Marc se sentía bastante a gusto con el masaje que Miguel le daba con las yemas de sus dedos en su cuero cabelludo.
La mañana había comenzado bastante tranquila y ellos aún no deseaban salir de la cama. Les encantaba hacer ese tipo de planes cuando los padres de Marc no se encontraban en casa.
—Me encantaría todas las mañanas despertarme de esta manera —confesó Miguel.
—A mí también, —Marc volteó a ver a su novio a los ojos— ¿te imaginas viviendo conmigo? Los dos en un hermoso apartamento, donde podamos tener nuestra propia privacidad.
—Sería fantástico —Miguel desplegó una gran sonrisa y después lo besó.
Aquella mañana, aunque era soleada, con el cielo azul despejado y los pájaros cantando a todo pulmón, para Sasha no era más que un simple día en que había despertado con su corazón revuelto.
Se encontraba debajo de un árbol cerca de su casa, sentada en un columpio en el cual jugaba desde que era una niña, sus lágrimas se derramaban lentamente por sus mejillas sin entender aún el porqué de éstas.
Sasha solo sabía mirar la pequeña flor que nacía entre el pequeño monte frente a ella, una linda y azulada flor la cual no sabía su nombre.
Sus pies descalzos se movían en el aire intentando columpiarla. Cada vez que despertaba de aquella manera, llegaba aquel árbol y pasaba horas meciéndose en el columpio. Por esta misma razón sus padres no podían ni pensar en quitar el columpio, sabían que, aunque fuera algo sumamente sencillo, era de gran valor para su única hija.
Tal vez las lágrimas de Sasha se debían por la plática con sus amigas la tarde del viernes, que pronto la hacía remontar a su mala suerte con los hombres.
La joven alzó lentamente la mirada hacia el cielo azul y dejó salir un suspiro. Pensó que, si de verdad existía Dios, le imploraba que le enviara un amor, una pareja con la cual pudiera pasar el resto de su vida tranquila amándole ciegamente como él a ella. Fue tan profundo su deseo que pronto hizo que su llanto aumentara.
¿Por qué debía depender del amor de un hombre hacia ella? ¿Acaso no se quería a sí misma?
Trataba de explicarse que sí se quería y que no había nada de malo en desear tener a un hombre que la amara. No deseaba ser la solitaria Sasha. Tenía que aceptar que era una enamorada empedernida.
“Bueno, ya, deja de llorar —pensó—. Es momento que detengas esto, olvida al estúpido amor por un tiempo de tu vida; por el momento ese sentimiento no es para ti, por más que lo anheles. Tal vez, si te olvidas de él, se acuerde de ti. Aunque, si eso pasa, seré yo quien lo rechace”.
Estando aún en su crisis existencial, decidió ir a casa de sus primos que solo quedaba a una cuadra de la suya.
Desayunó, se vistió con un short gris, camisa azul clara y dejó su cabello suelto siendo adornado por un broche de mariposa plateado, unas sandalias de cuero n***o y listo. Estaba bien cambiada para ir a dar un paseo cerca de su casa.
Caminó por la larga calle que ya era iluminada por el sol de la mañana y la hacía sudar un poco. Por lo mismo buscó la sombra y fue por ella.
Al ya estar en la casa de sus primos, el portero la reconoció al instante y abrió el portón para que pudiera entrar.
La familia de Robert y Laura habían acabado de desayunar cuando fueron informados que Sasha había llegado a visitar. Era muy común que la joven los tomara por sorpresa, así que, ya estaban acostumbrados.
Laura sabía que su amiga venía a verlos era por ella, así que se levantó de su puesto en la sala de estar y corrió a saludarla.
—Sasha —soltó Laura desplegando una sonrisa.
Las jóvenes se saludaron con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla y caminaron juntas hasta la sala de estar.
—¿Qué tienes? —preguntó Laura.
Sabía que a su amiga le sucedía algo, tenía el semblante triste, aunque tratara de ocultarlo con el maquillaje.
—Ando de malas —respondió Sasha.
—¿Es por tu ex? —inquirió Laura sentándose a su lado en el mueble.
—No, en realidad, no me interesa en lo absoluto ese idiota —confesó Sasha—. Es porque, me siento aburrida, ¿sabes? Me gustaría hacer algo nuevo, ¿no te aburre estar siempre en la misma monotonía?
—En realidad, sí —contestó Laura—. ¿Qué te gustaría hacer?
—No lo sé, no tengo idea, pero sí quiero cambiar.
—¿Hacemos un paseo?
—Ay, no hablo de ese tipo de cosas. Porque, cuando uno lo hace, después del momento, vuelve a lo mismo y ese no es mi objetivo.
—Entonces, no sé qué es lo que quieres —Laura quedó un poco pensante—. Bueno, sí entiendo tu punto de vista; pero no tengo idea de qué podrías hacer.
—¿Y si comenzamos a ir al gimnasio? —los ojos de Sasha se iluminaron.
—Esa sería una buena idea si no recordara que siempre lo dejas a medias.
—Pero esta vez será diferente —replicó la joven.
—No lo sé, Sasha —soltó Laura—. Cuando sigo tus ideas, siempre me dejas a medias con los planes tirados.
—No, amiga, esta vez no será así… Te lo prometo, de todo corazón —insistió Sasha.
Lorena aprovechó que Sasha no estaba entre sus amigas para contar lo sucedido con Cristian, ya que, se sentía apenada de hablar de su relación con Cristian siendo consciente del pasado de ella con su novio.
—Imagínense —comenzó—, el viernes estuve con Cristian.
Marc apartó el celular de su rostro y mostró una gran cara de impresión.
—¡¿Qué?! —soltó pasmado.
—Sí —Lorena miró a Laura y Marc—. Y fue tan… —soltó un suspiro— genial. Nunca creí que mi primera vez sería tan buena, la imaginaba como algo terrorífico.
—Lorena… —Laura no sabía qué decir, quedó con la boca abierta.
—Pero, cuenta, cuenta, ¿cómo pasó? —pidió Marc emocionando.
El joven hizo recostar sus codos a la mesa metálica para así poder apoyar sus manos en las palmas de sus manos. Miró fijamente a Lorena con un rostro malicioso.
—Bueno —Lorena acercó más su rostro a sus amigos frente a ella—. Después que hablé con ustedes sobre mi relación, me di cuenta que era cierto, yo nunca tenía momentos bonitos con Cristian, así que, lo esperé en su última clase. Sabía que él saldría media hora después que yo, por lo mismo lo esperé. Cuando Cristian salió, me dijo que fuéramos a su apartamento, compramos pizza y vimos una película en su cuarto. Yo desde el primer momento sabía lo que sucedería, pero, Cristian me dijo después que, si yo no quería, no sucedería nada.
—Me imagino lo obvia que debiste hacerte visto para que él dijera eso —gruñó Marc.
—Es que, cuando se terminó la película, bajamos a calentar la pizza y él quería besarme, pero yo me congelé del miedo y le fui sincera —explicó Lorena—. Pero, después, cuando volvimos a su cuarto, Cristian se quitó la camisa porque se iba a dar un baño, ¡Dios mío! ¡Qué cuerpo!
Marc y Laura soltaron un grito de emoción y Lorena se ruborizó por completo.
—En ese momento me di cuenta lo boba que era —soltó Lorena con una gran sonrisa—. Estaba dejando perder semejante bombón, así que, no esperé más y decidí darle indirectas para que entendiera que yo quería hacerlo esa noche con él.
—¿Y cómo lo hiciste? —inquirió Laura.
Lorena miró a sus amigos con rostro malvado.
—Me bañé y me puse una camisa de él, era blanca, un poco trasparente y de botones.
—¡Dios mío! —gritó Marc—, por fin aprendiste algo bueno de mí.
Los jóvenes soltaron una gran carcajada y después Lorena siguió su historia.
—Cuando entré a la habitación lo vi dormido. El pobre estaba seguro que entre los dos no sucedería nada, pero yo estaba dispuesta a tener sexo con él. Así que, me acosté a su lado y la cara que puso Cristian, ¡uff! Se notaba que me estaba comiendo con la mirada.
—Bueno, ¿y qué sucedió después? —preguntó Laura animada.
—Lo hicimos —respondió Lorena con vergüenza.
—¡Ay, pero cuenta, no nos vas a dejar emocionadas! —replicó Laura indignada.
—Si vas a echar un cuento, que sea completo —regañó Marc.
