Capítulo 5 Un castigo a mi esposa

1519 Words
Estaba muy nerviosa, por fin podía ver un trozo de su cara, pero la otra seguía oculta. Pero a lo único que podía prestar atención eran a las facciones del rostro de éste. Si tan solo no hubiera una mascara entorpeciendo su escrutinio… se había olvidado por completo que la primera vez que se encontró con ese hombre, le había ordenado que no lo mirara. — No me hagas enojar, Amy. ¿Dónde diablos estabas? Te pregunté. ¿Por qué saliste sin permiso? Kellan la agarró por el brazo y la zarandeó un poco. Amy volvió en sí. Dándose cuenta que ante ella, estaba su esposo, furioso como no tenia idea. — Me estas lastimando. — se quejó esta apartando de un manotazo al agarre de su marido. — solo salí un momento. ¿Por qué tengo que pedir permiso? Soy libre de salir cuando quiera y a donde se me pegue la caña. Estas no son maneras de preguntarme dónde estaba. Y solo fue un momento, ¿qué más da? Que él había pensado que ella lo había abandonado, que ella huyó de él. — ¿Por un momento?¡Te fuiste por horas! ¡Sin avisar! ¿Qué estabas pensando? ¿Estas consiente de que te pudo haber pasado algo y que absolutamente nadie lo sabría? ¡Porque no sabíamos que saliste! — ¡Ya! Fue mi culpa,—-reconoció, comprendiendo que no le dijo a nadie que saldría.—no tienes que gritarme y lo siento por no avisar. Pero si no me valgo por mi misma nadie en esta casa me va a ayudar. Solo quería salir a distraerme, eso no tiene nada de malo y es perfectamente normal. Sino tienes nada más que decir me voy. Amy no le dio espacio a reaccionar y abrió la puerta del despacho. Ahora se sentía furiosa. Sabia que fue su error no avisar pero no se merecía que le gritaran o la trataran de ese modo. Su esposo era muy fresco y ella no iba a tolerar eso. Claro que no. — ¡Vuelve aquí! — el grito enfadado de Kellan resonó en todo el pasillo cuando Amy salió. Amy se hizo de oídos sordos y continuó caminando. Los pasos marcados del hombre se escuchaban detrás de su esposa. Solo estaba intentando lidiar con esta situación. ¿Ahora era él quien tenia la culpa? La situación cambió muy rápido y Kellan no sabía cuando. Alcanzó a su esposa y la sujetó por el brazo girándola hacia él. Sus miradas enfurecidas chocaron entre sí. — ¿Quién te dio permiso para que te fueras? —¿Quién me dio permiso? ¿Crees que lo necesito? No tengo que pedirle permiso a nadie. Suéltame. — ¿Por qué saliste sola? Pudiste haberme buscado para que te acompañe. — Ja. ¿Quién fue que me advirtió que no lo buscara?—le recordó, además de que la dejó sola luego de su primera noche juntos.—Solo fue un paseo, no es como que me fugara. Kellan empujó el cuerpo de su mujer hasta dejarla pegada a una de las paredes. Esa última palabra le molestó. Subió las manos de esa mujercita que solo le gustaba poner a prueba su paciencia y la dejó sin movimiento alguno. Amy lo miró con regodeo por usar sus palabra contra él. Aún no podía aparta la mirada de esos ojos tormentosos. — Por lo menos debiste informarle a Susan. O alguien, quien fuera. ¿Sabes todo el trabajo que me diste? — Ya me disculpé, ¿qué más quiere? — Amy trató de ignorar la posición en la que estaban. Sería vergonzoso si alguien los viera. Kellan notó la distracción de su mujer y un brillo malicioso pintó su mirada. Ya que no valía razonar con ella buscaría una forma de castigarla por su impertinencia. — A ti. Las manos de Kellan abandonaron las de Amy, pasándose en sus piernas y subirla sobre el. Por instinto está se aferró a el. Las manos de su esposo estaban ahora apretadas contra su trasero. — ¿Qué piensas hacer? Kellan no respondió a la pregunta de su mujer y volvió sobre su paso. Estaban de regreso en el estudio de este. Kellan la dejó sobre su escritorio y deslizo su mano dentro del vestido de ella, sacando la prenda que cubría su parte íntima. No hacía falta que volviera a preguntar. Sabia que era lo que su esposo quería y ella por más que quisiera negarlo también lo ansiaba. Kellan introdujo sus dedos, encontrándose con la cavidad húmeda y excitada de su mujer. Una sonrisa de suficiencia se lanzó en su cara. Haciendo que la parte descubierta