—Muchas gracias por todo, mamá —dijo Alessandro, por fin—, pero tenemos planes y debemos irnos.
—Oh, qué pena, hijo —dijo Teresa, tomamos nuestras cosas y salimos casi corriendo de allí.
Despedí al matrimonio mayor y nos marchamos de allí. Subimos al coche nuevamente.
—¿Por qué estás tan apurado? —me atreví a preguntarle.
—Debo cuidarte… —se limitó a responder.
—Tu hermano… —él me miró de inmediato—, creo que lo conozco.
—¿Qué? —se alarmó.
Mi celular sonaba, era mi madre. Hablé con ella durante el camino, íbamos a regresar a la casa de Alessandro para buscar unas cosas y cambiarnos de ropa. Luego íbamos a dar un paseo, o al menos eso creía.
Llegamos a la casa, corté la llamada.
—¿A dónde iremos?
—Te lo diré luego.
Se bajó del coche, al parecer estaba molesto por lo que acababa de decirle. Entré a la casa en silencio y me quedé en el gran salón esperando.
—Ve a cambiarte y prepara un bolso con ropa.
—¿Qué? ¿A dónde iremos?
—Haz lo que te digo —habló firme, me daba miedo.
Subí a mi habitación, suspiré, no tenía idea a dónde íbamos y porque Alessandro actuaba así. Busqué algo de ropa en el armario, pero no sabía bien que ponerme, no sabía que planes tenía Alessandro.
—¿Estás lista? —escuché su voz detrás de la puerta.
—No.
—Apúrate —bufé y me encaminé a la puerta.
—¿Por qué me apuras tanto y no me das expica… —quedé sorprendida al verlo con un ramo de flores— ciones —susurré lo último.
—¿Vamos? —sonrió.
Sin pensarlo me acerqué a él y me lancé a sus brazos abrazándolo. Luego de unos cuantos segundos me di cuenta, me alejé nerviosa.
—Perdón —dije avergonzada.
Entré de nuevo a la habitación a terminar de cambiarme y preparar las cosas.
—Iremos a París durante el fin de semana largo —entró detrás de mí.
Me giré para verlo rápidamente, impactada por lo que acababa de escuchar.
—¿Qué?
—Sí, te llevaré de paseo a Francia —sonrió.
—¿A cambio de qué? —me sonaba extraño todo esto, además, todo el gasto que generaba también.
—De nada, cariño —remarcó la última palabra.
Tragué grueso. Terminé de prepararme, estaba lista para viajar que, aparentemente, íbamos en coche. ¿Estaba loco?
Cambié de planes sobre la ropa que me iba a llevar, puse mis mejores atuendos dentro del bolso y alguna ropa interior erótica, después de todo, él se había encargado de comprarme toda esa ropa, así que debía usarla.
—Estoy lista…
Salí de allí para encontrarme con Alessandro en la sala. Nos encaminamos al coche y cargamos las cosas, me acomodé en el asiento, salimos rumbo a Francia.
Llegamos hasta el aeropuerto, me equivoqué, viajábamos en avión.
Bajamos del coche y entramos al gran edificio, él llevó todos los papeles, tenía miedo porque yo no tenía mucha documentación, tampoco tenía residencia en Italia. Me senté en unos bancos que había allí a esperarlo.
Terminó de entregar todo, regresó conmigo regalándome una sonrisa.
—Listo.
—¿Todo bien?
—Perfecto.
—¿Por qué me llevas a Francia?
—¿No puedo regalarle un viaje a mi mujer? —cada vez que me llamaba así se me erizaba la piel.
—¿Qué quieres de mí? —pregunté con temor.
—Eres mía —me miró fijo—, y no vuelvas a preguntarme eso.
Un millón de cosas se me pasaron por la cabeza, ¿y si tramaba algo?
—Alessandro…
—¿Qué?
—¿Conoces a Gianfranco?
Su mandíbula se tensó, miró hacia otro lugar.
—Por favor… —susurré con lágrimas en los ojos.
—Sí.
—¿Cómo lo conoces? ¿Tú eres… cómo él? —me daba miedo preguntar ciertas cosas.
