El pisar suelo en la ciudad de Milán aun me parece irreal, siempre había escuchado acerca de su distrito de la moda, de sus desfiles, de su historia, pero jamás creí que algún día yo llegaría a vivir aquí. Mucho más irreal me parece que un chofer me esté llevando junto a Alessandro a mi nuevo hogar, Fillipo es el nombre del chofer, y apenas habla castellano; cosa que hace un poco complicado que pueda comunicarme con él.
Regreso mi mirada adentro del automóvil, y puedo notar como los ojos grises de Alessandro aún están llenos de tristeza, sé que no puede recomponerse de lo que se enteró y no lo culpo. No entiendo muy bien porque, pero me duele verlo así. Comprenso a la perfección lo que está sintiendo, después de todo yo estoy pasando por el mismo dolor. —Alessandro.— digo suave y llevo una de mis manos sobre su hombro obteniendo toda su atención. Él me mira y no hace falta que me diga nada para que comience a hablar —prometo que te ayudare a que la muerte de tus padres no quede impune... mi padre...— intento decir, pero su mano cubre mi boca para que yo no pueda seguir hablando.
«Estoy muy confundida, ¿Acaso se enfadó?»
Él me mira fijamente, y luego se inclina hacia mí. Su cercanía me pone muy nerviosa, su fragancia ni se diga... —tu padre nos pidio que no confiemos en nadie, y eso incluye al chofer.— me dice al oído.
Se aleja de mi nuevamente, quita su mano y me mira fijo —De acuerdo. — es lo único que consigo decir.
Hace mucho tiempo que alguien no me ponía así de nerviosa. En realidad, el único que conseguía ponerme así es David, pero al parecer algo está causando en mi este hombre italiano de treinta años, el asunto es que no es correcto. No voy a negar que es guapísimo, pero la realidad es que esta por casar con su novia y no puedo verlo más que como lo que mi padre me pidió que lo viera.
El viaje parece hacerse muy largo, o quizás yo quiero llegar lo más pronto posible a la casa y poder descansar. Posiblemente es también esa fragancia intoxicante y sensual que desprende su piel, o a lo mejor es que me comienza a preocupar su cercanía.
Las cosas con los hombres nunca se me han dado muy bien... No me considero una mujer tímida, pero tampoco una que puede arrasar a su camino, y mucho menos ahora cuando en mi mente hay tantos asuntos pendientes por resolver.
—Hemos llegado. — me interrumpe su voz, y al ver el camino hacia la propiedad que estamos entrando; me quedo sin palabras.
Claramente no exageraban cuando decían que era una mansión. La casa es completamente blanca con un trabajo de paisajismo increíble. —Es asombrosa. — digo aun atónita por la belleza del sitio.
—Y espera a que veas la piscina. — me dice y ahora parece que su humor cambio un poco porque hasta incluso me da una leve sonrisa.
Filipo estaciona el auto frente a la imponente entrada de la casa, y yo apenas puedo dar crédito que aquí es realmente donde viviré ahora. La casa donde vivía con mis padres en San Francisco era una casa normal, no teníamos muchos lujos, pero éramos muy felices. Ahora me encuentro aquí frente a esta increíble casa y siento que no soy feliz… no lo soy porque me faltan ellos dos.
—Valentina, ya puedes bajar. — me dice Alessandro quien ya abrió la puerta del auto.
—Eh si... ya voy. — digo cuando consigo regresar a la realidad.
Tengo toda la intensión de ir por mi equipaje, pero me doy cuenta de que todo ha cambiado. El chofer es quien se encarga de eso, y a su ayuda vienen un hombre de cabello rubio de unos cuarenta y algo de años, y una mujer delgada de cabello n***o de más o menos la misma edad. —Eliza y Marco, ama de llaves y jefe de seguridad. — me los presenta Alessandro he intentado ser muy amable los saludo a cada uno de ellos cordialmente. —Ven Valentina, entremos. — propone Alessandro.
Sigo sus pasos sin poder dejar de mirar a mi alrededor, y al entrar a la enorme casa mi vista no tiene muy claro en que concentrarse exactamente. Cada detalle está cuidado a la perfección, la decoración es impecable, y en muchos rincones de esta casa hay fotografías tan solo de paisajes. No hay nada personal aquí, no hay fotos de mis padres, ni de mis abuelos, ni mías... es como si todo este sitio fuera tan solo cuatro paredes y un techo que no pertenecían a nadie.
—¿Quieres que te dé un recorrido por la casa, o prefieres ir a tu cuarto a descansar?— pregunta él.
Realmente quiero tomar una ducha, siento que hace muchísimas horas que estoy con esta ropa y realmente necesito un instante a solas para poder asimilar todo esto. —prefiero refrescarme primero y luego conocer el resto de la casa.— propongo y asiente.
—Ven, te llevare al que es tu cuarto. — dice y nuevamente comienza a caminar para que yo le siga.
Subo la escalera detrás de él, y me llama la atención que todo está tal como si nadie hubiera vivido aquí por mucho tiempo. Es tan extraño...
—Esta es la habitación principal. Tiene una vista increíble al jardín y el baño tiene incluso un jacuzzi. — explica con un poco más de entusiasmo. —les diré que suban tus cosas y si quieres nos vemos más tarde para cenar, ¿te parece? — me pregunta mirándome fijamente y asiento.
—Me parece perfecto. — responde mientras recorro la habitación.
—Te veo más tarde entonces. — es lo último que le escucho decir antes de que él salga y cierre la puerta.
Desde que leyó aquella carta estuvo tan extraño que ni siquiera sé muy bien que hacer para que no sea tan frio. En realidad, quizás él es así y ya... ¿quién sabe?