Capítulo 14

1820 Words
El otoño llegó y con él las lluvias, la inestabilidad. Carolina regresó a la oficina pero dijo que no volverían a tener sexo en ese lugar, que no eran adolescentes para comportarse de esa forma. Deiby, lo aceptó porque entendió que el trabajo sin ella era un lugar frío y hostil, un manicomio de trabajo. Verla sentada a su lado con sus hermosas piernas cruzadas, haciendo llamadas le producía unaa sensación de tranquilidad, una tranquilidad que nadie podía darle simplemente porque estaba ella estaba ahí a su lado. Observó con orgullo su anillo, jamás se lo quitaba y era como un sello de su compromiso, de que le pertenecía. Y esa noche luego de ir a cenar a un restaurant de cerca de la Torre Eiffel, la encerró en su cuarto para hacerle el amor. Ella llevaba lencería de seda y encaje color rojo, muy sensual pero él apenas pudo enterarse porque solo quería desnudarla y comerla a besos. —Deiby, eres un demonio, en un cuerpo de hombre—se quejó Carolina, con una sonrisa mientras sentía sus labios devorar su vientre con desesperación. La volvió loca dejándola húmeda y desesperada aferrada a las sábanas. —Déjame por favor, estás loco se quejó —al sentir que absorbía su humedad con rapidez manteniéndola inmóvil y con las piernas muy abiertas. Adoraba hacerlo y podía estar horas allí, si ella no lo detenía podía seguir sin parar y Carolina, había aprendido a responder, a ser mujer en la intimidad y buscar no solo su placer sino también enloquecerl a Deiby. En poco tiempo había perdido la timidez y la vergüenza, ahora quería probarlo todo y esa noche estaba lista para darle el mejor sexo oral de su vida. Despacio, como Deiby, le había enseñado engulló su m*****o envolviéndolo con su lengua mientras él se incorporaba de la cama para que fuera más cómodo para ella. —Así, mi amor así... lo haces muy bien—dijo y notó que ya no eran los besos tímidos del comienzo, ahora era una verdadera mujer que sabía lo que quería, y que respondía a sus caricias sin pudor. Hacerlo así la excitaba, podía sentir su humedad, una humedad con la que quería saciarse de nuevo pero ella lo detuvo. Todavía no, ahora era su turno; su turno de darle placer y demostrar que había aprendido y que había sido una buena alumna y cómo hacerlo. Sus movimientos rítmicos aprisionaron su m*****o devorándolo un poco más, casi por completo para llevarlo al límite... estaba desesperada por saber cómo era su sabor, él nunca la dejaba continuar como si temiera que todavía no era el momento. Pero algo le decía que esa noche no era necesario detenerla, ella quería hacerlo y se vio arrojado al abismo de placer más desesperante de su vida porque lo hizo perder el control y estallar, llenarla con su placer y ella lo aceptó todo devorándolo por completo mientras él sujetaba su cabellera castaña, su adorada cabeza para luego besar sus labios. Lo había hecho, se había atrevido y sonrió sintiendo que ese placer era el alimento prohibido que le llenaba el alma. Ahora entendía por qué los filtros amorosos de antaño lo usaban; un poco de semen del hombre que amas y hará que te enamores para siempre. Dios, adoraba a ese hombre, adoraba cada rincón de su cuerpo, su sabor, su olor... su voz, su todo... Y lo abrazó con fuerza y volvieron a besarse, a terminar lo que habían empezado momentos antes. Sí, quería sentirlo en su vientre y rodaron por la cama follando sin parar una y otra vez. Había cambiado, de ser una mujer fría nada interesada en el sexo a descubrir una nueva mujer; ardiente, dulce y apasionada, dispuesta a dejarse llevar por su lujuria y vivirla a pleno... Pero todavía no lo haría, quería tenderla de espaldas y disfrutar de ese juego diferente; su pequeño y delicioso trasero redondo. Oh, le encantaba y a ella también, todo, podían hacerlo todo y disfrutar a pleno del sexo... El sexo con ella era único, intenso, tan dulce, porque la amaba y adoraba cada centímetro de su ser... La apretó con fuerza mientras entraba un poco más, era maravillosa, única, esa mujer lo tenía todo para llenar su cuerpo y también su alma, oh, la amaba, la amaba tanto que el solo pensamiento de que pudiera perderla lo volvía loco. Se acercaba el fin de semana. Deiby, le tenía una sorpresa y debía decírselo; su madre acababa de llamar y esperaba que estuviera allí el sábado para el cumpleaños de su padre. Carolina, estaba muy concentrada en su trabajo y él había suspendido una reunión para ese día y tenía tiempo de sobra... Sus ojos siguieron sus piernas cuando se dirigía en busca de un café. Lo necesitaba, Deiby l le provocaba un estado de somnolencia que le duraba toda la mañana. —Gracias mi amor—dijo él cuando le entregó el café con unas galletas de chocolate y nueces. Ella sonrió tentada y sostuvo su mirada. Sabía lo que quería, podían entenderse sin hablar, ¿Pero allí? ¿En la oficina?. No, habían prometido no hacerlo. Sus ojos la buscaron con insistencia y de pronto sus manos levantaron su falda mientras trancaba la oficina. —Ven aquí, solo serán unos besos mañaneros—le susurró y la sentó en sus piernas para besarla y tocarla. Carolina se sintió indefensa ante un ataque combinado de besos y caricias en su pubis... Estaba húmeda y a pesar de que había jurado no hacerlo en esos momentos no se sentía tan fuerte ni segura. Y cuando abrió su blusa y atrapó sus pechos succionándolos lentamente casi a la vez gimió. —No, para por favor, aquí no... No podemos...—dijo con voz ahogada. Cada vez que la tocaba la volvía loca y Deybi, fue más lejos esa vez y la sentó en la mesa de su oficina para levantar su falda y llenar de besos cada rincón de su sexo húmedo y anhelante. Era un demonio y sabía cómo y en qué lugar tocarla, y su boca estaba hambrienta ese día y olvidando cualquier prudencia se dejó llevar acariciando su cabello castaño despacio. No tardó en llegar al clímax, gimiendo, agarrada a la mesa, a su cuello para no caer desmayada de placer. Pero no había tiempo que perder, y él introdujo su m*****o hinchado y desesperado para tener una cópula rápida mañanera. Ella gimió desesperada al sentir las furiosas embestidas, rápidas y desesperadas. No podría detenerse, era una locura ambos habían rodado por la alfombra y lo hacían allí sin pensar en nada más que en el placer de ese arrebato, esa unión tan deliciosa... Y cuando todo terminó se quedaron abrazados, apretados contra la alfombra; suspirando satisfechos, rendidos. Pero debían separarse, vestirse y Carolina fue la primera en apartarse por temor a ser vistos. Habría muerto de vergüenza si eso hubiera ocurrido. Deiby la miró tentado abrazándola por detrás. —Tomemos el día libre, vamos... Mi apartamento espera—le susurró. Esa voz era una caricia que la erotizaba porque todo su cuerpo estaba muy sensible en esos momentos. —No podemos Deiby, el teléfono... Debo atenderlo... Deiby a besó, ¡al demonio ese teléfono! La quería a ella ese día en su cama, en su apartamento. No podía esperar hasta la noche, ¡no esperaría ni un segundo más! Ella rió y ahogó un grito cuando besó su cuello y la arrastró a la alfombra. Al parecer ese día no podrían trabajar, pero no quería hacerlo en la oficina, mejor sería escapar a su apartamento y continuar lo que habían empezado... Pero fue recién al anochecer cuando él le dio la noticia. —Carolina, mi amor... Quiero invitarte a una reunión familiar el sábado, ese el cumpleaños de mi padre y como saben que ahora tengo una novia pues quieren conocerte. La joven lo miró desconcertada, y al enterarse de los detalles casi palideció. ¿Pasar el fin de semana en Los Ceedres,en una mansión familiar de la familia Hunter?. Esa mansión espectacular que se encuentra en la península de Saint-Jean-Cap-Ferrat, en la costa, dicen que cuenta con más de quince hectáreas de naturaleza, más de quince mil plantas y como veinte invernadero. Por nada del mundo dejaría de ir ... Quería presentarla a sus padres y primos, y además pasar un fin de semana distinto; mirando el mar azul y los Hunter amantes de los caballos . En su familia contaba con cuadras donde tenían caballos puras de r**a Andaluz, Árabe, Pura Sangre, Apalusa, entre otros eran buenos equitadores y habían ganado Var premios como: El Premio Arco del Triunfo en París. Y ... No podía negarse. El padre de Deiby cumplía años y se haría un gran festejo a lo máximo. Deiby no era muy afecto a las reuniones familiares, le aclaró, ni jamás había llevado a una chica con la que tenía una relación formal. —Tranquila amor, son gente muy agradable—dijo él al ver que se ponía seria y pensativa. Habían pasado una tarde de sexo inolvidable, demonios, nada podía salir mal...Sin embargo ella estaba algo asustada, insegura ante la perspectiva de conocerlos a todos, bueno, sabía que eso significaba un paso a formalizar y eso sí la ponía contenta pero... No deseaba apresurar las cosas ni tampoco que Deiby cambiara, vivían un romance algo tormentoso, pasional, y luego de conocerle en profundidad comenzó a entender que tal vez él no estaba interesado en algo serio como una familia. Era su sueño, pero intuyó que para él eran novios, y que ese hecho era muy importante pues solo había tenido una novia a los veintidós y luego, algo pasó porque no volvió a involucrarse ni a querer tener una mujer sola sino varias. Era un solteron, le gustaba su vida dee independientes, sin niños, sin atarse a nada. Ella sabía que había mucha gente así, antes se los llamaba solterones, hoy nadie era enteramente solterón... y en realidad no tenía nada de malo ser así y debía sentirse feliz de que tuvieran algo más que buen sexo. Deiby, la quería sí pero tenía ciertas dudas sobre el futuro de esa relación. Pronto cumpliría veintiocho años, se acercaba a los treinta y no había podido tener un hijo. Deiby dijo que un día se lo daría pero esa expresión era lejana. Deiby no entendía que debía apurarse, que había una edad para tener hijos, por los riesgos. Por supuesto que se dejaba envolver en sus promesas mientras comenzaba a preguntarse si se quedaría atrapada para siempre en él; sin una boda, sin niños, con un amante estupendo, ardiente porque lo amaba y perderlo habría sido tan doloroso como... No tener niños ni... Suspiró y se durmió en sus brazos. No haría planes, la vida le había enseñado que todo lo bello puede terminar de un momento a otro.
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