El día después de aquella discusión basta había transcurrido de una manera rápida, puesto que las horas no fueron suficientes para terminar de acomodar el lugar a mi estilo y a la comodidad de Daxton, simplemente se trató de una batalla a la par en cada rincón que ambos observábamos.
Las horas solamente bastaron para preparar algunos objetos de la habitación principal y arreglar otros pormenores del pasillo. Era agotante, puesto que también tenía que vigilar a Alec. Después de su nacimiento mi vida había dado un giro de trescientos sesenta grados, había dejado de ser la caprichosa Megan, la imparable, independiente y valiente mujer de cabellos rubios, para convertirme en una madre asustadiza y poco desordenada.
Tanto que pude morderme la lengua por las advertencias de mi madre que en aquel momento dejé pasar. Con Enly era todo más fácil, podía seguir trabajando en mi página web y los diseños que se publicaban en ella.
Al llegar la noche dejé la cena familiar que Daxton había realizado con los sujetos, para encerrarme en la habitación principal, puesto que debía revisar mi página y cuidar al pequeño. Lo había logrado, tenía el equilibrio entre observar el portátil frente a mí y amamantar a mi bebé al mismo tiempo.
El área laboral no me resultó más fácil que a Daxton, así como él tenía su maquinaria en Italia, yo la tenía en Corea, con mi media hermana trabajando en ella. Aunque había una gran diferencia, yo no extrañaba las tierras frías como Daxton las montañas. Porque en Corea siempre me sentí una extraña, una extranjera sin remedio, lo era por más que mi madre se había casado con un residente, ella al contrario parecía haberse convertido en una gran nativa.
Dejando aún lado aquellos pensamientos, seguí observando las gráficas que Jiyu, mi media hermana, me había enviado, estas reflejaban el flujo de venta en las últimas semanas.
—j***r, verte de esa manera me hace pensar que todo ha valido la pena, tú estás ahí tan parecida a una diosa, sosteniendo a nuestro pequeño con tanto amor— al llevar la mirada a su dirección pude encontrarme con su cuerpo recostado en el marco de la puerta, uno noventa de altura con ciento sesenta y seis libras, ojos verdes, cabellos marrones, cuerpo fornido y traviesos tatuajes que decoraban sus brazos y cuello. Daxton era el perfecto italiano que te hacía temblar. —Debo haberme robado la lotería— acusó, de mi parte, solté ciertos quejidos de dolor e incomodidad por parte de Alec. —¿sigue siendo un problema?— con pasos firmes se acercó a nuestra cama para subirse en ella y apreciar mejor la escena.
—Lo es, pero puedo con ello, Lucía y mi madre dicen que es normal— le conté cuando nuestras miradas se encontraron, seguido de eso con mi mano libre acaricié su rostro, mientras que con la otra arrullaba a Alec.
—Es doloroso también para mí tener que compartir con él tus pechos, ni siquiera puedo tocarlos, porque son un grifo de leche— Suspiró al sostener el dorso de mi mano y dejar ciertos besos en él.
—Siempre tan romántico— le susurré con cariño recordando al pequeño somnoliento en mi brazo, amaba aquellos momentos familiares nocturnos, los cuales me hacían sentir diferente, porque Daxton no era el hombre peligroso de Italia, sino un padre amoroso y un compañero ideal.
—Ya es tarde, deberían estar durmiendo— atajó desasiéndose de sus zapatos. —Voy a cambiarme— bufó con cierto cansancio para después dejar un beso corto en mis labios, no presté atención a sus movimientos después de aquel beso, puesto que tenía la obligación de revisar las gráficas antes del fin de semana. —Hablemos— soltó el hombre al despojarse de sus prendas, su tono fue uno áspero, serio. El cual dejó en evidencia que tendríamos más debates por ese día.
—Estoy trabajando— quise librarme de él y sus tantas palabrerías o más bien, prohibiciones. Cuando sus pasos se dirigieron a la cama una vez más, robó mi atención en segundos.
—Son esos...— Tomó el portátil sin permiso para comprobar los números por sí mismo, a él nunca le gustó la idea de verme laborar, aunque después de un tiempo tuvo que resignarse a ello. —sin duda eres toda una emprendedora, estoy orgulloso de ti— le sonreí en agradecimiento para después regalarle mi atención a Alec, nuestro hijo. El cual había acabado conmigo, estaba satisfecho y listo para dormir por al menos cuatro horas, hasta la siguiente merienda. Sin perder el tiempo lo posicioné en mi hombro para retirarle el aire ingerido. —Esto es de hace dos semanas, es un tres por ciento más. A este paso serás la mejor en el rubro de ventas— felicitó dejando en paz el aparato.
—¿No eres tú, cierto?— Nuestra nueva racha era buena, y eso me asustaba tanto, ya que existía la posibilidad de que Daxton estuviera detrás de ella. En nuestro lanzamiento lo hizo comprando un gran porcentaje de productos, los cuales encontré en su propiedad, arrumbados en cajas y escondidos en una habitación.
—No, mi amor, no volvería a afectarte de esa manera, te he dejado una gran inseguridad, lo siento tanto— dejé delicados golpes en la espalda baja de Alec, para terminar con aquel proceso y por fin dormirlo. —Te enviaré los archivos de los sujetos, propiedad derecha e izquierda—
—Daxton— quise detenerlo, no debíamos v****r la privacidad de las personas... Ya no más.
—No vamos a bajar la guardia, léelos cuando tengas tiempo, son dos personas diferentes y no parecen ser un problema— él giró los ojos restándole importancia al asunto. —La habitación ya está terminada—
—¿La insonorizaste?—
—Así es, como algunas partes de la casa, sabes que es lo mejor, seleccioné vidrios de aislamiento acústico, cortinas sonoras y paredes con un tabique especial. Sin importar cuantas personas estén a fuera, tendremos privacidad para todo, del mismo modo, están trabajando en la instalación de los auxiliares para Alec, debemos estar al pendiente de él— amaba esa parte tan sobre protectora de él, sin poder evitarlo accedí dándole la razón.
—Eso me parece muy inteligente de tu parte, eres un buen padre— le reconocí como una de tantas veces, causándole una sonrisa orgullosa y aquel aire superior.
—Sé que tú eres una persona importante en ese mundo de internet— y aquello era un problema para él, por más que lo intentáramos cambiar. No era una figura pública, pero me debía aún público dirigido al mundo de la moda, mi nombre tenía peso como las cuentas marcadas con él.
Pude jactarme y ser una adicta a los halagos de los desconocidos en aquel mundo, pero no lo hice y simplemente me enfoqué en los diseños, de ahí nació la organización que formé con mi hermana.
—He aprendido a mantener nuestra privacidad en otro nivel— quise recordarle; conocían mi rostro, pero no quien era, con quien estaba y lo que tenía.
—Lo sé bella, pero debemos hacerlo aún más privado, estaremos rodeados de familias y personas que viven de ello, no quiero que seas parte de ese fenómeno, nada de cámaras y r************* , Megan— la seriedad en sus palabras me hizo ceder ante él dándole la razón, no debía ser infectada como tal vez lo estaban todas las personas en el vecindario.
Debíamos ser discretos. —Si— dejé salir al incorporarme con extremo cuidado de la cama, Alec debía dormí y dejarnos hacerlo a nosotros también.
—Nada de amigas molestosas que quieran pasar todo el día en casa— siguió Daxton.
—Bien— No tenía nada que protestar, así que me dirigí a la cuna de Alec, verlo en un profundo sueño me dejó tranquila. —Descansa mi amorcito— con cuidado lo coloqué en una posición adecuada.
—Nada de hombres, ni siquiera un coqueteo amable, nada de saludos de mejilla—
—Daxton... Está bien— quise dejarle en claro.
—Nada de ofrecer información a los demás de nosotros, yo soy un empresario de exportación y tú una diseñadora privada, nada fuera de lo común para tener esta propiedad— El tono de su voz fue bajo, cuando por fin estuve lista para alejarme de la cuna, regresé a la cama, a su lado, colocándome en su pecho.
—Dax, no te preocupes... Lo haremos bien, no debes estar en alerta— balbuceé al buscar sus labios, los cuales me dejaron en otro lugar con aquel sabor a menta.
—¿Sigues molesta por lo de hace rato?— cuestionó reviviendo sus palabras en mi subconsciente, ¿me molestaba que le importara tanto la madre mafia?, si, lo hacía, me enfadaba que muchas veces su creencia tuviera más peso que nuestra relación.
—No— enuncié al alejarme de él. Sus ojos me siguieron; examinaron cada parte de mi rostro, comprobando de ese modo mi honestidad.
—Mientes, nunca te ha quedado bien mentir, mi amor— Inquirió. —Cuando lo haces, tus cejas tienden a inclinarse, y tus labios se presionan con recelo— Negué ofendida por sus palabras, pero en especial molesta conmigo misma.
—Basta, da igual, es un tema pasado. Es mejor que sigas con tus prohibiciones, esas si te quedan bien—
—Y dejarte en ese estado, a largo plazo destruirá lo que tenemos, así que; debes aceptarlo, acéptame Megan, acepta todo lo que soy y puedo darte— Sin querer hacerlo, aprecié sus labios y después el brillo de sus ojos, me concentré en su atractivo y descuidado aspecto que con ciertas cicatrices le daban esa exquisita oscuridad, adornando de ese modo sus mejillas sin ser escandalosas.
—Lo hago— Hirvió mi garganta por el peso de las palabras. —Lo hago— Repetí al sentir como sus manos tomaban mi nuca enredándose entre mis cabellos, una de ellas bajó a mi cuello, presionándolo con firmeza; estrellando de ese modo nuestros labios.
Un beso tenaz, sediento, pero sobre todo; lleno de dudas y afecto. Tomé sus hombros, abracé su cuello con tatuajes triviales. —Lo sé— Jadee cuando el aire nos alejó.
—Puedes seguir con lo que más sabes hacer, prohibirme actos— resople para tomar aire al sentirme exhausta con su sabor.
—Bien, no menciones Sicilia, los americanos son algo generalistas. Megan esto no será Italia, aquí tengo acuerdos y tratos con la autoridad, pero no garantías o lealtad, es por eso que debemos ser cautelosos y discretos— Dijo. —Los privilegios se han ido— susurró al rodearme con sus brazos, listos para descansar a nuestra manera.
—No había pensado en eso, tienes razón, estamos al d*********o— la sorpresa me tomó prisionera, creando aquella incertidumbre, porque no estábamos en Italia, donde la autoridad era parte de él.
—No tenías porque, esta idea te tenía aislada de todo y tenías derecho de estarlo— indirectamente volvió a mencionar el último atentado. —Estaré en movimiento, voy a cuidarlos como debo; es por eso que Carlo, Marco, Filo y Franco, estarán de base— siguió con su discurso, el cual me hizo reaccionar buscando su atención, Daxton era consiente, sabía que de todos los sujetos que trabajaban con él pocos le garantizaban lealtad, y muchos podrían traicionarlo por cualquier motivo. A los hombres de mi confianza los cuento con los dedos de mis manos— me dijo en alguna ocasión.
Sabía que dentro de aquella lista, estaban los nombrados, puesto que para Dax; Alec y yo éramos sus tesoros, los cuales no iba a dejar a los carroñeros, no está vez.
—Espera, no...—
—Si, Megan lo estarán, cuidarán esta propiedad, sabes que son los mejores eliminando problemas, además tendrás a Enly para Alec, y si es necesario puede venir Lucía, su madre para la cocina— sentenció al acariciar mi espalda baja, creyendo mantener la calma entre ambos.
—No confías en mí para llevar esta casa— le dije en un impulso.
—Confió en ti, no crucemos esa línea para jodernos la noche, es por seguridad, ahora es más necesaria, Estoy seguro de que ellos podrán dividirse las tres habitaciones restantes— ante mis ojos todo tuvo sentido, todos sus tratos no se quedarían en Italia, algunos migrarían a América.
—Es por eso que estás tocando el área subterránea— lo enfrenté.
—Si, porque necesitamos más habitaciones, cuando estén listas, los sujetos se moverán, y así tendremos dos habitaciones libres para visitas familiares— con rapidez este me presionó mejor a su pecho.
—De acuerdo— me rendí sin querer perder el tiempo en discusiones de acciones inevitables.
