Nunca sentí que Italia fuera mi hogar, por más que viví grande experiencias en sus calles, siempre tuve presente que era el de Daxton, no el mío, tampoco pertenecía a Corea, por más que mi familia viviera ahí, siempre sentí ese gran vacío de no tener un lugar en el mundo, de no poder jactarme de un sitio como lo hacía Daxton con su bella Italia, este no se molestaba en mencionar la cultura italiana. Cuando despertabas al italiano dentro de él, era imposible detenerlo.
Además, ambos sabíamos lo sangrienta que era Italia para nuestro pequeño. Aunque la decisión no fue sencilla, nos arriesgamos a un nuevo sitio, y no por gusto propio sino por temor de ser hallados, de ser lastimados una vez más.
Fue por eso que América resultó el capricho Perfecto, las series influyeron durante todo mi embarazo, y me fue imposible dejar ir esa idea de vivir en un vecindario, de tener vecinos a cada lado de la propiedad y no kilómetros de pasto y árboles viejos. De recibir el periódico cada mañana, mientras tomamos el desayuno y claro, que un niño en bicicleta lo entregase, de congeniar con personas normales, sin inversionistas, empresarios, socios, prófugos, antonegras o líderes sociales. Simplemente personas con trabajos comunes.
La idea me voló la cabeza, no tanto como a Daxton quien intentó negarse en repetidas ocasiones. Fue un debate de días, el cual tuvo resultados que a mi parecer no fueron los mejores, pero si justos por quienes éramos.
El vecindario fue aceptado, pero este terminó siendo uno privado donde se resguardaba y vivía la gente más importante de San Francisco. La Bonne, el vecindario de los adinerados y famosos con la seguridad más infalible de America.
La idea no me emocionó tanto, puesto que sabía a donde iría, a una jaula de oro tan parecida a todas las propiedades pisadas esos últimos años, aunque tendría vecinos a cada par, al menos eso era un consuelo, puesto que al gritar por cualquier motivo alguien vendría y la soledad estaría lejos de mí, con personas por doquier.
Del mismo modo, la propiedad seleccionada por Daxton fue una de las más retiradas del lugar. Simplemente, este no parecía entender por qué todos los habitantes de La Bonne tenían que compartir la cancha de tenis y gimnasio completo en un solo club. Las dimensiones para él fueron un problema, ya que este no estaba acostumbrado a vivir de esa manera.
Aunque para mí, la propiedad fue perfecta, dos pisos, más de cuatrocientos metros cuadrados, seis habitaciones, cocina, cuartos de baño, un patio promedio y una piscina, sin mencionar, el estacionamiento para cinco vehículos, el gran problema para Daxton, quien tenía esa extraña obsesión de coleccionarlos y usar uno diferente cada día de la semana, sin mencionar los autos para los empleados. —Tal vez si nos muestra dos propiedades que estén colindando, estaríamos bien— mencionó en nuestra primera visita a la propiedad. —Amor mío, no estoy acostumbrado a los lugares cerrados como este, al menos que iniciemos la parte subterránea, la necesitaré—susurró a mi lado al seguir observando con desconfianza a aquella propiedad a unos metros y a la mujer de bienes raíces junto a ella.
—A mí me gusta, es perfecta— un simple puchero y caricias nocturnas lo hicieron ceder, tanto para cumplir mi sueño americano. Después de eso tuvimos que tramitar los documentos y cuando todo estuvo listo, fue momento de dejar las sombras Italianas, al menos para mí y mi pequeño de tan solo tres meses.
Nunca podré borrar de mi corazón aquella satisfacción de cruzar las puertas de nuestra propiedad en tonos azules con aquella ausencia blanca. Por un momento, junto a Daxton quien sostenía a nuestro pequeño Alec, pensé que este sería nuestro hogar, que nada malo nos pasaría, que nadie nos separaría jamás, y que únicamente viviríamos en paz.
Ciertamente, al destino nadie debía idealizarlo, porque a tan solamente metros, a una propiedad tan parecida a la nuestra, vivía él, el hombre que intentó tentarnos y solamente despertó a la bestia que yo creía haber extinguido en Daxton para siempre.
El gran político, el intocable James Smith, la sombra que controlaba el gobierno antes de tener la b***a presidencial, la bajeza de San Francisco.
