Capítulo 2

1629 Words
La señora que se había presentado como Susan le había mostrado cuál seria su habitación. Podía usar cualquier parte de la casa, era la dueña de prácticamente todo, lo único que no debía hacer era entrar sin autorización a la habitación de su esposo. ¿Estarían en habitaciones separadas? Tampoco usar su despacho cuando el estuviera ahí. Amy había escuchado todo con atención. Además no quería ponerle las cosas difíciles a Susan. Luego de ver todo los lugares de la casa a lo que tenían permitido ir, se encerró en su habitación. Se sentía exhausta. Una boda. Un esposo. Una nueva vida. Sin darse cuenta se quedó dormida. *** Kellan salió del salón en el que había recibido a su esposa. No había nadie cerca. Solo se escuchaban sus pasos. Dentro de su hogar no solía usar nada que cubriera sus cicatrices, por lo que cada vez que se encontraba con alguien de la servidumbre estos procuraban no mirarlo a la cara o evitar encontrarse con el. Resultaba ser un momento incómodo para ambas partes. La mirada sin brillo de Kellan los asustaba. Era un hombre vacío. Este se paró frente a la habitación de su esposa. Había sido un poco agresivo. Nunca había tenido el impulso de molestar a las demás personas pero con su esposa sentía algo diferente, creía que esta se cansaría y luego se alejaría de él. Nadie se quedaría junto a él. Mientras mas rápido sucediera, mejor. ¿Qué tan poderoso era para tener a esa mujer como esposa? Con su aspecto no se sentía merecedor de ninguna mujer, mucho menos una con la belleza de Amy. Kellan abrió la puerta. Se adentró a la habitación que había sido preparada de ante mano para ella. Esa chica estaba ahí acostada, aún vestía el vestido de novia. Parecía tener un sueño inquieto. Para él, Amy seguía luciendo hermosa a pesar de estar casi recorriendo la cama. Se acercó más a ella, con la intención de acomodarla. Justo cuando estaba por levantar la manta y cubrirla la escucho murmurar algo. Kellan soltó la manta y salió dando un portazo que resonó en la mansión completa. Seguía escuchando lo que Amy dejó salir inconsciente. “No quiero casarme.” “El es horrible.” Seis palabras bastaron para hacerlo volver a la realidad. Se adentró a su despacho y mandó a buscar a la señora Susan. Ella estaba con el desde mucho antes del accidente, se podría decir que era a la única persona a parte de su familia que dejaba que lo viera sin máscara. Susan entró luego de recibir la aprobación. La señora traía una taza humeante. La dejo sobre el escritorio y esperó a que su señor hablara. — La señora Phillips ya no tiene permitido salir de su habitación sin mi permiso. Cuando se despierte déjale saber. No quiero que una desconocida esté en mi territorio. — Señor… — No escucharé tu opinión esta vez. — Kellan miró la taza de té. Ya todos sabían que estaba furioso. Cada vez que pasaba eso, la anciana le traía un té. — Esta bien, señor. Con su permiso. — Susan salió del despacho de este con el ánimo abatido. Todos en este lugar tenían la esperanza de que el jefe cambiara una vez viniera su nueva esposa. Solo se preguntaba que había hecho la señora para enojar al jefe tan rápido. Cuando Amy se despertó, se sintió más relajada. Había estado tensa todos estos días. Por lo que está siesta le había sentado de maravilla. Fue al baño y se despojó de todo. Se dio una ducha rápida y luego salió envuelta en una bata. Comenzó a buscar sus cosas por la habitación. No había nada. ¿Dónde estaba su ropa? Confundida, se dirigió a la puerta. Tenia la intensión de buscar a Susan. Abrio la puerta y casi se le sale el corazón del susto. Al lado de su puerta habían dos hombres vestido de traje. Ambos se giraron a su dirección. — No puede salir señora. — ¿A qué te refieres? ¿Cómo qué no puedo salir? Los dos gorilas se quedaron en silencio, en guardia para evitar que esta saliera de la habitación. — Llamen a Susan. Tengo que salir. — Amy continuó pidiendo que la dejaran salir sin conseguir nada. Ya furiosa. Intentó por su propia fuerza irse. — ¡Suéltenme! ¡Susan! ¡Si me siguen impidiendo la salida hablaré con su jefe! Los dos hombres se miraron. Fue el jefe que los mandó aquí. ¿Por qué vendría de forma voluntaria a retener a la mujer de su señor? Los gritos se escuchaban por todo el lugar. Amy no entendía porque de un momento a otro estaba encerrada. ¿Desde que momento esto se había vuelto una prisión domiciliaria? — ¡Señora , cálmese! — Susan llegó