Leí un sinfín de reportes, de ventas, de proyecciones financieras, de mercadeo, de producción… en fin, estuve intentando ponerme al día con todo, pero es prácticamente imposible. No sé cómo puedo esperar ponerme al corriente con algo que ha sido desconocido para mi durante toda mi vida. —No puedo más. — me quejo en voz alta y apoyo mis codos sobre el escritorio para que luego mis manos sostengan mi rostro. —Papá, ¿Por qué me metiste en todo esto? Yo tenía una vida tranquila en San Francisco. —pregunto a la nada, o quizás con la esperanza de que mi padre me escuche desde donde quiera que este, no lo sé… —Si no hubieras venido, no nos hubiéramos conocido. — me interrumpe su sensual voz con acento italiano, y al levantar mi mirada allí está parado bajo el marco de la puerta de mi oficina co