[...]
El sonido de las llantas rodar sobre aquella avenida indicó que nuestro trayecto estaba terminando, habíamos tenido un viaje tranquilo y lleno de conversaciones cortas acerca de lo que haríamos al llegar a nuestro nuevo hogar, una cena para todos, pasta con ravioles y algo de vino, y para cerrar la noche un pastel de chocolate.
Esperaba que nuestras vidas fueran más tranquila, lo pedía y lo merecíamos después de haber pasado tanta m****a en los últimos años, debíamos tener un equilibrio justo, tal vez había llegado la hora de cobrar las facturas a los males...
Mis ojos observaron a las cuatro personas restantes de aquel vehículo, el principal de una caravana de cuatro. Carlo, quien era el hombre encargado de nuestra seguridad, y en ese momento del volante, este tenía un extraño romance con el manejo, era bueno. A su lado; de copiloto, estaba Daxton, mi querido, quien hablaba con su empleado acerca de la seguridad que necesitábamos.
A mi lado tenía la sillita especial con un pequeño Alec en ella, este dormía como en todo el viaje. Y a su izquierda se encontraba Enly, la mujer que me ayudaba a cuidar de él y era parte de la familia por haber crecido con Daxton.
—Despertará con hambre— la voz de Enly me hizo acceder a su dirección dejando en paz a los sujetos y a su conversación efímera.
—Eso espero— confesé al acariciar sus cortos cabellos rubios tan parecidos a los míos.
—La mudanza comenzó hace una semana, tenemos el setenta por ciento bajo el brazo, el otro treinta estará llegando en dos días, ahora, las cajas... Megan— Con sorpresa dejé en paz a mi pequeño para llevar la vista al espejo retrovisor del auto donde conecté miradas con aquel hombre de cabellos oscuros, el gran Daxton Rinaldi. —No debes preocuparte por ser tú quien las acomode, los sujetos se van a encargar, no quiero que tengas más tareas de las que tienes ahora, además tu operación aún es reciente— Sentenció sin dejar su paranoia aún lado, una cualidad que nunca iba a poder cambiar.
—Fue hace tres meses y no tuve intervención quirúrgica. Voy a decorar mi hogar, te guste o no— contradije en segundos provocando una mueca en sus labios que reflejó su disgusto.
Daxton seguía siendo el mismo en algunos aspectos, pero algo se había desarrollado en él y era el dejar los debates conmigo en paz, simplemente a la hora de discutir asuntos se tranquilizaba, intentaba no ser violento y explicarme sus razones suavemente, aunque sonara mal, lo había domesticado a mi manera y puesto a raya en nuestra relación.
—Carlo, es por eso que antes de sumergirte a un idilio, debes asegurarte que su carácter no sea j****o— bufó rompiendo la conexión de nuestras miradas, de mi parte solté una risa corta al sacudir la cabeza. —Hazlo que quieras amor mío— mencionó con ese tono de rendimiento.
—Claro— bufé —Los caminos no son tan solitarios, supongo que eso aumenta más los accidentes automovilísticos, un defecto—les dije al observar los autos y aquellos taxis amarillos tan icónicos del lugar. —¿Qué te parece Enly?— le pregunté esperando oír una respuesta segura y positiva.
—Aún no creo tener el criterio que quisieras oír, estoy segura de eso— espetó con el semblante serio y un tono reservado.
—Claro— simplemente esa era su personalidad, tan parecida a Daxton en nuestro primer año.
—No te preocupes Enly, la única eufórica es mi bella esposa—
—Les va a encantar. Daxton no estamos en equipos diferentes, estamos juntos, deberías saber que es complicado para mí como para ti— le recordé con un tono sarcástico, el cual causó una sonrisa en sus labios.
—Soy un m*****o, no me des tanta importancia si aún no he desayunado, sabes lo detestable que soy a estas horas— Reconoció el hombre quien con prisa buscó su móvil en su pantalón.
—¿Podremos participar en la casa de club?— esperaba que así fuera, aunque sabía que lo más razonable es que no lo hiciéramos por seguridad.
—Oh. Carlo respóndele a mi bella esposa— atajó el mafioso para atender su móvil, de mi parte giré los ojos sin mucha importancia a lo que el hombre de seguridad anunciara, porque sabía que sería algo negativo.
—No lo creo, señorita, discúlpeme— musitó sin dejar de observar la avenida, el tráfico parecía un problema para él.
—Daxton— lo llamé, aunque su atención la tenía aquel móvil en sus manos, segundos bastaron para darme cuenta de que este respondía una llamada.
—Darnell, nos dirigimos a la propiedad, no me comas la cabeza, ya Megan lo hace. Suenas como un imbécil ambicioso que me quiere traicionar, ¿Debo hacerlo yo antes?— En la mafia no existía un solo emperador, sino reyes, reyes que integraban sus fuerzas para originar grandes corporaciones criminales. Daxton y Darnell Rinaldi, uno se encargaba del área comercial y social, mientras que el otro prefería tener las manos punzantes, sangrantes. Así que las llamadas entre ellos eran comunes, eran el uno para el otro. —Nada va a cambiar para mí, así es, debo renovar el jet, muy gracioso, aunque tienes razón, puedo morir en el, ¿Quieres eso, no?— Daxton río de una manera sarcástica, era imposible el ignorarle. —No creo que solamente me hayas hablado para informarme el porcentaje de personas que mueren en los cielos, ¿Qué quieres?, supongo que te encargaste... lo hiciste bien, voy a moverme pronto, Italia es nuestra y ellos lo saben, no me importaría darles un funeral más, parecen ser motivados por ellos, encárgate bien— cada palabra tenía su tiempo, Daxton era un completo estratega con sangre oscura.
Su alma perdida me atrapó y su personalidad tan definida me terminó capturando. Era un hombre muy elegante, reservado y discreto. Algunas veces de pocas palabras, pero siempre honesto. Cuando la llamada terminó, ambos compartimos una vez más miradas a través de aquel espejo retrovisor. —No voy a irme, deja de observarme con esos ojos, Meg— exclamó sin ningún filtro para reír a mi rostro, burlándose de mi poco tacto con sus negocios.
Nuestra relación fue complicada, el darme cuenta de que mi corazón latía por alguien como él, por un delincuente con elegancia, por un criminal, por un malviviente, por un mafioso... fue difícil, porque este tenía pecados e historias atroces que protegían su reputación.
Lo quería a mi lado tanto que pensé en borrarle aquella esencia, en moldearlo a mi antojo, tristemente aquello no resultó y entonces comprendí el verdadero significado del amor; el aceptar todos los defectos de la otra persona, en quererlo por lo que era.
Fue así como lo nuestro salió a flote, tuve que entregarme a él y a su mundo tan viciado, y él tuvo que comprender el mío.
—Bienvenidos a La Bonne— Leí en voz alta el letrero frente a nosotros, esperaba que todo resultara de lo mejor, esperaba amor y gloria... como cualquier recién casada.
—Calle Frohs, número setenta y dos— Informó el hombre de ojos verdes y brazos fornidos, quien me robaba suspiros al mirarlo más de la cuenta.
—Oh dios, no recordaba las propiedades principales, son bellísimas— como cualquier niña pequeña, me sujeté del cristal de la puerta para observar mejor el lugar, propiedades en perfectas condiciones me hicieron abrir los labios. —Alec estamos en casa— susurré cuando escuché un pequeño jadeo de nuestro pequeño.
—Así es, por el momento será nuestra casa— Del mundo en el que veníamos no existía la estabilidad por completo, todo era efímero, porque vivíamos en una balanza imaginaria. El riesgo más grande... que podía hacerme añicos con solo planteármelo.
Carlo fue eficiente en encontrar nuestra propiedad, la sesenta y dos de cien terrenos, en un dos por tres estábamos frente a nuestra nueva página.
—¡Han llegado!— los gritos de los trabajadores en el paraje fueron escuchados por todos, cosa que hizo negar a Enly.
—Dulce hogar— bramó esta al suspirar repetidas veces, de mi parte recorrí una vez más la calle, nuestra avenida donde Alec aprendería a andar en bicicleta, donde sus mejores años tendrían lugar y serían puros.
Al estacionar el vehículo, el primero en bajar fue Daxton, seguido de Carlo, era parte de nuestra rutina; asegurar el punto antes de exponer a Alec.
—Buenos días, señor— los diferentes autos que cuidaban nuestro traslado también lo hicieron, estacionándose por todo el sitio.
