Capítulo 3

4407 Words
➤Derenik Sus risas eran las mismas de siempre, pero con cierto deje de travesura y complicidad, bajaron hacia casa y su madre les recibió con una agradable comida, la vieron mirarlos y analizarlos de pies a cabeza, Catriel se mordió el labio inferior y se fue directo a sentar a la mesa. —Oye, tú —Derenik se detuvo en seco cuando su madre lo llamó—, ni creas que te dejaré sentarse así, cochinote. Ve a bañarte. Se rieron de nuevo y le hizo caso, Derenik salió disparado hacia la ducha y cuando regresó, Catriel ya estaba devorando su comida y su madre le esperaba para comer todos juntos, se sentó junto a ellos y comenzó a comer. —¿Y cómo te fue en el colegio? —su madre preguntó, siempre hacía lo mismo. —Bien, la junta para las calificaciones será esta semana y... hum... —¿Pasó algo con ese Gamma? —Le dije que ya hay un acuerdo con una familia, no sé, creo que se enojó, oh, y saben, me dijo que es un Híbrido. —¿Híbrido? —preguntó Catriel. —Su mamá y papá son Gamma, puede transformarse en un Leopardo de las nieves y un Guepardo, pero es un híbrido en toda la palabra, hasta con sus papás, una es coreana y el otro inglés, ¿no es eso genial? Lo único bueno de ser Gamma es que puedes abrazar a tu pareja en forma de animal y es muy lindo eso. —Sería como abrazar a Nina —Catriel sonrió—, ¿cómo son los Gamma? Su madre les escuchaba hablar en silencio, era algo propio de las Delta, ellas aprendían por naturaleza a callar, analizar y hablar sólo cuando fuese necesario. Era difícil ver a una Delta enojada, ansiosa o nerviosa, en su mayoría sabían mantenerse calmadas, aunque el miedo era otra cosa, cuando una Delta se asustaba tendía a entrar en una clase de auto-defensa programada por su cerebro, sus ojos parecían iluminarse debido a la energía mágica que había en sus cuerpos y en sus manos comenzaba a derramarse una clase de líquido extraño color verde. En los libros decía que eso era un Plasma Mágico que si te tocaba te quemaría la piel hasta los huesos y no quedaría nada de ti. —¿Te llama la atención ese Gamma? —su madre preguntó, Derenik detuvo su platica con su hermano y ambos miraron a su madre, ella seguía comiendo tranquila. —Me interesa porque nunca había visto uno, pero no me interesa relacionarme con ellos. —Los Gamma sólo saben divertirse, creen que tienen el mundo a sus pies y se aprovechan de ello, ni siquiera un Alfa es así —ella suspiró—, podría parecer un chico bueno pero ten por seguro que no lo es. —¿Tú ya conocías uno, mamá? —preguntó Catriel y Derenik pudo ver el terrible odio que había en los ojos de su madre, quiso decirle a su hermano que guardara silencio. —Cuidé de uno en el pasado, mi familia estaba destinada a su causa. Así que vi más de uno, Catriel, si alguna vez te llegas a topar con un Gamma, debes correr —ella apoyó su mano en el hombro del más pequeño y le miró con cierto deje de preocupación—, no importa si tienes que arrojarte de un edificio. No dejes que te atrape. —¿Por qué no? —Porque te va a destrozar, pequeño. Derenik tragó saliva, por otra parte, Catriel bajó la mirada y siguió comiendo. —Descuida, si eso llegara a pasar yo mismo me apuñalo. No sabía qué había sido peor, si la sonrisa de su madre o las palabras de su hermano, a Derenik se le revolvió el estómago y quiso levantarse, pero se quedó y se forzó a comer, lo sabía, todos se lo habían dicho. Un Omega en este mundo, en la actualidad, valía millones, si su madre hubiese sido otra, habría ganado lo suficiente para alimentar a un país entero y era algo exagerado, pero lo sabía. Había un proyecto que exigía donar a los pocos Omegas que nacían con tal de estudiarlos y reproducirlos. Al inicio habían pensado que era a causa de alguna enfermedad, pero nada de eso había pasado, ellos simplemente habían dejado de nacer y nadie se había dado