—Estás preguntona hoy.
—Alessandro, por favor —rogué—, sólo necesito saber de mis hijos.
—Ellos están bien, Nohemí.
Suspiré, deseaba poder verlos y abrazarlos, los extrañaba demasiado. Llegó el momento de subir a nuestra embarcación, el vuelo a Francia salía en diez minutos.
Subimos al avión y nos sentamos en nuestros respectivos asientos. Alessandro no se separaba de mi un segundo y estaba muy atento a lo que sucedía a nuestro alrededor, ¿tan perseguido se sentía?
—¿Pasa algo? —le pregunté.
—No, tranquila.
Besó mi mano tiernamente, sonreí. Me senté del lado de la ventanilla para poder ir viendo hacia fuera. No dejaba de pensar en todo, ¿quién era realmente Alessandro? A veces me brindaba toda su confianza y otras me sentía totalmente desprotegida con él. Me relajé de más, me entre dormí en el hombro de mi compañero.
No sé en qué momento pasó todo tan rápido pero ya estábamos por aterrizar.
—Cariño… Llegamos —murmuró Alessandro intentando despertarme.
—Mm —me incorporé, miré por la ventana.
Acomodé un poco mi cabello, miré al chico, me regaló una sonrisa pero no obtuvo una de respuesta de mi parte.
El avión aterrizó, esperamos la orden para poder bajar. Quería salir de allí rápido, necesitaba descubrir que buscaba Alessandro de mí y en este viaje lo iba a lograr.
Nos bajamos, buscamos nuestras pertenencias y salimos caminando fuera del aeropuerto, allí nos estaba esperando un auto moderno, también con un chofer personal del señor Lucchese, ¿acaso tenía personal en todo el mundo?
—Sube —dijo él.
Subí al auto y luego él subió a mi lado en el asiento trasero, dio la dirección del hotel que había reservado y nos marchamos a nuestro nuevo destino. Por suerte llegamos rápido, no había mucho tráfico.
—Qué bonito lugar —dije en un tono apenas audible al ver el hotel.
—Sí, lo es —lo miré, al parecer me escuchó.
Bajamos del auto y entramos, dio sus datos y nos asignaron la habitación 307, ¡wow! Era demasiado lujoso. Subimos por el ascensor y llegamos a la habitación, entramos.
—¿Dormiremos juntos? —miré que sólo había una cama matrimonial.
—¿No quieres?
—Em… —lo dudé por un momento.
—Tranquila —cerró la puerta y se acercó a mí.
—Alessandro…
—Shh —puso su pulgar sobre mis labios para callarme.
¿Qué diablos quería de mí este señor? Tenía que averiguarlo antes de poner en riesgo mi vida.
—¿Qué haremos? —pregunté, intentando de que se aleje de mi lado.
—Tú debes quedarte aquí ahora —lo miré sorprendida—, tengo que salir pero regreso enseguida.
—¿No puedo acompañarte?
—No.
Tomó su celular y las llaves, salió y me dejó encerrada, quise abrir la puerta pero era imposible. ¿Por qué hizo eso?
Me quedé sola, pensando, tomé mi celular y busqué información sobre Alessandro Lucchese de nuevo pero no había nada en internet, busqué a Doménico, él tenía r************* y… ¡Tenía fotos con Pablo!
Sabía que en algún lugar lo había visto, ¿quiénes eran estas personas?
Alessandro conocía muy bien a Pablo, lo sabía, pero ¿por qué quería ayudarme entonces?
El sonido de mi celular me hizo salir de mis pensamientos, era un mensaje de Alessandro. Mis ojos se aguaron de inmediato. Me envió una foto de Daniel, mi hijo, estaba tan cambiado, tan grande, usando ropa muy formal, ¿dónde estaba?
“¿Dónde estás?”
“Alessandro, respóndeme”
“¿Estás con mis hijos?”
“¡Responde!”
No tenía respuesta, no podía dejar de llorar, ¿y Eider? Mi niña…
Pasaron alrededor de dos horas y él regresó, ya estaba cansada de estar esperándolo, me quedé dormida.