—Pueden empezar a descargar los autos, exclusivamente hemos traído las cosas esenciales, tengan cuidado— Fue su primera orden, de mi parte desabroché aquel cinturón de seguridad para abrir la puerta del auto y poder bajar sin antes tomar la bolsa de Alec. —¿Estás bien, te ayudo?— sentir su cuerpo detrás del mío fue un alivio.
—Por favor, podrías desabrochar a Alec, cargar con su bolso es suficiente para mí— atajé al darle espacio para ingresar una vez más al vehículo, el aroma del paraje era uno delicado y eso me fue suficiente para sonreír, lo había logrado. —Ten cuidado— aunque mis ojos siempre estuvieron en el hombre de cabellos marrones oscuros, quien parecía tener una lucha con los broches.
—Hola cariño, ¿Te ha gustado el viaje?, mamá, puede ser ruidosa en algunas ocasiones— Daxton era un buen padre, mejor del que creía que sería, era el correcto— me decía a mi misma.
—Enly, ingresa tus cosas, siéntete en casa, adelante— quise animar a la mujer quien no se atrevía a bajar del auto. Cuando por fin lo hizo, Daxton tomó a nuestro bebé en sus brazos. —Se adaptará como tú lo harás— acuchillé con un suspiró lento cuando mis ojos captaron a la mujer entrar al lugar sin ánimos.
—Lo sé, solo no la vuelvas tan americana, su madre se puede enfadar con nosotros, aunque ella ya sea mayor, su madre tiene el control. Lucía es algo demente— Daxton mencionó a la mujer que se había encargado de la cocina de su residencia desde que tenía conciencia. Accedí, debía tenerlo en cuenta. —Se ha despertado— ver los ojos verdes de Alec fue una puñalada de amor a mi corazón, era tan parecido a él.
—Es un hermoso sitio— quise tener su aprobación, aunque de su parte obtuve un gesto leve. —¿Están todos aquí?— sus hombres me asustaban, algunos no parecían tener humanidad y solamente esperaban órdenes de él sin importar de que tipo fueran.
—No, son únicamente diez... Megan, debemos hablar seriamente de esto, no lo hemos hecho y lo sabes— Accedí no muy gustosa de cualquier charla en la cual me recordase ciertos puntos cruciales para él, porque en todos siempre había prohibiciones.
—Amor, déjame disfrutar mi llegada, después lo haremos— le aseguré para acercarme a mi pequeño, quien parecía estar en paz en sus brazos y no querer dejarlos.
—Vamos dentro, no me gusta que estemos expuestos— no discutí y simplemente accedí caminando a su lado con pasos lentos, era un vecindario tranquilo— pensé en aquella mañana sin saber lo que nos esperaba.
—Señor, estamos terminando la habitación principal— nuestra atención la tuvo un hombre de su seguridad, quien nos ofreció un gesto lleno de calma y aquella información.
—No debe tomarles mucho tiempo— frente a estos, Daxton era el mismo hombre frío, calculador, y aquello no tenía remedio, tan parecido al cancer; sin cura.
Al cruzar las puertas del lugar no fue una sorpresa encontrarme con diferentes tipos laborando. —¿Esto es?— cuestioné al mirar canastos de frutas y víveres por doquier.
—Aún no puedo creer que esa cerca nos divida de alguien más— Oír el quejido de mi hombre me detuvo de examinarlos, puesto que aquello para él no sería lo correcto.
—Son obsequios de bienvenida señorita, los han ido dejando en estos días distintas mujeres, esperamos por usted para abrirlos— Unión, fue lo primero qué pasó por mi mente, aquel gesto de amabilidad me derritió, por un momento me sentí una verdadera ama de casa.
Sin pensarlo dejé el bolso de nuestro pequeño en el recibidor. —desháganse de todo eso— su gruñido me hizo girar a su dirección, en segundos mi burbuja se rompió y un ruido insistente me puso de nervios como a mi bebé en los brazos de su padre.
—Daxton— reproché.
—Megan no vamos a bajar la guardia, esto es un nuevo sitio, pero no una nueva vida para nosotros, solo cambiamos de ubicación, seguimos siendo los mismos que en Italia— dictó sin rodeos con aquella pose firme, la cual no tenía oportunidad de vencer, el ruido fue aún más escandaloso creando sollozos de Alec.
