Amy se levantó de la cama, no se molestó en pensar a donde había ido su esposo. Al parecer era costumbre de este desaparecer luego de acostarse con ella. Hizo su rutina normal y luego bajó a la cocina.
Hoy había más personas de lo normal en la casa.
Todos iban y venían sin prestarle atención.
Amy se lo encontró extraño así que fue en busca de Susan. Después de varias vueltas fue que logró hallar a la anciana. Esta estaba supervisando que todo estuviera en su lugar.
— Susan.
— Dígame señora. — esta giro ante el llamado de la mujer del jefe y le dio una sonrisa amable. — ¿Cómo puedo ayudarla?—le preguntó, con un tono cargado de amabilidad.
— ¿Por qué hay tanto movimiento hoy?—necesitaba saber si era un día especial o se debía a algo.—¿Viene alguien? — indagó con curiosidad. Su marido no le había comentado nada.
— Si señora. Hoy el señor Angust Phillips, el padre de nuestro jefe viene a visitar la mansión.
— Oh. Ya veo. Pues te dejo con tus cosas, si me necesitan para algo me lo haces saber.
Amy se despidió de Susan, no tenía nada que hacer, pero no quería inmiscuirse para luego estropear algo.
Si no iba a ser útil en nada, lo mejor era no entorpecer el trabajo de los demás.
***
Kellan terminó su labor en la fábrica.
Estaba sudado. Sino fuera por ocultar sus cicatrices hace tiempo se habría sacado la camisa y quitado la máscara. Su cuerpo se lo pedía a gritos.
Observó la hora. Seguramente su mujercita estaría dando vueltas sin saber que hacer. Una sonrisa se dibujó en su rostro sin darse cuenta. Había adquirido algunas telas exóticas de las cuales pensaba entregársela a ella.
Salió aún con la sonrisa y se subió en el Jeep. Tenia que regresar temprano para recibir a su padre.
No le agradaba esa visita pero no podía negarse a recibirlo. Era de esas cosas a las que no podía negarse.
Cuando llegó a la mansión fue rumbo a su habitación. Tomó una ducha rápida y se vistió con un atuendo relajado aunque este no dejaba ver ni una porción de su cuerpo. Se colocó frente al espejo y observó esa parte de su cara que aborrecía por completo. Era difícil de ver incluso para él, saber que ese lado de tu rostro no correspondía al aspecto que una vez tuviste, aquel cambio tan bestial era lo que lo abatía, sin que pudiera hacer nada al respecto.
Su rostro no estaba desfigurado en su totalidad pero cada vez que se miraba en el espejo sin la máscara puesta lo único que podía ver eran sus imperfecciones. El recuerdo de que ya no era el mismo ni lo sería nunca.
Deja salir un suspiro y se colocó la mascara. Era de color plateado y solo cubría esa parte que estaba dañada. Cuando la puso pudo apreciar esos rasgos de los que antes se enorgullecía y que le habían traído más de una conquista.
Apartó la mirada y se salió de la habitación. Ese no era él.
El Kellen de antes ya no podía regresar.
— Su padre ya ha llegado señor. — Susan se le acercó sacándolo así de sus pensamientos. — Lo está esperando en su despacho.
— ¿Dónde está Amy? — no la había visto desde esta mañana. Quería saber un poco de ella y lo que había ello en el día.
— La señora ha estado en su habitación. ¿Quiere que la llame?
— Dile que vaya al estudio.
Kellan pasó al lado de Susan y entró a su despacho. Ahí sentado como si ese lugar le perteneciera estaba el hombre que lo engendró. Uno de los autores detrás de su matrimonio.
El hombre alzó la mirada y observo detalladamente a su hijo haciendo que este se sintiera incómodo ante tal escrutinio.
— ¿Para qué viniste? — preguntó Kellan parándose frente a su escritorio.
Era su silla, no de su padre.
Las visitas de aquel hombre siempre eran incómodas.
— A conocer a tu preciada mujer. Tengo curiosidad de cómo se han estado llevando. ¿Todo está bien?
— Si te preocupas de que la haya asustado puedes estar tranquilo. Esa mujer no le tiene miedo a nada ni a nadie.
Angust se levantó del asiento de su hijo y se arregló el saco. Su vestimenta era implacable. El aura que tenia a su alrededor era igual de dominante que su hijo. Para ser un hombre pasado de los cuarenta estaba bien cuidado.
— Ahora tengo más deseos de ver a esa jovencita.—expresó su curiosidad.—¿Dónde está?
Acabando de el padre de Kellan preguntar el toque en la puerta se escuchó.
Amy entró después de que le dieran el permiso. Miró a los dos hombres parecidos en cuanto a proporción. Dándose cuenta que su esposo tenía nuevamente un lado de la cara descubierta, era una copia de su padre pero más joven.
— Hola. Soy Amy. — esta se presentó extendiendo la mano hacia su suegro.
Este se la recibió pero no dijo nada. Su mirada no se apartaba de su rostro. Era como si estuviera buscando alguien más en sus facciones. Amy quedó desconcertada pero se quedó en silencio.
— Así que eres Amy… te ves un poco diferente de la foto que tus padres habían enviado. ¿Cómo están ellos y tú hermana?
— Ellos deben estar bien, gracias por preguntar. Mi hermana no se encuentra en el país así que no sabría decirle.
Al ver que las respuestas de esta no tenían ningún titubeo, Aungust no dijo más. Tendría que investigar que había pasado. Además ya no valía de nada reclamar, por como su hijo miraba a su esposa no dejaba lugar a dudas de que ya habían algunas emociones envueltas. O placer mutuo de por medio.
De lo único que estaba seguro era que pondría a los Colleman a pagar por su engaño.
— Solo pasé a saludar. Ustedes están recién casados seria bueno que pasaran más tiempo juntos. ¿Por qué no han realizado su luna de miel? — el señor Phillips miró a su hijo en busca de respuestas.
Kellan hizo una mueca extraña. ¿Cómo rayos saldría luciendo de esta forma?
Estaba seguro que si salía con su mujer solo obtendría más disgustos que otra cosa. Ella lucia demasiado llamativa y el no le hacía justicia así que era mejor evitarse contratiempos.
— La fábrica tiene mucho trabajo. No tengo tiempo para tontear por ahí. – se excusó Kellan.
Amy se encogió de hombros. Realmente no le interesaba salir de luna de miel. Apenas podía convivir con su esposo viviendo en el mismo lugar y eso se debía a que casi nunca el se encontraba en la casa.
Soportar su actitud no era lo más satisfactorio.
Lo único que lo unía era un papel y la relación física que habían establecido. Y la cuál había sido muy placentera desde el inicio.
— No es necesario salir. Mi esposo y yo necesitamos tiempo para conocernos, quizás en un futuro podríamos salir a disfrutar de las mieles del matrimonio.
— Si lo dos piensan eso, quien soy yo para entrometerme. Eso si, estoy esperando la noticia del futuro heredero.
Amy y Kellan hicieron contacto visual al escuchar esa última parte. No creían que tener un bebé en su situación seria lo más indicado. Sobre todo Amy quien había crecido de una forma desprovista de afecto.
No creía que pudiera ser una buena madre.
Pero…
— Eso vendrá eventualmente, no necesitas asustar a mi esposa. — respondió Kellan viendo la expresión poco dispuesta de su mujer.
— Apenas llevan días y ya la estás defendiendo. Bien ¿Quién lo pensaría de un hombre tan frío como tú?
Kellan hizo oídos sordos. Desde siempre su padre se dirigía a el de esa forma. Pero no lo había mencionado desde el accidente ya que era muy evidente que no solamente era frío sino que se había vuelto más insensible.
— Si ya no tienes más nada que buscar aquí te puedes ir.
— Esta bien. Fue un gusto conocerla señorita Colleman, espero verla pronto por la casa principal. Estoy seguro que le caerás bien a la madre Kellan.
Amy sonrió y se despidió de su suegro. Lo vio salir del despacho para luego girarse a ver a su esposo quien se había sentado detrás de su escritorio.
— ¿Qué?
— Nada. Solo que…
— No te andes con rodeo. No me gusta. ¿Qué quieres?
— El embarazo…
— Como le dije a mi padre, eso vendrá eventualmente. No quiero un hijo. Pero si se da el caso solo hay que hacerse responsable. Es un matrimonio, ¿no? Con ello vienen los hijos. Sino, ¿para qué la gente se casaría? El sexo pueden tenerlo sin casarse.
— Bien.
Amy dio por terminada la conversación. Fue a abrir la puerta para marcharse.
— ¿Quién te dijo que te fueras?
Contó hasta tres en su mente y miró por encima de su hombro. Si no hacia molestar a su esposo cada vez que se encontraban algo malo pasaría.
— ¿Algo más?
Kellan retuvo el deseo de reírse al ver la expresión antiestética de su mujer. Solo quería molestarla un poco, no pensó que sería un efecto tan rápido. ¿Acaso le molestaba estar en el mismo lugar que el?
— Olvídalo, puedes irte.
— Como usted diga señor. — dijo esta antes de salir casi corriendo del despacho no sea que a su esposo le picara algo más.