cuenta hasta que había sido demasiado tarde. Los pocos Omegas que quedaban habían sido parte de un proyecto de natalidad, donde tener hijos había sido su principal función pero éstos en su mayoría habían sido Betas y Alfas, y así, lentamente, se habían extinguido casi en su totalidad. Había muchas teorías sobre ello, muchos decían que se debía a su debilidad en la cadena alimenticia, y el hecho de ser siempre los que más sufrían maltratos y abusos, a Derenik se le hacía gracioso que en el pasado muchos los odiaran y repudiaran y hoy en día pagaran millones por uno, hoy eran considerados algo realmente valioso que se debía cuidar y atesorar. Además, cada vez habían menos Alfas, los Gammas siempre habían sido relativamente pocos, mientras que los Delta y Beta se regocijaban en sus Castas, ellos eran normales, no había nada de qué preocuparse y muchos datos arrojaban que en un futuro, los Alfas igual desaparecerían. Sin un Omega bajo su cuidado, su propósito en esta vida había llegado a su final. Los Gamma, nunca habían sido parte de esa unión que se formaba entre ellos dos, nadie lo entendía y tampoco lo comprendían, esa lealtad que había entre un Alfa y un Omega era algo mágico. Un amor que nunca perecía y que seguía ferviente aún después de la muerte, un cariño, una mirada llena de amor, una sonrisa, y una pasión que nadie nunca conocería, era lo que los libros representaban. ¿Si Catriel llegara a conocer a un Alfa de verdad, iba a entregarse a él en cuerpo y alma? ¿Por qué sólo los Alfas tenían ese maravilloso privilegio? Derenik sentía tanta envidia, quería ser un Alfa, uno de verdad y uno que pudiera sentir a Catriel como fuese debido, que se entregara en cuerpo y alma. No una copia barata de uno... —¿Derenik? —la voz de Catriel lo sacó de sus pensamientos y le miró, su madre ya no estaba y supuso que se había ido a trabajar—, ¿te pasa algo? —Oh, no, me quedé pensando —se encogió de hombros. —¿Y en qué pensabas? —Catriel se le acercó, llevó su mano hacia el tenedor y le ofreció un pedazo de manzana—, come. —Ajá, pensaba en todo esto. —¿Y qué es todo esto? —No lo sé, creo que estoy sugestionado por el tema de Ayase y el miedo de mamá... —¿Se llama Ayase? —Sí, se puso a contarme toda su vida —puso los ojos el blanco—, hasta me sé su tipo de sangre. —De verdad está interesado en ti, ¿te propuso volverte Zeta? —Sí, pero ni loco. —¿Y por qué no? Te daría muchos lujos. —Porque si lo hago no podré estar contigo y es lo que más disfruto. Sonrieron y Catriel le miró con complicidad. A Derenik le gustaban esos bonitos ojos, su piel blanca y ese cabello revuelto color oscuro, a decir verdad, eran en extremo parecidos pero él siempre había pensado que Catriel era su versión delicada y él era la versión ruda, Catriel siempre había sido demasiado emocional y lloraba por todo, además no tenía tanta fuerza y era muy torpe. También pensaba que era muy... ¿ingenuo? Sin contar que era muy sumiso. Catriel sonrió, volvió a depositar un pequeño beso en su mejilla y siguió dándole de comer en la boca, acción que le recordó a cuando eran niños y Catriel se enfermaba y no quería comer, se recordaba a sí mismo dándole de comer y haciéndole cosquillas. —No me dejes, o te muerdo —Catriel guardó silencio—, aunque, sabes, Ren, me gustaría que algún día fueras feliz. —Ya soy feliz. —Me refiero a ser feliz, de verdad, tener a tu pareja, tener hijos, un trabajo, una casa y una Nina versión familiar —sonrió—, esa clase de felicidad que conmigo nunca vas a encontrar. —¿Y quién dijo que no? —preguntó burlón—, si mamá no nos mata cuando se entere de lo que hacemos, entonces podremos ser felices, tú siendo mío y yo siendo tuyo. —Eso es... —Catriel guardó silencio—, algo bonito. Derenik guardó silencio, la mirada de su pequeño hermano resplandecía en tristeza y le dolió el corazón, llevó sus manos a su cabello y comenzó a revolverlo, después se puso de pie y le indicó a Catriel que lo siguiera hasta la sala donde comenzaron a comer las golosinas que había traído. Estaban sentados mirando la tv mientras intentaba hacer tarea, Catriel se concentraba en un programa de ciencias y él no entendía química. Su madre había contratado a un Beta para que le enseñara lo básico a Catriel y gracias a eso sabía leer y escribir, además de que para sorpresa de todos, era demasiado inteligente y era quien en su mayoría le ayudaba a resolver sus tareas, amaba leer. Le gustaba leer los libros que le daban en el colegio y ver programas que a muchos les aburrirían y Derenik pensaba que se debía a su encierro. Muchos en el pueblo habían cuestionado a su madre por construir una casa apartada de todos y nadie había entendido por qué si vivía sola con un hijo, la existencia de Catriel era casi nula para el mundo y el Beta seguía pensando que era de su misma Casta. En el colegio igual le habían preguntado sobre su casa y más de una vez habían querido visitarlo, pero era casi imposible. Su madre había construido unos largos escalones y una cerca alrededor de la casa, vivían en una pequeña colina donde anteriormente había sido un templo y por eso creía que el lugar era muy tranquilo, se podía respirar paz. —¿Por qué no vamos afuera? —propuso Catriel, Derenik asintió y tras tomar sus cosas salieron al patio, donde Nina les recibió feliz y se sentaron en la pequeña mesa de patio que habían construido para su madre, fue entonces que la puerta sonó y ambos se miraron confundidos—, ¿están tocando? —Catriel se puso de pie e iba a ir pero Derenik fue más rápido y lo tomó del brazo. —No —dijo, en un pequeño susurro ahogado y le soltó lentamente indicándole que guardara silencio—, ve al cuarto, cuando vea que no hay peligro te hablo y... no hagas ruido. —Pero...- —Catriel —volvió a sonar la puerta, Derenik besó al pequeño Omega y le sonrió comprensivo—, nadie puede saber de ti. —Entiendo... iré al cuarto. Derenik se encaminó hacia la puerta, había dejado de sonar así que pensó que a estas alturas ya de había ido quien fuese que había tocado, aunque Nina seguía ladrando y por eso abrió la puerta, se encontró con Flor y para su sorpresa, atrás de ella estaba Ayase. —¿Qué hacen aquí? —preguntó molesto, Flor parecía avergonzada y Ayase seguía sonriendo descaradamente. —Ho-hola... Ren, hum, éste niño fue a mi casa y pidió que le trajera aquí, ¡aunque no quería! Sus guardaespaldas dan miedo —susurró—, perdón... sé que no te gusta que vengamos a tu casa. Asintió aceptando su explicación y cerró la puerta detrás de sí, su mejor amiga y el idiota de Ayase intentaban mirar por encima de sus hombros, querían ver su casa y el hecho de no invitarlos a pasar era un poco incómodo. A su lado, Nina salió corriendo y aprovechó esa oportunidad para ir a buscarla para que no escapara. —¿Y a qué han venido? —preguntó, traía a la pequeña cachorra entre sus brazos y abrió la pequeña puerta que daba al patio trasero, les indicó con la cabeza que podían pasar y los dos le siguieron en silencio. —Yo... sólo le traje a él —Flor se quedó parada—, tengo que trabajar, perdón, Ren —se encogió de hombros—, ¡los veo mañana! —¿Trabajar a esta edad no es ilegal? —preguntó Ayase y Derenik asintió. —Sus padres son dueños de la Cafetería del centro y contratan estudiantes de medio tiempo siempre. —Oh, eso es fantástico. —¿Y qué quieres? Eres realmente molesto, ¿sabías? —¿Molesto? ¿Por qué? —Ayase preguntó curioso, sus ojos le daban miedo y Derenik desvió la mirada hacia la casa, sabía que Catriel les miraba desde alguna parte, pero no podía localizarlo. —Has venido hasta mi casa, y parece ser que no te quieres ir. —Quiero conocerte más, pero antes de eso; iré directo al grano. —Hum... —Me gustas lo suficiente como para ofrecerte el doble de lo que sea que la otra familia te ofreció. La Familia Sloan, no sólo te dará un estatus social, te dará unos maravillosos beneficios. —¿A cambio de qué? —Defínete como Omega, cásate conmigo y ten a mi descendencia. No necesitas hacer más que lo mencionado. —No, gracias. —¿Puedo saber por qué? —Escucha, Ayase, sé que te intereso por mi aroma y esas cosas pero, estoy con mi actual pareja porque le quiero, ni más ni menos; nos queremos y estamos juntos dispuestos todo, pero aún somos menores de edad por lo que no nos precipitamos. —Puedes quererme a mí —el Gamma llevó su mano a su mejilla y la acarició—, me gustas, Ren, lo suficiente como para volverme loco por ti. —Enfermo —dijo, el Gamma le miró con su singular sonrisa y desvió la mirada a su casa. —Tienes una casa bonita, ¿no te aburres aquí? —No, ahora vete. —Ren, le comenté a mis padres de ti y se han interesado, en realidad vine por esto —le dio un sobre n***o y lo miró—, es el evento de Gala que se llevará acabo debido al éxito que tiene nuestro proyecto. —¿Evento de Gala? —Este lugar es fantástico, y sólo necesita un pequeño empujón para sobresalir, mi familia está financiando todo y se esperan grandes ganancias, así que para festejar lo bien que va, haremos una fiesta: vendrán muchas personas influyentes, alguna que otra celebridad y habrá un concierto. Mi hermano mayor es quien vendrá así que todos se pusieron locos cuando lo anunciamos —sonrió todavía más—, ese día, me gustaría que te presentaras a mi lado, como mi futuro esposo. Se puso de pie, Ayase se marchó tras decir eso y no le dio tiempo de mandarlo al carajo, se puso de pie de inmediato e intentó seguirlo, estaba enojado. —¡Te dije que...! ¡Ah! Cayó al suelo cuando Ayase se lanzó hacia él como un felino, Derenik abrió mucho sus ojos cuando un gran Leopardo de las nieves emitió un leve gruñido en su garganta y se mantuvo quieto. —¿Sabes que es relativamente fácil arrancarte la yugular y verte morir sin poder hacer nada? —Asintió, no podía decir nada y Ayase lentamente volvió a su forma humana, aún estaba sobre él y acarició su rostro, luego se centró en sus labios y sonrió, como quien gana la guerra—, abre tus labios. —No. —Hazlo —susurró sobre ellos—, vamos, un poco más. Derenik terminó haciéndole caso, supuso que tan rápido como acabara más rápido se iría y sintió la lengua de Ayase adentrarse en su boca, le correspondió sin problema y se sintió raro. El dominio que tenía el Gamma era absoluto, no podía moverse y sólo sabía dejarse llevar, era un tanto incómodo y cuando pudo, se alejó de él y limpió sus labios, los sentía entumidos. —Por favor vete —lo empujó, Ayase retrocedió burlón y Derenik miró que todavía tenía su ropa puesta, ¿cómo demonios la mantenía? ¿Magia? ¿Sabía manejar las Artes Mágicas? —¿Te acuerdas que te dije que siempre consigo lo que quiero? —Ajá... —Bueno, no ganarás nada poniendo resistencia ante mí, Ren, ten por seguro que te cazaré y te devoraré hasta que no quede nada de ti. Tragó saliva, el Gamma se fue y él se quedó quieto, mirando su espalda y sintiendo que su corazón latía demasiado fuerte, después se tragó su sorpresa cuando Ayase se convirtió en un Guepardo y salió corriendo a toda velocidad. Se dejó caer en el asiento y respiró hondo más de tres veces, en especial cuando Catriel apareció y le miró curioso. —¡Ay! ¿Qué haces? —Te muerdo. —Ya sé, ¿por qué me muerdes? —Te dije que si me dejas te iba a morder —su pequeño hermano respondió y Derenik no pudo evitar abrazarlo con demasiada fuerza—, me estás aplastando. —No, no te dejaré... nunca —se refugió en él, Catriel no dijo nada y le abrazó, era buen momento para decir que estaba asustado y se sentía presionado, no quería sentirse así, tenía miedo de Ayase. No quería que nadie le hiciera daño a Catriel y le aterraba alejarse, ¿qué sería de él? ¿Quién lo iba a cuidar? —Así que eso era un Gamma. —¿Eso...? —Eso no es una persona —el pequeño susurró. —¿Si no es una persona, entonces qué? —Es un monstruo. Guardó silencio, estaba de acuerdo y volvieron a entrar a la casa, cuando su madre llegó, les encontró a los dos acurrucados y demasiado consternados. Ella sabía que algo no andaba bien y se sentó en el otro sofá, viendo que sus dos pequeños corrían a sus brazos y esperó paciente, pero al ver que ninguno de los dos decía algo suspiró y le bajó volumen a la TV. —¿Ha pasado algo, mis niños? Su hijo mayor le miró, sus ojitos reflejaban el miedo, mientras que su hijo menor tenía sembrada a la inseguridad, algo no andaba bien. —Él vino a casa —susurró Derenik—, no vio a Catriel pero... —¿Él? ¿Quién, cariño? —El Gamma, Ayase —susurró. Ella retuvo el aliento, pero no les mostró el miedo que comenzaba a crecer en sus entrañas, ella conocía a esa familia mejor de lo que quería admitir, los Sloan eran una Familia poderosa que no se tentaba el corazón. Sabía que si había algo que querían lo tomaban sin reparar en nada, ni en nadie, eran tan poderosos que ni el Gobierno podía ponerles un alto, la ley no funcionaba, eran conocidos por ser la Familia Invencible, pues nada podía hacerles frente y ahora su pequeño estaba en su mira, lo sabía; no iban a detenerse hasta conseguirlo y terminó aterrándose ante la idea de ser reconocida, sí, si esa mujer la veía, aunque fuese de espaldas; sabría toda la verdad. Debían huir. Otra vez, pero... ¿a dónde? A pesar de haber pasado 16 años, todavía seguían detrás de ella y sus pequeños, un paso en falso y todo lo que había construido se caería, no podía hacer nada, ni moverse precipitadamente, mientras no se los topara de frente todo estaba bien, podía proteger a sus pequeños un poco más... sólo necesitaba un poco de tiempo. —Derenik... —¿Sí? —¿Alguna vez has pensado en definirte como Alfa? El pulso de su pequeño se aceleró, guardó silencio pero eso solo le indicó su respuesta, no había Sigma que no se planteara la idea de ser Alfa, en su mayoría, siempre lo elegían, muy pocos eran capaces de ser Omegas, o como muchos les llamaban; Zetas. Los Zeta solamente podían tener hijos ya fuesen mujeres u hombres, no presentaban celo y tampoco podían ser enlazados. No había nada más, pero en el mundo, los varones Omega siempre habían sido codiciados y al parecer esa codicia seguía en las muevas generaciones, pues los Gamma eran quienes ofrecían grandes contratos cuando les interesaba un Sigma. Derenik se había mantenido fuera de eso porque en el pueblo no habían tantos Alfas, y sólo habían dos Sigma, contándole a él, quienes por lo que había escuchado, ya tenían a sus parejas, su pequeño había quedado fuera de esas presiones desde el inicio y ahora quien lo tenía en esta situación era ese niño mimado. —Quizá... más de una vez lo pensé —Derenik respondió de una vez por todas y ella se agachó para besar su frente. —Si te ves presionado algún día, cielo, ser un Alfa podría salvarte. —¿Y yo? —preguntó Catriel, ella lo abrazó con dolor—, ¿yo qué debo hacer? —Eres tan escuálido que te tira Nina cada que te salta —Derenik se le adelantó—, tú debes estar tranquilo, yo te voy a proteger siempre. —¿Lo prometes? —Lo prometo. Se rieron, su madre les miró, como la primera vez que los tuvo entre sus brazos, eran tan pequeños, recordaba el llanto de Derenik y el silencio de Catriel a la perfección y se sentía terrible por no saber afrontar la situación con la cabeza fría, ¿pero qué podía hacer? En este mundo... ¿Qué destino le iba a esperar a su hijo? Con el demonio que tenían como padre, ambos habrían terminado siendo vendidos en Las Subastas, acabarían muertos, no sin antes haber sufrido lo inimaginable, tras haberles destrozado en cuerpo y alma, y eso no lo iba a permitir. Quizá nunca había hecho las cosas bien con Catriel, desde el inicio lo había ocultado del mundo, él no conocía nada más que una pantalla le mostraba, nunca había tenido amigos, y nunca conocería ése mundo de colores que veía a través de la TV. —Saben una cosa —ella susurró—, el promedio de vida de una Delta es de 190 años, yo... espero vivir hasta el final de mis días. —¿Por qué? Estarás como una pasita —Catriel se rió. —Porque... así podré verles crecer y morir entre mis brazos —besó a cada uno y ellos le miraron—, ese día, cuando ustedes mueran, yo moriré al siguiente día y los alcanzaré donde sea que estén. —Mamá, pero no digas tonterías —Derenik suspiró—, no tienes que cuidarnos así...- —Derenik, Catriel, ¿alguna vez les conté lo que pensé cuando les vi nacer? —negaron—. Ese día llovía tanto que no podía escuchar nada, el viento arrancaba las ramas de los árboles y en el cielo, los truenos ensordecían al mundo... estaba sola, estaba preocupada y llena de dolor, pero cuando naciste tú, el cielo guardó silencio unos segundos —acarició el rostro de Derenik—, y luego lloraste y un trueno destrozó el cielo, tu llanto fue tan fuerte que me hizo temblar y entonces nació Catriel y oh, mi pequeño renacuajo; tú fuiste tan sabio desde tu primer aliento, que sólo diste eso: un leve suspiro que sentenció tu silencio. Tú fuiste como esa centella que ilumina el cielo antes del trueno, y por eso supe, que los debía proteger y cuidar aunque me costara la vida. Ustedes son mis bebés, y perdón si no hago las cosas bien, es sólo que ustedes no conocen la crueldad que hay allá afuera, en especial tú; mi pequeño —miró a Catriel—, puedo ver en tu mirada el anhelo que tienes por salir y conocer el mundo pero, no puedes... y me odio por retener a tan bella avecilla aquí, en esta jaulita de cristal. —Mamá... —Ustedes fueron el milagro más grande de mi vida, yo... ¿dando a luz a un Sigma y un Omega? El mundo debe estar loco —se rió, a punto del llanto—, pero quizá las cosas pasan por algo, y henos aquí, felices y contentos con muestra humilde vida. —Mami... ¿quién es nuestro papá? —preguntó Catriel y ella guardó silencio. —Un Gamma. —¿Quién es...? —El CEO actual de la Familia Sloan —susurró—, Julen Sloan. Pero, escuchen, no deben decirle a nadie, ¿entendido? Nunca les faltará nada —acarició sus rostros—, lo prometo. —¿Eras esposa de él? —No, nunca lo fui —sonrió de medio lado—, él tenía a su esposa. —Ya veo —no quisieron preguntar más, daba gracias al cielo que sus hijos supieran callar cuando era debido. —Hasta ahora, es el Gamma más poderoso registrado, posee cuatro linajes distintos, dos Caninas y dos Felinas, creo... que por eso ustedes han nacido así. Además, se dice que oculta uno más, pero nadie sabe cuál es. Guardaron silencio y pronto siguió dándoles mimos. —Sea como sea, son mis hijos y nadie me los va a quitar —sonrió como boba—, así que vamos a cuidarnos entre nosotros y no nos expongamos al peligro, ¿de acuerdo? —¡De acuerdo! —Catriel dijo de inmediato, Derenik por su lado sonrió y dijo que sí entre risas. Ella sólo era una madre preocupada por el futuro de sus pequeños, le tenía pavor al futuro y no sabía cómo hacer que ese Gamma se alejara de su pequeño. Aunque sabía que no era Derenik quien le interesaba, ese niño se veía atraído por el aroma de Catriel, indirectamente, iba tras su pequeño y eso le ponía los pelos de punta, pues si seguía viniendo a la casa tarde o temprano se daría cuenta. Un Omega era complicado de distinguir ahora que ya no podías saber exactamente cómo distinguirlos, pero para un Gamma no sería tan difícil llegar a la conclusión de que en la casa habita alguien más, una presa, sí. En esta vida; Catriel era la presa de todos.
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