Capítulo uno

1953 Words
La humanidad se ha sumido en la miseria, a pesar de que aparentemente parece vivir sin ningún problema, la verdad es que ha sido sometida por una r**a inmortal, aquella que solo se veía en cuentos ficticios, leyendas urbanas y cuentos de terror que solían contárseles a los niños. Para cuando los humanos notaron la presencia de esos seres ellos habían tomado el control de absolutamente todo el mundo, desde la economía mundial a la política, se habían infiltrado en absolutamente todo sin que lo notaran, prácticamente jugaron sus cartas frente a las narices humanas y jamás fueron descubiertos. Obviamente no estaban dispuestos a dejar de ser lo que eran solo porque “convivían” con humanos y su sed de sangre los hizo salir a la luz, revelar su identidad y cuando eso sucedió el caos comenzó.   Surgieron todo tipo de ideas hacia ellos, planes y estrategias para borrarlos del mapa pero nada de eso los detuvo y básicamente nada podría; una guerra sangrienta e interminable se llevó a cabo entre las especies pero la ganadora fue la misma que una noche decidió tomar el control y las personas comunes y corrientes tuvieron que someterse para poder vivir. En la búsqueda de algo de paz entre las especies se llegó a un acuerdo en el que los vampiros podían disponer de ciertos seres humanos para usarlos a su gusto; dichos humanos solían ser convictos, vagabundos, personas sin un hogar o sin un futuro y eran –a veces- esclavizados por sus amos o bien, formaban parte de la servidumbre de los mismos.   Podemos decir que, de cierta manera, el acuerdo funcionó. Se redujo la cantidad de homicidas, violadores, convictos y gente de mala calaña, también aquellos que no disponían de una buena economía a veces terminaban en manos de los vampiros quienes les daban una buena vida a cambio de sus servicios –ya fuese como alimentador, espía, vigía, o compañía-.   La jerarquía vampírica estaba divida en cuatro fuertes grupos, los Blue Blood; vampiros de casta pura que jamás mezclaron su sangre y que poseen dones inimaginables provenientes de los primeros de su especie y por lo tanto casi intocables para el resto. Los RedLine, aquello inmortales nobles poseedores de grandes riquezas y uno que otro poder sobrenatural, los que sirven a los puros y mantienen la distancia por respeto y temor, LightSun, eran los vampiros que resultaban ser mestizos de un sangre noble con vampiros comunes y corrientes, tenía cierta intolerancia al sol –pero no les impedía salir a la luz del día cuando era necesario- pero eran veloces y certeros a la hora de la caza, generalmente eran quienes comandaban los ejércitos y eran la guardia de los más poderosos entre ellos y, por último, los Parias; humanos convertidos o vampiros de nacimiento carentes de habilidades cuya sed sobrepasa los límites de su capacidad intelectual volviéndolos un peligro para todos, incluso para los vampiros mismos pues si debían beber la sangre de uno de los suyos lo hacían sin problema alguno.   Aquella mañana de Abril –la cual pintaba ser tormentosa y gris- era perfecta para dar un paseo por las calles de la ciudadela principal, el menor de los Coll salía de su enorme mansión seguido de sus guardaespaldas y su séquito privado. Dicha familia era perteneciente a los Blue Blood, una familia económicamente bien formada, triunfante en todo lo que se proponía y con algunos enemigos entre las sombras.   ― ¿Dónde prefiere ir señor? ― pregunta el anciano al volante del automóvil polarizado n***o.   ― A los pueblos bajos Alfred, necesito un nuevo sirviente ― respondió algo distraído.   ― Como ordene ― asintió el hombre, porque sí, era humano y emprendió la marcha.   Ivoh Coll no se caracterizaba por tener sirvientes, al contrario siempre se lo veía sin nadie más que su guardia personal, el anciano que conducía su vehículo se había ofrecido el mismo a prestarle servicio cuando su esposa falleció y se vio en la trágica situación de que no tenía más familia y la soledad no le hacía buena compañía. Alfred lo conocía desde hacía unos cinco o seis años, no lo recordaba bien pues su memoria ya no era la de un jovencito pero le parecía sumamente raro que a ese “joven” tan solitario se le ocurriese de la noche a la mañana tener un ciervo a su cargo.   ― ¿Qué ocurre? Llevas diez minutos observándome por el espejo retrovisor ― lo observa curioso.   ― Perdone, no quise molestarlo, es solo que me da curiosidad ese repentino deseo suyo de tener un sirviente ― se encoge de hombros. Aquel humano era el único que se atrevía a tratarlo con cariño y sin temor.   ― Padre lo ha pedido, bueno, lo sugirió debido a que mis hermanos los tienen. ― suspiró.   ― Ivoh, no tiene que hacer todo lo que sus hermanos hagan después de todo su padre solo le dio una sugerencia ― le sonríe.   ― Lo sé, pero no deseo decepcionarlo ― toma unas revistas y comienza a ojearlas dando por terminada la conversación.   El viaje no era muy largo, tomando un buen atajo llegaban en menos de veinte minutos por lo que no le dio el tiempo suficiente a terminar de leer el artículo sobre la economía mundial que lo tenía tan concentrado.   ― Date prisa, estoy cansado y quiero llegar a casa ― dos niños caminan junto al automóvil, el mayor de ambos niños refriega su manito en uno de sus ojos.   ― Ya voy ― responde la pequeña detrás de él.   