Capítulo 5:Este no es lugar para la futura princesa.

1428 Words
¿Qué significaba aquello de “algo bueno para los dos”? Esa era la pregunta que no dejaba de rondar la cabeza de Rania, ¿y por qué ella tenía la sensación de que el príncipe había intentado decirle algo? La familia real no se había molestado en ofrecerle una ceremonia tradicional para la pedida de su mano, para ellos Rania no se merecía nada y ella estaba a gusto con eso. La chica no quería seguir soportando aquella farsa, ella no era una novia feliz, era una mujer que había sido secuestrada que quería gritar por ayuda, pedir socorro, escapar… huir de aquella pesadilla que seguramente solo estaría empezando. Pero ella encontraría la manera de salir de esa situación y regresar a su casa con sus amigos y con el amor de su vida, porque ella estaba segura de que Brian la estaría buscando. Aquella noche ella estaba sentada en la ventana de la habitación pensando en como había terminado en aquel lugar y en la estupidez de visitar a su maldito padre que la había engañado para secuestrarla y después venderla como si fuera una yegua reproductora. En medio del silencio que había aquella noche, Rania escuchó la música que venía del pasillo y pegó el oído en la puerta para escuchar qué ocurría afuera. En el Palacio de la familia Al Thani no la habían recibido como la futura esposa del príncipe heredero, sino que la habían acomodado en uno de los dormitorios destinados a los empleados. Era la manera que tenía Fátima de hacerle entender que jamás sería aceptada en su familia, pero Rania no estaba a disgusto en ese lugar. Por las noches escuchaba las charlas que tenían los empleados, algunos chismes del palacio, incluso los escuchaba cantar. Ella salió de su habitación movida por la curiosidad, aunque su tío le había prohibido hacerlo, pero la chica estaba intrigada con lo que sucedía y siguió la música hasta llegar a un pequeño salón donde las criadas cantaban y bailaban. Una de las mujeres la vio y se arrodilló rápidamente en señal de respeto, entonces las demás hicieron lo mismo al verla. —Por favor no hagan eso, no es necesario. —Pidió Rania con cordialidad y una de las mujeres se acercó a ella. Una chica muy joven de mirada tímida que Rania ya conocía, se llamaba Aisha. —Usted será la esposa del príncipe, es nuestra obligación tratarla con respeto, aunque otros hayan decidido no hacer lo mismo. —Dijo Aisha apenada haciendo referencia al lugar donde habían hospedado a la prometida del heredero. —Este no es lugar para la futura princesa. —Es un lugar donde están personas buenas y trabajadoras por lo que veo —contestó Rania mirando alrededor. –con esto me basta y me sobra. Además, dudo mucho que arriba se diviertan tanto como vosotras. –sonrió y Aisha se encogió de hombros. Rania se unió a ellas para escucharlas cantar y algunas empezaron a bailar en el centro de la sala. Entonces Aisha con toda su curiosidad preguntó. —¿Usted sabe bailar señorita Rania? —No creo Aisha, la señorita viene del Occidente. La mayoría de las mujeres musulmanas que crecen allá no están familiarizadas con nuestra cultura. —Opinó una mujer mayor y Aisha frunció el ceño. —¿Entonces si no sabe bailar la danza del vientre cómo hará para agradar a su marido? —Se interesó Aisha y Rania soltó una risita. –Tendrá que tener otras habilidades, pero sabemos que saber cocinar por ejemplo no ayuda en la intimidad del dormitorio. —Aprendí la danza del vientre por el arte que significa, por como me hace sentir cuando bailo. No lo hice para agradar a un hombre, sino para agradarme a mí misma. —Afirmó Rania y las criadas la miraron sorprendidas. —¿Entonces usted sí sabe bailar señorita? –Preguntó otra criada y Rania asintió. —¡Baila para nosotras, queremos ver cómo aprenden a bailar en el Occidente! —¡Adesa no molestes a la señorita! –La reprendió la más mayor. —No es ninguna molestia, puedo hacerlo. —Aseguró Rania levantándose para bailar y Aisha aumentó el volumen de la música. Nada hacía más feliz a Rania que bailar, seguir la música, entregarse a ella