Volviendo en el auto no se pronunció palabra alguna, solo se podía escuchar las respiraciones, el ambiente estaba completamente cargado de tención y podía notar por el rostro de mi padre que estaba muy disgustado con algo, evite mirarlo, ya que su mirada me causaba Temor, cuando mire hacia abajo vi que aún llevaba puesto la sudadera de Atlas mordí mi labio inferior y cruce mis brazos delante de mi pecho antes de volver a ver por la ventana.
— Debes acabar con ese vínculo, el alfa Atlas no es el indicado para estar contigo, es fuerte y su manada nos pisa los talones en armamento y guerreros, pero es muy posesivo y violento eso podría hacer que tú pierdas el control de tus habilidades y eso no sería bueno— Dijo mi padre al estacionar la camioneta frente a mi casa.
—Además, ¿crees que él quiera seguir contigo después de que descubra nuestro secreto?—interrumpió mi hermano.
— Bien, lo dejaré, apenas lo vea, no se preocupen— bajé del auto y esperé en la puerta a que se fueran.
Abrí la puerta de mi casa y entre apoyándome en ella, agotada, froté mi cabeza y me dirigí a la cocina por un vaso de agua con mi mano, aun sujetándome. Abrí el refrigerador y me incliné para tomar la jarra de agua, cerré la puerta de la heladera y me volteé.
La jarra calló de mis manos haciéndose mil pedazos al chocar con el suelo, mis ojos no daban fe lo que veían, un enorme lobo n***o estaba frente a mí, era tan grande que casi tocaba el techo de mi cocina dio dos pasos hacia mí los cuales retrocedí quedando mi espalda pegada a la nevera, de su pelaje escurría agua, al parecer estaba lloviendo fuera, estaba en shock no podía moverme, ni hablar y sentía como mi respiración se volvía más rápida por la adrenalina.
—No sé cómo entraste a mi casa, pero si no sales en este instante no saldrás vivo de aquí.— Mientras salían esas palabras de mi boca, mis garras y colmillos comenzaban a salir y mis ojos se volvían completamente negros, desapareciendo cualquier tono de blanco que había en ellos.
El lobo no se movió, permaneció en su lugar, mirándome fijamente. Yo hacía lo mismo, dio un paso hacia atrás y comenzaron a crujir sus huesos. Estaba volviendo a su forma humana, poco a poco su pelaje fue absorbido por su piel y su tamaño disminuyó un poco, dejando un Atlas desnudo frente a mí.
—¿Qué lo trae por mi humilde morada, alfa Atlas?— dije, aun manteniendo mis garras y colmillos fuera, él no me tomaría por sorpresa.
—Cálmate o te castigaré— dijo, señalando mis garras.
—Ja, usted y ¿cuántos más?— Una carcajada salió de mis labios
Dio varios pasos hacia mí quedando nuestros cuerpos a pocos sentimientos, si mano se elevó hasta mi rostro, pero sujete su muñeca con mi mano antes de que él pudiera tocarme el rostro, en un movimiento veloz dio vuelta si mano y ahora era él quien sujetaba mi muñeca me volteó y doblo mi brazo detrás de mi espalda apoyándome contra la puerta de la nevera, si cuerpo pesado estaba sobre mi espalda.
—Veo que eres una conejita muy mala, entonces deberé enseñarte quién manda— susurró en mi oído y su cálido aliento cosquilleó en mí dándome escalofríos.
Tomo mi otra muñeca y las ato juntas detrás de mi espalda con un repasador, dejándome inmóvil. Me volteó colocándome sobre su hombro, caminó hacia mi living y se sentó en el sillón frente a la chimenea, bajándome y acomodando mi cuerpo sobre sus piernas, dejando mi trasero elevado sobre sus piernas.
—¿Qué diablos crees que haces? Suéltame ahora— le grité retorciéndome sobre él.
—Enseñarte un poco de modales— dijo con un tono de voz que dejaba en claro que se estaba riendo.
Levantó la sudadera dejando a la vista mi short corto paso sus dos manos acariciando mi trasero subiendo hacia el elástico de mi pantaloncito, sujetándolo con sus dedos índices comenzó a bajarlo hasta dejarlo en mis talones, al ver cuáles eran sus intenciones trate de levantarme, pero su brazo izquierdo se acomodó en mi espalda haciendo presión hacia abajo dejándome inmóvil. Su mano derecha sujetó mis bragas y tiró de ellas, rompiendo las hundí mi rostro en el sillón de la vergüenza que sentía al notar que estaba expuesta a él.
—Se me hace agua la boca por saborearte, qué bueno que tenemos todo el día para nosotros —dijo acariciando mi muslo, subiendo hasta mi entrepierna.
Si dedo índice acariciaba mi entrada desde mi botón hasta mi trasero, lo metió lentamente dentro de mi entrada causándome una punzada de dolor que hizo que me retorciera un poco, lo sacó lentamente y me dio una fuerte nalgada haciendo que gritara.
—Déjame, por favor — le supliqué completamente roja de vergüenza.
— Eres mía y puedo hacer lo que quiera contigo, ahora solo cállate, que me desconcentras —dijo lamiendo su dedo.
Volvió a acariciar mi entrepierna, la cual estaba muy mojada por sus caricias. Escupió en mi trasero y lo acarició con su dedo índice para lentamente meterlo dentro mientras su dedo mayor entraba en mi entrepierna. Los movió de dentro, hacia afuera, volviéndose más profundo cada vez.
—Para por favor—volvi a suplicar mientras un gemido se escapaba de mis labios.
—Esto recién está comenzando, no planeo irme sin antes, probarte completa, así que cállate y disfruta conejita— sus palabras sonaban llenas de lujuria.
Mis gemidos crecían a medida que él aumentaba sus movimientos, sus dedos eran tan anchos que dolían dentro de mí, pero quería tenerlos dentro de mí, siempre. No me quiero imaginar cómo se debe de sentir tenerlo dentro, una nalgada me hizo salir de mis pensamientos y volviera a concentrarme en el .