—Tú ganas, diles que sean prudentes y discretos— bufé cuando mis pasos fueron a él, frente a este tomé a mi pequeño en brazos para alejarme de él y de aquel ruido que nos perturbaba.
—Están terminando con la parte subterránea, de ahí proviene el ruido— Carlo apareció en el lugar, este fue el responsable en hacernos saber de aquella acción.
Al menos teníamos un setenta por ciento cubierto, era un alivio, sin perder el tiempo llevé mis pasos a la sala principal donde al encontrarme con los sillones nuevos me senté con cuidado en estos. Intenté calmar a nuestro hijo, arrullarlo.
—No me gusta que estemos involucrados en esta mudanza—
—Me hace sentir más humana, es diferente llegar a una propiedad con todo perfectamente ordenado, eso es frío y malo, esto es cálido... estamos bien, ¿No te gusta en serio?— le cuestioné con un gesto que lo hizo cerrar los ojos para acariciar su nuca
—No— confesó. —He ordenado que vayan por el desayuno, no debes preocuparte por nada, debo ver la parte subterránea, pero antes, debo advertirte que no le des pecho delante de todos estos bastardos—
—Deja de ser molesto— En medio de aquel ruido y hombres por todo el lugar, mis palabras tuvieron efecto en él. —Todo está bien— Quise hacerle saber, pero aquello no fue suficiente, ya que italiano seguía teniendo aquel gesto firme, hiriente.
—Nada está bien— rugió con extrema molestia.
—Lo está, estamos a salvo, Dax—
—¿Por qué sigues repitiéndolo Megan?— cuestionó al peinar sus cabellos frenéticamente. —Nada está bien—
—Lo está, estamos a salvo y eso es lo importante mi amor—
—j***r, no tiene caso el discutir sobre esto— Sin cuidado este me sonrió; burlándose de mis palabras y de mi tonta manera de pensar. Algunas veces dejaba en claro que odiaba mi optimismo. —La ingenuidad corre por tus venas mi amor— Dictó al dejar la sala principal con pasos ásperos.
—Daxton, ven aquí — Entre el ruido ocasionado por la molesta maquinaria, los quejidos de nuestro pequeño y sus palabras incorrectas quise desaparecer, dejar por un segundo todo.
—¿Megan?— Abrí los ojos encontrándome con Enly. —Lo escuché, debes hablar con él, está claro que aún no puede superarlo, no es sencillo hacerlo en su posición, casi los pierde— accedí sabiendo a lo que se refería, Daxton aún no se recuperaba del último evento catastrófico que habíamos vivido. —Anda con él— Ella no tardó en tomar a Alec en brazos, dándome esa libertad para ir en busca del italiano.
—Gracias, Enly— Mis pasos se adentraron por los pasillos de la propiedad, estos seguían siendo desconocidos y misteriosos de algún modo para mí.
El olor a cigarrillo me hizo reír sarcásticamente, ya que solo podía pertenecer a alguien, alguien que no estaba laborando y había prometido dejarlos. Pocos metros después, en el jardín t*****o cerca de la construcción subterránea, pude encontrarme con Daxton. —Regresa a la propiedad, Alec te necesita más que yo— Pidió sin ni siquiera comprobar si se trataba de mí o de algún trabajador suyo.
—Prometiste dejar de fumar— Acusé al acercarme a su figura, la decepción inundó mis facciones, pero este ni siquiera pudo darse cuenta de ello, ya que su vista estaba en la construcción y los hombres en ella.
—¿Lo hice?, no lo recuerdo— río sin querer hacerlo para expulsar el humo que contenían sus pulmones.
—Cuando no puedes estar tranquilo te refugias en la nicotina— Mis palabras fueron suficientes para ganar su atención, sus ojos me observaron y de un momento a otro el cigarrillo fue tirado.
—Por más que queramos disfrazar el motivo principal de todo esto, no podremos nunca— dictó ignorando el molesto sonido de la construcción. —La rabia aún es un problema para mí, como la nicotina o el whisky— no pude ni siquiera pensar en la razón por la cual se encontraba con ese humor tan déspota.
