Capítulo Cinco

1452 Words
Lo que quedaba de la noche la pasó en silencio, sumergida entre las sábanas pensando que Ivoh exageraba todo, no creía que fuese tan malo el mundo de los nocturnos, al contrario. Se había visto muchas veces admirando las habilidades de esos seres, sus capacidades, su belleza y todo lo que rodeaba a los Coll. ¿Acaso realmente había algo más que ella ignoraba? ¿Cómo saberlo? Su vida había pasado siempre en esa enorme mansión y sus alrededores, jamás había salido de allí y tampoco es que lo necesitara, tenía todo en aquel lujoso lugar, excepto… amigos. Los primeros años transcurrieron de manera rápida para ella, se mantenía ocupada aprendiendo todo lo que debía de la nueva sociedad, a la par llevada los estudios correspondientes de toda persona y extracurricularmente se le permitió recrearse de la manera en que ella quisiera. Pero las cosas cambiaron cuando cumplió sus quince años, ya no había mucho que aprender, sus recreaciones la entretenía en cierta forma pero no lo suficiente por lo que pasaba muchas de sus horas con los empleados; charlaba largo y tendido con María, Arnoldo –el chef de la casa- accedió a enseñarle algunas de sus recetas para entretener a la chica, Harol – el mayordomo- jugaba al ajedrez con ella cuando los Coll no se encontraban en casa –lo que sucedía seguido-.  Los primeros rayos del sol entraron por su ventana, no había dormido nada y parecía no tener sueño en lo absoluto. Decidió vestirse y salir a caminar un poco, estaba cansada de la rutina, esperar que el desayuno fuera llevado a su alcoba a las ocho de la mañana y esperar por el horario del día –el cual generalmente era el mismo siempre-, cepilló su ondeado cabello n***o y lo dejó caer libremente por su espalda, se colocó los zapatos de charol y un vestido rosa de estación – corto hasta las rodillas y de mangas un poco más abajo de los codos- y salió de puntillas por el pasillo.  Notó que la habitación cercana a la de Ivoh estaba siendo arreglada por una de las mucamas más jóvenes, sonrió sabiendo que Draco estaba por llegar. Este último era hermano mayor de su mentor y con el que podía jugar y hablar de lo que quisiera sin miedo al  “qué dirán” pues el muchacho era conocido por no seguir las reglas en lo absoluto.  -Maldición –musitó al ver la gran puerta de entrada con pestillo.  Si intentaba abrirla, el ruido despertaría sospechas sin mencionar que Ivoh escucharía y evidentemente sus planes de paseo matutino se irían al caño. Caminó con rapidez por la sala, asomó su rostro por una de las ventanas y sonrió de júbilo cuando se percató de que estaban abiertas para una buena ventilación. Momentos así hacían que adorara esa costumbre de María, la muchacha pasó su pie por la misma y luego otro, una vez lista salto hacia el vacío y al caer rodó por el césped recién cortado; aguantó la risa al pensar lo que la institutriz diría sobre sus modales y ese comportamiento tan impropio, moría de risa al imaginar el rostro rojo y colérico de la aristocrática vampiresa.  -Que tengan linda mañana- canturrea alejándose de la mansión.  Los primeros cien metros los conoce de maravilla, el jardín delantero se extiende aún más allá, conecta con la parte posterior del bosque –el cual rodea a la ciudad humana más cercana- y por obvias razones jamás ha pisado. Hasta hoy.  ¿Por qué no ir? Tiene los conocimientos necesarios para volver, evitar hierbas venenosas y en caso de algún animal salvaje pues trepar un árbol nunca ha sido un problema para ella. Se siente capacitada para dar un paseo sola sin ningún guardaespaldas o tutor molesto.  Respirar el aire fresco le agrada, el verde de la naturaleza maravilla sus ojos, tantas tonalidades y combinaciones hacen todo lo que se planta ante sus ojos parezca una pintura famosa. Antes de que pueda internarse aún más en el bosque el sonido de ramas quebrándose –tal cual lo hacen al ser pisadas- la pone en alerta, observa a su alrededor pero no nota nada extraño y después de todo tampoco es como si pudiera realmente hacerlo, es una humana común y corriente. Desconfiada decide regresar sobre sus pasos y quedarse cerca de las inmediaciones de la mansión Coll, las pisadas siguen ahí pero nada puede verse cada vez que voltea.  -¿Quién está ahí?- pregunta -¡Vamos, sal ya! ¡Puedo escucharte!  