Mis gemidos ya no los podía detener y mis súplicas no hacían que él parara de azotar mi trasero, salió de mí y me levanto sentándome sobre sus piernas con cada una de las mías a su alrededor, quedamos frente a frente sujeto mi nuca con su mano derecha y me acerco a sus labios devorando mi boca con anhelo, ya no podía resistirme a él, lo necesitaba, soltó mis brazos y me quito la sudadera junto con la camiseta que llevaba, no llevaba sostén así que quede completamente desnuda sobre él.
— No puedo esperar para devorarte, pero no lo haré hasta que tú me lo pidas, solo haré esto— dijo mientras me levantaba un poco mientras él bajaba su cuerpo.
Su rostro estaba debajo de mí, el sujeto mis muslos y presionaba su rostro contra mi mientras lamia por completo mi entrada, apoye mis manos sobre el respaldo del sillón, mientras él me sujetaba sobre su rostro, mis gemidos no dejaban de salir de mi boca, cuando deje de luchar para salir de encima de él subió sus manos y comenzó a jugar con mis senos mientras lamia sin parar.
—Atlas... Atlas estoy... por venirme— mi vos se entrecortaba.
Presionó más su rostro contra mí llegando más adentro de mí con su lengua, no pude evitarlo más y mis flujos recorrieron su rostro los cuales el lamió con fervor deseando más, mi rostro se puso completamente rojo de la vergüenza, seguía sujetándome del sillón mientras mis espasmos pasaban, salió de debajo de mí, tiro de mí y me levanto entre sus brazos y me llevo a mi habitación, me dejo parada en la entrada de mi baño y el se acercó a la bañera llenándola de agua, cuando ya estaba lista el se puso de pie y me extendió su mano la tome y el me ayudo a meterme en la tina, tomo la esponja y comenzó a lavar mi cuerpo, siguiendo con mi cabello.
—Bien, conejita, no quiero que te arrugues, es hora de salir— dijo ayudándome a salir de la tina y cubriéndome con una toalla.
Volvió a levantarme en sus brazos y sacarme del baño, me dejo en la cama y el fue y busco en mi cambiador mi ropa, volvió a mí y me seco el cuerpo intenté decirle que podía sola, pero no me dejo hacer nada, me puso mis bragas y una camiseta larga que cubría mi trasero, se sentó detrás de mí luego de vestirme y peino mi largo y rizado pelo blanco, cuando termino me recostó y me cubrió con la manta.
— Ahora volveré, descansa— me dio un tierno beso en los labios, dejándome bien acurrucada. No tardé mucho en quedarme dormida.
No sé cuánto dormí, pero me despertó. El ruido de la lluvia de la regadera me senté en la cama y me levanté. Me acerqué lentamente y Atlas estaba duchándose en mi casa. Lo dejé hacerlo un sentimiento raro, me inundó cuando bajaba las escaleras, fui a la cocina y puse la cafetera. Ya eran alrededor de las siete de la mañana, tosté pan y preparé huevos revueltos y jugo de naranja. Pronto sentí dos brazos alrededor de mi cintura y un rostro apoyarse en mi hombro.
—Qué lástima que la marca que te hice no durara más, creo que deberé volver a morderte— dijo besando mi hombro.
— No, por favor, no lo hagas, duele mucho— supliqué por piedad.
Me volteé aún rodeada con sus manos, puse mis manos sobre sus brazos y lo miré al rostro.
— Té... ¿Gustaría desayunar conmigo?— pregunté mordiendo mi labio inferior por lo nerviosa que me ponía.
Podía sentir mi rostro completamente rojo, él se había puesto un pantalón abrigado de mezclilla y una camiseta gris que se ajustaba a sus enormes músculos.
— Claro, me encantaría— dijo dándome un beso en los labios algo cortos.
Me soltó y se alejó de mí, dejándome una sensación de vacío. Se sentó en la isla, le serví una taza de café, con un vaso de jugo y con un plato de huevos y tostadas. Él me observó que yo no había servido para mí.
— ¿Desayunaré solo?, o me harás compañía —preguntó tomando un sorbo de café.
Me levanté y me dirigí a la nevera y saqué una bolsa de sangre, la cual metí en un jarro con agua y lo puse a calentar en el microondas. Cuando estuvo tibio, lo serví en un vaso con tapa y bombilla y me senté junto a él con una taza de café para mí.
— Creí que los rumores de que no comíamos te habían llegado, pero por tu expresión no fue así — dije bebiendo la sangre, dando un pequeño suspiro de satisfacción al tragar el líquido.
—Creí que eran rumores—continuó desayunando, mirándome con asombro.
—Podemos comer cualquier tipo de comida, pero no nos llena, solo nos da más hambre, solo la sangre nos sacia el hambre— dije saboreando la sangre con mucho placer.
—Podría acostumbrarme, pero me gustaría saber de qué es esa sangre—preguntó sin dejar de desayunar.
—No necesitarás acostumbrarte, no seguiremos con esto, no podemos estar juntos—. Terminé mi sangre y comencé a tomar mi café.
— ¿Quieres romper nuestro vínculo?— pregunto en un tono que me dejó muy triste.
—Eso será lo mejor—dejé mi taza y lo vi directo a los ojos.
—¿Mejor para quién?, ¿Para ti o para tu padre? No soy el candidato que todo padre le gustaría, pero tu padre no me dirá cuándo dejarte. Eres mía y se lo haré entender, quiera o no.— Estaba enojado, pude notarlo.
Salió de mi casa muy enojado. Traté de detenerlo y de saber a dónde iría, pero no me dio respuesta. Subió a su deportivo y aceleró. Estoy segura de que no terminará bien.