Capítulo 1: Heridas Inesperadas (Parte 2)

2574 Words
Con manos temblorosas sostengo el celular, puedo escuchar pasos, gritos desesperados y solo quiero oír su voz. Se agacha a mi lado Henrik, con su rostro lleno de dudas y al mirarme me trae de vuelta. Mi hermano me quita el maldito aparato, lo suelto sabiendo que jamás la volveré a escuchar y mucho menos sentir su cálido abrazo. Me ayuda a levantar Heriberto, no tengo fuerzas para peleas y acepto su mano. —Es un caos, nadie responde —se desespera Henrik y camina de lado a lado—. ¡¿Hola, me escuchan?! —sus ojos expectantes y nos acercamos hacia él—, ¡Ay, mierda! —borbotea angustiado—. ¿Dónde la llevarán? Sí, vamos ahora. —¿Qué pasó Henrik? —pregunta Heriberto asustado. —Un auto golpeó a ma... má… —con voz entrecortada cuenta entre lágrimas Henrik. —¡Nooooo! —grita histérico Heriberto y se precipita a su auto. Seguimos detrás de Heriberto, la presión en el pecho me desestabiliza al llegar al capo me inclino. Henrik me ayuda y acomodé mi brazo por su hombro. Heriberto tenía la puerta abierta y el asiento deslizado hacía el frente. Me siento de lado, porque este asiento es estrecho. —No creo que puedan conducir en ese estado chicos —escucho a lo lejos la voz del señor Mohammed O'Sullivan. Ninguno de los tres le dirige la palabra, Henrik le quita la llave a Heriberto y él se monta en el lado del pasajero sin discutir. Salimos de nuestra casa, bueno la que era, y nos dirigimos al Royal London Hospital: Whitechapel. Mis manos no las podía dejar quietas, limpio mi nariz con una toalla que tenía mi hermano en el asiento y repaso en mi mente la llamada, una tras de otra vez. Me dijo: "ten cuidado", no pudo terminar la palabra. ¿De quién y qué pasó? Llegamos en treinta minutos, estacionamos y vamos apresurados a pedir información. La enfermera se tardó y de momento sale un doctor, preguntando por familiares de Amelia de Honnor. Sabía lo que saldría de sus labios y me quedé atrás recostado de la pared. —Lo lamento, su mamá llegó sin signos vitales, aparentemente murió al instante —el doctor se lamenta y se marcha. Me deslizo en la pared, sintiendo por triple este dolor y mis dos hermanos abrazados, suplicando que vuelva mamá. En ese momento nos regala su presencia el señor Mohammed O'Sullivan, se detiene al frente de ellos. Me levanto del suelo, y voy acelerado hacia ese malnacido y lo sostengo de su traje de hombre de negocios. —¿Qué ha pasado, dónde está mi padre? —con voz fuerte exijo, mis lágrimas se deslizan por mi quijada. Este hombre es un monstruo, lo que veo en sus ojos no es lamento por nuestra situación, lo que ese hombre muestra es placer. Mis hermanos dejan de abrazarse e intentan que suelte al buen samaritano. —No se preocupen, su hermano solo actúa por dolor, entiendo —agarra mis manos y lo suelto lentamente, sin quitarle los ojos de encima, se arregla el traje —. Lamento lo de su madre, escuché cuando el doctor les contó, pero deben saber que su padre está detenido. No tiene nada, en otras palabras está acabado. Si quieren les puedo dar un préstamo y trabajan conmigo para que puedan salir adelante —lo interrumpo. Sus ojos grises me amenazan y levanto mi quijada aceptando lo que venga. —No quiero nada de usted, ¿en qué sitio está mi padre? Hablaremos con él, debe saber de mi ma… —no puedo terminar la palabra y evado el dolor—, en fin, esto debe ser un malentendido. —Su padre ha sido llevado a "La Oficina Nacional de Inteligencia contra el Fraude" —menciona como si papá estuviera tomando el sol en el jardín de casa. —Vamos hacia allá —me volteo hacia mis hermanos y mi corazón sufre, es demasiado. —Primero veremos a mamá —la determinación de Henrik, me hace asentir con la cabeza y trago fuerte. Nos vamos dejando al desgraciado en la sala, hablamos con la enfermera y nos guía hasta la habitación. Al entrar el frío se instaló en mis huesos, me acaricio los brazos y el primero en acercarse fue Henrik. —Mamá, abre los ojos. Vuelve te necesito, lo sabes —susurra Henrik y la llena de besos por todo su rostro. Me acerco lentamente y siento que Heriberto toma valor al verme. Me quedé delante de su cabeza y acaricio su cabello con sangre pegada. Sin poder evitarlo suelto mi llanto y sale fuerte. Abrazo su cabeza, aferrándome a ella. Esto no puede estar sucediendo. Heriberto, se coloca en el lado izquierdo y sostiene su mano llorando. Su rostro está magullado, no obstante, sigue siendo preciosa y solo quisiera escuchar su voz. No sé, cuánto estuvimos abrazados de su cuerpo frío y desconsolados añorando que abriera sus hermosos ojos. La enfermera nos informa que debíamos salir, nos habla de donar sus órganos y los tres