Hadriel creyó que se había arrepentido, pero solo que no quería ser vista allí, en ese lugar. Lo comprendía y lo respetaba —Entiendo. Eres libre de detenerlo cuando ya no estés segura de seguir —dijo él, con tranquilidad—. En cualquier momento. Hadriel se levantó y se quitó la ropa que le faltaba, así como los zapatos y la medias. No imaginó que era él quien le estaba dando un espectáculo a la que se suponía debía atenderlo esa cita. Si saberlo, los papales de comprado y acompañante se había invertido. Era más, ya no había ningún rol en ese sentido, solo dos personas que había accedido a pasarla bien juntos, con un límite y con total consentimiento de las partes. Las cosas, sin duda alguna, no habían salido como esperaban. Uno había ido solo para cancelar cualquier servicio que hubiera