—Quiero lo mejor para nosotros, y si es esto, no me importará adaptarme, los cambios contigo me pueden llegar a agradar— Probó mis labios una vez más al terminar de hablar, cosa que agradecí y disfruté de él.
Sin poder controlar la situación me coloqué a horcajadas sobre sus piernas, disfrutando así de su cuerpo y la sensación de tenerlo cerca. —Me da gusto que no te estés comportando como un idiota— jadee al dejar sus labios para recuperar el aliento, de su parte recorrió mi cuerpo con las palmas de sus manos, comprimiendo mi cintura sin quitarme los ojos de encima.
—¿Cómo te atreves a hablarme de ese modo, mujer?— Acusó con un gesto sediento.
—¿Qué has dicho?— Sonreí al verlo mantener una postura seria, intentando parecer alguien temible.
—Tendrás que pagar por el daño— brusco; me obligó a recostarme en su pecho, acarició cada parte de mi t*****o como espalda baja, mientras besaba mis labios posesivamente, Daxton nunca fue romántico, o delicado en el sexo, él siempre fue un lobo hambriento.
—Me encantaría— Mi cuerpo vibró a sus toques que cada vez se hacían más intensos; íntimos en todos los sentidos.
—Tendré que irme esta madrugada— balbuceó seductor cuando tomó mis caderas fuertemente, indicando así que nuestra primera noche en el lugar sería fogosa. —¿Crees poder soportar algunos días sin mí?—
—Tal vez— Confesé al intentar detener sus caricias, no quería agotarlo si debía viajar en pocas horas. —No es un día seguro— quise dejarle en claro, cosa que lo hizo sonreír ampliamente.
Ambos sabíamos que la posibilidad de quedar en cinta una vez más era baja, después de haber vivido un episodio tortuoso; era casi imposible.
—¿Crees que sea un problema?— con un movimiento rápido, este tomó la delantera, capturando mi cuerpo bajo el suyo, para después respirar en mi cuello dejando marcas en este.
—No, sabes que no lo es, pero si una excusa— Chasquee mostrándole una sonrisa fina, ciertamente aún era un tema delicado para mí.
—No me interesa tener más hijos, no quiero que te preocupes por ello, ¿Si?, solo quiero que estés a mi lado, con Alec.— Atajó al tomar mi barbilla. —Ya me has dado razones suficientes para seguir— Y sin más se alejó de mí para despojarse de la camiseta de algodón que cubría su torso, mis ojos en medio de aquella oscuridad pudieron apreciar sus tatuajes, no eran demasiados, pero si considerables.
—Dax— deseosa lo llamé.
—Solo no debes ser ruidosa, nuestro hijo está durmiendo— negué envuelta en la l*****a que causaba temblores en cada una de mis extremidades y al mismo tiempo me dejaba ansiosa por sus movimientos, los cuales conocía perfectamente.
—¿Hasta el amanecer?— cuestioné refiriéndome al tiempo que teníamos.
—Sí, déjame seco y manso como sabes hacerlo— espetó al tomar la tela de mi bata, rompiéndola para así dejar al d*********o mi cuerpo, el cual gozó con sus labios, besando cada parte de mi abdomen.
—Espero que tengas un buen viaje, regresa sano a casa— Susurré con dificultad al tacto de sus toques, los cuales me examinaban la piel y me hacían sentir calor, presión. —Es por si no puedo despertarme— tenté al sentir como sus besos subían a mis pechos.
—Maldición— Gruñó al no poder malograr mis pechos por la lactancia, sin querer hacerlo, tuvo que dejarlos en paz. —No voy a poder soportarlo más—advirtió cuando sus labios atraparon los míos y su mano derecha bajó a mi parte íntima, sentir las yemas de sus dedos sobre mi piel creo una corriente electrizante en mi vientre. —¿Te gusta?— me miro con aquella ansia que muchas veces tenía el control. —Dime— Cuando sus dedos tocaron mi intimidad; jadee repetidas veces en sus labios. —No debemos hacer ningún ruido— rio dándome aquel castigo con movimientos rápidos. —Es una prohibición— dictó completamente embriagado y sudoroso.