aceptamos. Es una dicha que nuestra madre pueda seguir ayudando a personas necesitadas, como siempre hizo en vida. Hemos llenado los papeles, en cuatro días nos darán sus cenizas y todo lo hicimos en cámara lenta. Estamos en La Oficina Nacional de Inteligencia contra el Fraude, esperando que nos dejen pasar a verlo. Me senté alejado de ellos y no hemos hablado entre nosotros, el silencio reina. —¡Adelante, chicos! —nos da permiso un agente y soy el primero en levantarme, mis hermanos ni se inmutan. —¡Hey, vamos a ver a papá! —les hablo fuerte y consigo la mirada de Henrik, sus ojos están afligidos, me pregunto ¿si los míos son su reflejo? —Por culpa suya murió mamá, no quiero verlo —su voz gruesa llena de ira y Heriberto asiente. Me enojo con estos dos imbéciles, voy hacia ellos con ganas de darle sus buenos golpes, los agarro a los dos por su chaqueta. —Van a mover sus traseros por las buenas, o entraran por medio de patadas —los suelto y me voy con el agente. Él nos mira escéptico, lo miro mal y evita mi mirada. Siento las pisadas de mis hermanos y no me giro. Al entrar vemos a nuestro padre esposado. Sus ojos negros y tristes me llevaron asumir que ya sabía la noticia. Me siento y mis hermanos se quedan de pie callados. Respiro profundo cuando mi padre me mira a los ojos. —Hijos, lamento todo lo sucedido, su ma… —se ahoga en llanto. Está destruido y sostengo sus manos esposadas. Como puede suceder todo de cantazo. —Fue tu culpa, papá, tu culpa, perdí a mamá por ti —lo apunta Henrik y quiere golpear a papá, pero Heriberto lo sostiene fuerte. Mi padre con ojos llorosos mira a Henrik, y vislumbro su culpa. La acepta, pero percibo que no es como parece. Sé que hay algo oculto y me atrevo a apostar que el señor O'Sullivan está metido. —Habla papá, aclara todo, nos ocultas algo —susurro, sus ojos puestos en mí y entiendo que está atado. Me quedo callado, jurando que no estaré tranquilo hasta mover toda la mierda que cayó en mi hogar, llevando arrastrada a mi mamá. —Necesito que se vayan, aléjense y no vuelvan a Kensigton —sus manos tiemblan y su voz nerviosa. —¿Por qué separarnos papá? —pregunta Heribeto, no había hablado desde el hospital. —Están en peligro, no puedo hablar, pero separados serán más fuertes, los amo —susurra y se inclina hacia nosotros —. Vayan a casa y recojan sus cosas personales. Les dejé a cargo del señor O'Sullivan, una pequeña cantidad para que puedan vivir por un tiempo. —Ese señor no me da confianza papá —confieso. Sus ojos parpadean hacia mí dos veces y entiendo que no puede hablar de él, pero confirma que es una mierda ese hombre. —No creo que separados, seamos más fuertes papá —enojado se queja Henrik. La mirada abatida de papá en cada uno y sé que no puede hacer más. Está amenazado y entiendo. Me levanto, lo abrazo y susurro en su oído: Haré justicia papá. En eso entra el agente y me señala a la defensiva. —No pueden acercarse mucho —se acerca el agente mirando a mi padre. —No se preocupe nos iremos, tenemos unas cosas que resolver —salgo con mucho dolor, sabiendo que mi padre se tenía que quedar siendo inocente. Mis hermanos me siguieron, dudo mucho que hubieran entendido la situación de papá. Están cegados por el dolor. Me duele también, pero no creo que mi papá sea estafador. Él podría tener deudas, pero jamás robaría. Su educación hacia nosotros fue impecable y siempre nos daba ejemplos de que un hombre debía subir con su esfuerzo. «Pues papá, tendré que meterme al bajo mundo para sacarte de esta mierda que te cayó. Tal vez, no sea como esperabas, pero eso es lo que me funciona por ahora». De vuelta en el carro tengo mucho en mente. Solo quiero ir a buscar mis cosas y pedir el dinero al señor O'Sullivan. Seguir las instrucciones de papá y darle entender que está ganando. Que se regocije de su gloria, que luego llegará mi tiempo. —¿Se puede saber que piensas tanto, Hernán? —pregunta Henrik, mirándome por el espejo retrovisor. —Debes sobrevivir solo, no te quedes perezoso —es lo único que respondo y cierro mis ojos. Al llegar a casa nos da la bienvenida el señor O'Sullivan, sentado en el escalón de entrada y fumando. Mi hermanos se detienen, esperando que él sea su salvador y lo ignoré como mierda pasando por su lado. La casa me recibe vacía, el patrimonio de mi familia perdido y la realidad me azota en el rostro. Mis ojos arden por llorar y con pasos grandes subo de dos en dos los escalones. No puedo estar en este calvario, la casa me atormenta. Entro a mi habitación de golpe, con movimientos bruscos me empiezo a quitar la ropa del colegio y la arrojé por todo el suelo de camino al baño. Me zambullí debajo de la regadera y al sentir el agua caliente me permito soltar todo el caos del día. Desahogarme para seguir el duro camino que me espera. Después de tanto llorar en la ducha, me detengo en el espejo al vislumbrar mi reflejo abatido. No me devuelve la mirada ese joven enamorado. En cambio, me reciben ojos verdes hinchados y fríos; sedientos de venganza. Una llama se enciende dentro de mí y aprieto mis puños fuerte respirando, y exhalando. Enseguida busco entre mis cosas ropa deportiva y me visto rápido. Saco un poco de ropa y sin poder evitarlo guardo el traje de vestir, que cada vez que lo usaba mi mamá le fascinaba. Salgo decidido, tengo lo necesario. Al pasar por la puerta del cuarto de mis padres, me detengo y voy directo a su armario. Entre medio del caos busco el collar de medallón en oro blanco, en el medio tiene una esmeralda incrustada. Cuando nos dieron sus pertenencias en el hospital se me hizo extraño no encontrarlo, ella nunca se lo quitaba y me desespera no hallarlo. Agarro una bufanda de mamá, me la llevo a la nariz y aspiro su dulce aroma, he decidido que la necesito conmigo. Sin querer abandonar sus pertenencias me levanto del suelo. Me llama la atención en la esquina del armario algo blanco, al voltearlo sonrío, es una foto de todos de vacaciones en España. La doblo y deslizo en mi pantalón. Al bajar las escaleras veo que mis hermanos están hablando con el viejo ese, todavía no entienden nada. Se giran al sentir mis pasos y sus ojos se agrandan al verme con la mochila. —¡No te puedes ir! —se interpone Heriberto en mi camino. —¡Tengan cuidado! —es lo único que sale de mis labios. Paso por su lado, me detengo delante del viejo y pongo mi palma de la mano hacia arriba. Él coloca un sobre con dinero en mi mano y le doy una mirada seria mientras guardo el sobre en mi sudadera. Camino hacia la salida, mi corazón duele, no soporto estar fingiendo. Necesito irme para tener mi duelo y volver como el fénix. —Espera, no nos dejes, debemos estar juntos —esa voz gruesa inconfundible me súplica y es el más que extrañaré—. El señor Mohammed O’Sullivan, nos va ayudar. Lo que dijo papá es exageración, unidos somos fuertes. ¡Dile Heriberto, que lamentas todo! ¡Habla maldita sea!, es nuestro hermano —escucho sus pasos detrás y me abraza por la espalda, cierro mis ojos. Estoy odiando este momento, necesito moverme, esto me supera. Me rodean otros brazos e intento no flaquear. Heriberto, me traicionó y de la peor manera. En medio de este gran cambio en nuestras vidas, lo que sucedió con mi hermano y Margaret, es diminuto. Mi mente solo piensa en cómo jodieron mi hogar, eso me carcome y por eso debo largarme. Separarnos es lo mejor. No podemos seguir juntos, deben seguir pensando que odio a Heriberto, por su traición. En este momento es mi carta y es hora que empiece el juego. —¡Suéltame! No podemos seguir juntos, mamá no está, era nuestro pilar —abro los brazos mostrando el hogar vacío, destruido—. Además, no puedo olvidar tu traición Heriberto, no eres mi hermano. Odio tener el rostro de ustedes, no tengo hermanos —mi voz apunto de fallar y me zafé de su agarre. Sin mirar atrás los abandoné. Escapo dejando mi corazón en esa casa. Me llevo el auto, lo venderé más adelante. Cuando salgo por el portón doy un frenazo, se mete de improviso una persona en el medio y mi corazón se acelera. Verifiqué que las puertas están bloqueadas. Al mirar bien tiene silueta de mujer, esta vestida toda de n***o, sus curvas se marcan en su leggins, tiene una capucha tapando su rostro. No tengo nada que perder, si tengo que arrollarla lo haré. La chica misteriosa levanta su mano izquierda, estoy sin pestañear listo para arrancar sin miedo y de su mano cuelga el collar de mi madre. En este momento la chica sabe que tiene mi atención y que no me iré, me tiene agarrado por las pelotas. No puedo irme. Esto significa que esa chica estuvo con mi madre cuando murió. Estoy seguro, mi madre jamás se lo quitaba, era su manera de llevarnos a todas partes con ella. La chica camina segura hacia el lado del pasajero, no tengo más opción y oprimo el botón del seguro. Por mi madre me juego todo, si es una herida letal la que me depara la recibo. Sin titubear se sienta, ella mira por la ventana y me doy cuenta que está huyendo, se nota en su tensión. —¡Arranca, vamos a Meadows! —su voz es sensual, sin pensar en qué lío me estoy metiendo aceleré hasta el fondo. Ella se agarra del asiento, sin ninguna objeción. Definitivamente es una chica misteriosa y llena de adrenalina. Nos dirigimos a un barrio pobre, lleno de violencia, drogas y alcohol. «Ha empezado el juego, Hernán».
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