Aquella tarde lloró, lloró como un ser humano. Nunca lo había hecho delante de ella, ni de nadie, tenía prohibido mostrar debilidad, pero ese dolor, era más fuerte que nada. Cuando su esposa se durmió, salió de la habitación y se quedó recostado en la puerta, tras soltar un suspiro se dirigió a la habitación de su hijo, jugó con él hasta que una llamada lo alertó. Apretó las sienes al ver de quién se trataba. La anciana se encontraba en el aeropuerto en espera de que pasara retirándola. Santiago llevo sus manos al rostro, suspiró frustrado al saber que debía lidear con su madre, quien no era una persona fácil. —Está bien madre, enviaré al chofer por ti ¡lo siento! Olvidé por completo que llegabas hoy. La mujer tras el teléfono se encontraba indignada, puesto que le había informado a su