y olvidarse de todo lo demás. De las injusticias del mundo, de sus obligaciones impuestas por otros y de su cautiverio. No muy lejos de aquella sala en la habitación de Farid, el príncipe Karim buscaba alguna pista del paradero de su hermana Farah, ya que el jefe de seguridad sabía dónde estaba. Farid era la sombra del Emir y conocía todos sus secretos, en el caso de Farah no podía ser distinto. Karim necesitaba encontrar cualquier cosa, pero no había nada. Él se sentó en la cama de Farid colocando la cabeza entre las manos deseando golpear algo para quitarse de encima la impotencia que sentía, el desespero de no saber dónde estaba Farah, dónde su padre la tenía escondía. Karim estaba cada vez más angustiado, la boda de aproximaba y la única posibilidad de librarse de ella era encontrando su hermana para después llevarla lejos de su familia, sino terminaría casado con una desconocida y sabía que si eso llegaba a suceder perdería a Amanda para siempre, pues ella jamás le perdonaría esa traición. En ese momento de angustia e ira la melodía llegó a sus oídos y él se sintió atraído a ir hacia ella. Caminando despacio por el pasillo en la penumbra, Karim sabía que no debía estar allí, pero sus piernas lo llevaban hasta aquel salón como si no tuviera control sobre su cuerpo. La música era suave, pero sonaba como un hechizo que lo arrastraba hasta ella… hasta aquella mujer que bailaba y cuando la vio el resto del mundo, todo lo que rodeaba a Karim desapareció por completo y solo existía ella, la mujer que bailaba la danza del vientre y que con su baile se veía capaz de seducir a cualquier hombre sobre la tierra. Rania dejaba la música entrar en su cuerpo y la manera como se movía hipnotizaba a cualquiera que la estuviera viendo. Cada uno de sus movimientos era perfecto, desde sus caderas hasta las manos que sujetaban una tela transparente girándola sobre su eje, algo que hacía su danza aún más electrizante. Karim estaba hechizado observando sus curvas, sus ojos tan hermosos, la mirada de una mujer que quería descubrir el mundo. Se veía exquisitamente bella mientras bailaba y cuando puso la pierna sobre la mesita de centro echando su cuerpo hacia atrás, la tela resbaló por su piel suave y el príncipe sintió un latigazo de deseo en su entrepierna, una parte de él quería tocarla…perderse en ella, entonces se pegó una bofetada mental. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó porque él no podía mirar de aquella manera a otra mujer. Karim Al Thani solo debía tener ojos para Amanda y no para ella, no podía mirar a su futura esposa. —¡El príncipe! –Gritó una de las criadas que percibió su presencia y todas las mujeres se arrodillaron. Karim se sonrojó al ver a Rania que cubrió su cuerpo rápidamente con la prenda estaba utilizando para bailar y por miedo a la reacción de su prometido salió corriendo para regresar a su habitación y cuando Karim quiso buscarla Aisha se lo impidió. —¡Majestad no está bien que la haya visto en esos trajes y menos bailando! –Habló la chica con nerviosismo sin levantar la mirada del suelo, pero tenía que decirlo. Karim se sintió confundido, nervioso y todo su cuerpo estaba caliente después de reaccionar a la visión de Rania danzando. A consecuencia de la confusión que tenía con relación a su prometida y a la necesidad de darse un baño de agua fría, el príncipe también abandonó la sala con pasos apresurados. Rania entró en su habitación con el corazón en la boca, su pecho subía y bajaba frenéticamente. Ella pegó la espalda en la puerta después de cerrarla y notó que sus mejillas estaban ardiendo. El príncipe la había visto bailar y vestida de una manera que en aquella cultura se consideraba indecorosa. Pero en medio de su vergüenza y miedo, había algo más y ese “algo más” estremeció cada músculo de su cuerpo. Ella terminó sentada en el suelo abrazando sus piernas dando vueltas a esos segundos en el que sus ojos se encontraron… fue tan fugaz, pero se había quedado grabado en su memoria.
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