Una amplia sonrisa se manifiesta en su rostro con una hermosa, radiante y perfecta dentadura que deslumbraría a cualquiera, incluida yo.
«¡Oh, Dios…!», pestañeo en repetidas ocasiones y me aclaro la voz.
—Buenas tardes, señorita… —dice en tono de pregunta, con su masculina voz, mientras me siento como un cubo de hielo, a pleno sol, en el desierto.
—Zoe Anderson, señor Singh —respondo y le tiendo la mano, que, por alguna razón, está un poco húmeda y me tiembla el brazo. Cuando la toma, siento como si me hubiese dado un golpe de corriente, y se siente enorme, en comparación de la mía.
—Zoe… —sonríe—. Bonito nombre, señorita Anderson —dice amable, por lo que asiento, en agradecimiento—. Eres bastante joven, Zoe… —indaga, con una ceja alzada, por lo que le frunzo el ceño y ya creo que sé por dónde va esta charla.
—La edad no siempre significa experiencia, ni sabiduría, señor Singh… —respondo a la defensiva, se toma el mentón y me mira con una sonrisa en el rostro.
—No me cabe duda, que, si fue capaz de liderar a todo el personal, para dejar correctamente OfferMarket cerrado, con los clientes bien atendidos y traer a sus compañeros hasta acá, tiene un gran poder de liderazgo, señorita Anderson —dice finalmente, sintiéndome sorprendida por su halago—. Además, tengo entendido que es la que reaccionó primero, cuando el señor Brown tuvo este problema de salud, llamando a la calma a los clientes y trabajadores —agrega, por lo que asiento y me pregunto, cómo es que supo todo eso—. Y como si fuera poco, le dio aviso a la señora Brown, tranquilizándola y dándole las indicaciones para encontrarse con su esposo aquí —menciona y me ha dejado sin palabras, porque sabe absolutamente todo lo que ha pasado, desde que todo ocurrió con el señor Brown.
—Toda esa información es correcta, señor Singh —confirmo y asiente, un poco más serio—. ¿Cómo es que…
—Le agradezco toda su gestión, señorita Anderson —Me interrumpe—. Espero que nos llevemos bien en un futuro, mientras esté a cargo de OfferMarket, reemplazando al señor Brown —Lo miro a los ojos, justo en el momento en que captura los míos, con una impresionante mirada verdeazul, lo que me hace cuestionar, qué tipo de color de ojos, es ese y cómo lo describiría, en uno de mis escritos… mirada “indefinida”, ¿o quizás, una mirada gris?—. ¿Señorita Anderson? —Me llama y salgo de mi burbuja, reaccionando ante su llamado.
—Dígame, señor Singh —farfullo, atropellando las palabras.
—Le preguntaba, si podríamos seguir conversando mañana, en OfferMarket, ya que me gustaría que alguien más entendido, me señale las áreas y quienes trabajan en cada una, cuánto tiempo llevan trabajando, cómo son como equipo de trabajo… y algunas otras cosas —Me guiña un ojo y sonríe, por lo que me vuelvo a perder en su cabello alborotado, mientras un mechón rebelde de cabello cae sobre sus ojos, tras haber pasado sus manos con anterioridad.
—S-si… claro que sí, señor Singh —respondo y me doy un palmface, tras haber tartamudeado.
—Me gusta su actitud, Zoe —Wow… mi nombre suena tan bonito, dicho por él—. Puede irse a casa, señorita Anderson —dice amable, por lo que miro a la señora Margaret, le hago un asentimiento al señor Singh.
—Iré a despedirme de la señora Brown —menciono—. Un placer conocerlo, señor Singh —agrego.
—El placer es mío, Zoe —responde.
Caminamos hacia donde está la señora Brown. Me despido de ella, con todo el afecto que merece, mientras intento dejarla tranquila y quedar al pendiente, de lo que ella necesite.
**Flashback**
—Zoe —Me llama la hermana María, poco antes de salir a OfferMarket a trabajar.
—Dígame, madre —contesto, extrañada de que me haya llamado.
—Quisiera que pienses, en el transcurso de la tarde, qué es lo que deseas hacer con tu vida —Siento un balde de agua fría recorrer mi espalda. La mirada de la madre, es neutra y no puedo saber si está molesta o no.
—Si, madre… —respondo, con la voz casi en un hilo.
—Zoe… —Me vuelve a llamar, mientras camino lento hacia la salida del refugio. Me devuelvo un par de pasos y me acerco una vez más a ella—. No te estoy echando del refugio, hija… —suspira—. Pero quisiera que te pongas como meta, salir de aquí —agrega, por lo que me siento levemente más tranquila, aunque no deja de inquietarme su comentario.
—Si, señora —digo, dándole una sonrisa y camino hacia mi lugar de trabajo, intentando esclarecer mi mente.
(…)
Estoy entretenida, armando una gran torre de conservas, a mitad del pasillo principal, tal y como le gustaban al señor Brown, cuando éste me sorprende por la espalda.
—Te veo entretenida, Zoe —dice sonriente, el señor Brown.
—Así es, señor Brown, quería que se lucieran más las conservas de esta salsa Pomarola, que no se ha vendido tan bien en el último mes —agrego y me sonríe, aprobando mi iniciativa.
—Qué buena idea, chiquilla —dice, elogiando la idea.
—Además, me sirve para no pensar —menciono y me mira con una ceja alzada.
—¿Sucede algo, Zoe? —pregunta, cuando dejo de pasar el repasador por sobre la lata, dejándola a un lado. Largo un suspiro.
—La hermana María… —comienzo a contarle lo que la madre me ha dicho antes de salir del refugio.
—¿Y te sorprende? —pregunta el señor Brown, por lo que lo miro con la misma cara de sorpresa, que le debo haber puesto a la hermana—. El refugio, es eso… un refugio, mi querida Zoe… —suspira—. Tu eres una chica que sabe lo que quiere, y si te mantienes allá, es por los afectos, porque te sientes útil, ayudándolas, pero la hermana María, y las otras hermanas, no te ven con la meta de tener lo tuyo, de salir de ahí y probablemente, tengan miedo que no tengas más metas en tu vida, como cualquier persona de tu edad —finaliza, por lo que me deja pensando. Le doy una mirada de entendimiento y asiente en mi dirección—. Toma el consejo de la hermana y piénsalo, Zoe.
—Gracias por la aclaración, señor Brown… aunque debo reconocer que me siento un poco perdida —menciono y vuelve a sonreír.
—No te vayas sin hablar conmigo antes —ordena, por lo que asiento y el señor Brown continúa con su ronda, mientras yo sigo haciendo la torre con las latas.
«¿Qué es lo que quieres, Zoe Anderson?», me pregunto, mientras continúo armando la torre de conservas.
**Fin del flashback**
Llego a casa y me quito los zapatos, dejándolos a un lado, para caminar a la sala. Tim se acerca y comienza a restregarse por entre mis piernas. Me tiro en el sofá y logro soltar recién y largo suspiro, mientras Tim se sube sobre mis piernas, pidiéndome que lo acaricie.
—Eres un consentido —Le digo, mientras me ronronea y acaricio su cabeza.
Cierro los ojos y lo primero que aparece en mi mente, es el señor Singh, por lo que bufo enseguida.
—¿Por qué tenía que llegar alguien a ocupar el lugar que cualquiera de nosotros podría haber tomado? —Le pregunto a Tim, que, por supuesto me ignora completamente y me busca la mano, para que le siga acariciando—. Es injusto, sabes… —Tim ronronea y mueve su cola de un lado a otro.
El sonido de unas llaves, me saca de mis pensamientos, por lo que miro hacia la puerta y veo a Stella entrar por la puerta.
—Zoe, ¿estás enferma?, ¿Cómo es que estás en casa a esta hora?, ¿pasó algo? —interroga, por lo que le doy una sonrisa, mientras ella se acerca a toda velocidad y yo niego con la cabeza.
—A mi no me ha ocurrido nada… es el señor Brown —contesto, recordándome el motivo por el que estaba en casa tan temprano y dándome una palmada mental, por estar pensando en el señor Singh, mientras lo importante era la salud del señor Brown.
—Oh, Dios mío… pero está bien, ¿verdad? —cuestiona, arrojándose a mi lado en el sofá.
—Tuvo un infarto al corazón… —respondo y Stella me toma la mano, a sabiendas de lo importante que es el señor Brown para mi.
—¿Cómo está la señora Margaret? —indaga y le tuerzo una sonrisa sin gracia.
—Le avisé de inmediato, cuando ocurrieron las cosas… obviamente está preocupada y muy sensible —menciono—. Me hubiese gustado estar con ella en todo minuto…
—¿Y por qué no estás con ella? —pregunta la morena.
—Porque llegó un tipo… —suspiro—. El “señor Singh”, que parece ser un familiar o algo similar, ya que estuvieron hablando mucho y luego se presentó como el nuevo administrador —agrego y los ojos de mi amiga, casi se salen de sus órbitas.
—Nunca había escuchado ese nombre y sabes que los señores Brown, no tienen hijos —asevera, por lo que asiento.
—Lo sé, pero entiendo que la señora Margaret, no tenía cabeza, para explicarme quién es, y él tampoco se dignó a decir quién era, sólo tomó el control de la situación y ya... —bufo.
—Yo me quiero morir… tengo los pies molidos —Se lamenta mi amiga.
—¿Quieres meterlos en agua tibia? —pregunto, con una sonrisa, por lo que mi amiga asiente con entusiasmo.
—¡Te adoro, Zoe!, ¡Eres la mejor! —Me tira un beso, mientras le dejo a Tim sobre sus piernas y camino a la cocina, para poner agua a calentar.
(…)
Tomo mi cuaderno, y comienzo a escribir lo primero que se me ocurre, dejándome llevar por cada palabra.
"Me perdí en su mirada, es que el color de sus ojos me encantaba; no eran ni azules, ni verdes. Eran color gris, gris que, como un día de tormenta, no sabes si te deslumbrarás por un rayo o te empaparás por la lluvia".
—Quizás ambas…
Dejo a un lado mi cuaderno y me recuesto sobre la cama, mientras miro el techo y poco a poco, voy detallando cada suceso del día, pero, obsesivamente, mi cabeza insiste en recordar a ese hombre, que me arrebató un pedacito de sueño, y un lugar importante dentro de mis pensamientos.
«No te vayas por ahí, Zoe Anderson… y tú… ¡Quieto!», me reprendo mentalmente, haciéndole un llamado de atención a mi corazón, que, hasta el día de hoy, solo tenía cabida para mi ángel de la guarda, a quien esperaba volver algún día.
No sé en qué minuto me quedo dormida, pero el sonido de la alarma, me saca de mis sueños, por lo que me desperezo y pongo alguna canción en mi móvil para iniciar.
Reviso mi playlist en Spotify y le doy play en random, para que suene lo primero que la app pueda ofrecerme. Amber de 311, es la seleccionada. Sonrío.
Justo algo más animado para esta mañana, por lo que llevo el móvil al baño y me preparo para iniciar el día, con un extraño cosquilleo en el estómago, al saber que tendría que encontrarme una vez más, con el señor Singh.