corriendo. Sabia que esto pasaría, pero no tan rápido. — Por favor, sea un poco paciente. Fue el jefe que los mando aquí. No puede salir de la habitación hasta que el diga lo contrario. — ¿Dónde está Kellan? Sino se presenta ahora mismo a resolver esto, me iré. ¡Díganle que venga! El susodicho llevaba tiempo escuchando los gritos de esa mujer. Esta a punto de volverse loco. Agarró su máscara. Esta era completamente lisa y de color n***o. Tenía varias, esta era una de las que usaba para ver a alguien dentro de la casa. Caminó a paso rápido hasta la habitación de su mujer. Ella estaba parada entre los dos hombres que había puesto a custodiar la puerta. Sus mejillas estaban coloradas, aunque no llevaba rastro de maquillaje. Frente a ella seguía Susan tratando de calmarla. Kellan, bajó la velocidad, y se acercó hasta quedar detrás de Susan. Desde el momento que Amy lo vio hizo silencio. — Estoy aquí. ¿Por qué no me dices a qué se deben tus gritos? — cada palabra que salía de la boca de Kellan, iban teñida con un tono de disgusto. Amy dio un paso atrás. Una mirada asesina se dibuja en sus ojos. — ¿Por qué me haces esto? ¿Qué fue lo que hice? — preguntó sin apartar la mirada de esa máscara. Había escuchado que se veía aterrador con ella puesta, pero no encontraba lo que provocaba ese miedo en la personas. — No tienes derecho a cuestionar mis decisiones. No estás en tu casa, sino quiero que te integres a la mía no lo harás. — ¿Dónde es mi casa entonces? ¡Soy tu esposa! Ya que decidiste casarte conmigo este también es mi hogar y no puedes privarme de mi libertad. No he hecho nada para que lo hagas. Kellan se quedó en silencio. Realmente se estaba portando como un idiota. Este matrimonio era concertado, era obvio que su mujer no sentiría ningún tipo de aprecio. Pero… escucharla referirse de la forma en las que todos solían llamarlo a su espalda, le disgustó. No podía dejar que también en su casa lo trataran de monstruo. — Váyanse. Este no tuvo que hablar dos veces para que los guardias junto a Susan se marcharan dejándolo a solas con su esposa. Amy espero a que dijera algo más. Que revocara su orden o lo que fuera pero este solo se quedó ahí mirándola. — ¿Ahora qué tengo? ¿Me castigara por no vestirme? Kellan se acercó. Le sacaba una cabeza a esa mujercita. Pero el temperamento de esta sobrepasaba el suyo. Acercó sus manos, sin vacilación empezó a arreglar la bata que se había desorganizado en el forcejeo. — No me toques. — Amy apartó de un manotazo las manos enguantada de su esposo. — ¿Crees que puedes venir y hacer lo que quieras sin disculparte? —¿Por qué me disculparía? — preguntó divertido ante su acción. No recordaba la última vez que había sido golpeado. — Por encerrarme. Los ojos claros hicieron contacto con los oscuros y aterradores de su esposo. Kellan sostuvo la barbilla de esta y dejó una leve caricia con su dedo pulgar. — No lo haré. Amy estaba a punto de protestar. Pero se contuvo. No había sentido en hablar con este hombre. Se zafó de su agarre con intención de entrar a su habitación. Al ver esto, lo primero que hizo su esposo fue sujetarla de la cintura. La levantó como un costal de papas y se fue con ella rumbo a otra dirección. Amy sintió como su mundo se ponía de cabeza. Empezó a patalear, sentía que el la dejaría caer en cualquier momento. Lo único que recibió fue un golpe en el trasero. Su boca se abrió de la sorpresa. Su esposo acaba de darle una nalgada. — Bájame. ¡Kellan, suéltame ahora mismo! Este hizo oídos sordos a los gritos de su mujer y se adentró en una habitación. Por la decoración sin vida y oscura Amy supuso que era la habitación del hombre. Antes de siquiera pensar en lo que haría aquí, fue arrojada sobre la cama de su esposo, dejando escapar un grito. — ¿Qué haces? — ¿Qué crees que vamos a hacer? — pregunto este arqueando una ceja. —Ya que afirmaste ser mi esposa, te dejaré cumplir con tu papel. Pero primero debemos consumar el matrimonio para que esto funcione. — ¿Qué? — ¿No quieres? Entonces puedes irte. Amy miró la mano extendida de su esposo hacia la puerta. Este era su momento para liberarse de todo. Kellan esperó. Su mirada se fue congelando mientras veía como su esposa se levantaba de la cama. Esta era la respuesta que esperaba. También lo que quería. Amy dio un paso y miró hacia ese hombre. Este sintió su mirada y se la devolvió. ¿Qué haría?
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