Capítulo 3

1354 Words
Tenía cierta sospecha en Alessandro, pero accedí a prácticamente todo lo que me pedía, me hospedé en su casa, viendo el lado positivo, no gastaría ese dinero en el hotel. —Dulces sueños —dijo él, despidiéndose desde la puerta de la habitación. —Espera… —me levanté de la cama dónde estaba sentada. —¿Qué sucede? —¿Y tú dónde duermes? —susurré, cerca de él. —En mi habitación —dijo firme, sin dejar de mirarme. Me acerqué un poco más a su cuerpo, pude notar su tensión ante eso, lo disfruté. Giré sobre mis talones y regresé a la cama. —Buenas noches, Alessandro. Me desconocía así, pero tenía que lograr todo con tal de poder reencontrarme con mis hijos, hasta lo imposible. —Buenas noches, Nohemí —dijo para luego salir de la habitación. Suspiré. Tomé mi celular, entré al navegador, tenía que averiguar quién era Alessandro. Alessandro Lucchese, treinta años, nacionalidad italiana, perteneciente al grupo de mafiosos de Sicilia. Ajá, entonces también era un mafioso, como Pablo, pero… ¿Eran del mismo grupo o eran rivales? Poco sabía de la vida de Pablo, o sí, de Pablo sí, pero no de Gianfranco Mirizzi. Tardé pocos segundos en quedarme totalmente dormida, había sido un día largo y confuso, apenas llegaba a Italia y ya me encontraba con estos movimientos. Desperté por la claridad que entraba en la habitación, abrí mis ojos poco a poco. Quería darme una ducha pero recordé que mis cosas estaban en el hotel. Me incorporé de la cama, miré mi celular, eran las 7:20 am. No podía perder el tiempo, quería salir a buscar a mis hijos, que era mi objetivo. Até mi cabello en un moño alto, salí de la habitación en búsqueda de Alessandro, pero no había ni un alma en aquella semejante casa. Llegué a la cocina, Rosina tampoco estaba, por lo que aproveché y me serví un vaso de agua. —Parece que le gusta madrugar, señorita —escuché una voz ronca detrás de mí, me asusté. —Buen día —sonreí al verlo. —Buenos días —me devolvió la sonrisa. —Quería darme una ducha pero… —me acerqué un poco a él—, mis pertenencias quedaron en el hotel. —Acompáñeme —susurró, se giró sobre sus talones y se encaminó hacia mi habitación, lo seguí—. Aquí tienes un armario lleno de ropa para su utilidad —dijo, ¿qué carajos? —No, pero quiero mi ropa —lo miré, viendo que tomaba un vestido del gran armario. —Y este le quedaría perfecto —susurró pasando por detrás de mi cuerpo, pude sentir su aliento en mi cuello. Tomé el vestido en mis manos, casi sin poder respirar de los nervios, mi piel se erizó al sentirlo. —Gr… Gracias. —La espero para desayunar —se marchó de la habitación. Iba a ducharme y saldría a hacer mis cosas por Roma, tenía que encontrar a Pablo como sea. Terminé y me alisté, ese vestido estaba hecho a mi medida, ¿cómo sabían mis talles? Toda esa ropa era nueva, con etiqueta y todas aptas para mi cuerpo, incluyendo los calzados. ¡Vaya! Me maquillé un poco, cepillé mi cabello y en los pies me puse unas sandalias a juego con aquél vestido azul marino, pegado al cuerpo. Hice lo que Alessandro me ordenó, bajé a la cocina de nuevo y allí estaba él, pasé el umbral de la puerta, él se quedó boquiabierto mirándome. —Ahora sí, buenos días —sonreí pasando por detrás de él, pasando mi mano por su espalda. —Buenos días —me acomodó la silla a su lado para sentarme a desayunar. Había café con corissant, al parecer, caseros. —Al acabar el desayuno iré a la ciudad —lo miré al chico, su olor a perfume me cautivaba. —¿Qué tienes que hacer? —Em… —no sabía que decirle, miré a otro lugar. —Nohemí, confía en mí —una mano se posó sobre mi muslo izquierdo. Lo miré automáticamente al sentir aquél suave tacto, ¿qué pretendía, señor? Se levantó de la silla y se paró detrás de mí. —Te llevaré a ellos —susurró en mi oído, me hizo estremecer—, pero debes darme algo a cambio. Me giré para mirarlo, ¿algo a cambio? Buscaba una respuesta pero no la obtuve. Terminé mi desayuno y me dispuse a limpiar todo lo que utilicé. Sí, no me gustaba tener sirvientes. —¿Vamos? —se apareció detrás de mí, de nuevo me sobresalté—, ¿o tengo que esperar todo el día? Pude ver su expresión con cierta picardía, ya estaba entendiendo qué era lo que quería lograr, pero… ¿De qué le servía? ¿Para qué me quería? Me encaminé a su lado, asentí. Salimos de la gran mansión, nos subimos de nuevo al mismo coche del día anterior, con el mismo chofer, al que saludé respetuosamente. —¿A dónde iremos? —pregunté ansiosa. —Te llevaré a un sitio qué, de seguro, te gustará. —Alessandro —susurré mirándolo—, ¿por qué yo? Me miró por unos segundos. —Te ayudaré a buscar a tus hijos —soltó, sin más. Me sorprendí, ¿cómo sabía? ¿Los conocía? ¿Los vio? —Do… ¿Dónde están? —mi voz se entrecortó, iba a llorar en cualquier momento. —Tranquila… —me tomó de la mano—, todo a su tiempo —me guiñó el ojo. ¿Qué carajos era lo que quería a cambio entonces para llevarme con mis hijos? No podía esperar un día más si él sabía dónde estaban, necesitaba encontrarlos, necesitaba verlos y abrazarlos, necesitaba recuperarlos. Quería llegar hasta aquél lugar a dónde me iba a llevar Alessandro, necesitaba, además, preguntarle un par de cosas y aclarar mis dudas. Luego de unos minutos llegamos a un lago, Lado di Endine. ¡Qué maravilla y tranquilidad de lugar! Pero… ¿Qué hacíamos ahí? Nos bajamos del auto, el chofer se marchó del lugar, nos quedamos solos. —¿Qué hacemos aquí? —le pregunté. —Acompáñame —me tomó de la mano—, quería que des un paseo y este lugar me pareció ideal. Lo miré extrañada. Seguimos caminando un poco más hasta llegar a una arboleda, nos sentamos allí debajo. —Alessandro, no vine a pasear —dije firme. —¿Puedes confiar en mí? —No —lo miré fijo a los ojos—, ¿cómo pretendes que confíe en alguien que ni conozco? —¿Qué quieres saber? —¿Quién eres? ¿Por qué me “secuestraste”? Largó una sonrisa. —No te he secuestrado —tomó mi mano—, digamos que… Te tomé prestada —susurró. —Co… ¿Conoces a mis hijos? —me atreví a preguntarle, asintió—, ¿dónde están? —Te llevaré a ellos cuanto antes, pero debes ser paciente. —¿Por qué mierda tanta paciencia? ¿Quién carajos eres? —mi tono de voz se elevó un poco. —Nohemí… —intentó tranquilizarme—, no puedes apresurar las cosas así sin más. —¿Qué quieres de mí? —dije al borde de las lágrimas. —Digamos que… —me miró, se acercó a mí. —¿Qué? —ya tanto misterio me estaba poniendo los pelos de punta. —¿Te atreves a tener un contrato conmigo? ¿Qué? ¿Quería que pertenezca a la mafia? No estaba entendiendo nada. —Te aseguro que nunca te faltará nada. —No te estoy entendiendo, Alessandro —bufé—, deja las vueltas y dime que es lo que quieres de mí. —Un contrato dónde sirves para mí, cumples mis deseos y caprichos, sin permiso a enamorarse, por tiempo indefinido, dónde nunca te faltará nada, absolutamente nada —hizo una pausa—, a cambio te daré a tus hijos. —Yo… —no sabía que responderle, ¿quería utilizarme? ¿Qué quería lograr? ¿Y si me estaba mintiendo? —¿Aceptas?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD