Carolina, se sentía algo tensa a la Mansión de Los Ceedres se sentía insegura mientras miraba la carretera desde la ventana del auto ese paisaje era único. La Península de Saint-Jean-Cap-Ferrat, se encuentra en el corazón de la Costa Azul entre Niza y Mónaco. Mientras se deleitaba con los que veían sus ojos, pensaba si la Familia Hunter la aceptarían, ya que ella es una mujer sencilla, no venía de la alta alcurnia, ni de apellidos ilustres.Sus padres al morir en ese accidente aéreo le habían habían dejado
ahorros, bienes heredados y por eso tenía un buen nivel de vida pero no era rica, solo independiente. Siempre tuvo deseos de invertir en algún negocio pero su tía Margarita, la había desanimado. “¡No te gastes la herencia, luego lo perderás todo!” y como temía a quedarse sin nada se quedaba así; guardando el dinero para cuando tuviera hijos o no pudiera trabajar por alguna razón. Su futuro era incierto y no creía en ningún momento que salir con su jefe lo resolvería todo en su vida, eso era para las telenovelas, la vida era muy distinta... y ella tenía los pies en la tierra.
La voz de Deiby la sobresalto de sus ensoñaciones y temores, él quería saber qué pensaba. Quería saberlo todo, en ocasiones era algo obsesivo como si quisiera conocer sus pensamientos más secretos
—Amor. ¿En qué piensas? Te ves algo preocupada—dijo. Sonrió, sabía que le preguntaría eso.
—Estoy pensando en los bebés que tendremos un día mi amor, quiero que el primero sea un varón y se llame como tú—le respondió provocadora, sabiendo que esas palabras lo harían sentir incómodo. ¿Pues para qué preguntaba entonces?. Deiby pensó que era una broma y rió siguiéndole el juego.
—¿Un varón? Será una niña y se parecerá mucho a ti amor. Pero todavía no... ¿Estás cuidándote, verdad?—quiso saber algo inquieto. Vivía pendiente de eso, como si ella pudiera hacerle trampa y quedarse embarazada de un momento a otro. Si fuera por ella... Lo habría hecho pero ahora tenían una relación y no quería hacerle eso, sabía por experiencia que un hijo debía ser deseado.
—Claro que lo hago, ¿Por qué dices eso?. No te preocupes, no te obligaré a ser padre antes de tiempo. Deiby acarició su cabello.
—Lo sé, pero me sentiría acorralado si te quedaras preñada ahora, necesito tiempo para eso y lo sabes. Ella lo miró con fijeza. —Tiempo para nosotros, solos, sin bebés llorones que molesten—agregó. La tristeza que sentía al oírle hablar así dio paso a la rabia, empezaba a molestarle que siempre dijera esas cosas.
—Bueno, tú también fuiste un bebé hace tiempo, ¿Lo olvidas? Y tus padres debían estar muy felices de tenerte—le respondió. Deiby rió tentado y disminuyó la velocidad al llegar a una carretera sinuosa.
—Era insoportable—le confesó— mis padres casi se divorcian entonces; lloraba todo el día y no quería comer, solo molestar todo el día. Sí, era muy inquieto y muy malo. El hijo del demonio... Luego cambié un poco pero en realidad sigo siendo el hijo de satanás, por eso temo que si tengo un hijo se parezca a mí y eso sería un caos. Creo que lo dejaría en la guardería para que otro lo adoptara.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso serías capaz de abandonar a tu propio hijo? Él no se molestó en negarlo.
—Bueno, pero no hay ningún bebé allí ¿Verdad? Tuviste la regla hace dos semanas. Carolina se sonrojó.
—Pareces mi ginecólogo; vives pendiente de mi regla, y cuando me demora en venir. ¿Sientes miedo?.
—¿Tu ginecólogo? Pues me encantaría, lo soy a título honorario, me encanta examinarte y hacerte perder el control y luego ser cuidadoso y responsable. No se pueden traer niños al mundo no deseados, ¿No crees?. El buen sexo no tiene nada que ver con los bebés, los bebés pueden evitarse.