De entre los árboles se asoman dos jóvenes, ambos se observan intrigados y luego a ella, no esperaban encontrar a alguien mientras hacían sus rondas matutinas.  -¿Quién eres? ¿Por qué estás sola aquí y lejos de la ciudad?- eleva una ceja uno de ellos.  -Yo vivo por aquí- responde algo insegura -¿Ustedes quiénes son?  -¿Vives por aquí? ¿Dónde?- el otro muchacho se adelanta un par de pasos y la chica retrocede los mismos.  -En la mansión Coll- responde tajante –Están en sus terrenos, no los conozco.  -Una Coll, pero, no eres vampiro- señala confundido- ¿Eres sirviente de alguno de ellos?  -Yo no veo marca que la identifique con un amo- agrega el otro- Tal vez aún no ha sido marcada.  Evelyn escucha todo con asombro y miedo, ¿A eso se refería Ivoh? ¿Quiénes son esos muchachos? ¿De qué marca están hablando? Sin intenciones de averiguar aquello da media vuelta y sale despavorida del lugar, sus intenciones son llegar a la casa cuanto antes y comentar lo que ha escuchado pero todos sus planes se ven interrumpidos, siente el peso de algo sobre su cuerpo y cae al suelo estrepitosamente.  -¡Suéltame!- grita y forcejea.  -¡Cálmate! ¡No vamos a hacerte daño! ¡Somos de los buenos!- el muchacho intenta hacerla entrar en razón.  -¡Déjame ir!- le propina una bofetada mientras se aleja del joven.  -¡Carajo! ¡Pero qué mano!- soba su mejilla enrojecida- ¡Mujer! ¡Queremos salvarte de esos asesinos!    -No quiero que me salven de nada, ellos no son asesinos, son... mi familia- susurra lo último.  -Mi nombre es Connor, por favor no vuelvas a golpearme- la toma de la muñeca jalándola con suma facilidad- No sé qué cuentos te han dicho, pero los vampiros no son familia, no son buenos y tú, definitivamente no eres una de ellos. Tarde o temprano te harán lo que les hacen a todos los humanos.  -¿Entonces tú no eres uno?- lo empuja tratando de zafarse de él.  -No, tengo el privilegio de ser mejor que un vampiro y un humano- sonríe -¿Quieres dejar de pelear? No vas a ganarme nunca.  -Se me enseñó a pelear contra los que no son de la familia- masculla.  -De nuevo con eso- rueda los ojos.  -Creo que te ha dicho que está con nosotros, por favor, suéltala- Ivoh camina a paso seguro hacia ellos, no necesita elevar la voz para que sea escuchada en todo el prado.  Ambos jóvenes –los recién llegados en sus rondas- mantienen la posición pero puede notarse la tensión al verlo, el aura defensiva que emanan logra hacer sonreír al vampiro.  -¿Es tu sirvienta?- pregunta Connor entre dientes.  -No, soy su tutor, la adopté cuando era niña- observa a la chica- Tengo los papeles de su adopción si desean verlos, están en regla y ella porta mi apellido.  -Tampoco la has marcado aun, ¿Por qué?- pregunta el otro muchacho.  -Como les he dicho, no es una sirvienta. No ha cumplido la edad suficiente, está siendo preparada para algo más importante- el vampiro toma a Evelyn por los hombros y la aleja sutilmente de Connor.  Ivoh y Connor comparten miradas retadoras, sin mediar palabra alguna los recién llegados deciden emprender la partida dándole una última mirada a la muchacha. Por su parte, Evelyn voltea esperando la reprimenda, ambos –tutor y aprendiz- se mantienen en silencio y sosteniéndose la mirada.  -Ya dime algo- pide la chica molesta.  -¿Qué puedo decir? Saliste sin avisar, ¿Qué tal si algo malo pasaba? ¿O si esos lobos te llevaban?- cierra los ojos.  -¿Lobos? ¿Eran lobos? – abre los ojos sorprendida.  -No son lo que tú imaginas- rueda los ojos- Vamos, supongo que tienes preguntas que hacer y prefiero ser yo quien las responda.  -Las tengo, sí, pero no sé si quiero saber la respuesta- camina a su lado. -¿Soy... una especie de... juguete para ti?  -Deja las estupideces Evelyn- musita cansado de preguntas ridículas a su parecer.  -¡Explícame! ¿Por qué me adoptaste? ¿Qué es eso de ser sirviente? ¿Para qué me estás preparando? ¿Ellos quienes eran? ¡Deja de ocultarme cosas Ivoh!  -¡¿Quién eres tú para darme órdenes?!- voltea molesto –Lo único que haces es quejarte de todo y por todo, a veces tengo ganas de…  -¿De qué?- lo reta con la mirada.  Ivoh se marcha sin siquiera darle una última mirada, no se atreve a seguir un rato más cerca de ella o las palabras que salgan de su boca terminarán por herirla. A veces la muchacha logra sacarlo de sus cabales, traerle grandes dolores de cabeza y todo por el simple hecho de no poder ignorarla como desearía.
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