—Bueno, bueno —aceptó Lorena—. Nos comenzamos a besar, después Cristian me quitó la camisa y… —su rostro se puso muy rojo de la vergüenza— pues… pasó. Ay, en serio, me da pena contarlo todo.
Marc puso los ojos en blancos al no soportar la furia hacia su amiga.
—¡Lorena, no seas tonta! Si comenzaste debes terminar —gruñó.
—Bueno, por lo menos di, ¿qué hicieron? —preguntó Laura—, las poses y esas cosas.
—Bueno, eso sí lo cuento. Es que, describirlo tanto, me da mucha vergüenza —dijo Lorena—. Primero comenzamos con esa donde la mujer se sube encima del hombre, aunque, antes, Cristian me hizo un oral.
Marc llevó las manos a su boca por la impresión y Laura sacudió sus manos de la emoción.
—Pero Cristian fue con toda contigo —soltó Laura.
—¿Y después qué hicieron? —inquirió Marc.
—Yo intenté hacerle uno a él, pero, ay no, se notó que no le gustó nada. Hasta me dijo que lo mordí.
Marc soltó una gran carcajada de burla que aburrió a Lorena.
—Bueno, es que fue la primera vez que hiciste uno, es normal que no sepas hacerlo —explicó Laura siendo comprensiva.
—Practica con un banano —sugirió Marc.
Lorena comenzó a sentirse muy incómoda, tanto, que se dio cuenta que fue mala idea contar sobre su vida íntima, ella no era buena para ese tipo de cosas.
Se sintió aliviada cuando vio a Sasha acercarse a ellas. Sabía que Marc y Laura dejarían morir el tema por respeto a ella.
—¡Buenas! —saludó Sasha sonriente al sentare frente a ellos.
—Hola —Lorena contestó el saludo.
Laura y Marc comenzaron a resignarse, sabían que sus dudas sobre el tema debían esfumarse.
—Lorena —soltó Sasha animada—, tienes que decir que sí.
Lorena tornó su rostro desconcertado, aunque, imaginaba que Sasha saldría con una de sus muchas ocurrencias.
—Primero di que sí —pidió Sasha.
—Ay, no. No vas a sobornarme —gruñó Lorena mientras se cruzaba de brazos.
Sasha tornó su rostro aburrido mientras miraba a Lorena fijamente.
—Ya, di qué es —pidió Lorena.
—Vamos a comenzar a ir al gimnasio —dijo Sasha animada—. Laura también lo hará e imagino que Marc también —volteó a ver a su amigo.
Marc acentuó con la cabeza y Sasha se sintió satisfecha, Lorena no tenía forma de negarse, estaba obligada a ir también.
Lorena sabía que era muy mala idea, nunca debió seguirles los cuentos raros a sus amigas, ellas estaban locas. No, ella estaba loca, si sabía que no le gustaba hacer ejercicio, ¿cómo se le pudo ocurrir ir al gimnasio?
—¡Vamos, tú puedes! —gritó la entrenadora—, ¡apenas estás comenzando, con ánimo!
Pues sí, Lorena apenas estaba calentando en la caminadora, y solo llevaba dos minutos, pero, eran muy eternos.
Y el resto de la tarde transcurrió así, la tuvieron de un lado para otro haciendo ejercicios para piernas. Lorena estaba sintiendo que le faltaba poco para ver al diablo bailando un cumbión frente a ella y ver cómo sacudía el trinche de un lado para otro frente a su cara.
A las dos horas, Lorena con sus piernas temblorosas intentó bajar las escaleras del segundo piso para poder irse, aunque, debió agarrarse de la baranda porque sentía que en cualquier momento iba a irse de cara.
—¡Ese entrenador está riquísimo! —soltó Marc mientras bajaban las escaleras.
—Pero la entrenadora sí que está loca —dijo Laura.
—Mira cómo dejó a Lorena —chistó Sasha—. Amiga, ¿estuvo rico todo?
Lorena volteó a ver a Sasha y la fulminó con la mirada.
—Ay, no, yo no voy a irme caminando para mi casa, está muy lejos —confesó Lorena.
—Pero dijimos que caminaríamos, así haremos cardio —replicó Sasha.
Lorena, de verdad, iba a matar a su amiga. ¿Acaso no se daba cuenta que se moría en cuerpo y alma?
Así fue como tuvieron que esperar a que Cristian fuera a recoger a Lorena al gimnasio. Él no se comprometió en la noche con ninguno de sus amigos, sabía que su novia no iba a soportar esa idea de ir a hacer ejercicio y mucho menos el caminar hasta su casa después.
—Uish… Muchas locas —soltó Cristian al estacionar su auto frente al grupo.
Lorena, con un rostro totalmente demacrado, abrió la puerta del copiloto y entró. Cristian estuvo a punto de burlarse de ella, pero no lo hizo, quería conservar su vida.
—¿Te llevo a tu casa o vamos a mi apartamento? —preguntó el joven.
—¿Qué hora es? —inquirió Lorena.
—Las siete y media.
—Ay, no, mi hermana Flor ya debe estar llegando a la casa, sabes que se mete en el baño y no sale por ahora. No quiero discutir con ella, y menos ahora que estoy tan cansada.
—Bueno, entonces, pediré que te lleven ropa a mi apartamento —sugirió Cristian mientras conducía—. Pero quédate esta noche conmigo, así no tendrás que soportar a tu gruñona hermana.
—Es que, si vamos para tu apartamento, no pensaré en salir de allí en toda la noche —aclaró Lorena—. Tu cama es mucho más cómoda que la mía.
Aquello le encantó a Cristian. Sabía que Lorena comenzaba a tomarle mucha más confianza y eso le encantaba.
—Bueno, entonces, llegamos al apartamento y preparo una ensalada de frutas con tu jugo favorito.
—¡¿Cuál ensalada de frutas?! —replicó Lorena indignada.
Cristian soltó una gran carcajada, sabía que Lorena le diría eso.
—Aquí la cuestión es de hambre, Cristian —aclaró la joven.
—Pero, amor, estás yendo a gimnasio.
—¿Y?
—Debes cuidar tu figura.
—Apenas es el primer día, además, yo no quiero bajar de peso. Eso lo hace el estrés de la universidad.
—Bueno, entonces, haré esa salsa de papas con pollo que tanto te gusta —sugirió Cristian.
—Ay, sí, un pollo asado con papas —Lorena sintió que su boca se le hacía agua.
Lorena estaba recostada a la cama de Cristian gozando del delicioso masaje que el joven le daba en las piernas.
—Recuerdo que una vez estuve en una carrera de ciclismo —contó Lorena—. Gané el primer lugar.
—¿Hace cuánto fue eso? —preguntó Cristian.
—Tenía quince años, entrené todo un mes. No dejaba de hablar de la carrera en mi casa, mis padres estaban bastante aburridos por eso —Lorena soltó una carcajada.
—¿Tanto te gusta el ciclismo?
—Sí, me gustaba bastante.
—¿Te gustaba?
—Sí, después lo dejé —confesó Lorena—. Desde esa vez que casi me accidento cuando intenté rebasarte en tu auto, me dan miedo las bicicletas.
Aquello revolvió los sentimientos de Cristian, su mente le trajo los recuerdos de cómo le gritó esa noche a Lorena y aventó su bicicleta lejos de la carretera.
Siempre se preguntó por qué Lorena no volvió a manejar, aunque él insistiera tanto en comprarle una buena bicicleta. Lorena siempre esquivaba el tema, pero pensaba que era por vergüenza a recibir tantas cosas de él.
—Deberías intentar volver. En la universidad anualmente se hace una competencia de ciclismo. Salen del campus y recorren toda la ciudad.
—Sí, sé cuáles son.
—Bueno, podrías competir. Estoy seguro que ganarías. Esto sí te gusta, no el estar metida en un gimnasio, se nota que lo detestas.
Lorena quedó bastante pensante, su mirada se tornó triste y Cristian lo notó.
—Amor, lo siento, esa vez no debí gritarte de esa manera —se disculpó Cristian.
—Cristian, no hablemos de eso.
—Sí, claro que sí —replicó el joven—. Por mi culpa es que ahora no puedes hacer lo que tanto te gusta.
—Claro que no, eso no es cierto.
Cristian no siguió insistiendo, se sentía muy mal al saber que Lorena dejó a un lado una pasión tan grande por su culpa.
Laura llegó a su casa totalmente sudada por la gran caminata, pero, bastante feliz por la buena tarde que pasó al lado de sus amigas.
