4.

904 Words
Él estaciono el auto frente a la calle del restaurante que habíamos escogido, y me ayudo a bajar del auto tal y como si fuera un caballero. Cruzamos la calle y al entrar al restaurante, rápidamente nos ubicaron en una mesa pegada a la vidriera del local. Creo que ninguno de los dos teníamos mucha hambre ya que tardamos menos de cinco minutos en decidir que cenar. El camarero se fue y crucé mis brazos esperando a que Alessandro hablara, pero al parecer yo debía dar el primer paso, y así lo hice. —¿Cómo conociste a mi padre? — fue lo primero que se me ocurrió preguntarle. No sé porque, pero en mi cabeza rondaba la idea de que él era uno de esos típicos empleados que se las apaño para ser la mano derecha de su jefe. — mi padre fue socio de tu padre por muchos años, se podría decir que tu padre me conocía desde que nací. — explico y esto sí que no lo esperaba… —¿Tu padre y mi padre eran socios? — indague intentando comprender un poco la situación. Asintió y permanecimos en silencio un instante mientras el camarero dejaba los vasos con las bebidas frente a nosotros sobre la mesa. —en realidad la empresa la fundaron tu abuelo, mi abuelo, y el padre de Estaban Giorgio quien se llamaba Marco Giorgio. — expuso y debí hacer un esfuerzo para comprender. —¿O sea que mi padre no fue quien fundo la empresa? — pregunte anonadada. El negó — no, fueron Marco, tu abuelo Salvatore, y mi abuelo Carlo Mancini. — aclaro. —¿Y qué sucedió? ¿Por qué todo quedo en manos de mi padre si los tres eran socios? — cuestione de inmediato. —Marco Giorgio le heredo a su hijo Esteban unas migajas de acciones que luego mi padre le compro… Al parecer administro muy mal sus bienes y prácticamente se quedó en la ruina. — —¿Y tu padre? — pregunte sin dejarlo terminar. —Mi madre le hizo gastar casi todo su dinero… lo estaba dejando sin nada y para proteger a la empresa, tu padre compro las acciones. Mi madre utilizo a mi padre hasta el día que ambos murieron en un accidente de avión. — confeso y la verdad que todo esto me parecía muy complicado. —De acuerdo, entiendo todo el pasado de nuestros abuelos y padres, pero ¿Por qué mi padre me oculto todo esto? ¿Tú sabes algo? — intente indagar. —Solo sé que tu padre intentaba protegerte de algo, pero no sé exactamente de qué. En el último tiempo se estaba comportando de manera muy extraña y cada vez que le preguntaba que sucedida, él evadía mis preguntas. — respondió y sé que en eso lleva razón. Yo también lo había notado. —Supongo que nos tocara descubrirlo. — exprese y él asintió. —Comienzo a creer que el testamento de tu padre tiene un motivo… Tu padre no era un hombre caprichoso, dudo que él que quiera que vivamos juntos sea porque sí. — comento y no quería admitirlo, pero creo que en eso tenía razón también. —Supongo que sí, pero sigue siendo una locura. Tu y yo ni nos conocemos. — me queje. —Bueno, supongo que nos toca comenzar. — propuso y sonrió — Alessandro Mancini, 30 años, nací en Milán, y tengo una maestría en finanzas. — se presentó y sonreí por su manera de arreglar las cosas. —Valentina Ferrara, 25 años, nací en San Francisco y soy licenciada en Marketing y ahora comprendo mi pasión por la moda. — dije siguiendo su juego y rio. —Creo que ya nos conocemos un poco más, ¿no? — bromeo después que nuestros platos llegaran. Asentí — Si, supongo…— rebatí no muy convencida. —Creo que a ambos nos preocupa el tener que convivir, pero sabes… la mansión es muy grande; tiene siete habitaciones, sala de juegos, gimnasio, en fin… no creo que nos crucemos mucho por allí. — explico y aun me costaba mucho asimilar que todos esos bienes eran de mi padre. —Quizás puedas llevar a tu prometida allí, y así evitarte problemas. —  propuse, pero el negó de inmediato. —No, como crees… además, Laura es una mujer bastante compleja, no creo que quieras vivir con ella. — se justificó y me decidí a no hacerle más preguntas ya que podía llegar haber sido peor. —¿Y tú? — pregunto y no entendía de que hablaba. —¿Yo que? — cuestione intentando entender. —¿Llevaras a tu novio a vivir contigo a Milán? — pregunto finalmente y me quede sin saber muy bien que decir. «¿Debía decirle que tuve un solo novio y que apenas duramos dos meses? ¿Era necesario decirle que David, el hombre que me encantaba ni siquiera podía verme más que como su mejor amiga? ¿Correspondía decirle que nunca había estado con un hombre?» Supuse que no… —No me ha ido muy bien en cuestiones del amor… No llevare a nadie, iré yo sola y afrontare toda esta nueva vida desconocida que me espera en Italia. — me decidí a responder. Él me miro con algo de dudas y luego sonrió levemente — supongo que tu padre me encargo el cuidar a su hija y así lo hare, te ayudare con todo lo que te espera. Sé que me odias, pero no soy tu enemigo Valentina. — me dijo y lo mire fijamente. —Ya no te odio tanto…— sentencie tímidamente — Supongo que simplemente no te esperaba; eso es todo. — admití y fue mi mejor intento de hacer las paces. «Después de todo, era mejor llevarme bien con él, ¿no?»
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