—Dax— rogué arqueando la espalda para él, dispuesta a perder la razón en sus brazos, estaba excitada y al mismo tiempo angustiada por nuestro hijo.
—Paso a paso— susurró con esfuerzo, conteniéndose.
—Dios— Abracé su torso intentándome sujetar, intentando no desfallecer por sus movimientos abruptos. —Dax— Jadee.
—Silencio, no querrás despertarlo— Me perdí en sus ojos, en la masculinidad que me dejaba enviciada, y ocasionaba que me rindiera ante él, aquella que tal vez me había condenado a una vida violenta, pero llena de emociones. —Lista para mí— Accedí al verlo dejar de t******r mi intimidad, con un suspiró intenté prepararme para lo siguiente, aunque mis piernas colapsaban.
—Te necesito— Rogué cuando jugó con el elástico de sus pantalones, como si retarme o provocarme alimentara su apetito. —Dax— rio con soberbia, luciendo tan imponente.
—Que me ejecuten al no tenerte— Anunció cuando su cuerpo quedó al d*********o en aquella oscura habitación, no sintió vergüenza de las cicatrices notables que decoraban su piel. —Que lo hagan si te pierdo— Abrazó mis costados, juntó nuestros cuerpos, inició aquel baile caliente a su manera, siendo el indomable hombre italiano del que no debí enamorarme, sin embargo, lo hice.
[...]
El frío de la madrugada abrazaba el vecindario, algunos residentes dormían mientras que otros se preparaban para partir o llegaban a casa, uno de ellos era el gran Daxton Rinaldi, quien había dejado a su bella esposa completamente dormida para alistarse e iniciar con sus actividades.
—Franco se encargará de ello, señor, se lo he mencionado y ha dicho que lo tenía en mente, ningún vehículo sobrante para no incomodar a la señorita— anunció un sujeto a su lado con un tono neutro, por su parte el gran mafioso accedió tomando así su maleta deportiva personal, sabía que había perdido tiempo valioso y no iba a poder recuperarlo, era algo que le afectaba.
—Bien— bufó resignándose.
—El señor Darnell está aterrizando en Sicilia—
—Desgraciado entonces— aquello fue un recordatorio para Daxton, quien el tiempo podía muchas veces con él.
—Estamos listos, señor, el jet nos está esperando en Prendon, a siete kilómetros— Él accedió demostrando su autoridad.
—Vámonos— ordenó avanzando a la entrada principal de su nueva propiedad, dejando así a su mujer e hijo completamente dormidos en una habitación. —Cuida de mi familia, si algo les pasa voy a colgarte frente a la puerta de tus padres— Amenazó a Marco, uno de los sujetos que cuidarían la propiedad en su ausencia. —¿Qué es ese ruido?— se detuvo al escuchar voces masculinas charlando y riendo entre sí.
—Propiedad derecha, James Smith, precandidato a la presidencia y licenciado en ciencias políticas, está llegando a su hogar con todo su gabinete y seguridad— Sin perder el tiempo tuvo el informe de uno de sus hombres.
—Debemos irnos ahora— cuando por fin dejó la propiedad, pudo reconocer un grupo de personas que bajaban de autos y se dirigían a la propiedad vecina. —Más de quince personas, no me gusta para nada que estén tan cerca de mi familia— informó a sus hombres con cierto descontento, en aquel momento no se interesó en ninguno, simplemente siguió con lo suyo, abordando su vehículo.
Por su parte, a más de cuatro metros, James Smith detuvo sus pasos apreciando aquellos sujetos desconocidos para él. —¿Han llegado los inquilinos?— Cuestionó a uno de sus hombres para estar al día de aquella información.
—Así es— le dijo su mano derecha con un gesto.
—Espero que no sean una mala sorpresa, debes investigar quien es esa familia, no quiero a nadie indeseado, ¿oíste bien?— tentó James con un gesto sin moverse de su sitio. Sus ojos examinaron a cada uno de sus nuevos vecinos, aunque uno llamó su atención más de la cuenta, Daxton.
Aquel hombre vestido de prendas oscuras, con ciertos tatuajes escapando de su cuello, lo observó con superioridad. —En especial a él— fue el primero contacto que tuvieron, el inicio de todo un infierno por la corona y la mujer de caderas anchas.