5.

817 Words
—Presente— Ya paso una semana desde aquella cena que Alessandro y yo hemos tenido. Fue una semana difícil, en realidad todo lo sucedido en las últimas semanas lo fue. Hoy todo cambia, hoy empiezo mi nueva vida, me enfrento a lo desconocido. Tuve que afrontarme a muchas cosas en este último tiempo y sé que sin la ayuda de mi mejor amiga no lo hubiera podido hacer. Ella fue quien me ayudo a soltarme de mi antigua vida y hacerme entender que mis padres debieron tener sus motivos para hacer todo lo que hicieron. Fue ella también quien me alentó a buscar mi verdadera identidad. Me hizo entender que no podía quedarme aferrada a lo imposible; en otras palabras, no podía quedarme esperando a que David algún día decidiera fijarse en mí. De todas maneras, ya no tengo cabeza para el amor. Hoy solo quiero saber que hay detrás de la muerte de mis padres. Solo quiero saber porque hubo tanto misterio en cuanto a la empresa, a su dinero, a sus propiedades... tengo un solo propósito, y es descubrir la verdad. Hecho un último vistazo a través del cristal que da a la pista de aviones del aeropuerto internacional de San Francisco, y tomo mi equipaje de mano para abordar el avión. Siento sus pasos detrás de mí y respiro profundo. «Es extraño que justamente un extraño sea en quien yo deba confiar más.» —Welcome.— dice la auxiliar de vuelo cuando ya estoy dentro del avión. Lo miro, sonrió y busco el asiento 2A. No es mucho lo que debo caminar, por primera vez viajo en clase ejecutiva, y aquí es donde comienzo a notar los cambios que me esperan. Tengo la intención de dejar mi equipaje en el portaequipaje, pero Alessandro me detiene. —deja, yo lo hago.— me dice y coloca mi pequeña maleta y la suya donde deben ir. Acomodo mi bolso, pero antes saco la carta que se suponía que debía leer en este momento. Me sigue doliendo ver cualquier cosa que me recuerde a mis padres, los extraño demasiado aún. —¿Te encuentras bien? — me pregunta Alessandro cuando toma asiento. Asiento y le enseño el sobre —si Alessandro, es solo que me pone mal ver su letra.— digo con tristeza. —Me imagino, yo aun no me acostumbro a la ausencia de tu padre…Sabes... él y yo conversábamos todos los días. Siempre le enviaba un informe detallado cada vez que él estaba contigo en San Francisco.— me explica y me da una tímida sonrisa —Ah, y puedes llamarme Alex, todos lo hacen. — añade y asiento. —De acuerdo, y bueno... a mí me puedes decir Valen, Vale... en fin, como quieras. Sabes, te escucho hablar de mi padre y parece que hablaras del tuyo. Es lindo saber que le han querido así. — comento. —Es que en verdad tu padre fue como un padre para mí. Me ayudo en tantos momentos, que solo tengo palabras de agradecimiento hacia él. — expresa con orgullo. —¿Él te hablaba de mí?— le pregunto y es que en realidad creo que intento saber si es que mi padre se sentía orgulloso de mi o no. Es muy extraño, pero en estos días llegue a pensar que quizás mi padre no estaba orgulloso de mi y que por ese motivo me oculto. Tal vez no era la hija que él quería. Alex asiente con una enorme sonrisa —claro que, si me ha hablado de ti, ya te lo dije el día del entierro. Él te describa como una mujer valiente, inteligente, y alegre. Siempre me hablaba de lo mucho que te gustaba tu carrera. Él te imaginaba trabajando en la empresa y siendo la mejor en todo lo relacionado al marketing. Salvatore tenía muchos planes para ti, pero su pronto fallecimiento dejo muchas cosas en el tintero. Supongo que por eso te entrego esas cartas. — dice y lo miro extrañada. —¿Crees que en esta carta él hable de algo de eso? ¿Por qué lo supones? — me extraña lo mucho que pueda conocerlo. Él sonríe —tu padre y el mío no eran hombres que dejaban cosas al azar. Ellos siempre planeaban todo con anticipación. Por algún motivo, creo que presentían que algo les podía suceder. Tu padre muchas veces menciono que te protegía de algo, pero nunca me quiso decir de que. — me confiesa y una sensación extraña me recorre por dentro. —Supongo que debo acabar con este misterio, y leer esta carta de una vez, ¿no crees? — pregunto y él asiente. —Me parece correcto. — Dice y sin más rodeos, abro el sobre, pero, para mi sorpresa no hay una carta; si no dos. Al quitarlas del sobre leo que en una de ellas está escrita el nombre de Alessandro, y solo lo puedo mirar. —¿Qué? — pregunta confundido. Le entrego la carta y lo miro —hay una que es tuya. — digo con dudas y creo que ambos estamos igual de confundidos. «No entiendo nada... ¿Por qué también le han dejado una carta él?»
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD