La reunión dio comienzo muchos alfas demostraron si descontento y su temor al notar que varias manadas habían tenido algunos altercados con los pícaros, algunos habían sido solo avistamientos, pero en otros casos los pícaros habían atacado a las manadas lastimando gente inocente, la única manada que no había sufrido ningún ataque dejando en claro sus sospechas era la nuestra.
— Y dígame, alfa Demetrio, ¿cómo logro que no atacaran a su manada?— dijo uno de los alfas acusando a mi padre.
— ¿Si vas a acusarme de algo, mejor hazlo de frente, a ver si tienes lo que hace falta—dijo mi padre apoyando ambas manos sobre la mesa.
—Señores, por favor, no hay que comenzar una guerra entre alfas, pero tiene razón alfa Demetrio, como ha logrado que no invadan su manada —preguntó amablemente el alfa Nico.
—¿Están seguros de qué quieren saber?—dijo esperando la respuesta de todos.
Al ver que todos aceptaron, él me miró de asintiendo con la cabeza, dándome pie a demostrarles la razón de que sigamos siendo una r**a superior. Cerré mis ojos y al abrirlos habían cambiado de color a ese hermoso violeta llamativo.
— Vengan a mí— dije con una sonrisa poco visible.
Todos en la sala me estaban mirando como pronunciaba esas palabras a los pocos segundos se vieron rodeados por unas figuras inmensamente altas, su piel era negra y estaba pegada a los huesos de los seres, la abertura de sus bocas iban de oreja a oreja repleta de dientes puntiagudos al no tener labios eran muy notorios, no tenían nariz y sus ojos eran redondos e increíblemente grandes llevaban túnicas rotas que cubrían si desnudes y su gran altura generaba que se encontraran teniendo una gran joroba en su espalda. Todos en la sala quedaron pasmados de miedo y asombro, ya que los seres eran espeluznantes.
—¿Qué diablos es esto, alfa Demetrio?, ¿qué clase de hechizo es este?—preguntó muy aterrado uno de los presentes.
—Estos son Diaños, duendes que toman la forma de cualquier cosa, son conocidos por ser demonios que les gusta hacer bromas a los seres que entran en sus territorios, además pueden poseer las mentes llevándolos a un sueño tan profundo del cual es muy difícil de salir, son seres completamente increíbles ¿no lo creen?— Dijo mi padre mirando con admiración a esas horribles cosas
—¿Y por qué están aquí?, ¿Qué tienen que ver esas criaturas con usted? —dijo el alfa junto a mi padre.
— Hace años mi hija salvo a una aldea de estos duendes, ellos hicieron un trato con ella, ellos protegen y limpian el bosque que rodea nuestra manada y Atenea les proporciona alimentos y materiales para su supervivencia, ella es la única que los puede controlar, otros lo han intentado, pero han terminado en coma o muerto sin lograrlo—dijo mi padre colocando sus manos detrás de su espalda
—¿Entonces ellos los protegen de los pícaros?—
—De pícaros y de cualquiera que quiera herirme o a cualquiera de mi manada, puede que no los vean, pero siempre están a nuestro alrededor, eso es todo, puedes retirar los — dijo mi padre dándome pase libre para echarlos.
Mis ojos volvieron a la normalidad y los Diaños desaparecieron dejando la sala libre, asombrados todos, comenzaron a hablar entre ellos. Mi padre me miró muy satisfecho por la demostración, unos segundos pasaron y mi nariz comenzó a sangrar. La cubrí con mi mano y tomé el brazo de mi hermano.
—Devo salir un momento, avísame cualquier cosa —dije al oído de mi hermano.
—Tú, tranquila, no ocurrirá nada, ve y límpiate, yo enlazo a padre y le diré — dijo acompañándome hasta la escalera.
Baje y salí del lugar comencé a caminar hacia la camioneta limpiando la sangre con mis dedos, abrí la puerta y entre en el lado del copiloto busque en la guantera y encontré una caja de pañuelos descartables tome dos y comencé a limpiar mi rostro viéndome en el espejo del visor, cuando termine con mi rostro seguí con mis manos.
—¿Cómo hiciste para que esos duendes aparezcan?—dijo Atlas, sentado en el asiento del conductor.
—¿En qué momento entraste?—dije asombrada por lo sigiloso que era.
—¿Por qué sangra tu nariz?—preguntó tomando mi rostro con su mano.
—Cuando uso mis poderes muy seguido, mi cuerpo se agota. Debo comer para recuperar mis fuerzas o, por otro lado, me seguiré debilitando hasta que mi cuerpo no lo soporte. El sangrado no es nada, no debes preocuparte — dije quitando su mano de mi rostro.
me recosté sobre la silla del auto cerrando mis ojos, sentí su mano sobre mi muslo apretando con suavidad.
—¿Por qué te fuiste sin avisarme?— Pregunto apretando un poco más mi muslo
—Estaba muy débil para notarlo, no sé en qué comentó, pero mi padre hizo que me sacarán de tu habitación y me llevarán de nuevo a casa, lo lamento — abrí mis ojos y rodé mi cabeza para verlo al hablar.
—Está bien, entiendo que no le agrade a tu padre, tampoco me interesa agradarle, pero espero que entienda que eres mía y que tarde o temprano te irás conmigo —declaró mirando hacia mi hermano, quien se acercaba a nosotros.
—Aléjate de mi hermana, malnacido —gruñó mi hermano casi arrancando la puerta.
— No te alteres lobito, solo charlábamos, nos veremos, luego— dijo, saliendo del auto y volviendo a entrar en el auditorio.
—Nunca la volverás a ver — le gritó mi hermano antes de meterse en el auto junto a mí.
—Padre, está muy enfadado con tu pareja, deberás acabar con él antes de que todo esto se vuelva más serio— dijo acomodándose en el asiento esperando a irnos.