—Te sientes culpable, y no debes sentirte de ese modo, basta, ya han pasado dos meses— Tomé su brazo y pude sentir la delicada tela de su camisa oscura, pero sus facciones fueron serias. —Mírame, te amo, estamos aquí, juntos una vez más, lejos de todo— Vociferé frente a él, esperando encontrar tranquilidad en sus ojos, lo cual no sucedió, en medio de aquel ruido, este me capturó en sus brazos; me presionó a su pecho y dijo;
—El que hayamos dejado Italia no significa que todo estará bien. Soy un Rinaldi, cualquiera podría venir sobre mi… Mi amor— Detuvo sus palabras. —Aún esas escenas no me dejan dormir, pude perderte o perderlos— accedí al sujetar su torso; empatizando con él y los recuerdos que vivimos esa fría noche de noviembre.
Aún podía sentir el temor u dolor que me acomplejaron o la desesperación en mi cuerpo, los sentía como si tan solo hubieran pasado horas de haberlos experimentado;
Ese anochecer Daxton no se encontraba en la residencia como de costumbre, tan solo éramos Alec, algunos hombres y yo.
Impactos irrumpieron la tranquilidad de la noche haciéndome despertar de una siesta, tan solo tenía treinta días de haber dado a luz, mis piernas no tenían la fuerza suficiente para proteger a Alec de aquella catástrofe, pero aun así, con los gritos e impactos, dejé la cama. Un dolor incontrolable adormeció mis piernas, pero aquello no fue suficiente para detenerme, arrastras pude llegar a la cuna del bebé, y cuando lo tomé en brazos, pedí que no rompiera en llanto e intenté salir cuanto antes de la habitación, la propiedad era inmensa, sabía que podía tener tiempo adecuado para buscar un refugio seguro o ir directo a nuestra muerte.
El sentir como un líquido extraño salía de mi parte íntima me indicó lo peor, ya que no podía tratarse de nada más que no fuera sangre. Bajar la vista y comprobarlo fue suficiente para que las lágrimas inundaran mis ojos, la desesperación me hizo chillar y los gritos desgarradores ocasionaron que presionara con extremo cuidado al bebé en mi pecho.
La adrenalina domó mi cuerpo; corrí unos cuantos metros lejos de la habitación principal. Porque pensé que no tardarían en encontrarla y destruirla. Me hundía a cada paso, ya que la incertidumbre cortaba mi respiración, no sabía a qué me enfrentaba, si podía proteger a Alec, o a mi misma. ¿Quiénes eran?, ¿Qué querían?, ¿Dónde estaba Daxton?— diferentes preguntas ocasionaron que detuviera mis pasos.
En esa pausa me aseguré que Alec estuviera bien, aunque yo no lo estaba; mi cuerpo se encontraba mareado, cansado, pesado; por un momento esperé obtener la ayuda de cualquier sujeto de seguridad o ver cruzar a Daxton en el pasillo. Pero aquello no fue así, el escuchar los impactos más cerca me hicieron abrir los ojos, buscar la seguridad de mi bebé fue todo, así que con dolor y lágrimas intenté incorporarme de nuevo.
La puerta de una habitación de servicio me hizo sentir alivio, sin pensarlo demasiado la abrí y al estar dentro de la lavandería, coloqué el seguro de la entrada, me refugié con Alec en mis brazos en medio de aquellos aparatos domésticos, junto al detergente, prendas sucias, canastos y el cloro.
Cerré los ojos y esperé que todo acabara, esperé que todo fuera una pesadilla, producto de mi subconsciente. La sangre en mis piernas dejó de importarme al sentir ciertos jadeos del bebé. —Cálmate, shh, cálmate mi amor— Rogué al intentar arrullarlo en mis brazos, las lágrimas desenfocaron mi visión, como la desesperación mi corazón.
—¿Lo escuchaste?— Nunca olvidaré esa voz masculina, o cuando la cerradura de la puerta fue forzada. Aquello me llevó a tomar una decisión, entregarme para ocultar a mi hijo entre las ropas sucias del lugar. — Hay un hijo de puta ahí, debe saber que el infierno está aquí— sin querer hacerlo, abrigué a mi hijo en las mantas, bese su cabecilla por última vez y me aseguré que no estuviera a la vista del que forzara la cerradura.
—te colgaremos de trofeo como a los demás, abre la puerta y será menos tortuoso— Los movimientos de la cerradura, me hicieron llorar con mayor intensidad, y pedir por el futuro de Alec y Daxton.
Cuando la puerta fue abierta, dos hombres me miraron atónitos, puesto que esperaban cualquier escena menos la de una mujer bañada en sangre. —Mira nada más, tiene que ser el secreto mejor guardado— Sin dudarlo tomaron mi cuerpo obligándome a salir de aquella habitación de lavandería, moribunda, temerosa y adolorida; no miré atrás por la seguridad de mi hijo.
—Alguien perdió un heredero esta noche— me miraron con miseria, con repulsión y asco, golpearon mi cuerpo repetidas veces, si no fuera por el asco de ver sangre entre mis piernas también hubieran abusado de mí sexualmente, o tal vez lo hicieron, pero entre la agonía de mi sufrimiento no pude darme cuenta de ello.
—Vi a esta p***a con Rinaldi— Solo recuerdo esa voz masculina, pero no las imágenes de lo que vivía. —Oh, una m********a con un bastardo en el vientre, tal vez no conozcamos bien a nuestro enemigo— Los golpes a mi cuerpo, los jadeos que informaban que estaba dejando a Alec para siempre no los detuvieron, iba a morir, sino fuera por esa voz que anunció;
—Vámonos, Ridnaldi está cerca, viene con el alma ya vendida— De un momento a otro todo cesó, como el sonido de los impactos, solo podía escuchar lo débil que latía mi corazón, o sentir el dolor en mi vientre.
—¡Megan, amore mio, Meg!— La voz de Dax fue lejana, por un momento creí que mi subconsciente estaba jugando conmigo. —Estoy aquí, abre los ojos, no puedes dejarme, mi amor, Megan, estoy aquí, perdóname... Yo, te amo— por más que quise seguir su voz, me era inútil abrir los ojos, o sentir su toque.
—Alec— Luche por pronunciar, solo podía pensar en mi pequeño bebé, el cual corría peligro sin tener unos brazos cerca. —Alec, Alec está en las mantas—
—Pude perderte, Megan, pude hacerlo— Abrí los ojos regresando al presente, donde al buscar su mirada; Esta me informó que del mismo modo que yo, también había revivido esa miserable noche. Suspiré esperando que la melancolía me dejase tranquila, ya que prefería no pensar en ello.
—Pero no lo hiciste. En este lugar nadie nos encontrará, estaremos a salvo— pronuncié, aunque aquello lo hizo fruncir el ceño; confuso con mis palabras.
—Eres tan terca, no estaremos a salvo en ningún sitio, en Italia ya tienen voces los rumores más irónicos. Solo quiero que entiendas que nunca estaremos a salvo, siempre viviremos sucesos de cualquier tipo, así que…— Al aceptar estar a su lado, también había aceptado permanecer en anonimato, nadie debía saber si el gran Daxton Rinaldi, estaba casado o tenía una familia. —En este lugar solo estaremos en bajo perfil por un tiempo, el tiempo necesario para que Alec, sea un niño fuerte y después regresaremos a Sicilia—
—No quiero eso— Dejé en claro, cosa que no le agradó ni un poco.
—¿Qué dices?— Inquieto con un mal sabor de boca. —Yo no puedo dejarla, lo siento, rubia— Atajó para darme un beso en la frente y romper por fin aquel agarre que nos unía, sus brazos dejaron de protegerme. —Le pertenezco a la madre mafia— Sentenció mirándome fijamente, sin ninguna expresión cálida. —Lo sabes—
—si— informé sin querer hacerlo.
—Debes pensar que soy un bastardo—
—No, solo le estás siendo fiel a tu origen—
Irónicamente, habíamos dejado atrás todo lo que conocíamos, pensando que podíamos obtener cierta paz en aquel vecindario americano, pero nunca llegamos a considerar los peligros que podíamos enfrentar en él, no nos dimos cuenta de que la verdadera amenaza sé encontraba a tan solo metros, en la siguiente propiedad, esperando por nosotros pacientemente, siendo amigable, intentando persuadirnos… para así aniquilar nuestra unión.
Para así pedirnos no mirar atrás, para ser nuestro veneno letal y ofrecernos una verdadera agonía.