Golpearon a la puerta, me había quedado dormida en mi sillón, el fuego ya eran simples brazas. Volví a escuchar el golpe en la puerta y me levanté muy perezosa. Caminé hacia la puerta y la abrí un poco lo suficiente para ver quién era.
—Vamos, papá, nos está esperando en la camioneta, iremos al auditorio —dijo mi hermano muy firme en su voz.
Tomé mi teléfono y salí de mi casa, subí en la camioneta de mi padre y salimos rumbo al auditorio, era la zona neutra entre todas las manadas estaba nevando fuera, pero mi hermano y yo llevábamos ropa de verano porque no sentimos el frío, me recosté en el asiento mientras mi padre conducía por entre los árboles, a los pocos minutos llegamos al auditorio entramos por una gran puerta frente a la entrada había una puerta doble pasándola hay una gran mesa redonda mi padre me dio un beso en la cabeza y nos indicó con la cabeza que sigamos, tome el brazo de mi hermano y subimos las escaleras que se encontraban a la derecha de la puerta subía hacia un balcón que rodeaba todo el lugar.
Subimos y nos apoyamos en la baranda mirando hacia abajo la gran mesa donde ya se encontraban barios alfas, todos los hijos de alfas que aspiren a serlo estaban arriba con nosotros y como es de costumbre fuimos el punto de sus miradas, el hecho de que estemos ahí los perturbaba a todos no sé si será por miedo por la mala fama que nos hicieron de ser violentos o por el hecho de que podemos acabar con todos en un abrir y cerrar los ojos
— ¿Quién llamó al circo?—se burló uno de los cachorros de alfa, riéndose junto a dos más que le hacían coros a su burla.
Mi hermano se compuso y quiso acercarse para darle una lección, pero lo detuve.
— Dime, Dan, ¿tu novia al fin descubrió tus aventuras con la omega de Moonlook o sigue creyendo tus mentiras?— Su rostro de sorpresa fue evidente como si creyera que nadie lo sabía.
Al escuchar, su rostro se puso completamente rojo de ira y sus manos se cerraron en forma de puño tan apretado que sus nudillos se tornaron blancos.
— ¿Qué?, ¿Acaso creías que no lo sabía? Por favor, Dan. Todos te hemos visto subir la montaña hacia la cabaña de la joven, no es novedad— le dije sin darle más importancia volviendo mi vista hacia el salón debajo de nosotros.
Dio un gran resoplido y se acercó a mí con rapidez, tomándome del brazo, haciendo que me volteara hacia él. Estando frente a frente, su rabia era más notoria.
— ¿Quién te crees que eres para hablar de mis asuntos? Maldita mestiza, ten cuidado con lo que dices— dijo con sus ojos inyectados en sangre. Poco a poco sus ojos se volvieron amarillos y su lobo estaba controlando su cuerpo.
Dan levantó la vista y, tan pronto lo hizo, soltó mi brazo. Su lobo había desaparecido.
Y sus amigos tenían una expresión de terror, puse mi cabeza un poco de lado observándolos con curiosidad.
— ¿Que les sucede, acaso vieron un fantasma?— pregunte curiosa
Mire por encima de mi hombro y tuve que subir mi mirada porque Atlas estaba detrás de mí bien cerca de mí me quise voltear y alejarme un poco, pero su mano paso por detrás de mi espalda atrayéndome hacia él pegando mi pecho con el suyo con su mano libre acomodo un mechón de mi pelo por detrás de mi oreja acariciando mi mejilla.
— ¿Acaso acabas de amenazar a mi luna?—preguntó Atlas con su voz imponente.
— N... no alfa, solo fue un malentendido —tartamudeó el cachorro de alfa.
Todos se inclinaron ante él, eso era normal, ya que los alfas tenían auras muy imponentes haciendo que todos se comporten muy sumisos trate de soltarme de su agarre porque sentía la necesidad de alejarme, pero él no me lo permitió baje mi mirada, ya que él se estaba imponiendo ante todos él acunó mi cabeza en su pecho y acaricio mi cabeza.
— Lo lamentamos, alfa, no era nuestra intención ofender a su luna, lo sentimos— dijeron todos al mismo tiempo.
— ¿Es necesario que armes una escena?—le susurre desde su pecho.
— Eres mi luna y todo aquel que te ofende me está ofendiendo, además deberías agradecerme que no lo desmembré por haberte tomado del brazo— dijo en tono grueso que causaría temores en cualquiera.
— No soy tu luna y no necesito que me defiendas— le volví a susurrar tratando de soltarme de él.
— Empieza a hacerte a la idea de que eres mía — susurró en mi oído.
Me soltó lentamente y se quitó su campera de abrigo e intentó dármela, pero me negué, lo que hizo que se molestara y se empezara a imponer hacia mí, causándome dolor de cabeza. Él me quería sumisa, pero no lo dejaría salirse con la suya. Poco a poco comenzó a forzar, obligándome a bajar mi cabeza.
— Doblégate o será peor, solo tienes que ponerte la chaqueta— me ordenó.
— No quiero tu chaqueta, dame tu sudadera — le dije, aún mirando hacia abajo.
Él solo soltó una risa ladeada y se quito su sudadera entregándome. Una vez que me la puse bajo y entró en la sala de juntas para comenzar con la reunión, me volví a colocar junto a mi hermano, quien se burló de mí.
— Te ves muy ridícula— se rio de mí.
— Cierra la boca— dije muy molesta, pero tenía razón: la sudadera me llegaba por debajo de las rodillas.
Me recosté sobre la barandilla y crucé miradas con mi padre, el cual no se veía nada contento con lo que había pasado. Sin duda, me esperaba un buen regañó.