—Pues te aseguro que si un día me quedo embarazada no podrás hacer nada al respecto, será mío y no te molestaré. Para ti será una molestia pero para mí un hijo vale mucho más que cien noches de sexo. Yo quiero un bebé, así que deja de burlarte. Estaba al borde de las lágrimas, y acababan de llegar a la mansión familiar.
—Tranquila, ya lo hemos conversado, ¿Por qué te molestas? Sabes lo que pienso al respecto. No es que no quiera darte un hijo un día, solo necesito tiempo, todo esto es nuevo para mí. Carolina observó la propiedad sorprendida. Era más hermosa de lo pensaba, con unos hermosos jardines, y una pradera hermosa circundante. Una casa ancestral, antigua y llena de lujos y desde allí se podía ver el mar azul. Los empleados uniformados ayudando a un buen número de visitantes a descender de sus autos últimos modelos. Pues no era una reunión familiar con motivo del cumpleaños del padre de Deiby era una fiesta por todo lo alto y al verse rodeada de tanta magnificencia se sintió incómoda. Porque muchas miradas se detuvieron en ella sin disimulo.
—Oh, Deiby, querido, has venido! —dijo una joven rubia alta muy delgada y sensual. Pero él la presentó como a su novia. Esa chica era amiga de su hermana modelo y sospechó que habían tenido algo en el pasado, no dejaba de mirarlo y perseguirlo. Se sintió furiosa de celos hasta que llegaron sus padres, sus primos y entraron en la gran mansión donde habían mesas con muchas flores, copas de champagne y diferentes pastelitos. Se vieron rodeados y fue casi imposible escapar. No dejó de notar las miradas de sorpresa y desdén de esos parientes al ser presentada como la novia de Deiby. Sus padres en cambio sí fueron muy agradables, su hermana también pero los demás no dejaban de mirarla como si tuviera algo raro o fuera muy fea. Tal vez su ropa no era apropiada. Sintió que esa reunión familiar la asfixiaba, quería marcharse, no se sentía nada cómoda y Deiby, se alejó porque era muy solicitado entre varias chicas que se encontraban en el salón. Unas chicas no dejaban de mirarlo con cierto descaro; rubias, morenas, todas buscaban llamar su atención de alguna manera. Bueno, ella no era tan ciega para no darse cuenta que su novio era muy atractivo, en el trabajo también lo perseguían, no iba a ser tan infantil de hacerle una escena de celos pero... ¡Diablos! Esa noche y luego de beber dos copas de vino blush se sintió loca de celos y harta de ser dejada de lado se le acercó y casi se le colgó del brazo para demostrar a todos que era su mujer y no un figurín. Odiaba que la dejaran tirada en un rincón para conversar con desconocidos. Deiby, la miró risueño pero no tardó en escaparse de nuevo para conversar con unos viejos amigos. Volvió a quedarse sola y lo pasó fatal sentada en un cómodo y antiguo sillón, comiendo un sándwich y sin hablar con nadie. La conversación en el auto y esa gente soberbia y adinerada que la miraba por arriba del hombro la hicieron sentirse muy mal. Quería irse, no soportaba ni un minuto más y de pensar que pasarían un fin de semana entero se dijo “No aguantaré tanto”. De pronto sintió una voz familiar, su cuñada, ella no la había visto y conversaba con un grupo de amigas , pensó en acercarse para conversar con ella, había sido tan amable la última vez. Se acercó silenciosamente por el salón y entonces escuchó algo que la dejó sin palabras.
—Es muy poco para Deiby, no sé qué le vio; es bonita pero tan insignificante. Su secretaria dicen, ya imaginan por qué... Debe hacerlo muy bien en la oficina, ¿No creen? Otra de las chicas emitió una risita mientras decía:
—Sí, me imagino...Intentan trepar por la entrepierna y luego... Lo raro es que no es su tipo. A Deiby, le gustan rubias y con curvas y esa es muy flaca, tan insípida.
Hablaban de ella, no estaba paranoica, porque otra chica dijo “sí, de veras, él tiene otro tipo de mujer, qué pena que no se casara con Ashley, la actriz. Estaban tan enamorados”. Su cuñada respondió:
—Ashley, es preciosa, pero se dejaron, supongo que pasó algo. Mi hermano siempre ha sido muy mujeriego y esa chica es una extravagancia, algo novedoso. Ya se aburrirá y terminará enamorado de alguna mujer que sea mucho más guapa. Lo conozco bien”.
