo de hombros—. Pero si me permite, pasándole una servilleta, sólo lo estropeará más —aconsejo, por lo que vuelve a mirarme, pero ahora con curiosidad—. Si mal no recuerdo —Me muevo hacia uno de los muebles, donde el señor Brown guarda los uniformes sellados, abro una de las gavetas y busco entre las prendas, encontrando algo que le puede quedar bueno a mi nuevo jefe—, el señor Brown siempre tiene uniformes aquí —Saco de la bolsa, en la que viene sellada y le saco todos los ganchos, estirándola un poco—. Creo que esta puede ser de su talla —Se la entrego y sus ojos, esos ojos… «Ayúdame, diosito», me capturan una vez más, logrando ponerme demasiado nerviosa. —Gracias, señorita Anderson… —responde y comienza a desabotonar su camisa—, si no le molesta —Me giro y se cambia la camisa, queriendo imaginar lo que hay debajo de la que tiene puesta—. Me queda un poco holgada, pero al menos, me veo más presentable… —dice, para que me voltee, cosa que me toma un poco más de lo que quisiera—. ¿Qué opina? —Trago saliva con dificultad y le levanto el pulgar, al no lograr decir una palabra, ya que aún seguía abotonándose la camisa, dejándome ver un perfecto pectoral, esculpido por los mismísimos dioses. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD