Capítulo 2.

3572 Words
Sus ojos grises parecían querer brillar más que la luna misma conforme vislumbraba su silueta a lo lejos, Catriel observó paciente a su hermano mayor y cuando estuvo lo suficientemente cerca, corrió a sus brazos y lo abrazó con fuerza. —¿No te dijo mamá que esperaras dentro? —¡No podía esperar más! —el pequeño habló, buscó a su alrededor alguna existencia que supiera de la suya y sonrió triunfante cuando se percató de su soledad—, sabes qué día es, no puedo esperar más. —Lo... lo sé. No sabía por qué su hermano se veía culpable, como si no quisiera hacer nada de lo que hacía, pero ninguno podía evitarlo. Al inicio había sido una orden de su madre, quien les había enseñado lo necesario para poder continuar por su cuenta, pero después se había convertido en algo esencial y habitual, en cierto punto, lo disfrutaban. Catriel no sabía desde cuándo todo esto se había vuelto algo especial, ni siquiera alcanzaba a recordar el momento exacto del inicio de su ansiedad por estar una vez más así. Derenik sujetó con fuerza su cadera y le atrajo a su cuerpo, ambos se encontraban ansiosos y desesperados, su cuerpo que estaba más caliente y dispuesto que otros días se entregaba por completo a su hermano mayor, quien le besaba y acariciaba su espalda. —Catriel... —Soy... —Catriel jadeó, sus piernas fallaron cuando ese calor recorrió su cuerpo entero y miró a Derenik—, tuyo, completamente tuyo. Claro que lo era, aunque no entendía realmente por qué, tampoco entendía por qué pasaba esto, ni por qué Derenik parecía odiarlo algunas veces, o por qué mamá no le dejaba salir, habían muchas cosas que a estas alturas Catriel no entendía y nadie le explicaba. Al día siguiente despertó gracias a su madre quien acariciaba con ternura su cabello, abrió sus ojos para darse cuenta que a su lado Derenik seguía durmiendo. —Mamá... ¿cuándo llegaste? —No hace mucho, ¿tu cuerpo está bien? —Sí. —Baja a desayunar antes de que los efectos regresen. Asintió, se puso su pijama viejo y bajó siguiendo a su madre como un cachorro, la mujer no decía nada, se mantenía en total silencio y con la mirada llena de culpa. —Lamento que tengas que pasar por todo esto —susurró de pronto, Catriel la miró comprensivo y negó. —Sólo me estás protegiendo, mamá. —Si tan sólo... —Si tan sólo no hubiese sido Omega —completó la oración de su madre y ella negó de inmediato intentando contradecirlo y fallando en el intento. Todos lo sabían, Catriel estaba consciente de la desgracia que traía su Casta para su pequeña familia, sabía por qué Derenik sufría y le dolía ser el causante de todo, su madre todas las noches lloraba y rezaba por su salvación. Vivía aterrada todos los días—, no es tu culpa, todo este tiempo me has protegido. —No... yo, yo no...- —Nadie te culpa, mamá —Derenik llegó a la mesa y le dio un beso a su madre—, lo entendemos, no es como si... Catriel y yo fuésemos buenos hijos. Catriel recordaba que todo esto había comenzado al cumplir sus catorce años, cuando un extraño calor había llegado de pronto y se había aterrado de sentirse así, por un momento su madre no había sabido qué hacer y por un día le había encerrado. Recordaba haberse saciado solo un poco, recordaba a su madre entrando con su hermano mayor detrás, ella le miraba a punto de llorar, y él le miraba confundido y asustarlo. «Derenik, ¿sabes lo que significa ser de la Casta Sigma?» —Su madre preguntó, no le quitaba la vista de encima, sus hermosos ojos violeta brillaban entre sus inestables emociones que presentaba y se perdió entre ese placer que se proporcionaba y la mirada culpable de su madre. «Que puedo elegir mi Casta» —Derenik susurró— «Alfa u Omega, puedo ser cualquiera. «Necesito que no seas ninguno» —su madre tomó sus manos y lo abrazó— «Necesito... que elijas tu Casta como Sigma» «¿Ser un Sigma? Pero... Ah, no importaba a estas alturas, Catriel se seguía culpable, sabía que a Derenik le hubiese gustado ser un Alfa, pero también sabía por qué no lo había sido. «Si fueras un Alfa, acabarías deseando marcar a Catriel. Es algo que no se puede evitar entre un Alfa y un Omega, o en otro caso: un Gamma, y si fueras Omega, entonces no podrías estar con Catriel —ella se acercó un poco— «Necesito, que pases sus celos y lo ayudes, hoy en día no existen supresores, le he dado un té pero no funciona igual, así que tú debes ser su calmante» «No entiendo...» «Ven» Se acercaron, esa noche su madre los había ayudado, había estado cuidando que nada se saliera de control, especialmente con Derenik quien al escucharle suplicar ser marcado había intentando hacerlo. Su madre estaba consciente que su Casta tan sólo tardaría en adaptarse aproximadamente 15 minutos y eso era suficiente para destrozarles la vida más de lo que ya lo hacía. —Regresaré al cuarto —Catriel se puso de pie y bajo la atenta mirada de su madre y Derenik desapareció de la cocina y tan pronto y pudo se metió bajo las sábanas. Su cuerpo volvía a sentirse caliente, su piel parecía más sensible y giró su rostro cuando Derenik abrió la puerta. —¿Quieres que me haga cargo de todo? Asintió, no había nada de malo, eso creía Catriel, su hermano sólo le ayudaba a calmar su cuerpo, pues apenas y su celo terminaba nadie tocaba el tema, tampoco se tocaban o besaban como lo hacían ahora. Pensaba que por eso lo hacían tanto como podían, como si ambos descargaran su frustración. —Mamá volvió a irse. —¿Estaremos solos? —Ajá, dejó comida por si nos da hambre, vendrá mañana temprano. —¿Qué es eso? Catriel miró el empaque del preservativo cuando lo recogió del piso y miró curioso a Derenik quien le sonrió burlón. —Déjame hacerlo sin esa cosa. —¿Ah? ¿Por qué? Mira, sé que no estudio pero no soy tan idiota —Catriel empujó a Derenik y se alejó—, ve a traerme ese pepino que vi en la cocina y te puedes ir a metérsela a la dona que está en el refri, juro no ponerme celoso. —Catriel, soy un Sigma. —¿Y? —Mi Casta no puede embarazar a nadie hasta no estar definida —puso los ojos en blanco—, soy estéril. —Lo sé pero... mamá nos dijo que jamás lo hiciéramos sin protección —jadeó, Catriel se dejó caer en la cama y miró el techo, pronto Derenik se recostó sobre él y comenzó a besarlo—, ¿tú puedes oler mis Feromonas? —Hueles a pastel —susurró—, por eso me gusta comerte. —No me vas a hacer cambiar de opinión. —Anda, estuve hablando con un amigo que es Omega, dijo que él lo ha hecho sin condón muchas veces y se siente bien para ustedes. —¿Tienes un amigo Zeta? —Su pareja es un Alfa, así que sí, se definió como Omega. —Se siente bien, eh... —Catriel cerró sus ojos—, bien, no te pongas eso pero con una condición. —¿Cuál? —Yo pongo las reglas. Derenik sonrió, pero no se negó. ➤Derenik —Mamá, tengo que decirte algo... Su madre dejó de prestarle atención a su novela para mirarlo. —¿Qué es, cielo? —En el colegio, llegó un chico nuevo, al parecer su familia es muy rica y es quien financia el proyecto de remodelar el pueblo por las cascadas que hay, algo así como un paraje turístico o algo así. —Oh, escuché de ese proyecto, la Señora Flor me dijo que pinta muy bien, ¿y qué tiene ese niño? —Es Gamma. Su madre palideció, Derenik sabía de antemano su reacción y pegó un pequeño brinco cuando el control remoto cayó de las manos de su madre. —¿Ha dicho algo? —El primer día se sentó conmigo, me dijo que mi aroma era demasiado agradable para él, después, al día siguiente comenzó a contarme de su familia, lo que hacían y los lujos que se daban —cada vez, su madre parecía más y más pálida—, creo que le atraje porque el aroma de Catriel está en mí. —Pero... no hay problema —ella rió nerviosa—, te definiste como Sigma, no puede hacer nada así y lo intente. Derenik guardó silencio, su madre tomó eso como algo malo. —Mamá, sabes... que aunque yo me defina como Sigma, si él me obliga o me somete y me marca, mi cuerpo lo aceptará, lo mismo pasaría con Catriel, si yo llegara a marcarlo mi Casta sería la de un Alfa. Aunque no hubiese ningún lazo. —¿Te ha dicho algo? —Que me defina como Omega, dijo que no se iba a rendir y que siempre tenía lo que quería... así fuera por las malas. —Se ha acercado a ti por el aroma de Catriel, pasas demasiado tiempo con él ya sea dentro o fuera de su celo —su hermano menor todo este tiempo se había mantenido en silencio, pero Derenik le veía de vez en cuando de reojo. —Sólo quería comentar... que ese chico no me da buena espina y admito que sus guardaespaldas me dan miedo —se rió nervioso—, se me hace tarde para clases —le dio un beso a su madre y se despidió de Catriel, su pequeño hermano seguía sin decir nada. Derenik sabía de sobra que siempre había sido en extremo tranquilo, en su mayoría se la pasaba en el patio jugando con Nina, su perrita o en una parte de las Cascadas pescando pequeños pescaditos y renacuajos, a veces le daba lástima esa vida tan simple y aburrida que tenía, pues a pesar de que el pueblo era grande y tenía muchas cosas divertidas para pasar el rato, Catriel jamás en su vida había visto un Cine, o ido a la cafetería que todos los jóvenes visitaban, no estudiaba y cuando le había preguntado a su madre por qué, ella simplemente le había dicho que si alguien se enterraba de su existencia jamás volverían a verlo. Lo entendía, los Omegas hoy en día eran considerados extintos, había leído en algunos libros los experimentos que habían hecho con esa Casta para evitar que se esfumaran pero nada había dado resultado. Por eso se había puesto del lado de su madre cuando Catriel había pasado por esa etapa rebelde por querer correr hacia la libertad, conocer lo que había bajando esa colina y estirar sus alas, volar tan alto para que todos lo vieran. Y entonces alguien decidiera cortarlas y encarcelarlo para siempre. Cuando bajó la colina, se perdió enseguida entre los pocos turistas que habían y habitantes, se encontró con su mejor amiga y se sentaron en la banca para esperar su autobús. —¡Cada día hueles taaaaaan bien! —ella se le acercó y se rió—, diablos, Ren, ¿por qué no te vuelves un sumiso y bonito Zeta para hacerte mío? —Calla, Alice, si me volviera Omega en efecto, no estaría con alguien tan hueca como tú. —Tengo el mejor promedio a nivel regional —ella infló sus mejillas y se cruzó de brazos—, me enteré del chisme. —¿Cuál de todos? —Que un Gamma puso sus ojos en ti —ella le miró seria—, todo el colegio lo sabe ya, te vieron con él y hasta tomaron fotos. —No pasará ni habrá nada —Derenik susurró. —¿Por? Ser el Zeta de un Gamma es algo fabuloso por lo que me han dicho, les llenan de lujos. —Sabes que sólo los quieren para un rato, su principal rama son las Delta. —A ellas sólo las quieren para tener hijos. A ustedes los quieren para follárselos como los animales salvajes que son. —Qué estupidez —masculló—, ni siquiera somos Omegas por completo. —Son muy parecidos, y eso es lo que nos atrae, además, hueles endemoniadamente bien, lástima que no puedes producir Feromonas. Guardó silencio cuando más alumnos se unieron a la espera del transporte del colegio. Su madre le había educado para ser discreto y muy reservado respecto a su persona, a no caer en el intento de plática de las personas ni seguir rodeos. Tenía muy claro que si alguien llegara a saber quién era él y del tesoro que guardaban; los aniquilarían. Derenik estaba al tanto de los actos de su madre, sabía por qué habían llegado aquí y también comprendía en cierto punto la relación inmoral que tenía con su hermano. No estaba del todo conforme pero estaba bien. Cuando llegaron al colegio, enseguida fue presa de las miradas y chismes, pequeñas risitas pícaras y alguno que otro comentario sobre el único Sigma del colegio que no se había definido. Muchos lo hacían enseguida y en su mayoría eran Alfas, alguno que otro Omega gracias a los beneficios que les ofrecían. Pero Derenik estaba por cumplir sus escasos dieciséis años y ni siquiera sabía lavar sus calzones como su madre le había dicho más de una vez. Creía que si la vida le había dado una oportunidad como esa; no debía desperdiciarla de forma estúpida y precipitada. El salón quedó en total silencio cuando entró por la puerta dispuesto a hundirse en su miseria y hacer la tarea antes de que el profesor llegara, pero sus planes se vieron frustrados cuando Ayase, el Gamma nuevo del colegio, entró como un Rey y se sentó a su lado con una agradable sonrisa. —El colegio hoy olía a gloria y veo por qué —le sonrió galante, le caía mal, sabía que su madre era Coreana, su padre Inglés, había nacido en j***n y por eso le habían puesto ese nombre, también sabía que había estado viviendo en muchos lugares y sus padres habían decidido comenzar una vida lejos de la gran sociedad metropolitana, se había preguntado por qué demonios habían venido precisamente aquí. No lo entendía. —¿Te echaste agua de rosas en el culo? —preguntó, estaba copiando la tarea de Flor de la clase de química y no le daba mucha atención, Ayase por su parte sonrió todavía más y le miró de reojo. —¿Por qué un Sigma huele así de bien? Me dan ganas de forzarte aquí y ahora para hacerte mío. —Hazlo y te digo si funciona —puso los ojos en blanco. —¿No crees que no pueda hacerlo? —Me refería a ser tuyo —lo miró burlón—, ¿acaso vas a ponerme un hilo rojo en el meñique para engañarte a ti mismo y decir que tenemos un Lazo? La clase comenzó a reírse y Ayase ensanchó más su sonrisa, Derenik supo que no había logrado humillarlo. —Cuando te folle y te entregues a mí, verás que no necesito ponerte una correa —alzó su barbilla y se acercó demasiado a su rostro—. Aprenderás a darme la pata por ti mismo. —Primero me corto las manos —lo empujó y le mostró el dedo corazón, Ayase continuó riéndose y Flor se acercó con cautela, sabía que estaba hirviendo en furia pero no lo demostraba. Durante el resto de la clase, no había podido concentrarse, ¿olía a Catriel? ¿El aroma de Catriel tenía ese efecto en los Alfas y Gammas? ¿Por qué? Se le hizo un nudo en el estómago, sabía que a él no le habían hecho nada porque no podían, pero se imaginaba que para un Omega sería demasiado distinto. Ellos eran débiles y se les sometía muy fácil, también eran pequeños y en su mayoría escuálidos, en los libros y en internet, siempre te mostraban un Omega pequeño que al menor soplido se caía. Y de nuevo volvió a pensar en un instante, el terror que le causaría ver cómo Catriel era abusado sin su consentimiento, sin poder hacer nada para evitarlo y tener que vivir resignado por el resto de su vida. —¿Qué tanto piensas, eh? —Ayase se acercó a él cuando todos dieron por sentado que no vendría el profesor y se salieron a almorzar o perder el tiempo, suspiró, al parecer no se lo iba a quitar de encima. —¿A qué r**a perteneces? —¿Hum? —Ya sabes, ustedes son Cambia formas —Derenik miró al híbrido en espera de una respuesta. —Soy un híbrido. —Ya lo sé, ¿pero qué r**a? —Por eso —Ayase comenzó a reírse—, incluso entre los Gamma, existen los híbridos, mi papás son de distintas Razas pero misma Familia y, gracias a eso soy un híbrido. —¿Eso es posible? ¿Te puedes transformar? —En ambas formas, sí —Ayase desvió la mirada hacia unas chicas que les veían entre molestas e incómodas—, al parecer te tienen envidia. —Bueno, un Gamma está a mi lado. —¿En serio? —Ayase se acercó más y Derenik puso su distancia—, y, ¿alguna otra duda? —¿Qué animales son? —Leopardo de las nieves y Guepardo. —Ya veo y... ¿en verdad eso influye en ti como humano? —Un poco, soy resistente al frío pero no tolero el calor en lo absoluto, y puedo correr más rápido que los demás. —Ya veo —Derenik susurró, ahora entendía por qué Ayase era demasiado apuesto, su físico era envidiable, como si lo que tuviera a un lado fuera irreal—, y... ¿por qué tanto interés en mí si al final tendrás que estar con una Delta para tu descendencia? —Tú no estás entendiendo nada, ¿acaso comprendiste lo que te dije? —¿A qué te refieres? —Mi mamá y mi papá; los dos son Gamma. Derenik se tragó su sorpresa, vale, ahora sí lo entendía, y demasiado bien. A su compañero no le interesaba en lo absoluto eso, pues con él era suficiente para generar otro Gamma, ya fuese con una Delta o un Zeta, sí, todo cuadraba. —Entonces... ¿quieres que te diga los beneficios que tendrás si vienes conmigo? —No, gracias —Ayase cerró la boca y le miró serio—. No estoy interesado en ti ni en tus beneficios. —¿Por...? —Salgo con alguien —dijo sin pensarlo y se quiso matar, luego pensó y agregó—, nuestras familias hicieron un arreglo luego de ver el mutuo interés. Por eso no te puedo corresponder. —¿Y qué Casta elegiste? —Alfa. No dijo nada, Ayase guardó silencio y se retiró sin decir nada, parecía molesto y Derenik no quiso entrar en detalles, el resto de las clases fueron aburridas y tediosas, además, por alguna razón quería ver a Catriel, seguro estaba pescando renacuajos, era su principal hobby. Deseó estar con él y cuando acabaron las clases salió corriendo sin esperar a Flor. Llegó sudado a casa y tras preguntarle a su madre en dónde estaba Catriel, salió disparado hacia las cascadas, allí lo encontró sentado junto a Nina, la perrita que habían adoptado meses atrás y le miró, era... realmente hermoso. —¿Y a ti qué asesino serial te persiguió que vienes así? —Catriel se acercó, Derenik no respiró, su aroma... ese exquisito aroma le provocaría unas malditas ganas por devorarlo y le sonrió nervioso, ¿cómo le decía que de pronto unas terribles ganas por verlo lo habían forzado a correr un maratón? —Mierda, ¿alguna vez te he besado cuando no estás en celo? —preguntó, Catriel negó y se acercó. —¿Quieres besarme? —preguntó, sus delgadas manos atraparon una gota de sudor y Derenik asintió—, ¿por qué? —¿Tienes que preguntar? —Quiero saber —seguía acariciando su piel sudada, Derenik no podía apartar la mirada de sus ojos, de sus labios, de su ser entero, alzó su barbilla y Catriel besó su mejilla—, hueles bien... —Catriel... —Si quieres besarme, bésame. Pero no te sorprendas cuando te corresponda. Lo besó, Derenik fundió sus labios en un beso fogoso, lo deseaba, lo sabía. Durante todo este tiempo siempre lo había deseado, y odiaba tener que esperar a su celo para poder hacerlo, sus lenguas jugaban, se sentía demasiado bien tener a Catriel entre sus brazos, besarlo y morderle sus labios, le gustaba. Lo quería. El deseo entre ambos era el mismo y no habían sabido parar a tiempo. Esa fina cuerda que detenía la relación que mantenían se rompió y los dos cayeron en un vacío sin retorno, se deseaban, dentro y fuera de todo, y lo sabían. Cuando se alejaron, se miraron extasiados, emocionados y sintiéndose dos niños pequeños que hacían travesuras como antes, no pudieron evitar sonreír. —No le digas a mamá —dijeron.
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