En el frasco no se indicaba “veneno", por lo que Alicia se aventuró a probarlo:y hallándolo de muy buen gusto (pues sabía a torta de cerezas, a piña, a pavo asado, a caramelo, a tostadas calientes con mantequilla), acabó pronto por bebérselo todo.
-¡Qué sensación tan más curiosa! -dijo Alicia-. Parce que me estoy encogiendo como un catalejo.
Y así era, en efecto: ahora tenía tan solo diez pulgadas de altura, y su cara se iluminó de alegría al pensar que tenía precisamente el tamaño adecuado para poder pasar por la puertecilla y entrar en aquel precioso jardín.
Sin embargo, espero primero unos minutos para ver si seguía menguando todavía, porque estaba algo preocupada.
-Porque podría suceder-se dijo Alicia-que me derritiera por completo, como una vela. Y ¿que sería entonces de mi? -se preguntó, intentando imaginarse qué le pasaba a la llama de una vela cuando se la paga de un soplo, pues no recordaba haber visto nunca nada semejante.
Al cabo de un rato, viendo que no pasaba nada más, decidió entrar en el jardín acto seguido. Pero ¡ay! pobre Alicia. Cuando llegó a la puerta se dio cuenta de que había olvidado llevársela pequeña llave de oro, y cuando regresó por ella a la mesa, vio que le era del todo imposible alcanzarla; podía verla claramente a través del cristal, e intento por todos los medios por una de las patas de la mesa, pero era demasiado resbaladiza, y cuando se sintió agotada de tanto intentarlo, la pobre se sentó y se echó a llorar.
-¡Basta! ¡es inútil llorar de esa manera! -se dijo Alicia a si misma con bastante firmeza-. Te aconsejo que dejes de hacerlo ahora mismo. "
Por lo general, se daba buenísimos consejos (aunque rara vez los seguía), y a veces se regañaba con tanta severidad que se le saltaban las lágrimas.
Recordaba haberse dado jalones de orejas porque en el curso de un partió de croquet que jugaba contra ella misma había hecho trampa. A esta curiosa niña le gustaba mucho comportarse como si fuera dos personas a la vez.
-Pero ahora no sirve de nada -pensó la pobre Alicia-pretender ser dos personas. Tan poco queda de mí, que apenas si puedo ser una sola.
Al poco, sus ojos se posaron sobre una cajita de cristal que yacía bajo la mesa; la abrió y encontró en ella un pequeño pastel, en el que la palabra "cómeme" estaba bellamente escrita con pasas.
-Lo comeré, pues-se dijo Alicia-. Si me hace crecer, alcanzaré la llave, y si me hace menguar, siempre podré deslizar e por debajo de la puerta; pase lo que pase, entraré en el jardin; ¡poco me importa lo que ocurra!.
Comió un pequeño bocado y se preguntaba, ansiosa: "¿Hacía dónde? ¿Hacia dónde?", poniéndose la mano sobre la cabeza para ver en qué dirección iba a empezar a cambiar. Se quedó completamente sorprendida al darse cuenta de que seguía con el mismo tamaño. Claro que esto es lo que generalmente sucede cuando comen pasteles;pero es que Alicia estaba tan acostumbrada a que todo cuando le sucediera fuera algo extraordinario, que le pareció de lo más soso y estúpido que la vida siguiera por el camino normal.
Así pues, se concentró en la tarea, y en poco tiempo dio buena cuenta del pastelillo.