Carolina, se sintió helada, había creído que Sofía, simpatizaba con ella, era la más amable de la familia y no podía entender por qué... ¿Y quién era rayos era esa Ashley?. Deiby jamás la había mencionado. Bueno es que era muy reservado con su pasado. Así que ella solo era un capricho, una extravagancia y nadie entendía qué hacía un hombre con él con una mujer tan insignificante, porque eso decían de ella... Sintió un sudor frío y la cabeza comenzó a dolerle, tal vez por el vino o el disgusto. Se alejó furiosa, no se quedaría en esa casa donde había sido dejada en un rincón por Deiby y donde decían que era una zorra oportunista de oficina. Buscó un empleado que le dijera dónde estaba su abrigo y su bolso. No se quedaría un minuto más en esa casa. Maldita gente falsa, por eso todos la miraban así, porque no entendían qué le había visto Deiby, y decían que era eso, una cualquiera, una distracción de oficina. Ya tenía su abrigo, su bolso y un mayordomo la miraba como si hubiera perdido el juicio cuando le rogó que le consiguiera un taxi hasta la estación más próxima. Incómodo, el hombre no sabía dónde meterse y desesperado fue a buscar el teléfono. Oh, maldita sea, no la ayudaría, debería hablar con Deiby. No, no hablaría con él, solo era su pasatiempo, su compañera de cama y aventuras eróticas, le gustaba hacerlo con ella, lo encontraba placentero por eso la conservaba. No era más que una zorra astuta de oficina que sabía bien su oficio... Y que esperaba trepar. Trepar por su entrepierna y... ¡Qué cosas horribles habían dicho esas mujeres! Sintió deseos de llorar pero al verse rodeada de gente se contuvo. Miró a su alrededor confundida. Nunca sería su marido ni le daría un hijo. Eso jamás había estado en sus planes, ahora entendía la razón; porque seguramente sus sentimientos por ella no eran profundos, porque sabía que si estuviera enamorado como aseguraba querría algo más. Y nunca habría algo más, siempre sería salir, divertirse, buen sexo... un hombre ardiente, un demonio en la cama, nunca antes había experimentado esa satisfacción, ni esa adicción a sus besos, a su cuerpo... Quiso irse, buscó la puerta, no quería estar en esa mansión pero cuando llegaba a los jardines. Deiby la vio, estaba conversando con una chica rubia y otro hombre muy animado pero su mirada cambió al verla con el abrigo y el bolso.
El mayordomo se acercó y le dijo algo al oído a Deiby, pero Carolina, no se sintió reprendida in franganti, tenía razón y no pensaba quedarse en ese lugar.
Deiby, la siguió, la atrapó de forma posesiva.
—Amor. ¿Qué significa esto? ¿Qué ha pasado? ¿Acaso quieres irte? —Qué ha pasado? pues tu hermana conversando con sus amigas, diciendo que era demasiado insignificante para ti y que solo era una extravagancia, una cualquiera que duerme contigo en la oficina y tal vez sea verdad. No soy nada más que una oficinista buscando marido para casarse. Y luego una tal Aslhy, una actriz rubia y muy hermosa, con ella sí ibas a casarte, tal vez estés esperando su regreso.
Deiby se puso serio y pensó que algo le había pasado a su rosa, ella no era así. ¿Qué demonios había pasado? No podía creerlo.
—Tranquila, amor hablaremos en privado y me lo contarás todo, ven...—dijo llevándola a un lugar más alejado ante la mirada atónita del mayordomo y sus amigos.
—Carolina, cuéntame qué pasó no puedes irte así... ¿Acaso alguien te ofendió? Dijiste que mi hermana... Ella estaba al borde de las lágrimas y no quería hablar, solo irse. No se quedaría en ese lugar donde todos creían que era una oficinista insignificante, una perra trepadora, oportunista...