Al subir las escaleras que daban hacia el pasillo de los dormitorios, vio a Robert que caminaba hacia su habitación.
—Laura —soltó Robert con una ligera sonrisa en su rostro—. ¿Estabas haciendo ejercicio?
—Sí —respondió la chica entusiasmada.
—No sabía que te gustara ejercitarte —confesó el joven acercándose a ella—. ¿Desde cuándo?
—Bueno, siempre quise hacerlo, pero no me animaba porque no tenía con quién. Aunque, las chicas se animaron y pagamos la mensualidad en el gimnasio cerca de la U. Hoy fue nuestro primer día, fuimos después de clases, acordamos llevarnos la ropa deportiva en los bolsos.
Robert la escuchaba animadamente en silencio, le gustaba ver sus ojos llenos de tanta alegría. Era muy poca las veces en las que Laura se veía tan feliz, por lo mismo le aliviaba verla en aquel estado.
—¿Irán todos los días?
—Sí, de lunes a sábado —respondió Laura.
Había pasado una semana desde que Laura había comenzado a ir al gimnasio con su grupo, su cuerpo estaba bastante pesado y con dolencias, aún no se acostumbraba a aquel estilo de vida.
—Cristian me dijo que estás yendo con tus amigas a gimnasio —dijo Camilo seriamente.
Laura se acomodó en el mueble n***o de la sala y volteó a mirar a su novio, se notaba que no estaba del mejor humor. Cada vez que le hablaba mientras veía el celular era porque se encontraba enojado.
—Hace una semana comencé a ir con ellas —respondió Laura.
—Qué bien —gruñó Camilo.
Laura no sabía qué decir, Camilo se encontraba bastante cortante y eso la asustaba. Aunque, no fue necesario que ella dijera algo, ya que, su novio lo hizo.
—¿Por qué siempre me tengo que enterar por otros de lo que haces? —preguntó Camilo volteando a verla.
—Te lo iba a decir.
—¿Ah sí? ¿Cuándo? —cuestionó—, ¿Cuándo tuvieras un mes o un año?
—Camilo, es que, no es tan importante.
—¡Ah! ¡No es importante que yo sepa lo que hace mi novia con su vida!
—No es eso, es que… —Laura se cansaba con el solo hecho de pensar que discutiría con Camilo.
La joven llevó una mano a su cabeza con bastante estrés, odiaba las discusiones.
—¡Todo contigo es así! —gruñó Camilo—. Nunca me cuentas nada, todo el maldito tiempo estás cayada y parece como si hablara con la pared. ¡Mira, me ignoras, se nota que estás harta de estar aquí!
—No estoy harta. Sabes que no me gusta que me griten y lo estás haciendo en este momento —dijo Laura bastante seria.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué alabe tu magnífico modo de ser conmigo? —inquirió Camilo indignado—, no, pues. Hermosa Laura, no imaginas lo conmovido que estoy por el gran trato que me das; me siento el novio más enamorado del mundo.
—Camilo, por favor.
—¡Camilo ¿qué?! —el joven se levantó del mueble—, ¡¿qué más paciencia quieres que te tenga, Laura?!
Laura quedó pasmada por lo enojado que se estaba volviendo Camilo, nunca lo había visto de aquel modo. Tuvo que contener la respiración mientas lo veía fijamente.
—¡Todo este tiempo he soportado el que nunca me digas nada, que conmigo parezcas una extraña! No logro entenderte, la verdad —discutió Camilo—. Y mira, ahora me dices que yo no tengo importancia, ¿para qué hablar conmigo?
—Eso no es cierto, yo no te dije eso —soltó Laura con los ojos llenos de lágrimas.
—¡Pero eso me diste a entender! —gritó Camilo.
Laura llevó una mano a su pecho al sobresaltarse. Ella odiaba los gritos, no soportaba el que alguien la maltratase de aquella manera, ese era su punto más vulnerable.
Así que, de un impulso, tomó su cartera de la pequeña mesa que tenía frente a ella y caminó hacia la salida del departamento de su novio mientras dejaba salir el llanto.
Camilo quedó confundido con aquel acto, quería ir tras ella, pero, estaba bastante salido de sus cabales.
El joven se sentó en el mueble mientras llevaba las manos a su cabeza. ¿Se había sobrepasado con ella?, ¿tan feo le habló?