de su rostro luciera más atractiva. Un jadeo escapó de los labios de Amy. Estaba fascinada por el rostro de su marido. Sobre todo, con su mirada. Quiso tocar ese rostro y dibujarlo con sus dedos pero su atención de desenfocó. Ella quería verlo completamente, saber más de cómo era su rostro completo. Pero ahora mismo estaba distraída en otra cosa. El placer. Los dedos de sus esposo habían sido sustituidos por otra cosa. Para su sorpresa no fue doloroso esta vez. Sentía como una corriente le recorría desde la punta de los pies, hasta esparcirse por todo su cuerpo sin piedad alguna. Era algo que pudo percibir el día que se acostó con su esposo pero que no entendía que era. Estaba tan absorta en ese nuevo sentir que se olvidó de si misma. Solo podía sentir el placer que le otorgaba su marido cada vez que sus cuerpos se encontraban. Se aferró al borde de la mesa, enredando más sus piernas en las caderas de este. Kellan se deleitó observando la mirada perdida de su mujer mientras iba aumentando el ritmo de sus caderas. Cada vez que se hundía sentía una calidez y satisfacción que lo volvían loco. Sin miramientos, este la cargó sin salir de ella, y fue caminando hasta llegar al sofá. En cada paso, Amy sentía que su interior era llenado. Cada vez que esposo se movía su interior era más invadido, alertándola con enloquecerla, si no es que ya lo estaba. Kellan se sentó sobre el sofá. Amy recibió sin aviso toda la longitud de su esposo, dejándola sin respiración. Aquello era muy fuerte, demasiado grosor para su estrecho interior. Amy abrió la boca, incapaz de callar eso que sentía en aquel momento. Los gemidos habían formado una sinfonía dentro del estudio, junto a la respiración pesada de ambos. — Ah… El vestido se había vuelto un desastre. Kellan, deshizo la parte de arriba y se concentró en darle atención a las puntas erguidas de su mujer. Robándole más de un suspiro. No quería parar. Sus manos recorrían cada detalle del cuerpo de su mujer. Todo era perfecto en ella. Hasta los sonidos que salían de sus labios. Aquello era una música muy excitante para él, lo enloquecían, volviéndolo desenfrenado. Los movimientos se volvieron constante hasta que la fricción los llevó a alcanzar la cima. — La próxima vez que salgas sin avisar te la cobraré caro. — sabía que ella no lo escuchaba pero aún así quería advertirla.—No juegues conmigo, Amy. No intentes volverme loco. Kellan ayudó a que Amy se acomodara en el sofá. Se pasó una mano por el pelo. Estaba húmedo. Ahora lo único que quería era darse una ducha. El agotamiento del día más este atenuante enfrentamiento le habían robado la última fuerza que le quedaba. Luego de reponerse y conseguir algo de energía, Kellan arregló la ropa de su mujer y salió rumbo a la habitación de esta. Nuevamente se había quedado dormida. Una risa casi imperceptible rompió el silencio. Este analizó el rostro de su mujer. Lucía como una hada. Si tan solo se quedara así tranquila y no le hiciera perder la cordura, no le importaba que no hubiera amor en esta relación. Podría acostumbrarse a ella. Kellan la depósito en la cama. Su mirada no se apartaba de ella. Tampoco lo quería hacer. Llevo un mano hasta la mitad de su cara. Hoy había mostrado demasiado. Algo en el fondo de su mente le gritaba que buscara aquella mascara que dejaba todo cubierto y no se arriesgara a recibir miradas de repulsión. Pero no había sido así… ella no lo miró así… Pudo notar como sus ojos no se apartaban de su cara. “Solo porque no ha visto el otro lado.” “Desde que lo vea te dejará.” Kellan cerró los ojos. No era cierto. No podía dejarse caer. Con cuidado, cubrió con la manta a su mujer y se acostó del otro lado. Sin que sus cuerpos se tocaran. Era muy atrevido de su parte pero no podía repetir lo de la última vez y solo irse. Además estaba muy cansado. Amy se removió y rodó sobre si. Quedando pegada al cuerpo de Kellan. Este la dejó ser. Había una sábana se por medio. Además estaba durmiendo, no podría ver la marcas en su cuerpo. Solo tenia que dormir con la mascara puesta para prevenir cualquier incidente.
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