Ivoh observa a los niños humanos, si tuviera que adivinar diría que tienen unos cinco años de nacidos, apenas y saben hablar bien. La niña voltea hacia la ventana del auto, se queda viendo fijamente aunque no puede ver hacia el interior del mismo; el vampiro abre la puerta con cuidado y desciende sin quitar la vista de la peculiar mocosa, de cabello rizado y n***o como la noche, apenas y llega un poco más debajo de las rodillas del muchacho y posee los ojos jade más llamativos que el inmortal ha tenido la oportunidad de ver.   ― Hola ― saluda la niña ― ¿Estás perdido?   ― No ― niega ― ¿Tú?   ― No, voy camino a casa ― le sonríe.   Observa en los alrededores, las pocas personas que había en la calle lo ven con miedo y respeto, bajan la vista cuando se topan con sus ojos e incluso se han refugiado en sus hogares esperando que aquel ser nocturno se vaya cuanto antes del modesto pueblo.   ― ¡Aléjate de nosotros! ― la concentración del inmortal vuelve a posarse en la niña pero esta vez se encuentra con el pequeño que iba delante, es increíblemente parecido a la niña, mismo cabello, misma complexión pero sus ojos algo más oscuros, indudablemente han de ser hermanos, quizás mellizos. ― ¡No te acerques monstruo!   ― Mira que tienes agallas para ser un crio humano ― ladea la cabeza viéndolo. ― Largo.   La expresión de desdén en el rostro del varón le causa algo de gracias, ¿Cómo una criatura que apenas puede hacer sus necesidades sola puede odiar de esa manera? No cabe duda que sus padres le han inculcado bien quienes son los enemigos, pero, a diferencia del chico su hermana no parece tenerle siquiera un ápice de miedo y ello le genera una idea. Sigue de cerca a esos niños, se vale por sí mismo ya que no quiere ser descubierto. Tres calles más adelante logra ver un conjunto de casas, pobres a decir verdad, muchas están sin terminar y la gente que merodea alrededor apenas tiene para sustentarse; los pequeños llegan a la última de estas, un hombre joven los recibe entre sus brazos y la mujer a cargo –seguramente su madre- los regaña por llegar tarde pero les besa la mejilla a cada uno.   Dos horas más tarde –cuando los niños ya duermen en sus improvisadas camas- decide tocar la puerta de la vivienda. El tiempo que ha pasado allí ha notado la gran carencia que tiene la familia, apenas han podido darle un poco de sopa a sus hijos para que fueran a la cama con algo caliente en el estómago, no poseen los muebles necesarios, de seguro las camas no tienen colchones y la despensa luce vacía en extremo.   ― ¿Quién busca? ― la mujer abre la puerta.   ― Buenas noches madame, me gustaría hablar con usted ― los ojos del vampiro relucen en la noche y provocan miedo en aquella joven mujer.   ― Querida, déjalo pasar ― su marido temeroso de que pueda lastimarlos por negarles algo le indica que le deje el paso libre.   ― ¿Qué desea joven? ― el dueño del hogar traga duro, se siente incómodo con la presencia de la temible criatura de la noche.   ― He podido ver que sus condiciones de vida son demasiado bajas, considerando que apenas puede alimentarse usted y los suyos quiero a la niña ― habla serio.   ― ¿Perdone? ― La mujer se adelanta unos pasos ― ¿Cómo que quiere a la niña?   ― Quiero a su hija, la pequeña de los ojos jade ― asiente ― Si es necesario la compraré, denme un precio.   ― Mis hijos no están en venta ― sentencia el hombre.   ― Dígame, Señor Covak, ¿Con que ingreso pretende darle vida y futuro a esa niña? ― ladea la cabeza ― Mis intenciones son darle lo mejor de lo mejor a cambio de los servicios que conoce, tendrá educación, techo, comida y todas las comodidades que la familia Coll pueda darle.   ― En todo caso, llévese a ambos niños, son mellizos ― la madre pide en una esperanzada súplica ― Es cierto que apenas podemos darle algo de comer a mis pequeños, si usted puede darle una mejor vida a cambio de que sean parte de su servidumbre entonces, con todo el dolor del mundo dejaré que se vayan.   ― Cuanto dolor, una madre que deja ir tan fácilmente a su descendencia ― ironiza sin creer ni una pisca de lo que sus ojos ven.   ― Para usted es fácil decirlo, puede comprar lo que quiera y a quienes quiera pero nosotros, no tenemos nada de nada y usted mismo lo ha dicho, ¿Qué futuro podemos darles? ― solloza ― El único error ha sido traerlos a este mundo tan cruel pensando en una estúpida ilusión de que todo nos saldría bien y que podríamos verlos crecer sin problema alguno. Pero ya ve, las cosas nunca son como uno lo desea.     ― Bien, si eso es lo que acordamos, pero solo quiero a la niña ― suspira ― El mocoso me causa desagrado y francamente yo no parezco agradarle.   ― ¿Qué? No puede separarlos ― gesticula el progenitor.   ― No me diga lo que puedo o no puedo hacer ― musita ― Podemos hacer esto por las buenas o por las malas, creo que no querrán conocer la segunda opción señores, por lo tanto no me hagan perder el tiempo.   Esa misma noche Ivoh regreso a su hogar con la pequeña niña durmiendo en la parte trasera del auto y apenas una modesta bolsa con algunas de sus pertenencias, su hermano jamás se enteró que su otra mitad se había marchado y sus padres lloraron hasta el amanecer sabiendo que no volverían a verla, que los Coll no la regresarían pero al  menos estaba a salvo, con un futuro prometedor por delante y en “buenas manos” puesto que se sabía que todo aquel que perteneciera a la familia nombrada –fuese o no de la servidumbre- tenía una próspera vida.   ― ¿Y cómo se llama? ― Alfred la cargo al llegar a la mansión.   ― No pregunté su nombre ― el muchacho se le queda viendo.   ― Pues dele uno, no puede ir por la vida sin una identidad ―rueda los ojos el canoso haciendo reír a su amo.   ― Evelyn, ese será su nombre ― acaricia la cabeza de la niña.
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