—Tu hermana, tu hermana hablaba con unas amigas que decían que yo... Derramó unas lágrimas mientras le relataba la conversación. Deiby, se puso furioso, su hermana y sus amigas eran unas víboras, no podía ser. ¿Cómo pudo ser tan cruel?
—Eso no es verdad y lo sabes Carolina, escucha, hablaré con Sofía, fue muy cruel lo que dijo y no... Pero quédate por favor, arreglemos esto, sabes que yo no pienso eso de ti, que eres importante para mí.
—¿Y Ashley? ¿Quién era la hermosa actriz con la que ibas a casarte y que al parecer has estado viendo a escondidas?.
Deiby, se puso pálido, eso había sido un tiempo atrás, se habían visto en Londres y habían terminado en la cama pero esa chica era parte del pasado.
—No he salido con otra mujer desde que me metí en la cama contigo amor, sabes que te he sido fiel, vamos, estamos casi todo el día juntos, por qué piensas eso de mí?. Aslhy, fue una novia que tuve hace años y nunca pensé en casarme con ella ni con ninguna. Esas palabras la calmaron, pero seguía muy alterada y con intenciones de irse como una adolescente rebelde y ofuscada. No podía entenderlo. Parecía fuera de sí, celosa, nunca antes le había hecho una escena de celos. ¿Qué le pasaba? Jamás hubiera creído que fuera tan insegura. —Carolina, lo lamento, de veras, mi hermana y sus amigas no debieron decir esas estupideces. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, parecía desesperada, tan desdichada y no pudo convencerla de que se quedara.
—Deiby, por favor, llévame a casa, me siento muy mal y todos verán que he llorado... Realmente nunca me he sentido tan mal en toda mi vida, que dijeran eso me ha hecho mucho daño.
—Aguarda por favor... Cálmate, sabes que eres especial para mí, al demonio con esas brujas, esas mujeres, ¿Qué importa lo que digan los demás? Sabes que te amo. Tenemos una relación muy especial. Por favor, no te vayas ahora mis padres se quedarán mal y no vale la pena. Quédate hasta mañana, luego nos iremos a primera hora, lo prometo. Comprendo que te sintieras algo incómoda en esta casa, no sabía que invitarían a tanta gente, creí que sería una reunión íntima. Pero no puedes permitir que una conversación te altere tanto.
—No, no quiero quedarme, tomaré un taxi y me iré.—dijo ella secando sus lágrimas.
—Carolina, te comportas como una niña caprichosa y consentida. —No soy una consentida, solo que esta noche me he hartado de ser la estúpida que lo ignora todo mientras los demás se burlan a sus espaldas, imagino que algo así deben decir en el trabajo. ¿Qué hace un jefe tan guapo con una chica oficinista que no vale nada? Será “Que es muy buena en lo suyo, trepando por la entrepierna como una buena zorra”.
Quería irse, estaba decidida y no había manera de hacerla razonar, sintió una rabia espantosa al pensar en su hermana, ¿Por qué había dicho esas cosas?. Deiby, jamás se metía en su vida ni con los tipos con los que salía. Pero claro, con su hermana estaba Francelys y Jenny, dos mujeres con las que había salido hacía tiempo, una de ellas quería casarse. Las dos amigas de su hermana, Francelys, fue la más insistente y al parecer todavía quería acercarse... Verlo llegar con Carolina, la había puesto enferma, seguramente fue ella quien dijo esas cosas horribles y no Sofia. Conocía a su hermana, no era tan perra como Francelys. Trastornada y avergonzada por toda la situación. Carolina, se alejó en busca del mayordomo, debía lograr que alguien la llevara hasta la estación, regresaría a Francia en el primer tren.
Deiby intervino, no permitiría que un taxista la llevara a ningún lado, él la llevaría pero antes debía avisarle a sus padres. ¡Maldito fin de semana arruinado! Y él que esperaba practicar un poco de ecuestre.y enseñarle la belleza de ese parque, su estanque con peces...
—Espérame aquí por favor, debo avisar a mis padres, inventar algo—le dijo. Ella asintió y se sentó en un banco del jardín. Hacía frío y se puso el abrigo temblando. Al menos había logrado controlar las lágrimas pero se sentía muy mal por toda esa situación y solo quería irse, no soportaba quedarse ni un minuto más. Deiby buscó a sus padres y les dijo que debía llevar a su novia porque se sentía mal y quería irse, no sabía ni qué decir. Su madre se preocupó.
—¿Qué tiene? ¿Necesitas que llame a un médico?
—No, es que está algo preocupada por su tía, sufrió un ataque hace tiempo y bueno, quiere ir a verla—inventó él para evitar más preguntas.
Cuando abandonaron la mansión en su auto ella lloró gran parte del viaje apenada por irse así, pensando que la fiesta había sido un completo fracaso. Se había dejado llevar porque Sofía, había despertado sus propias inseguridades. Había comenzado una relación sentimental que era más física y s****l, sin planes, viviendo el presente y meses antes su vida era tan distinta. Era la esposa de un hombre al que creyó un marido ejemplar, y ahora... No estaba segura de nada. Tampoco de querer seguir con esa relación en la cual no era más que una de las mujeres que salía con Deiby. La única sí, pero una chica para salir y divertirse, no para tomar en serio. “¡Es tan flaca, tan insignificante!” habían dicho y tal vez tuvieran razón, era muy poco para Deiby, solía salir con mujeres ricas y hermosas, sofisticadas.
Deiby, aceleró de muy mal manera y de pronto se detuvo en el pueblo más cercano. No, no manejaría como un loco hasta Francia toda la noche, no lo haría. Estaba cansado, hambriento y de un humor de perros y se detuvo poco después en un restaurant.
—¿Crees que podrías quedarte hasta que cenemos sin armar una escena o ponerte a llorar?—le preguntó. Ella lo miró con tristeza, bueno, al menos no lloraba y mientras duró la cena la notó más tranquila y relajada, hasta fue capaz de acompañarlo cenando unas chuletas con ensalada con gran apetito.
Y mientras cenaban él le dijo que no iban a ir a Francia, ahora, que las carreteras no eran seguras y pasarían en un hotel. Ella iba a replicar pero se contuvo, dependía de él para regresar así que aceptó quedarse a pasar la noche en un hotel.
—¿Quieres el postre?—le preguntó cuándo el mozo le entregó dos cartas.
—No gracias...—estaba exhausta y solo quería irse a dormir. Un hotel sería una buena opción. Al llegar al hotel él se sirvió un whisky doble sin hielo, lo necesitaba. Había manejado durante horas, habían llegado tarde a la fiesta para regresar al día siguiente sin haber disfrutado nada, al contrario. Carolina, se despidió diciendo que tenía sueño y se iría a dormir. Deiby, la vio irse con expresión ceñuda. Lamentaba todo lo que había pasado y pensó... ¡Maldita sea, esa no era la idea! Pero la quería a ella, sentir su calor... Apuró el whisky y fue a buscarla. Tal vez no fuera tarde para reconciliarse, para arreglarlo todo en la cama; el mejor lugar donde siempre podía ganar sin esfuerzo... Entró sigiloso mientras se abría la camisa con prisa. Tenía la luz encendida pero no dormía, sus ojos permanecían fijos en los retratos de la habitación; paisajes campestres que a él le parecieron algo insípidos. Llevaba un camisón de encaje blanco muy sensual y suspiró, nada más sentir su olor, y acercarse su m*****o despertaba como si fuera un acto reflejo. Ella lo miró y él se acercó confiado y la besó. Pero ella no respondió a sus besos, a sus caricias, permaneció distante, fría.
—Hoy no, estoy cansada—le dijo. Al sentirse rechazado se alejó como si le hubieran dado un golpe en el estómago, ella nunca lo rechazaba, ansiaba estar entre sus brazos, hacer el amor, y herido cerró la puerta de un portazo y fue a dormir al sofá. No pudo dormir, permaneció despierto a pesar de que sentía el cansancio y el estrés de ese día maldito en cada hueso de su esqueleto. Y cuando comenzaba a dormirse escuchó un sollozo, un llanto ahogado y pensó “Es Carolina, está llorando, tal vez deba...” No llegó a concretar ningún pensamiento porque cayó profundamente dormido.